Sin detenerse


Podía ser que no recordaba su pasado, que todo lo que sabía del mundo hasta ahora es que era amable y dulce, y que sin importar lo demás siempre recibiría ayuda.

Pero reconoció por instinto lo que los humanos llaman miedo.

Con el solo toque del príncipe en sus hombros y su sonrisa amable, su cuerpo se tensó y tuvo ganas de huir. No entendía que estaba pasando, jamás había vivido algo igual, pero no le gustaba y se sentía incómoda por lo que le empujó. Él no se alejó e insistió tomándola de la cintura desatando el moño de su vestido repitiendo que todo estaba bien, ella lo negó, se opuso y jaloneo hasta liberarse y aunque ya había perdido el lazo de su vestido así salió corriendo por el pasillo.

Busco ayuda en los sirvientes del castillo, y aquellos rostros que siempre fueron amables con ella se retorcieron y pedían que regresará a dónde el príncipe.

Su único aliado fue el mayordomo que ni siquiera sabía que estaba pasando, únicamente la vio correr en cuando abrió la puerta principal.

En el pueblo, busco el consuelo y la respuesta a sus incógnitas en quien pasaba. Pero quienes antes habían sido amables y agradables, le miraron con desprecio y dudaron de sus palabras.

¿Por qué? ¿Qué ganaría ella con mentir? Sus pasos se dirigieron hasta el hogar donde se quedaba, y aunque seguía esperando un alivio, cuando contó el suceso lo que sintió fue un dolor espantoso en la mejilla.

- ¿Cómo te atreves? A nosotros que hemos sido tan buenos contigo ¿Cómo dices esas mentiras del príncipe que es un gran hombre?

Se quedó aún más confundida, ella tenía poco tiempo viviendo allí, pero el príncipe jamás había vivido con ellos ¿Cómo es que no creían en sus palabras? La amable abuela que le sonreía a diario, los vecinos que siempre le saludaban, todos le miraron mal cuando insistió en que estaba asustada.

Salió de la casa pensando a dónde correr ahora, y lo único que supo después de eso es que ya estás en el piso con el cuerpo mojado y la cubeta de madera cayó junto a ella.

- Ya lo sabemos todo, intentaste seducir a nuestro noble príncipe y como él te rechazo quieres difamarlo ¡Bruja!

- Siempre pensamos que al ser tan bonita como un ángel llegarías muy lejos ¡Nos engañaste, nunca debimos recibirte!

- Apareció de la nada en el bosque ¡Es una bruja, definitivamente una bruja!

Su cuerpo tembló, tanto por el frío del viento en su piel mojado como por la horrible sensación que le daban las miradas de los demás. Cuando empezaron a gritarle bruja y un grupo de personas se acercaron con antorchas ardiendo, se levantó y comenzó a correr de nuevo.

¿A dónde?

¿Había un lugar seguro?

La amabilidad había desaparecido, y ahora todo lo que le quedaba era el bosque que antes la había recibido. Sus largos cabellos rubios se enredaban cada tanto en las ramas, el ostentoso vestido desapareció dejándola en el sencillo fondo blanco, y los gritos que iban tras ella solo disminuían opacados por sus jadeos para tomar aire.

Entonces fue cuando entendió que había palabras malas en ese mundo.

"Hermosa" quería decir interés.

"Preciosa" Que esperaban algo de ella.

"Bonita" que querían tocarla.

Y empezó a odiar esos nombres que le habían entregado.

Cuando sus pies dolieron y se detuvo un momento a descansar, tras ella se escuchó un gran estruendo, su calor corporal bajo y temió voltear, más ruidos sonaron y cuando al fin se animó a mirar, su respiración se detuvo y por instinto supo que había llegado el final de su camino.

Era enorme, una figura monstruosa que sobresalía de los árboles y aunque un tipo de tela cubría su rostro sentía su mirada en ella, su primer pensamiento fue correr, pero se detuvo ¿De qué servía? Los aldeanos también la estaban buscando.

- ¿Me comerás?

Su voz sonó bajita y tímida, alzando la mirada ya sin miedo y resignada, la figura de un intenso color rojo en la piel hizo un ruido extraño pero no intimidante, quizás curioso por su reacción.

- Por favor - Extendió los brazos cuál niña en busca de unos brazos que le abrazaran - Hazlo, antes de que me encuentren, temo más caer en manos de los humanos que ser comida -

Si debía de morir, quería que fuera sin mucho dolor, y no a manos de aquellos a los que ahora temía con razones. Se escuchó mucho más cerca el sonido de los gritos y pasos, una extremidad parecida a una mano se acercó a ella y ella aceptó ese destino con una sonrisa.

Pero no fue hacia ella, si no hacia los árboles tras ella que cayeron de forma estridente y algunos gritos acompañaron al ruido, hubo caos, hubo quejidos de dolor, y los pocos valientes que siguieron avanzando al ver la visión extraña pusieron ojos de locos y salieron gritando aterrados.

Tan pronto como empezó, termino; y cayó de rodillas estupefacta sin entender bien la situación mirando a su benefactor.

- ... ¿Querías ayudarme?

La amabilidad... quizás no era exactamente humana.

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