Capitulo 15: Una Joya Preciosa

Los días comenzaron a pasar, y cada uno de ellos parecía ser inclusive más largo que el anterior, me sentía totalmente presionado, y no sólo por Hangil, quien ahora se mantenía al tanto de mi comportamiento en todo momento, sino que también por mi propia familia, mi madre no tardo en reprender mi comportamiento hacia mi esposo, todos estaban de acuerdo con que debía de mantenerme totalmente sumiso ante él, comportarme educado y hablar al momento que él me lo pidiera, ser dócil y totalmente devoto a él, pero no podía, no cuando él me había hecho sentir tan mal en aquel día.

Ni siquiera podía creer lo que había pasado, después de eso, él se había concentrado en vigilar cada una de mis acciones, en llevarme a las fiestas a las que le invitaban para que pudiera demostrar que podía comportarme de la manera correcta frente a otras personas sin rechistar, me hacía regalar sonrisas hipócritas al igual a las que recibía, me hizo soportar ver como de vez en cuando tenía un pequeño desliz lleno de coqueteo frente a otros donceles y mujeres de alta sociedad, me hizo tragar mis emociones una a una, matándome por dentro poco a poco, era espantoso, tan espantoso que no podía evitar de vez en cuando llorar por la impotencia que estaba sintiendo, tuvieron que pasar casi siete semanas en las que soporte lo mismo.

Pero, gracias a mi comportamiento "recompuesto" como solía decir Hangil, pude liberarme de él, de su vigilancia, de sus constantes palabras para corregirme, y eso me hacía sentir mucho más tranquilo, Hangil me dijo que saldría de viaje de negocios, que necesitaba arreglar algunas cosas con los afamados de la casa Kim. Para sorpresa mía, muchos en la clase alta conocían a los hombres que habitaban en la casa Kim, ellos eran sumamente elogiados por todas las personas, decían que eran hombres sumamente atractivos que siempre llevaban acabo buenos negocios y que gozaban de una fortuna que ni siquiera la mitad de las personas millonarias del mundo tenían, pero lo que muchos no comprendían era porque ninguno de ellos había contraído matrimonio, se sabe que tienen a muchas personas que desean estar con ellos de por vida, pero ellos son especiales en cuanto a escoger a alguien, además de que también muchos habían dicho que al parecer ellos son tan exclusivos en muchos aspectos, que ni siquiera invitan a cualquier persona a sus fiestas.

Eso no podía llegar a comprenderlo del todo, porque fui yo uno de esos afortunados al que invitaron, si lo presumía allí mismo, me tacharían de descarado, los celos y la envidia en sus miradas no tardarían en llegar, y Hangil seguramente se reiría de mí, porque pensará que he enloquecido de nuevo, me abstuve muchas veces de decir algo como eso, no quería impresionar a nadie, pero estaba sumamente extrañado por lo que decían de esos hombres. Pero quizás debía dejar todo aquello de lado.

Me encontraba en el jardín, disfrutando de una buena taza de té de hierbabuena, mientras dejaba que la luz tenue del sol de la mañana se atreviera a quemar un poco mi piel, aunque es imposible, jamás en mi vida me he quemado la piel ni con el más mínimo rayo del sol, solté un largo suspiro, y lleve la taza a mis labios, dando un pequeño sorbo a mi bebida, sintiendo el leve dulzor del azúcar en mi lengua.

Pude haber disfrutado más de ese pequeño sorbo, de no ser que uno de los sirvientes en la casa, corrió hacia mí.

—Señor Min —hablo, haciendo que yo alejase la taza de mis labios y lo mirase de inmediato.

—¿Sí? —pregunte.

—Alguien ha venido a verlo —fruncí levemente mi ceño, ¿alguien? No espero visita alguna—. ¿lo hago pasar?

¿Quién puede venir a verme? No lo entiendo, ni siquiera Hangil me dijo que tendría una inesperada visita, además jamás recibí alguna carta que me lo indicará, todo era extraño, pero no tarde en dar un asentimiento hacia el sirviente, y en cuanto lo hice, dio una pequeña reverencia para después dar la vuelta y salir corriendo de nuevo dentro de la casa, seguramente para dar aviso a la persona recién llegada que me encontraba dispuesto a recibirlo.

Mis pensamientos divagaron, ¿quién será la persona que decidió darme una visita sorpresiva sin siquiera avisar a mi esposo? Todos saben que deben avisar a Hangil, incluso mi familia debía avisar a Hangil de una visita para que él pudiera decirme si podía o no tener visitas, odiaba eso, pero al menos había un control, porque a veces ni siquiera yo mismo me sentía con un buen humor para recibir a alguien, ahora tener una visita inesperada, y que sea exactamente para mí, me hacía sentir curiosidad.

Mire en dirección a donde se había retirado el sirviente, y espere, quería ver de quien se trataba, deseaba saberlo con todas mis fuerzas, esa persona le había quitado por ahora algo de monotonía a mi vida, además de que me estaba haciendo retar a mis propios principios, se supone que no debería ser yo quien acepte invitaciones de visitas, Hangil se encarga de esto, pero la sola idea de ser yo quien la acepte me hace sentir feliz, y orgulloso de mí mismo, porque estaba demostrando que podía ser capaz de recibir una visita sin tener la aprobación de mi esposo, me sentía libre. Cuando menos lo espere, el sirviente salió de nuevo, seguido de alguien más, un hombre alto, de piel pálida, su silueta es fácil de reconocer, porque ya lo he visto un par de veces, mis sentidos se agudizaron y mi piel se erizo levemente al verlo de nuevo.

Kim Seokjin, aquel hombre que no dejo de verme cuando me case con Hangil, aquel hombre de ojos miel que tanto me había cautivado en el primer momento que lo vi, no pude evitar seguir mirándolo hasta que poco a poco dejo de verse pequeño a la distancia, vestía un traje de color blanco, su camisa era de color verde pastel, y traía los primeros botones cerca de su cuello desabrochados, dejando ver parte de sus clavículas marcadas, sus pasos poco a poco de detuvieron hasta estar frente a mí, me mantuve mirándolo por tanto tiempo, admirando como una pequeña sonrisa era su método para darme un saludo, y haciendo que sin querer mis mejillas se tornaran levemente rojas por la vergüenza de haberme quedado mirándolo por tanto tiempo.

—Espero no estar interrumpiéndolo —dijo aquel hombre.

—P-para nada —respondí de inmediato y señale con mi mentón la silla frente a mí—, tome asiento.

—Gracias —Seokjin se dispuso a sentarse soltó un suave resoplido en cuanto lo hizo y sus cautivadores ojos ámbar no tardaron en enfocarme de nuevo.

—¿A qué debo su visita? —pregunte, la curiosidad estaba a flor de piel en todo mi ser, necesitaba saber la razón por la que él se encuentra allí.

—A decir verdad, tengo un par de razones —menciono Seokjin en respuesta—, la primera, es que ni siquiera pude darme el lujo de estar con usted durante la velada de nuestra fiesta.

—Ah... —el recuerdo de la fiesta no tardo en abrumar mis pensamientos, no pude evitar sentir mis mejillas calentarse, no pude disfrutar del resto de la fiesta debido a que me la pase con esos otros hombres quienes me habían llevado a la necesidad de estar con ellos, trague saliva con pesades—, s-sí, fue una lastima —aprete levemente mis labios—, pero, debo decir que la fiesta estuvo bien, me encanto.

—Me alegra escucharlo —Seokjin dejo de mirarme por breves momentos—, ¿sabe? Muchos siempre dicen que nuestras fiestas son las mejores en todo el país, y que son muy entretenidas, pero claro pocos pueden estar en ellas.

—He escuchado que ustedes no son mucho de invitar a cualquier persona —podía sentirme en confianza para hablar de esto con él sin problema, Seokjin no tardo en soltar una suave risa y dar un asentimiento.

—En efecto, no solemos invitar a cualquier persona, no a menos que nos interese —volvió a mirarme—, por cierto, ¿y su esposo?

Deje de sonreír al escuchar su pregunta, ¿qué?

—Hangil salió de viaje de negocios —conteste—, de hecho, me dijo que iba a ir acompañado por uno de ustedes...

Seokjin elevo las cejas al escuchar eso.

—Oh, pequeño doncel —dijo—, me temo decirte que todos estamos resguardados en nuestra residencia, ninguno de nosotros recibió siquiera una invitación de parte de tu esposo para que lo acompañemos —me mintió... Hangil me mintió...

Por alguna razón, no sentí tristeza, no como la que sentí cuando supe que me esta engañando, no pude sentir nada, era extraño, pero quizás ya había pasado por el suficiente dolor como para dejar de sentir algo de rabia y tristeza por las acciones de Hangil, era increíble, seguramente se había cansado durante estas semanas en cuidar de mí, de estar conmigo, seguramente estaba extrañando sus viejos deslices y quiso volver a retomar su pequeña rutina, no lo culpo, porque yo también estaba comenzando a extrañar a esos dos hombres que me habían hecho suyo en aquella fiesta.

—Eso —volvía a hablar Seokjin—, me lleva al segundo asunto que quiero hablar contigo, Yoongi —las formalidades habían quedado de lado.

—¿Qué es lo que desea? —pregunte.

—Sé que pasaste la noche con dos de mis amigos —mis hombros se tensaron en ese preciso momento—, no es algo de lo que debas preocuparte, a decir verdad —sonrió ladino—, debo decir que estoy celoso, ellos tuvieron el privilegio de tocarte antes que los demás.

Aparte la mirada, y trague saliva con pesadez, ¿qué había sido aquello? ¿Esta celoso porque alguien que no fue él me toco primero? Era tan extraño, aprete mis muslos uno contra el otro, y me removí levemente en mi sitio antes de volver a mirarlo.

—¿Q-qué tiene que v-v-ver eso? —me atreví a preguntar.

—Tiene mucho que ver, Yoongi —menciono Seokjin, se inclino un poco, recargando sus codos sobre la pequeña mesa de jardín que nos separaba—, sé que eres consciente de que tu esposo te engaña en esos supuestos viajes —no pude evitar conectar mi mirada con la suya—, y no entiendo la razón por la que ese imbécil puede ser tan tonto como para no ver la belleza de diamante que tiene frente a él —sentí mis mejillas calentarse de nuevo—, pero, yo y mis más fieles amigos... lo sabemos...

—¿A qué es lo que quiere llegar exactamente? —murmure por lo bajo.

—Se nuestro, Yoongi —abrí mis ojos en grande al escucharlo—, se la joya preciosa de la casa Kim, y te prometo que no serás tratado como una pieza sin valor, sino todo lo contrario, serás tratado como el diamante más precioso de todos, como siempre debió ser.

No, no puedo aceptar algo como eso.

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