Capítulo 28
Esas palabras pronunciadas con su voz ronca por el deseo y que llevaban encerradas consigo una promesa de sexo duro, lograron taladrar mis sentidos y me llevaron a sentir un cosquilleo en mi vientre, ese mismo que te daba cuando ibas bajando por los rieles en una montaña rusa.
Sin cuidados y juegos previos Theo me hizo dar la vuelta, coloqué ambas manos sobre el escritorio cuando él me tomó del cuello y me hizo hacer mi rostro hacia un lado permitiéndole el acceso a mis labios. Me devoró la boca y sentía que me ahogaba por la falta de respiración. Theo estaba siendo duro, brusco y descontrolado, pero no me lastimaba. Al contrario, era ese lado de él, el que deseaba que saliera a la luz de nuevo.
Tras casi asfixiarme a besos llevó sus manos a mis pechos y los masajeó sin cuidado — y maldita sea que eso me fascinaba —, se deshizo de mi sostén desgarrándolo por completo — bonita manera de echar a la basura cien dólares — y mis pechos se golpearon entre si al salir de la apretada tela y Theo gruñó cuando vio eso.
— ¿Qué pretendías Bel? — susurró en mi oído y después mordió el lóbulo de mi oreja haciéndome gemir.
— Volverte loco — solté sincera y lo escuché reír bajo.
— Lo lograste — alabó, sus manos no dejaron de acariciarme ni un instante —. Te quiero ya y sin juegos previos ¿Estás lista?
— Siempre para ti, Theodore.
— Esa es mi chica — sin esperar más bajó mis bragas quedando estas en mis tobillos, escuché que abrió la cremallera de su pantalón y ese simple sonido me encendió mucho más. Llevó su mano a mi sexo desde atrás y lo acarició —. Me encantas Annabelle, siempre lista para mí — gruñó al sentirme húmeda, hice mi rostro hacia un lado y lo observé por encima de mi hombro.
Vi que humedeció su mano y tras eso tomó su miembro para lubricarlo, lo sentí posicionarse en mi entrada, pero antes de penetrarme volvió a llevar su otra mano a mi cuello y presionó mi espalda contra su pecho. Comenzó a besarme profundo, con pasión y lujuria, con deseo y hambre de mí. Sus besos me sumergieron en un éxtasis y sin esperármelo me penetró sin pudor, gemí en su boca por el dolor y placer que me hubo provocado, pero no se detuve. Siguió con sus embestidas y casi de inmediato mi cuerpo reaccionó al de él como siempre lo hacía. Sentí un sabor metálico en mi boca y en ese momento me di cuenta de que lo había mordido y muy fuerte, aunque no parecía dolerle — al contrario — parecía excitarle más.
Dejamos de besarnos unos instantes y Theo aprovechó para tomarme del cabello, lo haló sin lastimarme mientras me penetraba, eso hizo que mi espalda se arqueara más y sus penetraciones fueran más profundas.
— Me fascina ver tu culo mientras te penetro en esta posición — gruñó y que se estuviera comportando como un descarado me encantaba.
Llevó su otra mano a mi cadera y clavó sus dedos en ella, dolía y me seguía gustando. Un chillido escapó de mi boca cuando dio un fuerte azote en mi nalga derecha, mis ojos se escocieron por el ardor, pero como la masoquista en la que me estaba convirtiendo solo provocó que lo deseara más.
— Quiero follarte hasta que tus piernas tiemblen, Annabelle — me llamó por mi nombre completo y nunca me había gustado eso. Sin embargo, que lo hiciera con el tono de voz tan sensual que utilizaba en ese instante me encantaba.
Sus penetraciones aumentaron y con ellas mi placer, gemí ante el mar sensaciones que sentí, sobre todo cuando llevó un dedo a mi ano y lo acarició; mi piel se erizó, mis pezones se endurecieron y toda mi mente se nubló cuando su otra mano comenzó a acariciar mi clítoris. Me perdí en el placer que me provocaba y grité su nombre cuando exploté en un orgasmo abrazador que me consumió desde la cabeza hasta los pies. Minutos después él también explotó gritando mi nombre y presionó su cuerpo contra el mío.
— En la sala he dejado mi gorra — susurró con la voz grave y sonrío.
Salió de mi interior y me llevó hasta la sala y en efecto: la gorra estaba sobre el sofá grande; me hizo sentarme en él y comenzó a deshacerse de su ropa a excepción del pantalón que lo dejó puesto y cayendo con peligro de su cadera, lo observé admirando cada parte de su cuerpo y la elegancia con la que se quitó cada prenda de su torso — usaba dos camisas —. Me deleité con la oscuridad en sus ojos, lo hice con todo de él. Colocó su gorra para atrás en su cabeza y supe que no le hice justicia al imaginármelo antes así. Una de mis fantasías se había cumplido en este momento, pero todo mejoró cuando se inclinó frente a mí y quedó en cuclillas, abrió mis piernas y con la camisa que antes estaba usando limpió un poco de los fluidos que había quedado en mi coño, lo observé y vi que todo lo que hacía era un ritual para él.
Me miró a los ojos y acarició el collar que colgaba de mi cuello, también estaba cumpliendo su fantasía al estar desnuda por completo después de que mis bragas quedaron tiradas en la oficina y solo usaba la joya que me regaló y los zapatos. Acarició mis pechos y reaccioné ante su toque, sin esperar más llevó su rostro hasta en medio de mis muslos y comenzó a devorarme; gemí encantada al sentir su lengua contra mi clítoris masajeándolo como solo él sabía hacerlo, sus hombros y espalda ancha me permitían admirar cada músculo que había ahí y cómo se contraían con cada movimiento. Subí mis piernas y las flexioné, las tomé con mis manos para retenerlas y quedé completamente expuesta para él.
Bendito fuera el que inventó las gorras ya que gracias a él obtuve la mejor de las vistas. Estar con un chico rebelde era mi fetiche y él lucía así con el simple objeto en su cabeza. Theo lamió y chupó mi vagina, introdujo dos dedos dentro de mí y me embistió sin dejar de devorarme; jadeé de placer y mis caderas comenzaron a moverse solas al encuentro de sus embestidas, mi orgasmo estaba a punto de llegar, pero hice que se detuviera y él sabía por qué.
Se sentó en el sofá y me coloqué a horcajadas sobre él, poco a poco introduje su erección en mí y cuando me llenó por completo comencé a moverme de arriba abajo. Frente a mí, el ventanal me regalaba una hermosa vista de la torre Eiffel iluminada a la perfección, pero lo más hermoso que veía en definitiva eran los ojos de Theo adorándome con ese brillo en ellos; puso sus manos en mis caderas y comenzó a marcar su ritmo, teniendo el control sobre mi cuerpo otra vez. Besó mis pechos y aumentó sus embestidas, coloqué mis manos en sus hombros y clavé mis uñas en ellos, él gimió al sentir eso y apresuró aún más nuestros movimientos. Subió sus besos a mi cuello y mordió ahí, no fue dolorosa, al contrario... despertó a la máxima potencia mi sistema nervioso.
— ¿Te gusta? — preguntó, aunque no obtuvo mi respuesta, no porque no quisiera sino porque no podía hablar — Respóndeme Annabelle.
— Me en-canta — me obligó a responder y sentí que volvió a morder el otro lado de mi cuello.
— Sabía que en todos los sentidos fuiste hecha para mí — susurró con satisfacción, mordisqueó entre el espacio de mi cuello y mi hombro y de manera deliciosa me relajó y me hizo querer más.
Me encantaba que cada vez que hacía eso sus embestidas eran más fuertes y sentí que provocaba mayor placer. Me moví al mismo compas de él y le pedí que volviese a morderme, encantado obedeció y eché mi cabeza hacia atrás. Jamás me drogué, pero por lo que me platicaron algunas veces, intuí que en esos momentos me sentía así, extasiada de placer y sumergida en un abismo del cual no quería emerger.
Seguí moviendo mis caderas y enterré más mis uñas en sus hombros, la piel se levantó donde mis hice el daño y sangre salió de ahí en mínima cantidad, no había sido grave. Theo tomó mis nalgas y las presionó con fuerza, sus movimientos eran más acelerados y sentí que iba a correrse; su reacción hizo que mi sexo palpitara y el cosquilleo ahí se incrementó. Al igual que él, estaba a punto de correrme y en instantes sentí que su semen se derramó en mi interior llenándome de su semilla y mi orgasmo se presentó; hizo más presión en mi trasero y yo lo hice en sus hombros, su rostro estaba metido en el hueco de mi cuello y lo escuché jadear. Su respiración y la mía estaban aceleradas, los espasmos de nuestro orgasmo todavía seguían presentes. Nos quedamos un rato así y cuando al fin nos calmamos sacó su rostro de mí.
— Te amo Bel — susurró y cuando le iba a responder noté que de la comisura de sus labios corría una fina línea de sangre, recordé que en la oficina lo mordí y me sentí culpable.
— Siento mucho haberte mordido — susurré e intenté limpiar la sangre, pero me detuvo y se lamió, fue un acto retorcido, aunque erótico que por increíble que pareciera y después de dos orgasmos abrazadores... me volvió a encender.
— No lo sientas, a mí me encantó que lo hicieras y esta sangre no es mía — alcé una ceja —, es tuya — informó y señaló donde me había mordido. Llevé mi mano al espacio entre mi cuello y hombro y sentí húmedo, vi mis dedos y noté la sangre.
— No creí que iba a salir sangre — repuse extrañada —. No sentí dolor — confesé.
— Por eso te dije que sabía que habías sido hecha para mí — explicó orgulloso —. Fui probando hasta dónde soportabas y me sorprendió que fuera al punto de sacarte sangre y aun así jadeabas de placer — me sorprendí un poco por la información. No sabía que iba soportar tanto —. Eres mía Annabelle Bennett y si el mundo de fantasía existiera ya hubieses sido marcada por mí y yo marcado por ti — aseguró mientras me besaba haciéndome sentir mi sabor, el sabor de la sangre y el sabor de sus besos.
Sin duda la mezcla perfecta.
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Como decían por allí: todo lo bueno llegaba a su fin y era eso lo que había sucedido. Nuestro viaje acabó y debía confesar que fue el mejor de mi vida. Hubo de todo y lo que más disfruté fue ir a París y que la torre Eiffel fuese testigo de la manera tan deliciosa en la que Theo era capaz de hacerme el amor.
Llegamos a California y me quedé a dormir en la casa de él, amanecer entre sus brazos era el mejor despertar de mis días, cada día ese hombre encontraba la manera de enamorarme más y de que lo amara más. Sus detalles eran maravillosos y que me llevara el desayuno a la cama esa mañana sin duda alguna lo hizo anotarse muchos puntos.
Nos fuimos juntos hacia la empresa y nos dedicamos a sacar todo el trabajo que quedó pendiente, Darcy me llamó y me pidió que almorzáramos juntas para discutir algunos detalles de la fiesta de mi cumpleaños que sería el sábado, así que me dediqué a sacar el trabajo lo más pronto posible y después salí de mi despacho para ir a la oficina de Theo.
— Annabelle, que bueno volver a verte — saludó Rachel desde su escritorio, la hipocresía era algo que esa mujer no sabía disimular para nada — ¿Todo bien en tu viaje?
— Todo perfecto — sonreí con suficiencia —. Te daría detalles, pero no creo que sea correcto — tal vez estaba siendo una perra, mas Rachel no me daba confianza.
— No te preocupes, estando con Theo puedo imaginar esos detalles — ¡Auch! fue su turno de ser una perra y eso me molestó, pero fingí que no.
— Bueno, que bueno entonces que entiendas esos detalles. Lástima para ti que ya no puedas disfrutarlos — vi la ira relumbrar en sus ojos por mis palabras y al igual que yo, se obligó a sonreír de manera forzada —. Nos vemos luego.
Caminé hacia la puerta del despacho y la abrí sin tocar, no esperé respuesta por parte de Rachel porque no era necesario entrar en una discusión con ella. Theo levantó su rostro de los papeles que leía y me regaló una hermosa sonrisa de bienvenida.
— ¿Sucede algo cariño? — preguntó al ver mi rostro amargado.
— Tu asistente, eso sucede — bufé.
— Ella es solo una amiga, hermosa — aseguró y lo sabía, mas no lo toleraba.
— Pues para ti lo será, sé que ella busca algo más contigo — rio por lo que dije y caminó hasta llegar a mí.
— No tienes nada de qué preocuparte — susurró en mi oído después de que me tomó de la cintura y me presionó contra él —, aunque me encanta cuando te pones celosa.
— Puedo ser un monstruo cuando estoy celosa, Theodore.
— Pues me encantaría hacerle saber a ese monstruo a quien le pertenezco — besó mi cuello y automáticamente me olvidé del por qué estaba celosa — Te amo, hermosa.
— Y yo a ti Theo — me besó en los labios y ahí mis celos terminaron de desvanecerse.
(****)
Darcy estaba hablando acerca de la fiesta del sábado y la escuché con atención debida, cada una teníamos una copa de vino que disfrutábamos mientras charlábamos. Reí por sus ocurrencias y por la cara que puso cuando le comenté todo lo que había pasado en París.
— Así que, sí eres una masoquista — dijo para terminar de aceptarlo — ¿Por qué Tom no es así? — solté una carcajada al escuchar por lo que se quejaba — En serio Ann, me encantaría que ese hombre me azotara y se pusiera todo cavernícola conmigo.
— ¿Cavernícola? — cuestioné aun riéndome.
— Sí, ya sabes. Que me muerda cada vez que me folle y me haga sentir todo eso que dices que se siente — estaba a punto de responderle cuando el camarero nos interrumpió.
— Disculpe señorita — se dirigió a mí —, esto es para usted — puso sobre mi mesa una copa de champagne.
— Yo no la pedí — dije y él sonrió.
— Se la envía el caballero de allá — señaló y cuando vi hacia donde me indicaba solo logré observar a un hombre alto a pesar del traje que usaba, su cuerpo se veía trabajado y su cabello era de color cobrizo, poco crecido y peinado de manera desordenada. Sin embargo, caminó hacia fuera del restaurante y no logré ver su rostro porque iba de espaldas.
— ¿Seguro que es para mí? — cuestioné y asintió.
— Sí, fue muy claro cuando dijo que era para usted y dejó esta nota.
— Gracias — murmuré tomando la nota y se fue.
— ¿Qué sucede? — preguntó Darcy.
— Esto es extraño — susurré mientras abría la nota y la leía. Sentí que palidecí al leerla y Darcy se preocupó al ver mi reacción.
— Ann, me estás asustando ¿Qué sucede?
— Esto no puede estar pasando — dije con aflicción.
Pernod-Ricard: Lo mejor para la mejor (Bonitas palabras)
Verte en París mientras hacías el amor fue algo muy excitante, debo admitir.
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