Capítulo 17
Llegué al trabajo muy temprano sintiéndome mucho mejor que el día anterior.
Me sirvió mucho desahogarme con mis paños de lágrimas como le llamaba a Darcy y Dorothea; veía la vida de diferente manera, con colores más vivos, el sol más resplandeciente y el cielo más azul ¿A qué se debía? Aún tenía que descubrirlo, solo estaba segura de que me sentía más optimista.
Luego de salir del ascensor y caminar hacia mi despacho saludé a Nina, quien me respondió muy entusiasmada y con una sonrisa pícara que no entendía por qué era, pero todo se aclaró cuando entré a mi despacho... Mi respiración se cortó, la emoción recorrió mi cuerpo completo y mi boca se abrió en una grande, completa y perfecta O mayúscula.
No podía creer lo que mis ojos estaban viendo, dejé caer mi bolso y llevé mis manos hacia mi boca; sabía que había detalles hermosos y cuando los hombres se lo proponían podían sorprender a una mujer grandemente y ese era uno de esos casos. Mi oficina estaba adornada con muchos y hermosos arreglos florales, todos eran increíblemente bellos, pero tres en especial llamaron mi atención, estaban alineados en mi escritorio y cada uno de ellos tenía una tarjeta.
Sin más que esperar me fui hasta ellos con emoción y felicidad y aunque no sabía quién los había enviado, deseaba con toda mi alma que fueran de parte de Theo. Decidí ver cada una de las tarjetas en el orden que estaban, comenzando del lado izquierdo; el arreglo era de hermosas rosas rojas adornadas con verdes hojas salpicadas de blanco y florecillas moradas, estaban en un florero de cristal cuadrado y unas hojas de citronela formaban un corazón. Con las manos temblorosas tomé la nota y comencé a leerla.
Pensé y pensé en como poder impresionar a una mujer que lo tiene todo y más cuando eres de esas mujeres que, si desean la luna, van y la bajan por sí misma.
Aunque sea difícil impresionarte espero conseguirlo un poco con este humilde detalle.
No me rindo tan fácil y definitivamente no lo haré contigo Mi Hermosa Bel.
Sonreí como una tonta al terminar de leer y más al saber que sí, eran de Theo. Tenía que explicarle el significado de humilde porque definitivamente ese detalle estaba muy lejos de serlo. Continué con el siguiente arreglo: rosas igualmente rojas formando un corazón y en toda la orilla llevaba muchas florecillas blancas y pequeñas hojas verdes.
Contigo he aprendido que ser amado no es nada; que amar, en cambio, lo es todo.
(Palabras de Hermann Hesse)
Pero las tomo como propias pues para mí, amarte lo es todo.
Sentí mis ojos cristalizarse con tan hermosas palabras y sobre todo por el amor que Theo sentía por mí. Tan grande era que aun sabiendo que no deseaba amarle por miedo, le bastaba con amarme solo él y caer de una vez en la cuenta de ello, me abrumó demasiado.
¿Podía aquello ser real?
Cerré mis ojos queriendo creer que sí lo era y llevé la nota a mi pecho para acunarla y a la vez pensé en: qué había hecho de bueno para merecerle. No encontrando la respuesta, dirigí mi vista hacia el siguiente arreglo: esa vez era un recipiente rectangular en color negro lleno de piedrecillas blancas, en él había doce rosas rojas perfectamente alineadas y a cada lado una vela encendida. Me llenó de curiosidad las velas pues nunca creí recibir un arreglo tan peculiar como ese y, aun así, cogí la tarjetita y la leí.
Sé que te llena de curiosidad las velas. Pues mi hermosa Bel, déjame decirte que las velas no solo sirven para adornar tan bellas rosas.
Sonreí al encontrar tan rápido la respuesta de mi interrogante y continué leyendo.
¿Ves cómo aun en medio del fuego de las velas la hermosura de las rosas resplandece?
Así te veo yo, como una hermosa rosa que aun con las pruebas vividas, resplandece y el fuego de esas pruebas te hace ser aun la más bella rosa de entre todas.
Te amo y para mí eres la mujer más imperfectamente perfecta.
P.D: Las velas también pueden darte un exquisito placer y espero poder demostrártelo pronto.
ATT: Theodore Lee.
Las lágrimas habían logrado encontrar la salida de mis ojos luego de leer la última nota.
Imperfectamente perfecta.
Aquellas palabras se repetían una y otra vez en mi cabeza, eran las palabras más certeras que habían logrado dar en mi corazón y sentí que poco a poco lograba encontrar mi camino hacia lo que tanto deseaba. Theo me hacía sentir eso y cada vez me convencía de que dejarlo entrar en mi vida como un amigo con derechos, había sido la mejor decisión que alguna vez tomé en la vida.
No pasé desapercibidas las palabras de posdata y conociendo a Theo estaba segura de que algo estaba planeando para demostrármelo. Decidí escribirle un mensaje de texto para agradecerle su hermoso detalle y no me hizo esperar con la respuesta.
Eso lo hizo anotarse muchos puntos a favor.
: — Creo que tendré que enseñarte el significado de humildad.
Theo: — Es humilde cuando de ti se trata, eres difícil de impresionar.
—: No tanto, ya que en verdad lograste hacerlo.
Theo: — No sabes cómo me alegra leer eso ¿Te gustó?
Reí irónica al leer su pregunta y negué mientras le respondía.
: — Me encantó... por cierto, eres cursi.
Theo: — ¿¡Cursi yo!?... Cursis tus ojos que me muestran la ventana del universo lleno de amor. Cursi la vida que me hizo feliz al conocerte.
Me quedé como pez fuera del agua al haber leído su mensaje y luego pegué una sonora carcajada al procesar aquello y la broma detrás de sus palabras. En verdad me divertía cuando Theo se ponía en ese plan, en serio disfrutaba cada una de sus facetas porque a pesar de que me enfadaba por momentos cuando se ponía en plan idiota, celoso, posesivo y controlador, también lo disfrutaba y mucho.
: — Eres un idiota cursi.
Decidí aclarar y por un momento mi mente viajó al pasado, precisamente a mi adolescencia y tristemente no recordaba haber vivido algo así antes; con James todo fue rápido, con él corrí antes de aprender a dar pasitos y quise ser una joven adulta en lugar de vivir mi adolescencia a plenitud. Con Ryan tampoco viví algo similar porque mi corazón ya estaba reacio y temía al dolor, pero con Theo... ¡Uf! Con él no buscaba vivir nada que no hubiese podido vivir en el pasado, sin embargo, aquello se presentaba aun sin quererlo.
Salí de mis pensamientos cuando mi móvil me avisó de un nuevo mensaje.
Theo: — Vale la pena contigo y más si te hago reír y sé que lo hice.
: — Sí, lo hiciste... A propósito, me intriga la posdata.
Theo: — Te lo demostraré esta noche, hoy prometo ser duro ¿Aceptas?
Mi respiración se agitó al leer su último mensaje, pensé en todo lo que eso de ser duro encerraba y aunque la curiosidad me mataba, también estaba el miedo de no ser capaz de soportarlo. Nunca me había parecido la idea de ser maltratada de ninguna manera y menos durante el sexo, pero con Theo todo seguía siendo diferente; me hacía querer hacer cosas nuevas, experimentar lo que nunca imaginé y también me mataba saber que él disfruta de eso y que yo no pudiese complacerlo.
No debía pensar de esa forma y hacer algo que no me gustaba solo por complacer a otra persona, estaba sabedora de eso. Todo lo que había hecho en mi vida siempre fue porque quise y no porque me obligaran, pero también pensé en que, cómo podía decir que no me gustaba el sexo duro o salvaje si nunca lo experimenté antes. Muchas personas lo disfrutaban y no podía decir que no, hasta que lo experimentara y comprobara por mí misma lo que se sentía y hacerlo con Theo, era algo que de verdad deseaba.
Solo después de experimentarlo, sabría si me gustaba o no. En ese momento estaba segura de querer hacerlo, hacerlo con él, saber si me estaba perdiendo de algo o salvando de eso y luego con seguridad decir; no, eso no me gusta o, sí, eso me encanta. No iba a negar que también deseaba complacerlo, que quería que supiera que, aunque así fuera por una vez, podía disfrutar conmigo de esa manera.
Que me hubiese hecho el amor fue algo mágico a pesar de que luego de su confesión me aterré, pero jamás negaría lo mucho que disfruté. Theo había sabido cómo hacerme disfrutar cada vez que estuvimos juntos y como ya una vez lo dije, lo recalcaba; se había superado así mismo cada vez que nos fallábamos.
Así que sin más le respondí con seguridad.
: — Acepto.
Theo: — Bien hermosa, hoy te haré conocer el placer a través del dolor y esa... es otra promesa.
¡Dios! ¿En qué me había metido?
____****____
Llega un punto en la vida en el que te da miedo encariñarte con alguien porque sabes que tarde o temprano, ese alguien se irá de tu vida y no habrá nada que se pueda hacer para impedirlo. Y no sabía si a todos les sucedía lo mismo o solo era a mí por mis malas experiencias, pero eso es lo que me sucedía; me daba miedo encariñarme con Theo porque algo me decía que en el momento que lo hiciera, él se alejaría de mí como todos lo hacían y que algo así sucediera con precisamente con él, era cosa que solo de imaginarla dolía.
Estaba más que consiente que en el momento que me permitiera sentir algo más por Theo, estaría perdida, sería vulnerable, débil y le entregaría el poder de destruirme o fortalecerme y aunque quisiera convencerme de lo contrario, también creía que ese sería mi peor error.
El olor de las rosas se encargó de inundar mis fosas nasales por el resto del día y con eso también se inundó mi mente de pensamientos tanto buenos como malos. Lo que más rondaba mi cabeza era: conocer el placer a través del dolor y por más que pensara y pensara, no lograba entender cómo eso era posible. Para mí, dolor y placer eran dos cosas con un mundo de diferencia y ponerlas en la misma oración o la misma situación, no tenía lógica.
Salí del trabajo y me fui hasta mi departamento para tomar una larga ducha, luego de hacerlo me vestí con ropa interior de encaje negro, una blusa gris de tirantes sin ninguna decoración, falda de vuelo en color rojo que llegaba arriba de mis rodillas y zapatos de tacón de diez centímetros del mismo color; dejé mi cabello suelto con ondas en las puntas y me maquillé poco.
Me había esmerado, lo sabía y me sentía como tonta.
Theo llegó por mí justo al tiempo en que terminé de arreglarme y lucía impresionante vestido de manera casual con un simple pantalón de casimir en color verde oscuro, camisa gris claro — remangada hasta sus codos — y zapatillas negras. Sus músculos lograban marcarse a través de aquella ropa y mis ojos no soportaron la tentación de no verlo más de lo debido; nos dirigimos al restaurante donde antes me había invitado a cenar y luego de terminar de hacerlo me invitó a conocer su departamento, algo que me desconcertó mucho.
— Será nuestro departamento — añadió con cierta picardía y una hermosa sonrisa ladina —. Nuestro departamento del placer — aclaró haciendo que mis hormonas se alborotaran.
— Nunca dejas de sorprenderme — señalé sonriéndole de la misma manera que él me sonreía.
— Ese es y será siempre mi propósito principal mi hermosa Bel.
(****)
Entré junto a Theo al departamento del que me había hablado antes, a pesar de la excitación que creció en mí por pensar en lo que seguiría luego de la cena, la intriga de sus palabras al referirse a aquel lugar como nuestro, no me abandonada y esperaba que no me pidiera que viviera con él ya que suficiente tenía en esos momentos surfeando todas las emociones que me hacía sentir su declaración, como para tener que lidiar con otra. El lugar era mucho más pequeño que su pent house, pero igualmente hermoso y lujoso; a primera vista me encontraba con una hermosa sala, sus paredes eran de color blanco puro, detalle muy irónico del color para lo que en realidad era o sería usado el departamento. Una de las paredes era sustituida por un ventanal que daba vista completa de la hermosa ciudad, sillones de cuero en color blanco estaban justo en medio, el piso de mármol era reluciente y me inundaba el rico olor a canela que despedían las velas, las cuales estaban adecuadas de forma perfecta en diferentes puntos — sobre la mesa de centro, los búros de al lado de los sillones y sobre un pequeño gabinete de madera oscura que adornaba la sala —.
Theo me invitó a que tomara asiento y le obedecí de inmediato ya que sentía que mis piernas temblaban y no podía dejar de pensar en la pregunta que me hice después de aceptar su propuesta... ¿En qué me había metido?
Ver las velas me hacían recordar la promesa que el hermoso adonis frente a mi había hecho.
Lo vi caminar hacia un pequeño bar y servir dos copas de champagne Pernod-Ricard, sabía que Theo se daba sus lujos y ver este tipo de bebidas me lo recordaba; se acercó a mí con ese caminado varonil y sensual que tenía; seguro de sí mismo y emanando el poder que tenía me ofreció una de las copas la cual acepté de inmediato odiando el temblor en mis manos que me delataba.
— Lo mejor, para la mejor — inquirió con voz sensual, sonreí con nerviosismo y bebí el delicioso líquido de un sorbo sin disfrutarlo demasiado. Lo vi sonreír y de inmediato me ofreció la otra copa para luego ir a refilar la que acababa de darle ya vacía.
Seguía observando el lugar, pero sin poner demasiada atención a los detalles; lo hacía solo para dejar de pensar en todo lo que me esperaba y de un momento a otro llegó un desagradable pensamiento a mi cabeza.
¿Cuántas mujeres había llevado Theo ahí? Sabía que no era el momento de pensar en eso, pero no podía evitarlo.
— ¿Pasa algo hermosa? — preguntó llegando de nuevo a mi lado, me encogí de hombros y fingí que no tenía importancia, aunque notó que no era así e insistió — Dime lo que sea, pregunta lo que quieras — me animó y le tomé la palabra.
— Solo me preguntaba... ¿A cuántas mujeres has traído aquí? — una sonrisa ladina se formó en su rostro y no entendí el por qué.
— Me hubiese preocupado si no lo hubieras preguntado ya que no es tu estilo callar lo que piensas — comentó al ver el desconcierto que me provocó su sonrisa — y respondiendo a tu pregunta: a ninguna Bel, el apartamento lo compré hace un mes, pero lo prepararon ayer.
— ¿Lo prepararon? — alcé una ceja ante lo dicho.
— Sí, para lo que haremos aquí tú y yo — volví a beber de mi copa y de nuevo no pude disfrutar bien del champagne —. Al paso que vas, necesitaremos otra botella — se burló al verme beber de aquella forma y sentí que mis mejillas tomaron un leve color carmesí.
— ¿Cómo haces para que todo lo hagan tan rápido? — cuestioné ignorando su burla y recordé la cena romántica de la casa del lago y de nuevo lo rápido que habían arreglado ese departamento.
— Ventajas de tener dinero y contactos — respondió con un toque arrogante, aunque a la vez sexi.
— ¿Qué me harás? — susurré al fin lo que necesitaba saber y lo vi a los ojos, cambié el tema de manera radical ya que no soportaba más la incertidumbre.
— Solo te haré gozar de un infinito placer — aseguró con su voz barítono prometiéndome mucho esa noche. Se puso de pie y me ofreció su mano para que la tomara.
Mis manos estaban heladas y mi cuerpo volvió a temblar, los nervios que el champagne había calmado regresaron a mí y por un momento dudé en tomar su mano: respiré profundo para tomar valor y puse mi mano sobre la de él, mi mirada se conectó con la suya y noté como el color de sus ojos había oscurecido. Me haló con delicadeza e hizo que nuestros cuerpos chocaran sin brusquedad y sin perder el contacto visual, dio el último sorbo a su copa y la tiró detrás de él haciendo que se quebrara al caer al piso. Di un leve respingo ante dicho acto y antes de pensar en lo que había hecho me besó.
Esa vez de nuevo vuelvo a sentir esos besos voraces que me hacían temblar, los mismos que había extrañado en demasía; sus labios estaban helados por el champagne, pero su lengua se sentía cálida. La mezcla perfecta de lo frío y caliente, esa que me provocaba escalofríos y tenía el poder de calentar todo mi cuerpo en cuestión de segundos irónicamente con una corriente fría que me atravesaba de pies a cabeza; su lengua se introdujo en mi cavidad bucal y jugó con mi lengua haciéndome perder la razón. Chupó y mordió mis labios haciéndome gemir y a él gruñir de deseo y se separó dejándome con el deseo de más; llevó sus manos al dobladillo de mi blusa y la sacó de mi cuerpo haciendo que elevara los brazos en el acto. Sus ojos se oscurecieron aún más al verme solo con el sostén de encaje negro que usaba y entendí que había hecho una excelente elección. Comenzó a darme castos besos en el cuello y la boca, hablando y susurrando cosas entre ellos.
— Me encantas demasiado — recordó y besó mi boca —. Mi propósito esta noche es hacerte gritar de placer — besó mi cuello y luego mi clavícula —. Que conozcas mi verdadero yo — señaló y mi piel se erizó por completo. Bajó por encima de mis pechos y volvió a hablar — y te enamores de él — finalizó dando un mordisco en mi pecho derecho por encima del sostén, gemí porque me dolió, pero no se detuvo.
Volvió a besar mis labios y llevó sus manos a mi culo dando un apretón y subiéndome un poco para que me impulsara y enrollara mis piernas en su cintura, sentí su erección rozar mi sexo y con toda la intención apretó mi cintura y me volvió a rozar en él; a su lado yo era pequeña y muy delgada para su cuerpo ejercitado, por lo tanto, me manipulaba físicamente sin dificultad alguna. Esa vez su forma de tomarme estaba siendo un poco dura y me hizo tener una leve idea de lo que me esperaba; se encaminó conmigo en sus brazos y sin dejar de besarme, hacia una recamara y al entrar me dejó en el suelo, comenzó a quitar su camisa sin el cuidado de desabotonarla, solo la haló e hizo desprender los botones de ella por la brusquedad con la que la hubo arrancado de su cuerpo. Encendió la luz y me dejó ver una habitación en la que un espejo de tres cuerpos y otro espejo adosado a la pared permitían verme perfectamente. Me señaló con la mano que fuera hacia un sillón tantra tapizado de piel negra y posicionado en el centro del espacio rodeado de espejos, la habitación era de paredes rojas y alfombra negra, gabinetes negros y sobre ellos velas encendidas llenándolo también con un rico olor a canela.
— Desvístete — ordenó sacándome de mis pensamientos — solo no quites tus zapatos — siguió y creí que de verdad esa situación me había afectado mucho ya que no puse peros y obedecí de inmediato. Lo vi acercarse a un gabinete, encima de él estaba un pequeño equipo de sonido, lo encendió y de inmediato la habitación se inundó con una melodía sensual —. Acomódate en el sillón y espera un momento — pidió y asentí.
Sabía por medio del internet la cantidad de cosas que se podía hacer en el sillón frente a mí y me sentí cohibida al no saber qué hacer yo, mi vista fue a los espejos y noté el rubor en mis mejillas; estaba completamente desnuda a excepción de mis pies ya que aún conservaba mis zapatos a petición de él. Decidí recostarme boca arriba dejando que mi espalda se arqueara con la curva del sillón, mi cabeza quedó recostada en la parte más alta y dejé una de mis piernas totalmente erguida sobre la parte baja del diván y la otra la flexioné levemente dejando recostado solo el tacón de mi zapato. Hice mi cabello hacia un solo lado, respiré profundo y traté de calmar mis nervios. Theo fue hacia un pequeño cuarto dentro de la habitación el cual deduje que era un closet y unos minutos después salió solo en bóxer gris y con una pequeña maleta en su mano izquierda; se veía jodidamente caliente de esa manera.
Se quedó de pie frente a mí unos segundos y pude ver la lujuria en sus ojos.
— No tienes idea de cómo me pone verte de esa manera — mordí mi labio inferior ante sus palabras y sonreí seductora —. Ahora mismo te veo como un ángel al cual me encantara corromper — comentó y sus palabras me hicieron sentir hermosa y malditamente caliente. En su mano derecha llevaba una venda la cual subió a la altura de su rostro para así mostrármela mientras seguía sonriéndome y dándome a entender así, que le encantaba lo que iba a hacer —. Estás nerviosa y será mejor vendarte los ojos para que así te dediques solo a sentir — explicó y asentí — ¿Sabes? Si hubiese sabido que, solamente teniéndote aquí en esta habitación me obedecerías sin rechistar en nada, creo que te hubiese traído desde hace mucho — confesó y sus palabras me hicieron reír suave y nerviosa ya que era la verdad, estar ahí me había intimidado, pero también lo hizo el hecho ver la actitud poderosa que él ejercía ahí sobre mí.
— Por esta vez estoy a tu entera disposición sin rechistar, así que aprovéchalo — le aconsejé.
Se acercó a mí y colocó la venda en mis ojos y luego de hacer eso sentí sus labios acariciar los míos para luego convertirse en un beso hambriento, apasionado, lleno de lujuria y deseo, sus besos bajaron a mi cuello y con mis brazos rodeé el suyo; metí mis dedos entre su cabello y lo halé haciéndole soltar un gruñido desde lo más profundo de su garganta. Sus manos viajaron acariciando todo mi cuerpo y eso me encendió como una antorcha, me tomó de la cintura y me hizo subir hasta que mi culo quedó sobre la curva más alta del diván; acarició mis pechos con sus manos y sentí como su torso quedó en medio de mis piernas logrando que tuviese una idea de lo que sucedería a continuación. Gemí al sentir su respiración en mi entre pierna y luego sentí como con su boca vertió un líquido frío en mi sexo, algo que me hizo pegar un leve respingo; abrió con sus dedos los labios de mi vagina y sentí su legua acariciarme de una manera que me hizo sentir como si llegaba al cielo; sin esperármelo me embistió con sus dedos y a la vez mordió mi clítoris y solo entonces comencé a comprender su definición de dolor y placer.
Por primera vez en mi vida podía poner esas palabras en la misma oración y situación.
Lamió y chupó mi sexo a la vez que lo embistió haciéndome soltar gemidos por el placer que me embargaba, sacó sus dedos y me hizo dar la vuelta haciendo que quedara boca abajo en una posición similar a la de cuatro patas, pero estando sobre el diván era mucho más cómodo.
Escuché como abrió la maleta y sacó algo, escuché el zumbido de ese algo y sentí que me estremecí más por la expectativa.
— ¿Recuerdas lo que te dije de las velas? — susurró en mi oído, asentí con nerviosismo y lo escuché jadear en mi oído; colocó lo que reconocí como un vibrador en mi sexo, haciendo que moviera mis caderas y gimiera por el inmenso placer que sentía.
La lujuria me envolvió de nuevo y mi mente se nubló.
— ¡Ahhh!
Solté un grito al sentir como derramó cera caliente en mi espalda provocando que me arqueara y como consecuencia, el vibrador que era más un consolador se hundió en mi interior de golpe provocándome más placer; volvió a derramar cera y sentí que mi libido subió al máximo. Quemaba, pero sentía más el placer que me provocaba que el dolor; siguió envistiéndome con el juguete y sentí como cortó mi piel con algo.
¡Carajo! No esperaba una hoja afilada sobre mi espalda.
Él se encargó de quitar la cera ya fría con ella provocando pequeños cortes que debido a lo sensible que estaba mi piel se sentían más intensos; el placer junto al dolor me embargó logrando en mí una sensación de éxtasis única. Grité y gemí, me sentía descontrolada y me encantaba, me sentía libre y desinhibida; Theo continuó con los cortes en mi piel y las embestidas hasta que llegué a mi punto máximo. Moví mis caderas aún más hasta que llegué a mi clímax con un sonoro grito de placer.
— Esto apenas comienza, hermosa — susurró mi hermosa bestia en mi oído, sacó el juguete de mi interior y sentí mi respiración acelerada y mi corazón a punto de salírseme del pecho.
Theo no me dio descanso y azotó mi culo tan fuerte que me hizo soltar una maldición; eso sí dolió. Sentí como derramó en mi espalda ese líquido frío y descubrí que era el champagne, haciendo que mis heridas escocieran por el alcohol. Me quejé, pero luego me relajé cuando sentí a Theo lamer las heridas que él había hecho, su lengua suave y cálida pasó por cada uno de mis cortes dándome increíbles masajes.
— Tu sabor y el champagne son la mezcla perfecta — dijo haciendo que de nuevo sintiera deseos de él —. Sabes exactamente cómo te ves: exquisita y hermosa — halagó y sus palabras no hicieron más que prenderme de nuevo y que mi sexo palpitara de la necesidad —. Así como estás agarra los tacos de tus zapatos — pidió y lo hice, mi espalda se arqueó más y quedé totalmente expuesta a él.
Quitó la venda de mis ojos y sin haberme dado cuenta ya se había desnudado y colocó su erección en mi entrada penetrándome sin ser suave, sus embestidas eran duras y fuertes y me di cuenta de que no usaba condón, pero no le di importancia ya que en esos momentos me embargaba más el placer que la cordura.
Sentirlo sin ninguna barrera era algo maravilloso.
Metió sus brazos por debajo de los míos y lleva sus manos a mis hombros haciendo un agarre más fuerte y provocando que sus penetraciones fueran más fuertes, besó mi cuello justo por debajo de la cabeza y subió a ella mordiendo y provocando que que una serie escalofríos me recorriera. Solté mis tacos y abracé el diván moviendo mis caderas al encuentro de sus penetraciones, él tomó mis pechos y los presionó fuerte provocándome un leve dolor, gemí y llevé mi mano a su cuello; su pecho quedó pegado a mi espalda y el sudor que emanaba de nuestros cuerpos hizo que mis cortes volvieran a escocer, pero me encantaba sentirlo. Enterré mis uñas en su cuello haciendo más presión de la necesaria y lo arañé con fuerzas.
— ¡Bien, nena! ¡Así! — fue lo único que dijo después de gruñir por el ardor que mis uñas le habían provocado y también por el placer.
Nuestros movimientos se sincronizaron y de un momento a otro terminé sentada sobre él moviéndome de manera violenta, pero provocando placer en ambos; Theo se recostó y volvió a azotar fuerte mi culo, aunque esa vez no siento dolor, al contrario, mi placer creció. Se reclinó de nuevo hasta quedar pegado a mí y volvió a tomar mis pechos, estábamos llegando al límite; sentí como sus movimientos cambiaron y los míos también. Cuando estaba a punto de llegar a mi clímax, el rostro de Theo se enterró en mi cuello y volví a llevar mi mano al suyo y justo cuando llegué a mi clímax, él mordió entre mi hombro y cuello y yo enterré mis uñas en el de él sintiendo como se corría en mi interior; una gota de sangre cayó en mi pecho y ahí supe que esa mordida había sido más fuerte de cómo se sintió. Solté el cuello de Theo y descubrí que yo también tenía sangre en mis uñas y sonreí en vez de preocuparme.
Descubrí entonces que esa manera de follar jamás se le compararía a ninguna otra.
Sentí cosas que jamás había sentido, la pasión, la lujuria y el sexo duro había sido la experiencia más placentera que viví en esos momentos.
— Eso ha sido maravilloso — susurré cuando mi respiración se había calmado y tenía la intención de decirle que también deseaba probar eso otro que no había querido decirme antes, pero sus siguientes palabras me dejaron anonadaba unos largos minutos.
— Espera a que te lo haga duro en verdad — sonrió condescendiente, mis ojos se abrieron demasiado por la sorpresa y si para mí eso había sido duro, no quería ni imaginar lo que duro significara para él —. A penas acabas de conocer la introducción del placer a través del dolor y falta el verdadero contenido — continuó y olvidé hasta respirar —; ahora solo me queda saber algo.
— ¿Qué? — me obligué a preguntar.
— ¿Quieres seguirlo experimentando? — lejos de lo que podía hacer por la impresión provocada por sus palabras antes, una sonrisa se dibujó en mi rostro y me recosté en su hombro.
— Por supuesto que quiero, ya me iniciaste en esto, ahora me terminas — exigí segura.
— Sabía que no me decepcionarías — señaló con orgullo abrazándome por la espalda y dando un suave beso en el mordisco, lo que me hizo hacer una mueca por el dolor —. Creo que en esto no pude controlarme y perdón por lo que diré, pero en verdad no lo siento porque me ha encantado — confesó.
— Ni yo siento lo de tu cuello — devolví haciendo que sonriera.
— Eso también me ha encantado y para la próxima vez no te retengas en nada — pidió dando un suave beso en mi mejilla, sonreí de nuevo sintiéndome un poco estúpida por hacerlo tanto, pero es lo que él provoca en mí.
Esa noche definitivamente conocí el placer a través del dolor y no me arrepentía de nada.
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Propiedad de Jassy.
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