Capítulo 9

Samita Jaziri

El domingo es extremadamente aburrido, pero al menos no lo siento solitario. Admito que la costumbre de estar con Jung me hacía sentir triste, pero ahora al menos la paso bien en casa, escuchando las voces de cualquiera de mis compañeros. Al menos sé que están ellos detrás de la puerta.

No digo que no disfrutara con Jung, pero esta clase de días a su lado solo me hacía pensar en mi pasado, en Brandon y cuando solía quedarme a merendar con él. Esos domingos donde prologábamos todo hasta que eran las tres de la mañana y me llevaba en bici hasta la casa de Morgan, porque mi madre se moría si intentaba entrar por la ventana. Nunca fui muy silenciosa, pero sí buena mentirosa como para que se creyera que dormiría en lo de mi mejor amigo, el único que me soportaba con esos ojos cansados y me tiraba el colchón en el suelo... Aunque era yo la que debía de soportar su peso cuando terminaba durmiendo encima de mí porque se caía de su cama. Ja, qué raro, en esos momentos nos creíamos capaces de todo. Vivos por el simple hecho de ser adolescente y no saber lo que nos depararía el futuro.

Honestamente a día de hoy no entiendo qué pasó. Por qué de la nada su presencia se disipó y la razón por la que Brandon simplemente desapareció de mi vida, aunque atormentándome algunas noches, cuando tengo que ver su retrato donde me abrazaba. Ese que tengo puesto en mi mesita de luz, vigilando que no lo olvide.

Era grande, tenía una sonrisa simpática, una risa femenina y una expresión de ángel. Siempre había dos mechones de cabello rubio que se caían sobre su frente y tenía el típico corte gratinado a los costados, totalmente encantador, incapaz de enamorar a todas las chicas que se cruzara por su estilo. Pero sus ojos nunca supe pintarlos. Jamás los describí bien, no conseguía formarlos del color raro que tenía, una especie de miel combinado con café y un toque verdoso. Me estresaba intentando conseguir algo parecido... Me gustaría decir que por eso dejé de pintar y estoy viviendo esta vida de modelo de ropa interior, algo completamente opuesto a lo que soñaba para mí.

Extraño estar con Brandon, sentir que podía contarle todo sin necesidad de que se enoje por nada. Extraño mucho su forma de abrazarme con el alma. A veces solo me gustaría arreglar mi horrible error, mi estupidez.

Paso el domingo encerrada en mi habitación, hablando con Jung, sintiendo su voz en mi oído a través de la llamada, riéndome de sus chistes, mirando alguna película mala de comedia y logrando salvarme de la miseria, cuando solo quiero saber que hay alguien detrás de la línea, que sigue estando para mí; tendría que irme con él los domingos, así no me siento tan mal. No creo poder soportar ese dolor de cabeza al sentir la ausencia de Brandon en este hogar.

Despierto temprano en la mañana del lunes, demasiado temprano, antes de que el sol se atreva a molestarme apareciéndose en mi ventana, a eso de las seis menos cuarto de la mañana y noto el intenso hambre que tengo. Sería increíble poder comerme un pedazo de pizza ahora mismo. Pero seguro atentaría contra mi dieta... Sí, quiero un maldito pedazo de pizza.

Bajo las escaleras, totalmente agotada. Odio esa habitación caliente. ¿Cómo puede ser que no recordé que me estaba calcinando mientras miraba pelis con Jung? Supongo que se me pasó todo de largo hasta ahora.

Me tropiezo en el último escalón y caigo directo contra el suelo, apoyando la mano solo por suerte. Odio la mañana. Odio absolutamente bajar escaleras cuando estoy agotada. Odio todo ahora mismo.

—¿Estás bien? —esa voz ligera me distrae y hace que lo note a mi lado. Es Morgan. Qué alegría.

Su cabello se ve tan desordenado como debe estar el mío y sus ojos siguen igual de pocos expresivos, como si nada le importara. Es tan raro tenerlo cerca, sentir su aroma masculino y notar que me está ofreciendo la mano. Y lo peor de todo es que vivimos juntos, no debería ser tan shockeante encontrármelo así.

Me levanto por mi propia cuenta y murmuro que solo me caí, pero la verdad es que, si le demuestro mi verdadero sentir, estaré exponiéndome más de la cuenta.

—¿Quieres que te prepare café?

No me gusta el café.

—No.

—¿Alguna otra cosa?

—Puedo prepararme yo mis propias cosas.

—¿Por qué ayer dormiste en tu habitación?

Oh, ahora estamos curiosos, qué increíble. ¡Qué genial que por fin pueda fijarse un segundo en mí! Pero seguro se trata de algo más, de algo que no tiene que ver conmigo sino con él, quizás de lástima. Dios, ¿qué estoy haciendo? No puedo empezar a actuar tan patética como para responderle nada. Solo debo de tomar un jugo de naranja con una dosis pequeña de vodka —que yo misma compré— y ponerme los auriculares mientras escucho alguna canción que me aturda de Queen. Sí, es una idea genial.

Aunque no me espero tener que llevarla a cabo mientras sus ojos me siguen y lo noto a mi lado, alcanzando cosas de la estantería y notando que el vodka alguien lo puso más arriba de lo que llegaría a alcanzar. Mierda, no puedo chocarlo con la silla para que se corra así que... solo debo de pedírselo, aún sabiendo qué mirada rara me va a dar.

—¿Me alcanzas el vodka? —pregunto, sintiéndome tonta cuando gira la cabeza para verme y luego lo toma. No hay más gesto. Le da lo mismo—. Gracias —murmuro cuando lo tengo en la mano.

Ignora por completo que estoy a su lado mientras bate su café helado, con varios cubitos de hielo y un chorro de leche. Qué gusto peculiar.

Tomo de mi vaso de jugo con vodka mientras como una manzana y él bebe el café helado mientras juega con los cubitos, sin nada para comer. ¿Le pondrá azúcar? Siempre se ve muy triste, quizás es porque le falta glucosa en sangre.

Ni siquiera le molesta que lo mire. Vaya, le doy completamente lo mismo. Y debería darme igual, pero me molesta. Tendría que aprender a fingir mi desinterés.

—No es sano eso.

—¿Eh? —pregunto sin entender de dónde salió su voz, casi no parece de él.

—Tomar vodka con jugo. No es sano. No me parece sano.

—¿Por qué no lo sería?

—Si lo haces todos los días...

—No lo hago todos los días.

Lo observo enarcando una ceja y le echo más vodka apropósito, disfrutando un poco de ese fruncimiento de ceja, por más ligero que sea.

—No soy una alcohólica.

—Esa cosa solo te va a causar más sueño.

—Me ayuda a despabilar la lengua.

—Creí que ya la tenías floja.

Genial, aquí vamos con sus expresiones de mierda. Pero no me tengo que dejar llevar por su provocación. Debo de contenerme. Si muerdo el orzuelo sería una idiota.

—¿Cómo están los padres de Brandon?

¿Es esa una forma de romper el hielo mientras estoy tomando mi maravilloso shot de jugo de naranja con vodka —porque de repente creo que quedó mal equilibrado—? Realmente no entiendo si me lo inventé, si en serio eso salió de sus labios.

Puede que sea solo pura imaginación mía. Este hombre no está interesado en saber del pasado, por algo me ha evitado todo este tiempo y es suficiente razón para que se vea tan invadido por mi presencia. Solo tengo que terminar de beber esto, darme un baño frío para quitarme el sudor asqueroso debajo del pijama y estaré cuerda, ya sin imaginarme nada raro.

—Respóndeme, por favor.

Sus ojos se posan en mí casi suplicantes, lo noto no solo por el tono, sino por todo lo que dice su rostro que consideré crudo, invisible. Se nota la profundidad de estos en cuanto se clavan en los míos, cosa que no parece hacer con nadie.

Tomo de un trago mi jugo y lo dejo rápido sobre la mesa, sintiéndome seriamente incómoda al ser observada y solo tener la luz del sol de fondo iluminándonos.

—No lo sé —digo con un temblor impropio en mis labios y creo que puedo vomitar absolutamente todo en cuanto noto su expresión incrédula—. ¡No lo sé! No les hablo, Morgan.

—¿Por qué?

—No me hagas hablar de esto.

—Samita...

—¡No me hagas decirlo, Morgan! No me hagas nombrarlo, hacerlo real —digo un impulso loco, estoy ansiando que me deje de ver, que no me note tan enferma del recuerdo.

Paso mis manos por mi cabello, me lo desacomodo, me duele la forma en la que rozan mis dedos contra mi cuero cabelludo, pero el no sentir esto solo me volverá alguien que no está estable mentalmente. Bajo la mirada y un sollozo se me escapa. Mierda, por eso no quería estar con él a solas.

—No fue tu culpa, Samita.

—Me voy a volver enfermar. De nuevo. Todo se repite —murmuro sintiendo cómo mi corazón enloquecido palpita, como si estuviera por morir. Si tan solo hubiera reaccionado a tiempo, si hubiera elegido otra forma...

—Samita... No debiste tomar.

Ya lo sé. Lo sabía en ese momento, lo sigo sabiendo ahora. Lo entiendo, comprendo que debería haber reaccionado de otra forma... Pero él no estaba ahí, no sabía lo que yo sentía, lo que estaba pasando por Brandon. No se da una idea. Porque él se fue.

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