Un grupo de niños golpeaba el televisor. Internamente, los infantes deseaban que se apagara aquella caja ruidosa.

Repetía «Cinta dañada...»«Cinta dañada» el sonido hacia que tuvieran un sentimiento raro, uno que lo habían sentido antes.

— Miedo. — Dijo una niña de cabellos rizados.

— ¿Q-qué? — Un castaño se acercó a la niña de cabellos rizados. Pudo ver con sus ojos marrones, las cuencas vacía y temblorosas de la niña.

— Eso... Eso es lo que sentimos. — Seguía mirando a la nada, temblando tímidamente, sintiendo una sensación amarga en la boca.

— ¿Lo que decía el? — Dijo susurrante. La niña con sumisión asintió, sintiendo aquel sabor amargo bajar por la garganta, después a la tráquea y por último quemarse en su pequeño estómago.

— Sí. — Seguía en aquel trance; aunque respondiendo adecuadamente.

K-pub k-pub... Se escuchaban las palpitaciones de los niños. Todos se sentaron menos la niña, quién por su parte, quitó el VHS roto, y puso el siguente.

Sangre sádica y sonriente.