Pendientes de oficina.

—Hermano, gracias por estar aquí a tiempo. Me salvaste la vida. —El interlocutor no hizo más comentarios, tomó sus pertenencias y salió de la oficina como alma que lleva el diablo. A punto estuvo de dejar una racha de humo mientras se marchaba. Ranma meneó la cabeza con diversión, su compañero de trabajo era todo un caso.

Afianzando el agarre en la correa de su mochila, pasó la tarjeta de horario marcando su ingreso y posteriormente abrió la puerta de empleados. El silencio lo saludó de forma usual; abandonando sus pertenencias en uno de los lockers dispuestos para el personal de seguridad, se colocó el chaleco táctico de forma perezosa mientras tarareaba una canción que su hermana le contagió hacia unos días.

Eran las cero horas con quince minutos cuando terminó de ponerse el equipo necesario para empezar su jornada, entonces dirigió sus pasos hasta la zona de escritorios para peinar la edificación en el primer rondín de rutina.

El lugar donde se hallaba eran las oficinas Yumeta. Una empresa naciente en el desarrollo de videojuegos y aplicaciones. El lugar era un pequeño complejo de dos plantas que había necesitado seguridad recientemente gracias a los diversos reportes de robos en la zona ejecutiva del barrio Nerima. Gracias a la creciente demanda de oficinistas, se crearon complejos pequeños y nuevos para cualquiera que requiriese algún lugar donde instalar su empresa. Cómodos y asequibles.

Desafortunadamente, tan pronto como aparecieron los interesados en poblar esos edificios, también lo hicieron aquellos que deseaban algún dinero fácil gracias al robo de datos o equipos electrónicos.

Yumeta no era demasiado amplio, así que un solo guardia, algunas cámaras de seguridad en las entradas y alarmas fueron suficientes de momento. Ranma, un muchacho que cursaba la maestría de su carrera y necesitaba ingresos extra para su proyecto de demostración, había comenzado como guardia en este lugar apenas hace medio año.

Con tranquilidad caminó a lo largo de los escritorios sin encontrar nada raro. La razón por la cual no había necesidad de más guardias era que un koban estaba a diez minutos de este lugar. Además, la planta baja estaba completamente abierta únicamente dividida por pantallas plegables, mientras cuatro escasas oficinas se repartían el espacio arriba.

Viró en dirección de la sección «Team B», sin encontrar nada extraño, procediendo a revisar la planta superior. Con lentitud caminó entre la sala de juntas, las oficinas de los líderes de equipo estaban cerradas con llave dejando la oficina de la directora como último lugar por asegurar. Sin embargo, en cuanto estuvo cerca, distinguió luces tenues desde el ventanal opacó, así como ruidos indistintos apostando a ser movimientos desesperados; un indicativo de búsqueda dentro de los cajones.

Aguzó el oído mientras ralentizaba sus propios pasos, preparó el aturdidor en su cintura listo para atacar. La puerta estaba entre cerrada teniendo que empujarla para abrirse camino; al ingresar pudo observar mediamente gracias a la luz del ordenador encendido. El intruso no se percató de su presencia gracias a la plena concentración con la que revolvía los documentos del cajón.

Como gran artista marcial que era, Ranma alargó sus zancadas de forma sigilosa pero rápida, hasta tomar el brazo del ladrón para someterlo. Lo alzó sin dificultades mientas le empujaba hacia el escritorio. Gracias a esto, provocó un estruendo de varios artículos cayendo contra el suelo además de un grito femenino.

La mujer pudo sentir como sus costillas eran machacadas contra el borde del restirador, además de su blusa sufriendo los estragos del brusco golpe cuando se desprendieron los botones de la tela—. Con una mierda. —Maldijo por lo bajo antes de patear hacia el atacante con su puntiagudo tacón. El golpe conectó con la tibia haciendo que su agresor aflojase el agarre, lo suficiente para zafar su brazo y escurrirse hasta apretar la garganta del individuo.

Ella iluminó el rostro del tipo con la linterna de su celular hasta que lo identificó, todo en cuestión de segundos— ¿Saotome?

—¿Directora Tendo?

Preguntaron al unísono.

Él muchacho detuvo sus intenciones de contraatacar, no esperaba que el «ladrón», fuera la directora de desarrollo y programadora principal de Yumeta—. Se puede saber ¿Qué creé que hace? —increpó ella soltando su garganta con rapidez. Sintiendo una punzada de culpa por su ataque; probablemente tendría la marca de sus cinco uñas en la piel a estas alturas.

No ¿Por qué tendría que sentirse culpable? Él la atacó en primera instancia. Iluminó su rostro, cegandolo un momento.

—Perdone directora. Acabo de entrar a mi turno esta noche y hacía mi rondín de rutina —explicó subiendo las manos para bloquear la luz.

—¿Y por qué me atacó?

—Creí que era un ladrón.

Akane Tendo rodó los ojos— ¿Qué clase de excusa es esa? Preste atención a tu trabajo o al menos escuche al guardia del turno anterior sobre quien está en la oficina.

Entonces Ranma perdió un poco la paciencia—. Daisuke se fue demasiado rápido como para que me dijera sobre su presencia —alegó. Al oirla suspirar de frustración, decidió agregar—. Sobre todo, usted estaba actuando como alguien ilícita buscando quien sabe qué con las luces apagadas. Uno pensaría cualquier cosa, menos que sería la directora de desarrollo.

Touché. Akane tuvo que tragarse su siguiente diatriba porque era cierto. Pero eso no volvía menos peligroso lo que Ranma hizo. Sin ganas de pelear también con el guardia, decidió frenar un poco su temperamento—. Estaba buscando una bombilla en el cajón. La que estaba se fundió poco antes de que entrase —resolvió explicar iluminando nuevamente el cajón intentando no delatar sus mejillas calientes—. Puede continuar con lo que estaba haciendo. —Le echó sutilmente.

Él sintió un poco de culpa por haber sido tan rudo con ella. Se alejó con tacto hasta que la vió subirse a una silla para llegar al socket, viéndola incapaz de alcanzar el mecanismo sin poner en riesgo su integridad física, inmediatamente regresó sobre sus pasos. Con suma facilidad la sujetó por las piernas provocando que ella pegara un segundo grito de alarma— ¿Qué hace? —Le reprochó cuando la depósito en el suelo.

—No debería hacer algo tan peligroso si alguien puede hacerlo por usted.

—No hace falta. Lo he hecho antes.

—No creo que su tamaño ayude. No es por ofender.

Ella se cruzó de brazos, los hombres y su maldito ego con la estatura—. Cierra el pico —masculló molesta, aunque le ayudó iluminando el techo de todas formas. En silencio hicieron el intercambio de bombillas hasta que la luz nuevamente reinó dentro de la oficina.

Cuando bajó de la silla, él pudo verla perfectamente. Observó su ceño fruncido, recordando que esta era la primera vez en oírla soltar improperios y se preguntó si algo estaba mal en su cabeza por sentir inquietud en las zonas más inapropiadas para el momento. Carraspeó un poco, eligiendo irse antes de obviar su estado.

—Eh ¿A dónde va? —exigió ella de forma severa y a Ranma se le tensó el abdomen. Este era un momento en el que las cosas por lo general son un sueño, uno demasiado bueno para ser verdad; y tuvo ganas de meterse un gran pellizco para espabilar, porque sinceramente esto era demasiado para él.

La mujer lo observó, una ceja levantada antes de alcanzarlo con el mayor hartazgo del mundo mientras tomaba su mano y lo obligaba a sentarse en una de las sillas frente al escritorio. De forma audaz se dirigió a la pared paralela donde descansaba una pequeña caja de indumentos médicos.

Sin entender las intenciones de ella, se removió inquieto sobre su asiento.

Mierda, esto era como alcanzar un oasis venenoso en el desierto. Uno que simulaba un milagro pero que era peor a morir de sed. Akane Tendo no podía estar en la misma habitación que él sin que sus hormonas se disparen en un torrente ininterrumpido por todo su cuerpo o los latido de su corazón estuvieran a un paso de la arritmia. Y no es que quisiera intentar atacarla, no era esa clase de bestia. Simplemente quería evitarse una situación vergonzosa con la parte baja de su cuerpo. Ella no era un río del que se le permitiera beber.

La mujer regresó con el botiquín a cuestas hasta quedar de pie delante suyo. Luego se agachó lo suficiente para tomarlo de la barbilla con su índice y pulgar, elevando su mentón con suavidad. Sin palabras acercó el rostro hasta el cuello masculino para examinar de cerca. La respiración tibia de ella golpeó de lleno provocando una oleada de cosquilleos peligrosos.

—Ejem. Señorita Tendo. Necesito seguir con mi rondín —exclamó intentando no ahogar la voz.

—Primero dejeme desinfectar esto —rebatió ella. Tal como lo esperaba, la piel masculina llevaba cinco cortes producto de sus uñas largas. Se levantó abriendo la botella de alcohol para vertir algunas gotas en una esponjita de algodón—. Va a arder, aguante.

Ranma finalmente entendió sus acciones, así que estaba tratando el agarre de hace unos momentos. Intentando no pensar en la cercanía de ella, decidió analizar sus movimientos a conciencia, dándose cuenta de que también le dolía la pierna por aquella patada. Aunque no era objeción, desde su punto de vista era algo realmente grandioso que cualquier persona supiera algo de autodefensa.

La línea de pensamientos más sanos estaba dando sus frutos, sin embargo, un ardor punzante llegó desde su yugular al resto de su cuerpo. Incluso se echó hacia atrás evitando el algodón entrante de forma involuntaria.

Akane se detuvo para verlo a los ojos—. Lo siento, lo siento. Lo soplaré por usted. —Y antes de que pudiera objetar nada, le sujetó los hombros descargando una ráfaga de aliento que apaciguó el ardor en sus heridas, pero levantó llamaradas en el resto de su cuerpo.

Nadie podía culparlo teniendo al diablo susurrando que se dejara hacer, no era un tipo frigido o impotente. Intentó no evidenciar las reacciones que le provocaba esa cercanía, ese aliento; apretó los puños  encima de sus muslos, denostando hacia el cosmos por meterlo en semejante situación.

Ella interpretó ese movimiento como una resistencia al dolor, duplicando las ráfagas de viento. No esperaba que algo como esto le doliera tanto a un hombre tan grande como él. Aunque para ser franca, también se estaba aprovechando para olfatear el perfume que despedía el guardia Saotome. Porque le encantaba. El perfume y él también ¿Para qué negarlo?

Ella era una persona que admiraba las cosas lindas: Ranma Saotome era mucho más que lindo. Incapaz de pasar desapercibido con esa altura, sus ojazos azules o esa sonrisa encantadora con la que saludaba. Ni siquiera su aura amenazante cuando estaba de turno era desagradable. No para ella que tenía encaminado de manera errónea el cerebro cuando se trataba del guardia y se calentaba como brasa ante su mirada severa.

Lo vió tragar e incluso pudo oir el sonido de su garganta, descubriendo lo fascinante que era estar tan cerca de él, mucho más que verlo de lejos. Su inherente olor masculino se mezclaba con la fragancia fresca del aftershave, provocando arañazos de emoción a lo largo de su abdomen. Sintiendo que la situación se le iba de las manos, se alejó a regañadientes.

Viendo que la directora se alejaba, el azabache hizo amago de levantarse, solo para ser detenido sin mucho esfuerzo gracias a sus piernas debilitadas— ¿A dónde va? —preguntó ella como si tratara con un infante terco—. El golpe de su pierna. —Le recordó. Acto seguido, se puso en cuclillas para levantar el pantalón y descubrir su piel.

Ranma fue a protestar—. No es necesario señorita, usted... —Desafortunado fue el hecho de agacharse para bajar la pernera, encontrándose con un escote ovalado por debajo de la camisa que sufrió los estragos de su táctica para someterla hace algunos minutos. Como si estuviera a punto de quedarse ciego echó la vista a un punto muerto en la pared, completamente colorado.

Akane se asombró por su reacción, intentó adivinar lo que pasaba con él entretanto observaba hacia abajo, solo para darse cuenta que su camisa estaba arruinada desde el segundo hasta el cuarto botón, dejando su camiseta al descubierto. Su escote no era demasiado profundo, pero Ranma sobrevoló su gesto. Una sonrisa se ensanchó a lo largo de sus labios antes de decir— ¿Qué, nunca ha visto los pechos de una chica?

Entonces él brincó en su asiento, obsevandola con ojos acusadores y agraviados. Su sonrojo le daba un toque adorable a ese aspecto rudo de guardia malote. Akane se burló a carcajadas mientras enrollaba la pernera por segunda vez, incluso bajó el calcetín para observar el golpe que ya estaba poniéndose morado. Destapó el desinflamatorio sintiendo la indignación inyectada en esos ojos azules todavía viéndola. Roció el spray con cuidado de no humedecer sus prendas y volvió a poner todo en su sitio cuando este se secó.

—Gracias —apreció el moreno listo para huir. Ella no hizo ningún movimiento para detenerlo, simplemente arrojó un comentario casual.

—No respondió mi pregunta.

El tono llevaba inocencia, no obstante la cuestión predecesora retaba de alguna manera su masculinidad, poniendo en una encrucijada sus sentimientos. Carajo, que llevaba gustandola más de cuatro meses en secreto, no podía hacerle esto.

Akane estaba nerviosa. No había querido hacer esta clase de bromas estúpidas, en realidad pasaba completamente de ser una piedra en el zapato de cualquiera. Nunca exigía respuestas de nadie o se metía en asuntos ajenos, razón por la cual era muy respetada. Sin embargo, no podía callarse sus idioteces teniendo delante a Ranma Saotome. No al tipo por el que a veces se esforzaba un poquito más en su apariencia. O por el que sonreía de forma espontánea. Y menos tras verlo con ese sonrojo tan encendido en la cara.

De acuerdo, sabía que él siempre sería un caballero con cualquier mujer y probablemente hubiera tenido la misma reacción respetuosa con otra persona. Pero algo en ella se quemaba por saber si ese tono de carmesí era por mera incomodidad, o su presencia en específico le causaba algo. Quería saber si existía esperanza para allanar camino entre ellos.

Ranma se detuvo efectivamente en medio de dar un paso. Abriendo y cerrando los puños a sus costados mientras ponderaba sin darse la vuelta.

Está bien, su primer pensamiento fue continuar su camino despues de una risa nerviosa, más, conforme avanzaban los segundos, algo le impedía mover las piernas. Su cuerpo estaba sobre estimulado por las sensaciones del aliento femenino sobre su cuello, amenazando con revelar todo dentro de él. Mientras otra parte de su cerebro le ordenaba darse la vuelta y responder mordazmente, o al menos algo ingenioso para que ella no pudiera rebatir. La había visto en muchas conversaciones con sus colegas de trabajo, entendiendo de sobra que ella debía llevarse siempre la última palabra. La pregunta era ¿Cómo evitar más bromas sin parecer un cretino?

Porque una mala impresión no quería dejarle. Suficiente fue arruinar la blusa y empotrarla contra el escritorio hace un rato...

No, espera. Mala elección de palabras.

Akane se quedó esperando con las palmas sudorosas, al no ver respuesta, optó por tragarse la decepción y decidió olvidar el tema—. Era broma. Gracias por cambiar la bombilla y perdón por los golpes —soltó intentando sonar neutra. Posteriormente se agachó para recoger la escribanía desperdigada por el suelo, cubriendo su semblante desanimado.

Con todos los objetos en su manos, suspiró un poco antes de levantarse otra vez. No obstante, tan pronto puso la vista al frente esperando ver la oficina vacía, se topó con esos ojazos azules muy cerca de ella. Haciéndola tragar duro. Por la madre que la... Que mirada tan divina, maldición. Afianzó con fuerza las plumas y pisapapeles de sus manos intentando controlar su pulso. Expectante, nerviosa.

Ranma estaba todavía luchando contra su premura. No es que desconociera el arte de ligar, de hecho, a veces se le daba muy bien cuando era más joven. La dificultad venia de Akane; no era una mujer de antro con la que se iba a conformar después de un acostón. No. Akane Tendo era la directora de desarrollo mandona y malhumorada que lo trató como un colega más cuando recién iniciaba, que era justa, inteligente y preciosa tanto por dentro como por fuera. Akane Tendo era la última mujer a la que quisiera darle la impresión errónea.

Pero ya estaba ahí. Con los nervios de punta mientras las palabras le hormigueaban la boca. Sin procesar, estas se escaparon del filtro en su cerebro con el siguiente orden—: Los de cualquiera se quedan cortos contra los tuyos.

Ahora era el turno de ella para ponerse colorada. Sus latidos triplicaron el ritmo, el aire se le atascó en los pulmones dejándola al filo del desmayo. Él supo de alguna manera que se le fueron palabras quizá demasiado honestas, mermando su coraje para encararla. Como una tortuga, estaba a punto de esconderse cuando la directora lo sujetó por la mano, llena de expectativas en sus orbes marrón claro— ¿En serio? —apuró una confirmación.

Ranma observó esos dedos alrededor de sus mano, obteniendo un power up tan grande como para llevarse el dorso blanquecino hasta los labios—. En serio —corroboró depositando un delicado beso a la mano femenina.

Entonces un prolongado silencio se estacionó a su alrededor, en el encuentro de sus miradas brotaban chispas de fuego, buscando encender la conflagración. Ranma tuvo el presentimiento de que si la besaba, ella no lo apartaría. Con lentitud se acercó un paso, inclinando el cuerpo con el enfoque puesto en los labios que deseaba tocar, que lo ponían con tan solo verlos. Seamos honestos, las fantasías llegan sin que las quieras.

Ella se estaba convirtiendo en un manojo de nervios. Sintiendo su aliento cada vez más cerca, sintiendo su vientre tensarse entre dolor y placer, incluso soltando los objetos en sus manos a los que ninguno prestó atención. Tener ese cuerpo robusto a punto de envolverla le convertía en gelatina las piernas. No, no podía esperar ni eran adolescentes precoces. A la mierda, ella también podía arriesgarlo todo.

Su delicado beso se adelantó a él, tomándolo con la guardia baja; la sintió envolverlo con su brazo libre para pegarse por completo y Ranma creció en ambición, porque iniciado el beso, no iba a detenerse hasta descargar todas las ganas arrastradas durante todo ese tiempo. Con suave velocidad empujó nuevamente acorralando a la directora contra el mueble, llevando su otro brazo para que le abrazara por completo mientras le envolvía intensamente, sin permitir entre ellos siquiera una ráfaga de aire.

Ahora no solo eran sus labios, el chasquido de sus lenguas mezclándose despertaba el deseo a velocidades vertiginosas. Como una bomba de tiempo a punto de llevarse toda su cordura a la tumba. Esconder la atracción inminente entre ellos solo provocó renuencia a separarse oa detenerse en este punto del contacto.

Ranma tenía un lado tierno y encantador, pero también llevaba bastante de depredador bajó las circunstancias y con la persona idónea. Sin reservas bajó las grandes palmas por la espina dorsal de Akane, suspirando contra sus labios cuando ella se apretaba más contra él; la recorrió hacia arriba de nuevo y hasta su redondeado trasero, apretando. Ya no había escapatoria para él a menos que ella lo detuviera.

Y esas no eran las intenciones.

Akane se entregó sin pensarlo dos veces. Era alguien ambiciosa que una vez arriesgado todo, obtenía lo que deseaba sí o sí. Ya había hecho un envite con todas sus fichas, se negaba a perder. Con una fuerza impropia de sus brazos pincelados, lo animó a bajar para que sintiera sus pechos, más, la sensación se atascó contra el chaleco táctico lleno de bolsillos—. Tu chaleco —se quejó comenzando a tirar de las cintas para mandarlo al carajo.

Ranma se separó de ella, ayudándole ambos enviaron la prenda al otro lado del escritorio. Entonces la abrazó otra vez sintiendo la plenitud de sus preciosos pechos contra él a través de la camisa; sin querer empujó su bien despierta virilidad oprimida por la ropa, demostrando la efectividad de sus besos. Iniciaron un camino al magreo lleno de suspiros ahogados.

Aún sin nadie alrededor, la adrenalina de estar besándose con esa intensidad en el trabajo los dejaba temerosos de una interrupción sorpresa, aunque ninguno quiso detenerse ante tal pensamiento, solo aumentaron la profundidad del beso, la osadía de sus roces dejando escapar  gemidos tenues porque lo necesitaban. La sangre caliente bombeó dejándolos sin aliento. Hasta que él comenzó a sentirse dolorido—. A... Akane —musitó intentando tomar el control de sus pensamientos otra vez, intentando apagar su imaginación que se puso a trabajar desde el segundo uno.

La aludida sintió su cuerpo derretirse. Había soñado infinidad de veces el día en que por fin se tutearan. En el que le hablara como lo hacia ahora, con jadeos alrededor y sintiendo esa presión dura contra su vientre, con el hormigueo intenso entre las piernas. Sin importar cuan inmoral pudiera verse esto, le bastó un segundo para entender sus objeciones—. No te detengas, no lo hagas —rogó empezando a desabotonar la camisa azul marino del hombre. Estaba ardiendo, no le importaba incendiar el edificio con ella.

Ranma gruñó de forma gutural, echando sus preocupaciones al viento. Que le den a la ética.

Con prisa sujetó las tapas de la blusa malograda, apartandola de esos hombros niveos donde empezó a repartir besos. Ambos lucharon contra la primera prenda superior del otro, consiguiendo reírse ante la torpeza. Sin poder creer que tuvieran la misma manía de usar una camiseta sin mangas por debajo. Él no se molestó en formalismos cuando al separarse sacó su remera exponiendo su alucinante físico para ella.

Aunque Akane no tuvo mucho tiempo de apreciar al sentirlo cerca de su cuello con esos labios húmedos. En respuesta decidió viajar a los surcos de sus pectorales con las manos. En el primer roce ambos temblaron, la piel trabajada con esmero también era suave, más suave incluso que las palmas de ella; ese pensamiento la dejó con muchas sensaciones en todo el cuerpo, demasiadas para contarlas o reconocerlas. Solo sabía que el resultado de todas ellas era placentero.

Levantó la cabeza para ofrecerse sin remordimientos, recorrió los amplios músculos de su espalda, enterrando un poco las uñas, arañando. El rocío de su intimidad se filtraba con cada caricia, las ganas de sentirla piel con piel se manifestaron en tirones hacia la camiseta de ella; Ranma retiró la prenda dejando expuesto su sostén de encaje rojo. Era como estar delante del Samsara porque planeaba renacer y lactar eternamente de ella.

Sin detenerse, botó los broches del sujetador, delineando la clavícula de Akane con la lengua, se agachó para besarle justo en medio, luego levandandola del suelo y haciéndose camino entre sus muslos cuando estuvo sentada sobre la superficie del restirador. Bajó los besos de manera rápida, succionando a turnos con hambre. Cayendo en el deleite de sus aureolas rosadas, esas cimas endurecidas.

Akane se retorció, alzando el pecho, dejando que la tomara toda. Enredó los dedos por debajo de esa trenza oscura con la que tantas veces fantaseó. Apretó las piernas alrededor de sus caderas para encajonarlo, presionando su palpitante sexo, se frotó provocando temblores en las piernas masculinas, llevándolo al frenesí.

Ranma recordaba su petición de no detenerse, pero todavía tuvo que confirmar el acto hasta su final— ¿Estás segura?

—Tengo... Tengo preservativos en la bolsa. —Confesó intentando alcanzar el objeto, luchando por recobrar aliento. Ranma pestañeó ante el dolor que la descarga de sangre que su miembro recibió, producto de esa confesión. Su brazo era más largo y no tuvo dificultades para pescar las correas del bolso en la esquina contraria del mueble. La dejó revólver dentro de los artilugios dentro, al tiempo que se desabrochaba el cinturón.

Con gran alivio liberó su erección que la apuntó, poderosa y vibrante, llevando los dedos hasta el botón en los jeans de Akane. Tiró de las trabillas lleno de ansiedad, tenía tantas o más ganas que ella joder. La ayudó para liberarse de ambas prendas inferiores, provocando un escalofrío cuando su piel tocó la superficie fría del escritorio. Ignoraron el sonido de los tacones cayendo. Sin molestarse en zafar toda la prenda, solo hizo falta que tuviera una pierna libre para alzarla y abrir el camino al paraíso. Era una invitación clara al ver la entrada completamente abierta.

Sin demora, Ranma cortó un preservativo de la tira antes recibida, desgarró el empaque con delicadeza luego desenrollando el látex sobre su endurecida virilidad. Akane lo observó extasiada, impaciente por sentirlo dentro, se acomodó poniendo los codos sobre la madera, incitándolo. El calor del momento impulso al hombre a lamerse los dedos, paseandolos por la  entrepierna de ella, comprobando su humedad. Satisfecho con la creciente humectacion decidió hundirse en un solo movimiento. Hasta el fondo.

Los dos dejaron salir un gemido sonoro. Crudo. La sensación de sus intimidades unidas no tenía paralelo a nada que hubiera experimentado antes. Akane lo ceñía de una forma sobrecogedora, haciéndolo mucho más consciente de sus venas palpitando en toda su longitud. Ella estaba llena hasta el tope, le punzaba el botón de placer al inicio de sus pliegues, añorando atención. Meneó las caderas, buscando la misma.

Ante las claras peticiones, el azabache se apoyó, ambas palmas a costados de su cuerpo, comenzando un vaivén lento, profundo y delirante. Los suspiros de emoción no tardaron en llegar, su cuerpo ardía por todas partes, su garganta tragaba con dificultad entre todo aquello. Ranma finalmente sintió que le molestaba el pantalón hecho rollo en su extremidad izquierda; arrebatándolo de ese lugar, tomó ambos tobillos colocándolos sobre sus hombros, besándole la piel de porcelana a su alcance.

Akane se aferró al filo de la mesa, finalmente dejando toda su figura sobre esta. Lo vio apretar los dientes, intentando contener la segura eyaculación. Sin querer quedarse atrás, humedeció un par de dígitos tomando posesión de sus pliegues sensibles, masajeando en círculos veloces. Alcanzaron el vértice de forma casi unánime, ella termino primero, contrayendo sus músculos alrededor de él, provocando una ola de crescendos que le hizo jalar aire, inmediatamente soltando un suspiro de alivió puro.

Ambos tiritando por la intensidad de su encuentro.

En algún punto de la madrugada, Ranma quiso dejar en claro las intenciones de dejarse llevar—. Akane, quiero que sepas, que yo no voy buscando acostarme con alguien solo «porque si» —se le trabó un poco la lengua, intentando poner sus sentimientos en palabras—. Lo que quiero decir es que, tu sabes. Yo... Tú...

Akane estaba a punto de explotar por la felicidad. Con delicadeza posó sus yemas en los labios de Ranma, delatándose—. Yo tampoco —simplemente para empezar a cabalgarlo sobre el sofá de su oficina.

-

Las oficinas de Yumeta se vieron concurridas con todo el personal al día siguiente, entre todos, la líder del team A llegó con energía renovada al lugar—. Good morning! —saludó a la directora (y mejor amiga).

—Buenos días Azusa —devolvió.

—Te ves devastada, Akane. —Su compañera no tuvo escrúpulos para decirle lo obvio—. Dejame ver si adivino ¿Estuviste pegada al ordenador toda la noche? —hizo el comentario cuando se sentó en la silla próxima a su escritorio—. No puedo creer que hayas cambiado una despedida de soltera por venir a trabajar —la castaña torció la boca llena de decepción—. Lo hubieras visto, ese centro nocturno si que vale por su reputación. El show de striptease fue de otro mundo.

Akane negó con la cabeza oyendo sus disparates; ayer una de sus grandes amigas celebró el final de su soltería gracias a sus planes de boda próximos. Tendo obviamente fue invitada pero no se quedó demasiado tiempo, escudándose con el trabajo solo asistió a la mitad de la convivencia. Al menos obtuvo algo bueno de ello: una tira de preservativos. Pensando internamente que hubiera cambiado cualquier evento si sabía que pasaría lo de anoche, pero se reservó los comentarios.

—Tenían un cuerpazo, que ni te cuento. Ukyo definitivamente va a extrañar su soltería —siguió parloteando de forma descuidada, sacando los vasos plásticos del cartón, ofreciendo uno a su amiga.

Ella agradeció dándole un gran sorbo al americano sin azúcar, entrando en desacuerdo con la otra—. Ha deseado casarse por tanto tiempo que no creo verla arrepentida alguna vez.

—Bueno, allá ella, me alegro de cualquier manera si es lo que sueña —sonrió removiendo su propia bebida con un popote—. Por lo pronto, nosotras deberíamos aprovechar el poder de la soltería e ir a ver ese evento. Seguro que alguna despistada pronta a casarse celebra su despedida y podemos colarnos. No te arrepentirás.

Akane soltó una pequeña risa, bastante entretenida con las ocurrencias de Shiratori. Miró su reloj de muñeca, dándose cuenta de que ya eran las ocho con veinte—. Encontré algunos bugs en el programa mientras trabajaba ayer, todavía no termino de arreglarlos pero debo ir a casa para cambiarme. Regresaré alrededor de las cinco. —Se puso de pie, guardando su portátil luego dirigiéndose a la salida—. De nuevo, gracias por el café.

La joven de cabello rizado asintió sorbiendo de su bubble tea—. Tranquila jefa, ve a dormir que se ve mucha falta te hace. Natsume y yo nos encargamos de que nadie se salga del redil.

Ambas se despidieron, no sin que Akane soltara una bomba para su amiga—. Por cierto, no creo que pueda celebrar la soltería contigo. A mi novio no le gustará la idea. —E inmediatamente se marchó con los gritos de Azusa en el fondo.

En el estacionamiento, Ranma se encontraba esperandola. Le había dicho que irían a almorzar juntos pero no tenía idea de dónde. La chica llegó a su lado, depositando un beso sorpresa sobre sus labios— ¿Nos vamos? —inquirió abriendo las puertas de su auto.

Más tarde, se vieron entrando al suburbio de la zona este— ¿Vamos a almorzar aquí? —se desconcertó él. Esto era un conjunto residencial, no parecía que hubiera restaurantes cerca.

—Si. En mi casa —reveló ella sin gran problema. Giró el volante en la siguiente entrada donde aparcó.

Ranma se puso color granada—. Dijiste, tu... ¿Tu casa?

—Si, mi casa —reiteró ella, adoptando un tono pícaro le acarició la mejilla, diciendo—: Pensé que podíamos darnos, un baño de espuma relajante, almorzar juntos y dormir un rato. De cualquier manera, voy a regresar para trabajar de nuevo toda la noche.

Midnight.
Mayo-25-2023

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