Capítulo 3


Septiembre 16 de 1999

Había pasado una semana sin que la niña pronunciara alguna palabra, Gustavo le hablaba con cariño y trataba de hacer una que otra gracia, pero ella mantenía su cabeza agachada, perdiéndose en su propio mundo.

Eran las ocho de la mañana, el acuerpado hombre salia del despacho de su jefe después de enterarse de los planes dispuestos para el nuevo negocio.
Antes de dirigirse por última vez hacia la habitación de la niña, decidió buscar un objeto que a ella se le había caído cuando vino a parar a este lugar. La anterior noche, mientras comía, miró la flácida muñeca en brazos de una pequeña, estaba llena de polvo y su cabello estaba más oscuro de lo que recordaba. Haciendo un trato justo con la niña, recuperó el juguete, esperando a que la bella dama encerrada en aquel cuarto la aceptara, y con ello por fin pronunciara algunas palabras o le dirigiera una mirada, seria mas que suficiente.

Entre sus brazos escondió al pequeño cuerpecillo inerte, mientras abría la puerta y se encontraba con alguien moviéndose entre las sabanas.

-- Buenos días -- le dijo, sin obtener ninguna respuesta, como siempre. Cerró la puerta y se acercó hasta la silla que estaba al lado de su cama -- Tengo algo para ti -- la niña mantenía una posición fetal sin darle la espalda a él, pero aun seguía sin mirarle. Con mucho cuidado saco a la muñeca y se la puso muy cerca de su rostro. Tal como él deseaba, la pequeña abrió sus ojos sorprendida de lo que tenia ante ellos, pero inmediatamente se llenaron de lágrimas, talves al recordar algo desastroso. -- Por favor no llores -- desesperado por su extraña reacción, empezó a hacerle mimos, adoptando una extraña voz a la muñeca. Poco a poco la damita fue calmando y por primera vez le vio... Y sonrió.

Julio 2 del 2009

Después de haberlo pensado miles de veces, decido ir en busca de Gustavo, antes de que se acobardara y se guardara lo que tenia que decirle para siempre, como había hecho muchas veces.

Poco después estaba cerca del despacho de Morfeo, Gustavo se encontraba casi el ochenta por ciento de su vida merodeando por ahí. Debía tener cuidado de que el demonio (era así como llamaba al hombre que la había castigado) no le viera o estaría en un gran problema, otra vez.

-- Hola Sam -- reprimió un grito al encontrase con Alvaro, uno de los jóvenes que protegían el área -- Lo siento... No quería asustarte -- al ver que la señorita que tenia ante sus ojos se relajaba, le dedico una tierna sonrisa -- ¿Buscas a alguien?

-- No... Solo estaba dando un paseo -- esperó a que el joven creyera su mentira.

-- Pensé que estabas castigada -- le miró curioso. Sabía que la amistad que compartían Samantha y su amigo Gustavo era demasiado fuerte, no era lógico que ella se arriesgara a estar allí solo por que se le dio la gana de pasar el rato, además, su compañero venia del bosque donde la habían enviado a ella por su castigo.

-- Bueno... Es que yo solo... -- empezaron a sudarle un poco las manos, pensando en su próxima mentira... Pero fue inútil -- Por favor... No se lo digas a Morfeo -- pidió haciendo un puchero. Alvaro río ante su ternura, a pesar de que no se conocían mucho, a él le caía bastante bien.

-- No te preocupes, no lo haré, pero lamento decirte que debes irte antes de que alguien mas pueda verte -- Samantha bajo su cabeza, pensaba decirle algo pero él se le adelantó -- Está al otro lado de la casa, espera a un nuevo socio de Morfeo, tienes unos cinco minutos si te apresuras -- a la bella joven se le iluminaron los ojos, agradecida por su enorme favor.
Tras unos miles de gracias a su nuevo amigo favorito corrió en busca del apuesto hombre que tanto le gustaba.

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-- ¿Que demonios haces aquí Sam? -- Gustavo le miraba enfurecido, si llegaban a descubrirla ahí, Morfeo no dudaría en humillarla.

-- Necesito hablar contigo...

-- Cuando acabe con Morfeo puedes hablar conmigo todo lo que quieras... Vete, por favor... -- Sus ojos le suplicaban que se fuera pero ella los ignoró.

-- No voy a demorar... -- soltó un largo suspiro, antes de hablar -- Pensé en lo que dijiste... Y tienes razón, he sido una malagradecida contigo, siempre estoy metiéndote en problemas y nunca he apreciado tu forma de protegerme... Así que... no volveré a escaparme de nuevo... Siempre y cuando cumplas con un único deseo... -- no pudo reprimir sus lágrimas, de nuevo, pero vio algo de esperanza en los ojos de Gus.

-- Y cual es... -- dijo, con miles de posibles respuestas en su cabeza.

-- Llevame con ellos... No dejes que me olvide de sus nombres... -- con un fuerte nudo en la garganta, no logró reprimir las ganas de borrarle de la memoria aquella noche que la perseguía todos los días. Verla de ese modo le partía el corazón, mas bien lo que quedaba de el. Trató de cogerle la mano, pero escucho unos pasos acercándose.

-- Gustavo te presen... ¿¡Que haces aquí niña!? -- Samantha se limpiaba sus lágrimas sin ver al enfurecido hombre que tenia al frente y al que parecía ser su nuevo socio, que la miraba de arriba a bajo pervertidamente.

-- Lo siento señor es mi culpa... La estaba castigando por una estúpida acción que hizo -- la miró de reojo pidiéndole que se fuera en ese mismo instante. Inmediatamente obedeció y se marchó sin dirigirle la mirada a nadie.

-- Disculpa sus modales Rubén, esa mocosa me saca de quicio

-- No te preocupes Morfeo, iré a presentarme personalmente -- le miró cómplice, al tiempo que su nuevo socio le daba su aceptación. Si Gustavo se llegaba a enterar de que ese tipo sucio y gordo tocara a su Samantha, le mataría, aun sabiendo todas las consecuencias que esto le llevaría.

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