Extra #1

"The lightning thief"
Acto uno. Escena extra.
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  Omnisciente
(cinco años atrás)
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LA HELADA BRISA de invierno había llegado al campamento mestizo, las nubes tapando el cielo mañanero mientras los pocos niños que vivían durante todo el año en él se encontraban colocando sus mejores prendas para estar lo más presentable a la hora de ir a su excursión en el Olimpo, varios deseando poder ver a su progenitor divino o buscar quién podría ser.

── ¡Luke, volvió a pasar! ─sollozó una niña de nueve años que se había vestido sola, escogiendo ropa demasiado colorida y sin orden aparente, varios decían que ella se vestía como un vómito de colores.

── Ven, intentaré desenredarlo ─el adolescente suspiró de forma cansada, todas las mañanas eran parecidas con la pequeña Andrómeda, quién parecía no comprender cómo cepillarse el pelo.

La niña no se daba cuenta aún como tiraba hacia arriba el cepillo cuando intentaba peinarse en las mañanas, por suerte Luke Castellan estaba dispuesto a ayudarle y arreglar el desastre que se hacía, dejando su cabello esponjoso pero sin nudos de por medio y una pequeña traba celeste para intentar que se viera ordenada. La cabaña de Hermes jamás había estado tan vacía, solamente seis niños quedándose allí de forma permanente, haciendo que en las mañanas las filas para la ducha fueran mucho más rápidas.

Había pasado casi un año desde la llegada al campamento de ellos, con un par de meses de diferencia, Luke Castellan y Annabeth Chase habían aparecido durante una noche al campamento, creando una conmoción cuando la hija prohibida de Zeus (Thalia) se sacrificó para que ellos dos, más su sátiro guardián, llegaran a salvo.

── ¡Gracias! ─gritó la pequeña antes de salir corriendo y saltando hacia las afueras de la cabaña, en busca de su amiga de la cabaña seis, la cabaña de Atenea.

La mañana de aquél día se trataba primordialmente en arreglarse lo mejor posible para los Olímpicos, ordenándose por cabañas y por edad al momento de subirse al vehículo en donde Argos los transportaría hacia el centro de Nueva York, fuera del Empire State, en dónde se encontraba la entrada actual hacia el Olimpo.

── El Señor D no quiere gritos ni niños corriendo por todo el lugar ─comenzó a hablar el centauro Quirón desde el asiento del copiloto, intentando calmar al grupo de niños con hiperactividad─ Intenten no romper nada en el Olimpo, sus padres pueden llegar a ser muy protectores con sus cosas.

── ¡¿Mi mamá estará allá? Conoceré a mi mamá! ─gritó la niña con un broche celeste, saltando entre los asientos del vehículo.

── ¿Cómo sabrás que es ella? ─preguntó una Annabeth de ocho años, mirando a su amiga saltar sobre ella.

── Se debería parecer a mi ¿No? ─cuestionó Andrómeda sin saber realmente como funcionaba la genética de los dioses al mezclarse con la mortal.

── ¡Miller, a tu asiento! ─vociferó autoritario el centauro, intentando que la niña no se hiciera daño en el traslado.

── Mis hermanas, mi responsabilidad ─murmuró Luke en forma de mantra para mantenerse calmado, viendo como las dos niñas en asientos más atrás jugaban, una de ellas sin preocuparse de usar el cinturón de seguridad─ ¡Ten cuidado, Andro! ─pidió observando todo el caos que la joven semidiosa provocaba, llegando a sacar la cabeza por la ventana.

La mente adolescente de Castellan no comprendía de donde salía toda la energía infantil que desprendía la niña que parecía un rayo al estar saltando por todos los asientos, ignorando las advertencias de Quirón como si fueran meras sugerencias. Un viaje de cuarenta y cinco minutos se sintió como de tres horas gracias a los gritos de la niña, que comía dulces que fueron contrabandeados, cesaban. Afortunadamente para los mayores, Andrómeda se quedó profundamente dormida a dos manzanas de llegar al edificio, durmiendo en el suelo del auto con una paleta en su boca.

── No te daré más dulces ─se quejó Luke cuando lo obligaron a cargarla como castigo al ser el responsable de darle comida prohibida.

Con ayuda ajena logró colocarla en su espalda, caminando detrás de Quirón que parecía andar en una silla de ruedas cuando la niebla apareció; para los jóvenes que iban por primera vez, el lugar era grandioso al sentir que capturaba la esencia de occidente, las personas de traje que los miraban con algo de rechazo al ver a un grupo de niños que parecían estar de paseo escolar.

Quirón habló con uno de los guardias, mostrando la autorización que tenía y señalando a los niños como evidencia de que iban como excursión anual. Dos trabajadores los guiaron hacia los ascensores para que pudieran subir todos tras dividirse en dos grupos, la sensación indescriptible que sintieron cuando llegaron al piso 600 había sido tal que Andrómeda despertó al sentir como Luke casi se tropezaba con ella encima.

El chico mantuvo aún a la pequeña sentada en su espalda, agarrando bien sus piernas para que no se cayera mientras caminaban por todo el Olimpo, algo tan hermoso como habían esperado. En la parte superior se encontraba una gran ciudad con palacios de dioses y residencias para muchos dioses menores y otras criaturas mitólogicas. Hogar de seres divinos.

Llegaron al Salón del trono a medida que Quirón les explicaba sobre todos los lugares que veían, en tal salón lograron ver diferentes constelaciones brillando en lo alto del techo, los tronos de los dioses formaban un semicírculo alrededor de una hoguera en el centro de la habitación; Annabeth fue la primera de los tres en darse cuenta como las cabañas en el campamento se encontraban ubicadas de la misma manera que los tronos.

── Aquí niños, están los Olímpicos ─habló Quirón, empujando su silla de ruedas para mostrarles el lugar en donde los dioses principales se encontraban esperándolos en sus grandes asientos para mostrarse de forma autoritaria.

Andrómeda sintió miedo al ver el gran tamaño que presentaban los dioses, para ella se sentía como si midieran doscientos metros de altura.

── No los mires —susurró el joven a su pequeña hermana, aún concentrado en la presencia de los dioses que estaban delante de él.

── ¡Bienvenidos! Pero que lindos niños vienen a visitarnos, apuesto que se prepararon muy bien para venir a vernos ─una hermosa diosa se acercó a ellos, disminuyendo su tamaño drásticamente hasta tener la altura de una humana.

Andrómeda desenterró su rostro de la espalda de Luke para observar a la diosa del amor que estaba frente a ellos con una gran sonrisa cariñosa, la belleza de la mujer le había quitado el aliento como nunca antes; ante sus ojos Afrodita parecía tener ojos rasgados y redondos, cabello negro que parecía ser liso. Cada segundo que pasaba, la mujer parecía volverse más atractiva, Andrómeda en ese momento no había aprendido aún como aquella diosa cambiaba de apariencia dependiendo de la perspectiva de cada persona.

── ¿Es tu mamá, Luke? Se parece demasiado a ti ─comentó la niña sonriendo, mostrando los huecos entre sus dientes hacia al chico que veía como un hermano mayor.

Una pequeña carcajada se escapó de los labios del adolescente, Luke observo con atención cómo aquella diosa que se encontraba delante de ellos se volvió más hermosa con cada segundo que pasaba ante sus ojos, sintió un extraño palpitar en su corazón. Para él, la diosa era una mujer de tez negra, cabello negro rizado que daba la sensación de ser una hermosa melena de león, vistiendo ropa oscura con estilo punk que le hacía recordar a cierta chica.

── No, esa no es mi madre —respondió Luke, manteniendo sus palabras lo más tranquilas posible por las dos pequeñas que estaban a su cuidado─ Mi madre es una mortal.

── Su padre es Hermes ¿Recuerdas? ─habló Annabeth a un lado de ellos, escuchando la plática de los dioses con suma atención.

La presencia de Andrómeda no pasó desapercibida para la diosa que la había estado cuidando desde lejos, sonriendo ligeramente con sus dientes rectos y blanquecinos al oír su voz, mientras el resto de los Olímpicos hablaban, ella miraba disimuladamente hacia la niña de cabello castaño, observando como había crecido durante este año sin poder verla o entrar en sus sueños.

Afrodita miraba como la niña observaba su alrededor con atención, buscando a alguien en particular que probablemente sería su madre que aún no la reconocía como suya, una gran tristeza invadió a la diosa al saber que la niña le quedaba un largo camino para ser reconocida y encontrarse a su amado. Notando como la inocencia infantil de la niña no era tan intensa como debía de ser, había dejado varias cosas atrás desde el abandono de su padre.

A un costado del salón se encontraban un grupo de dioses menores que estaban viendo a los niños que estaban de excursión, algunos curiosos para averiguar si alguno era su hijo, otros sin interés alguno; detrás de ellos, casi ocultándose de la vista de los menores, se encontraba Eros mirando a los niños que escuchaban atentamente el discurso que Zeus les daba. El dios del amor suspiraba con tristeza al saber que debía permanecer oculto para que Andrómeda no lo reconociera de sus sueños pasados, sintiéndose algo en paz al notar como ella parecía ser cercana a dos niños.

Ambos dioses, madre e hijo, se sentían como si estuvieran traicionando a la pequeña niña de nueve años al no poder protegerla mejor por el trato que recibía en su hogar, hogar que ya no tenía por culpa de su padre que la había abandonado en una carretera como si fuera un perro callejero. Se sentían tristes por la negligencia del hombre mortal había ejercido en ella, sin poder cambiar los malos tratos que ella había recibido durante sus primeros ocho años de vida.

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[AUTHOR'S NOTE]: ¡Holaa! Se me
había olvidado publicar este extra,
el siguiente acto ya está
completamente listo, debería de
estar publicandolo pronto.

[1640 palabras]

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