«No puedo pensar, no puedo sentir como se supone que debería. Él está aquí y en cambio este ardor en mi pecho no deja de doler. Ella está comiendo mi interior. ¿Por qué?... ¿Se supone que debe ser así?, yo amo a Luca, si lo amo. Eso es verdad... Antes sentía una desesperación por largarme de aquí, pero ahora. Siento que algo me ató aquí. ¿¡Qué diablos me está pasando!?» En la mente de Alberto solo el hermoso rostro de Marlena y su sonrisa, estaba delineado como un tatuaje a sus pensamientos, todo lo demás era casi inexistente.
La naturaleza es hermosa y el crecer, los cambios son difíciles, pero todo está en control. De pronto te das cuenta de que cosas tan cotidianas a tu vista, ahora te parecen tan... atractivas, y comienzas a sentir cosas fuera del razonamiento.
Tu cuerpo cambia, tu voz también,
Somos un constante cambio, un capullo en constante ebullición.
27, diciembre, 1969-
sábado-
-3:45 am-
Sobre la torre se encontraba Alberto, sentado. Sí ya antes, según él, tenía en completo control los nuevos sentimientos que florecieron en su corazón, ese beso, de nuevo lo desestabilizó, pues solo pensar en ella, hacía que miles de pececillos quisieran hacer estallar su estómago y salir volando... ese beso.
Desde la primera vez que, irónicamente ella misma le contó acerca de los besos, imaginó besar a Luca, en quien cabía la descripción que Marlena le dio acerca de lo que era un novio. Así, Alberto deposito la ilusión de ese afecto sincero, en su amigo Luca por el gran amor que desarrollaron el uno por el otro. Mas realmente, Alberto no sabía lo que implicaba... ese gusto por abrazarlo pues para él, mostrar sus sentimientos de esta forma, pedirle a Luca que fuera su novio, creyó que era lo que debía hacer. Pero ahora que ya lo besó y a ella también, todo se siente más enredado que nunca.
https://youtu.be/prfo2feSBcQ
Sirens - Imagine Dragons
El chico de ojos verdes, con coraje y tristeza mezclados, arrancó y lanzó 2 pétalos de una rosa que tomó del ventanal de una casa, cuando se dirigía a esa maldita torre que se sentía como su cárcel, su purgatorio, testigo de sus peores momentos y de sus más grandes miedos. Ni él mismo, sabía por qué tomo la rosa, verla tan hermosa le recordó a alguien... De pronto, escucho un golpe a lo lejos, volteó, más no vio nada extraño. Pasados cinco minutos escucho unos pasos. Antes de que pudiera voltear sintió que alguien lo abrazó por la espalda y se colgó de él, instantáneamente una sonrisa boba se dibujó en el rostro de Alberto, solo una persona se colgaba de su cuello de esa forma, sin su consentimiento.
—¡Lune!... ¿Lu... ca? —dijo con asombro Alberto, al voltear y ver a Luca colgado de su cuello, justo como lo hacía Marlena.
—Solo... solo quería verte —confesó Luca, y escondió su rostro entre el cuello de Alberto, abrazándolo fuerte. El pecoso, confundido, agarró las manos de Luca, cómo también abrazándolo. De pronto sintió que del otro lado tomaron su hombro, alzó su mirada y se dio cuenta de que ahora a quien tenía a su diestra era a esa chica que no podía sacar de sus pensamientos, su Lunedì.
Ella solo los observaba, su mirada cálida trasmitía tristeza, pero la tímida sonrisa en sus labios se esmeraba en reflejar felicidad. Su mirada, la mirada de los miles de colores, donde Alberto se podía perder y encontrarse a la vez, no pudo evitar cristalizarse al mirar a Alberto y a Luca «abrazados», pero aún quería fingir que estaba bien.
El corazón de Alberto que se cree invencible se quebró, pues inconscientemente, él ya no quisiera ver de nuevo a su amiga llorar tan amargamente, como con anterioridad la había visto vaciar sus ojos por el imbécil de Guido, no quería verla rota de nuevo, ya no soportaría verla sufrir ahora... Ahora que...
—¿Miele, te encuentras bien? —preguntó Mar.
Alberto, aun con Luca abrazándolo solo la miraba, no entendía por qué estaban ambos aquí, en este momento.
Una hora antes.
—La besó... la besó... ¡La besó frente a mí! — Acostado sobre su cama de algas, intentando fundirse a esa pared que tenía frente a él, Luca lloraba en silencio, su corazón estaba hecho trizas y sentía que un vacío estaba devorando su pecho, era la primera vez que sentía esto. No quería que su abuela, quien estaba acostada justo al lado de él, lo viera llorar, mucho menos quería hablar de sus sentimientos, para Luca eso era el secreto del que no le hablaría a nadie. A Luca le repelía tener que asumir en voz alta que estaba enamorado de otro chico, había estado en la ciudad y por lo que había visto entre los humanos, eso no era bien visto.
Desde que Luca comenzó a llorar, Libera supo que algo afligía a su nieto, decidió no preguntar, ya que tenía la plena seguridad que él mismo le platicaría porque se encontraba llorando, pero eso no ocurrió.
Un cuarto de hora más una, Luca tragándose sus sollozos, su dolor, ya no aguanto más, y se escurrió por la ventana de su habitación, a nadar y buscar un alivio a su alma.
La imagen de Alberto aferrado a Marlena mientras se abrazaban, recordar como ella lo defendió sin importarle si su vida misma corría peligro... el cariño con el que Marlena lo acariciaba mientras Alberto estaba inconsciente, quedarse dormida a su lado. Y para terminar de acuchillar su corazón, ver como él se puso nervioso al besarla, le dolía, le dolía como nunca imagino que algo lo dañaría. No lograba sacar de su cabeza la imagen de ellos besándose, mesclado con todos los recuerdos bellos junto a Alberto.
Luca nadó en círculos, liberando sus sentimientos a través de sus ojos, al fin libremente. Solo llorando en voz alta, se sentía impotente.
De pronto sintió que la aleta de su mano derecha se había enredado con algo, siendo tal objeto el dije en forma de letra «A» que colgaba de su pulsera, esa «A» que era la letra inicial del nombre de su «novia», la que no lo dejaba nadar correctamente... Alessandra.
El corazón de Luca, «quizá sin saber, o quizá a sabiendas», también se estaba fragmentando, entre Portorosso y Génova pues, aunque de verdad no sabía a qué se había comprometido con Alessandra cuando acepto tal compromiso, se estaba comenzando a enamorar de ella también, de su compañía, de sus sonrisas, de su inteligencia y para la rubia de ojos verdes, Luca era su primer amor. Era un hecho que esa chica había ganado una parte de su corazón... pero de qué manera.
Ese momento, donde sientes que solo la luna es tu confidente, Marlena, ya más tranquila se encontraba sentada en el piso de su balcón, columpiando los pies por fuera del barandal. A su lado estaba una lata de cerveza que estaba a punto de terminarse la chica, había robado la bebida de «la reserva de su hermano», que mantenía en un mini refrigerador en su habitación. El día anterior fue una locura, sentía asco de haberse bañado con la sangre de esa Strega, y aunque el agua del océano se había encargado de limpiar de ella todo residuo, ya se había bañado dos veces más, entre lágrimas restregó con dedicación sus preciosas escamas color oro rosáceo, más aún sentía que, sí se miraba en el espejo, se miraría pintada del azul profundo que corría por las venas de ese monstro «¿Y, si la mate?... No, no, no... pero, no podía permitir que se lo llevara, ¡a Miele no!» Marlena tenía un agarre demasiado fuerte de la realidad, del aquí y el ahora, algunas personas actúan mejor cuando el momento los obliga a correr o morir, y esta escuálida meredissa era una de esas personas, y aunque esa desoladora sensación de haberle arrebatado la vida a algo... o a alguien, lo haría mil veces más si se tratara de salvar la vida de alguien a quien ama, como, por ejemplo, Alberto.
Observando la luz natural de esa noche estrellada, Marlena reflexionaba acerca de todo y nada. Su pequeña gatita Armani, dormía cómodamente en su regazo, mientras era acariciada amorosamente, la felina le trasmitía la paz que necesitaba el corazón de su semihumana al ronronear a máxima potencia. Marlena, con su mano derecha acariciaba esa moneda que tanto amaba, esa moneda que ese chico pecoso «que un día solo apareció en su vida, de la nada», le había fabricado con sus propias manos.
Mar, recordaba las travesuras que Fabrizio, Alberto, y ella, habían hecho ese casi medio año que habían pasado juntos, sin dudas ese sería el peor y el mejor año de su vida.
De pronto, cayó en todas las veces que aun sin buscarlo, Alberto y ella se aislaban juntos, en las noches que pasó con él, como la defendió frente a Carmina y Venecia, podía sentir la seguridad que la sola presencia de Alberto le brindaba. Las veces que durmió entre los brazos de Alberto, sin duda serian inolvidables, pues, jamás había «compartido cama, o compartido el suelo para dormir» con alguien del sexo opuesto y menos olvidaría ese beso entre las sábanas, ni el caótico beso de esa noche, todo estaba repleto de tanta inocencia, cuando estaba segura de que cualquier otra persona se hubiera querido aprovechar de momentos así... Su corazón encontró paz al pensar en esto, pues cuando estaba al lado de Alberto ya nada malo importaba.
Involuntariamente, una sonrisa se dibujó en sus labios, y varias lagrimas habían escurrido de sus ojos. Ya no eran lágrimas de tristeza pues todos esos momentos, la hacían sentir completa y feliz. Como desearía de nuevo estar en esa isla... con él.
El valor se apodero de Luca, o quizá solo las emociones del momento, y a casa de Giulia se dirigió con un solo objetivo en mente: Alberto. En realidad, ni siquiera él mismo sabía que le diría, pero solo quería verlo y ya.
Subió al escondite del árbol y encontró abierta la ventana de la habitación de su amigo. Al meter un pie a la habitación, volaron los zarpazos de Maquiavelo y Davinci, haciendo a Luca caer de la ventana. Adolorido y rasguñado, Luca se levantó, corrió y se sumergió al mar en dirección a la torre, que de lejos se veía, una luz acababa de encender en la cima.
El amor en muchas ocasiones es cruel demasiado cruel, pero a Marlena, y sin exagerar, la había pateado en el piso, mientras la escupía, y se burlaba de ella, lo único que le falto a la miserable chica, fue que con sus propios ojos viera al dueño de su corazón entregarse por completo a alguien más frente a ella, cosa que, aunque ella no lo supo, no fue mentira, y al siguiente día el picaflor besuqueaba los labios de Marlena, pidiendo perdón prometiendo que todo cambiaria... culpándola de lo que sucedía, sin piedad, ni alguna responsabilidad afectiva.
La chica había vivido más de un año presa del doloroso amor que la ataba a Guido, creía que ese horrible sentimiento no tendría fin. Ahora sorpresivamente de nuevo se sentía feliz, no sabía que sucedería a un futuro, ni como acabaría todo, pero ¿Apoco eso no eso es lo más hermoso de la vida? Nunca sabes qué pasará, y ella, ya estaba lista para tirarse de cabeza a una nueva aventura.
De pronto, sentía como que el sol saliera de nuevo en su vida, su corazón ya no le pertenecía a Guido y eso la hacía inmensamente feliz. Se sentía viva de nuevo.
Por fin, podía vivir tranquila sin el fantasma de Guido en la mente a cada cinco segundos, porque eso que vivió, en lugar de amor, fue una cadena que la torturaba, más ahora era libre, Marlena era completamente libre.
El amor es hermoso, te hace crecer y florecer, la obsesión no y menos cuando la otra persona no lo vale.
Al no poder dormir, Marlena decidió ir por las perlas que había dejado en la torre, para seguir cosiendo collares, ya tenía más de tres pedidos por entregar antes del fin de año, así que le estaba yendo genial en ese aspecto, la temporada de regalar cosas, era de las mejores para vender cosas a un buen y elevado precio.
Bajo por el naranjo del patio de su casa, tomando una naranja para su «jornada de trabajo nocturna», y alegre se dirigió a la torre por su vieja mochila.
Luca arribó a la isla subiendo por el lado derecho del lugar. A su vez, Marlena llego por el lado contrario. La noche, ya para ese momento, estaba nublada y oscura.
Ambos corrieron en dirección a las escaleras de la torre, ninguno de los dos esperaba tener compañía en ese momento (a excepción de Alberto, que claro, Luca ya sabía que su amigo se encontraba ahí). Frente a las escaleras de la torre, Luca y Marlena chocaron de frente, y cayeron al suelo. Luca rebotó más que Mar.
Al reaccionar ante lo que había pasado, ambos se observaron de frente sobándose las frentes. Marlena apenas saludaría a Luca, pero él inmediatamente se levantó y subió sin dirigirle ni una palabra a la chica...
Marlena, en ese momento se percató de la presencia de Alberto, al ver el humo de la fogata. incómoda por tal situación, considero retirarse del sitio, más considero que si ya había nadado hasta ahí, subiría rápido por sus cosas, solo iría por su mochila, y se retiraría en silencio para dejarlos a solas.
Rápido subió la chica, cogió su mochila y algunas perlas que encontró tiradas, comenzó a bajar de nuevo por la escalera. No tenía intención de subir con el pecoso, más pudo escuchar ese decepcionado «Lune», se asomó y miro el semblante de Alberto demasiado triste... no pudo evitar subir a preguntar que le sucedía. La tristeza de Alberto ya la sentía suya.
Ahora
—Luca, Lunedì... ¿Qué hacen aquí? —preguntó Alberto, al suponer que ambos habían ido juntos.
—Solo... solo venía por mis perlas, no se preocupen chicos, ya me voy — Contestó Marlena con su mochila en sus hombros, quitando a la vez su mano del hombro de Alberto. Marlena enseguida, corrió fuera de la torre, sin voltear atrás.
—E- ¡Eee-Espera!... — Grito Alberto. Luca, al ver que el pecoso quería hablar con Marlena, no tuvo de otra más que soltarlo de las manos, y vio cómo esté se levantó y fue tras ella sin pensarlo, dejándolo ahí sentado, solo.
—¡Mar, Mar, Lunedì, ¡espera! — gritó Alberto, y saltó desde lo alto de la torre, cayendo al lado de la chica, quien ya se encontraba fuera. Al escuchar el golpe, Marlena se asustó mucho y trato de levantar a Alberto.
—¿¡Estás loco, que te pasa!?, ¡Te lanzaste desde la torre, casi te matas, idiota! —Marlena, de rodillas, decía a Alberto al momento que lo revisaba en busca de heridas, lo regañaba a la vez que lo abrazo al percatarse que nada le paso.
—Lunedì , ¿Por qué te vas? Quédate, por favor, no te vayas — Musito Alberto, y tomo la mano derecha de Marlena entre las suyas. Antes, ella lo tomaba de las manos, y era todo tan normal, pero ahora, con un solo toque, ambos sentían que sus corazones comenzaban a volar.
—Miele, creo que es mejor así, Luca... Luca vino para estar contigo, y no veo correcto quedarme. —Contesto ella, tomando también su mano, mirando como sus dedos se entrelazaban, y su corazón quería salir de su pecho, amaba las manos de su Miele. Las manos de Alberto eran grandes, toscas y fuertes, y siempre la tomaban con tanta... seguridad mezclada con ternura. Las manos de Marlena eran pequeñas, suaves y tenían una que otra cicatriz, a causa de sus incontables travesuras.
—Pero, Lunedì, creí que...
—¿Qué habíamos venido juntos? — Interrumpió Marlena a su amigo.
—No Alberto, fue una coincidencia, encontrarnos aquí... al mismo momento. — Respondió la chica soltando su mano. Que ella lo llamara «Alberto», aunque era su nombre, dolió, en verdad le dolió al chico, ya que ella siempre lo llamaba Miele, frente a quien fuera, y eso ya todos lo sabían.
—Alberto... Miele, supongo, que mejor, hablamos mañana, él te está esperando, y yo creo que ya hice suficiente por esta noche —Dijo Mar, refiriéndose al beso —No, no quiero ocasionar más problemas entre ustedes por mi culpa, a domani, buonanotte Miele, (hasta mañana, buenas noche Miel. — Terminó la frase la chica, dándose cuenta de que Luca los espiaba desde la cima de la torre, escondiéndose entre las piedras.
—Lunedì... —Los labios de Alberto hablaron, sintiendo que había algo más, más bien, mucho más detrás de esa palaba. Solo vio correr a Marlena hacia el acantilado, ese acantilado donde tantas veces él mismo había saltado.
Alberto corrió detrás de ella, miro como ella saltaba al agua desde ese lugar, no sin antes, ella regalarle esa hermosa y cálida sonrisa que lo volvía loco, mientras movía su mano despidiéndose de él.
Alberto había deseado tanto estar de nuevo aquí, con ella... dormir abrazándola una vez más, y ahora... todo paso así.
Alberto sintió que una gota cayó sobre su antebrazo, dándose cuenta de que había comenzado a llorar. Esto dolía, de verdad la quería, demasiado.
—Se fue... no le importó que esté con Luca — Alberto se puso de rodillas en el suelo, con el corazón roto, pues creía que los sentimientos que él tenía por ella, su amiga no los tenía hacía él.
Se sentó, tratando de asimilar sus sentimientos por la chica y por Luca, se estaba volviendo loco. Ese pensamiento lo torturaba de tantas formas ya que, él no soportaría dejar a la chica con nadie más, ni siquiera con Fabrizio. Marlena era de él y no daría ni una oportunidad a nadie más de... ¿robársela?
—¿Qué estoy pensando? ¡Esto está mal! — Grito en voz alta el chico de ojos color esmeralda, limpió sus lágrimas y se dirigió de nuevo a la torre, con Luca, donde el pequeño ya había estado llorando también.
https://youtu.be/mD6v3Om25is
Girl Crush - Harry Styles
Ahora, Luca pasaba por esa etapa donde el amor te hace llorar, pero esa era una etapa que él mismo ya había hecho sufrir antes a Alberto, al verlo tan feliz con Giulia, pues el chico de ojos verdes, triste de que repentinamente y sin explicación Luca no le daba ni una pizca de atención, por las noches se perdía por el pueblo y lloraba, sin que sus amigos lo vieran, mientras Luca y Giulia observaban juntos las estrella, disfrutando de la compañía, la pelirroja se convirtió demasiado rápido en el único centro de atención de su pequeño ángel, siendo capaz traicionarlo, por ella, «Y a mí, que me lleve el diablo, a nadie le importo», pensaba Alberto.
Es extremadamente doloroso sentir, que quien amas, te cambia frente a tus narices por alguien más, eso fue lo que Luca hizo sentir a Alberto, y ahora lo estaba sintiendo Luca, el karma no perdona a nadie.
https://youtu.be/bf9M2nYefPw
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Una extraña y explosiva sensación invadió a Marlena. Recorría todo su cuerpo. Era como... Solo saltar al vacío, dejando atrás todo lo malo, para un humano esa caída del acantilado sería fatal, pero no para esta meredissa. Se sentía tan libre, saltar de ese lugar, en cierta manera la hacía sentir plena, era la reconciliación con ella misma que tanto había buscado a lo largo de este año. La soledad jamás fue una incomodidad para la chica, sentirse completa explorando en soledad, era algo que no había sentido desde que se enamoró de Guido, ya que se volvió dependiente de él. Ahora volvía a sentir la libertad acariciar sus mejillas, era solo ella en completa plenitud.
Esta sensación que mezclaba tristeza y felicidad por igual, la acompaño mientras nadaba de vuelta a su casa. Le dolía dejar a Alberto, pero ella entendía que, aunque lo amara, no era de ella, además no quería hacerse falsas ilusiones, ya mucho había llorado por amor, y que no quería llorar más, su corazón era libre, al fin.
—¡Luca, no te vayas!... — Grito Alberto al ver al pequeño a la orilla de la playa.
—Creí... creí que te marcharías con tu amiga —contesto Luca, y ambos se miraron al rostro, viendo que ambos habían llorado esa noche.
Alberto corrió, y aprisiono entre sus brazos a Luca, quien en un principio trato de empujar al pecoso, más termino por también abrazarlo fuerte.
—Vamos al escondite — Dijo al oído, Alberto a Luca y ambos nadaron juntos de nuevo hasta la casa de Alberto, pero esta vez, Luca no menciono ni una sola palabra y en todo momento nado más adelante que Alberto, evitándolo.
El tiempo y la cercanía con Luca ahora era incómoda. Luca estaba dolido, triste, y a su vez quería abarcar por completo a Alberto y no dar oportunidad a que él tuviera ojos para esa chica, aunque ni siquiera tenía el valor de admitir que se había enamorado de otro chico. Y Alberto, estaba roto en dos: de un lado Luca y al otro Lunedì, su Marlena, cada uno tenía una mitad de su corazón, y Alberto estaba justo en el medio.
—¡Buongiorno Ragazzi (buenos días, chicos), hora de despertar pececitos! —Grito Giulia con toda la intención de despertar a los monstruos marinos que dormían sobre las maderas del gran olivo, por el rocío de la mañana.
—Hoy no quiero ir a la escuela Giuls — Contestó Luca, más dormido que despierto, y Alberto apenas estaba despertando.
—¿Escuela? — Contestó Alberto confundido.
—La escuela... son vacaciones. No-no, ¿¡no es mi casa!?, ¡MAMÁ VA A MATARME! — Gritó Luca, en pánico absoluto y salto del árbol cayendo de sentón al piso y comenzó a correr aún en su forma marina, sin despedirse de nadie, desconcertando a Giulia y al mismo Alberto, mientras solo observaron al pequeño correr a máxima velocidad.
—Que... ¿Qué le sucede? — Preguntó Giulia, subiendo al escondite del árbol con Alberto.
—Luca... Así es con el tema de sus padres — Respondió sin muchos ánimos, Alberto, y Giulia solo movió la cabeza con una mueca que denotaba extrañeza y pena ajena.
—...
—Pues... ¿Cómo que hace hambre no?, ¿Vamos a comer sándwiches a la trattoria? — dijo Giulia.
—Si... ¡Sí, pero yo conduzco la Vespa! — contesto alegre Alberto con una sonrisa.
—¡No, no, no! ¡Ayer me dijiste que me dejarías manejarla a mí!
—Sí, pero ayer fue ayer, y hoy es hoy — Respondió cínicamente Alberto y la pelirroja le dio un suave empujón mientras se seguía quejando. Así, ambos se disponían a pasar un feliz día de hermanos. Juntos salieron de la casa, no notando que a lo lejos se miraba estacionada una elegante vespa roja, que no tenía conductor.
Al final Giulia fue quien manejo.
La mañana era cálida, un poco nublada aún, el frío no se hacía sentir con tanta intensidad como días pasados.
En el muelle había una cantidad considerable de embarcaciones de gran tamaño, atraídos por el fin del año que sucedería en unos cuantos días.
Luca, al salir de la casa de los Marcovaldo, intento lanzarse de inmediato a la vista del océano que posee la casa de sus mejores amigos, pero se sorprendió al mirar al frente un barco mediano que no provenía de Portorosso. Mejor desistió de lo que haría, y corrió apurado a encontrar un lugar seguro por donde ingresar, sin qué personas que no son del pequeño pueblo lo observarán cambiar, el mundo no sabía de la existencia de ellos... aún.
Había corrido demasiado, hasta que encontró un buen punto para lanzarse al mar y nado a su casa como si no hubiera un mañana.
—Oh no, oh no... ¿Qué le diré a mamá?, ¿Y si ahora si me envía al fondo?, ¿Y si ya no me deja venir con Alberto y Giulia?... Y, sí, ¿Y si ya no me permite regresar a Génova? —pensaba Luca apresurado y nervioso camino a su casa, hasta que el pequeño Giuseppe lo saco de su trance, al chocar contra su rostro.
Luca, extrañado lo tomo de la aleta trasera para no permitir que nadara más lejos y para su sorpresa, el pequeño pez se restregó con cariño en su cara, como forma de saludo, pues hace tanto que no lo veía, pues cuando Luca regreso a su casa se encontró con la sorpresa de que el pez cabra había huido.
Luca, enternecido abrazó a su pequeño pez, quien le brindo un poco de paz y alegría. Siguió su camino a casa encontrándose con la sorpresa de que todo su rebaño marino estaba esparcido a lo largo del campo de algas. De lejos observo que su padre torpemente simulaba que los pastoreaba, inconscientemente sonrió, recordando su antiguo trabajo. —¡Luca!, ¡Supongo que ya regresaste de tu gran aventura! —Escuchar la voz más aterradora de su vida, a tus espaldas no es la mejor forma de sacarte de tu ensoñación, en voz exageradamente fuerte y dramática, su madre Daniela, con sus palmeadas garras en la cintura de forma intimidante, pregunto a Luca.
—¡Má... mamá! ¡Yo! Yo. ¡Es que, yo! —Repetía nervioso el pequeño sin saber qué decir realmente.
—Burbuja, Grazie mile (muchas gracias) por los pepinos de mar que fuiste tan temprano a traerme, esta vieja antojada te hizo levantarte de tu cama, apenas aclareo el agua. — Dijo tranquilamente Libera abrazando a su nieto y llevándolo dentro de la casa. No permitió que cruzara palabra con su madre, Luca no sabía qué hacer, pero sabía que lo mejor era seguirle la corriente a su nonna (abuela).
Daniela solo los observaba frustrada. Luca y su nonna, escucharon como Daniela fue con Lorenzo a tratar de ayudar con los peces, pues su esposo era un desastre en todo lo que hacía.
—Y bien, burbuja, ¿Qué me tienes que decir? — Comenzó a interrogar «ahora sí» Libera a Luca.
Por la cabeza del chico, pasaron mil y una excusas, pues sabía que si su abuela hizo eso fue porque sabía que él no paso la noche en la casa. Así que, sin más, optó por decir la verdad. A su abuela nunca le mentía, no comenzaría ahora.
—Pase la noche en casa de... me quede con Alberto. —Contestó Luca y Libera solo lo miraba, no dijo nada por un momento...
—Y acaso, ¿eso tiene que ver con que mi burbuja pasara toda la noche llorando en silencio? —terminó Libera, siendo sus palabras como un dardo que le dieron justo al clavo, Luca no sabía qué hacer.
—Yo... bueno, es que yo... —decía Luca, mientras jugueteaba nerviosamente con sus dedos mirando al piso, sin encontrar las palabras. ¿cómo le confiesas a tu familia que... estás celoso porque una niña te quiere quitar al chico del cual estas enamorado?, tu, siendo... otro chico. Luca se tiró a su cama y se tapó la cara con la almohada. Sintió que su nonna se sentó en sus pies.
—Creo que debo hacerlo simple, burbuja entre Alberto y tú, hay algo, ¿no es así?... No respondas, si no quieres, aunque... si no respondes automáticamente es una respuesta —dijo contundentemente Libera, acariciando la cabeza de su nieto.
Completo silencio fue la respuesta de Luca al escuchar esto. No lo podía creer, ya no tenía salida, no con su nonna, y solo rendido comenzó a llorar ocultando su rostro entre sus manos, creía que ella lo dejaría de amar por esta causa. Luca sintió que Libera lo abrazó fuerte, acariciando las hermosas aletas de su cabeza.
—Calma mi pequeña burbujita, todo estará bien, no pasa nada.
Luca respiro hondo, el amor de Libera devolvió su alma al cuerpo, escucharla le devolvió el aliento, sintió que no estaba solo, no en esto. Ahora sí se atrevió a mirarla al rostro.
—Ya lo sospechaba amor, —dijo Libera, mientras lo tomaba de la mejilla y le daba un beso en la frente —no cualquier amigo viene y le planta cara a ese monstruo que tienes de madre como lo hizo mi espumita — Luca se sonrió, aunque Alberto ya le había contado en cartas de que su nonna lo llamaba de esa forma, él nunca la había escuchado, y le pareció demasiado lindo.
—Luca, Alberto es un buen chico, que haría cualquier cosa por hacerte feliz, y valoro eso.
—Nonna... — Temeroso, Luca comenzó a hablar de a poco. —existe una chica, que es amiga de Alberto, y también de Giuls.
—Sí, la conozco —dijo Libera sorprendiendo a su nieto.
—¿Cómo... porque la conoces?
—Hace 8 años, que... que perdí a tu nonno (abuelo) y llegué aquí con ustedes, fue cuando conocí el pueblo, y a mis viejas amigas gruñonas. En ese entonces, ellas, tenían a dos niños con ellas, un niño de 11 y una niña de 7 años, a quienes habían adoptado.
—Esos niños, ¿Eran Matteo y Marlena?
—Sí. Los conozco desde ya bastante tiempo, son buenos chicos, siempre han sido amables y respetuosos conmigo, pero son más revoltosos de lo que es Alberto, debo decir. Sabes burbuja, en algún momento pensé que, ella podría, «en algún momento», de nuevo, ser buena compañía para ti, qué irónico. — Termino de decir su nonna, dándose una idea de lo que ocurría.
Luca, al escuchar esto, no pudo evitar imaginarlo, pues, la relación con esa chica desde que la conoció fue extraña. La primera vez que ella lo vio, no dudo ni un minuto en decirle sin ningún pudor lo lindo que a ella le parecía él y en abrazarlo de la espalda a cada momento. No lo negaría, ella era muy hermosa y encantadora... Y aunque Luca jamás lo mencionó, a él también ella le encantó físicamente, y le cayó perfecto, eso hasta que se dio cuenta de cómo Alberto se perdía en su mirada. Debía admitirlo, una parte de ella le recordaba al mismo Alberto, y tampoco podía poner en poco que, ella le había salvado la vida también.
—¿Luca, piensas de verdad terminar tus estudios en Génova? — Pregunto Libera, sacando de sus pensamientos a Luca.
—Si nonna, ¿por qué lo preguntas? —respondió Luca, con curiosidad.
—Luca, burbuja... existen ocasiones en la vida, en que oportunidades nos son dadas solo en un determinado momento, y si esperamos demasiado puede que no regresen. ¿Sabes que tu mamá planea emparejarte? —Libera decía con un claro desagrado por esa idea.
—Sabía que, mamá lo ha sugerido, pero no que estaba planeando hacerlo de verdad —contestó con temor Luca.
—Ya he hablado con ella mucho, más sabes cómo es tu mamá. Ahora te pregunto, ¿Luca, que es lo que quieres tú?
«Quiero a Alberto» ... Eso fue lo que debió decir en ese instante Luca, pero solo lo pensó. —Quiero... terminar de estudiar, creí que, tal vez, lejos de aquí mamá desistiría de su idea, si no estoy aquí, no tendrá como emparejarme —contesto Luca.
—Nonna, ¿Sabes por qué, mamá, nunca me mando a la escuela, aquí en el océano? — Dijo como última pregunta Luca, era una duda que lo invadió desde su primer día de clases.
—Daniela tiene la errónea idea, de que no necesitabas estudiar sí te iba a emparejar con alguien que cubriera todas tus necesidades económicas, y las de ella también, así que, según ella, no tenías ningún motivo para salir de casa. —Contesto Libera, el rostro de Luca, sin quererlo denotaba lo que opinaba de la idea de su madre, coraje, frustración e impotencia.
—Lo sé burbuja, yo también pienso que eso está mal... sabes, no justifico, ni comparto su actuar, pero sé que ninguno viene a esta vida sabiendo ser padres. Sabes, a mí, mis padres me emparejaron con tu abuelo a los catorce años, pero yo ya estaba enamorada de él desde los diez años, él tenía dieciséis cuando nos formalizaron, así que fue una larga y muy feliz vida a su lado, porque él también me amaba. Eso es lo que importa, que exista amor.
—Gracias nonna. —exclamo Luca abrazando a su abuela y también ella lo abrazo.
Giulia y Alberto, habían pasado todo ese día conociéndose más, jugando y platicando. La chica contó la historia de sus papás a Alberto, como era su madre, y como era su vida en Génova, y Alberto sintió la confianza de contar lo que había vivido, antes de llegar a Portorosso. Ese día un lazo especial, un verdadero lazo de hermandad, se afianzó en ellos. Giulia siempre deseo tener un hermano, alguien con quien compartir y Alberto también siempre deseó que alguien estuviera a su lado, realmente los chicos se llevaban genial.
Eran aproximadamente las seis de la tarde y a lo largo de ese día, Giulia había notado pequeños carteles pegados en las paredes de los diferentes lugares a los que Alberto y ella fueron, pero no les presto mucha atención. A la noche, Fabrizio junto con Mar fueron a visitar a los Marcovaldo, pues era lo que cotidianamente hacían, estando de vacaciones, todas las noches iban a visitar juntos a Alberto; aunque, tanto Giulia, como Fabrizio, vieron comportamientos extraños entre Alberto y Marlena.
En cierto momento, Alberto salió de la casa a comprar algo que le pidió Massimo, y al regresar, Alberto traía consigo otra rosa, del mismo sitio de donde arrancó la otra, la noche anterior, solo que la rosa que ahora había arrancado era de color blanco. Se la llevó a Marlena, acompañando de una sonrisa no muy típica en el chico, pues no era su misma sonrisa pícara y fanfarrona, sino, más bien, era una sonrisa tímida que buscaba con desespero obtener aceptación por parte de Marlena, quien normalmente habría saltado sobre Alberto a abrazarlo, pero ahora no fue así. Mar solo se delimitó a agradecer ¿de manera tímida? y ruborizarse... esta acción no pasó desapercibida ante ninguno de los dos chicos. Marlena, la más extrovertida ¿estaba intimidada?
Más tarde, encontraron de manera bastante obvia debo decir, a Alberto mirando fijamente a la chica, mientras ella disimulaba que no se daba cuenta, aunque para todos era más que notorio este juego entre ellos, todos los intentos de acercamientos del pecoso eran disimuladamente evadidos por la chica de ojos iridiscentes.
—Fabrizio, ellos ¿Siempre son así el uno con el otro? — preguntó Giulia.
—No... realmente, casi siempre Alberto y Marlena se la pasan discutiendo, no en verdad, sabes... discutiendo jugando —contestó confundido Fabrizio.
—Esta, fría, la noche, ¿verdad? —preguntó Giulia a Marlena, sentándose a su lado, aunque Mar, quien miraba fijamente «algo» a través de la ventana, no le presto mucha intención.
—Sí, supongo, aunque nosotros, los que somos del océano, no sentimos tanto el frío como ustedes —respondió desinteresadamente Mar, sin despegar su vista de la ventana.
—Entonces... ¿por qué no sales a platicar con mi hermano, en lugar de solo admirarlo desde aquí? —remato Giulia, con toda alevosía y ventaja.
La chica de ojos lilas se puso roja cuál manzana, y Giulia no pudo evitar reírse de ella a carcajadas mientras su amiga le daba un gran empujón.
—Bueno, eso y... Porque desde que llegue veo que siempre usas suéteres exageradamente grandes. —siguió la pelirroja, como si fuera una niña preguntona y pequeña.
—Oh, no, solo... estoy probando un estilo diferente —contesto algo pensativa Mar.
—¡Oigan chicos, quería decirles que, si vamos todos a esto, el último día del año! —entro corriendo Fabrizio con uno de esos papeles que vio Giulia esta mañana en la mano.
—¿Qué es eso? — Alberto le quito el papel de las manos y lo comenzó a leer en voz alta.
—«La fine di un decennio e l'inizio di un altro, venite ad accogliere con noi il nuovo anno (El fin de una década y el comienzo de otra, ven a recibir el nuevo año con nosotros), 1970, recibamos con alegría y baile una nueva época» ... ¿Qué?
—No lo sé, mi mamá se peleó con mi abuela, así que no iremos a ningún lado en fin de año, pensé que, ya que todos estamos juntos podríamos ir, se supone que sería en la piazza (plaza). —Dijo Fabi.
—Oye... no tenía idea de qué sabías leer, y menos que leyeras tan bien —dijo Giulia a Alberto y le quitó el papel de la mano.
—¿Entonces cómo es que leo tus cartas y también como es que las contesto genio? —contestó Alberto a Giulia, y ambos comenzaron a reír.
—Se escucha fantástico, me encantaría ir, le diré a Luca — Termino de decir alegremente la pelirroja.
—Lunedì, ¿te gustaría ir al baile conmigo? — Preguntó en voz demasiado alta Alberto a Marlena, quien estaba al otro lado de la sala sentada viéndolos.
Giulia y Fabrizio solo se quedaron viendo la situación, hasta Massimo quien aún acomodaba cosas en la pescheria escucho al pecoso.
Sí a solas, Alberto no había podido platicar con ella, no le importaba entonces decirle frente a quien fuera, lo único que quería era acercarse a su Lunedì, su Marlena.
—Si, Miele —Mar contesto, con una sonrisa auténtica y un brillo sin igual en su bella mirada que era imposible de ocultar, amaba lo decidido que era el chico de ojos verdes.
Fabrizio solo los observaba detenidamente.
12:30 am
A través de la adoquinada calle principal, iban caminando la chica de ojos iridiscentes y su «dolce principe» (dulce príncipe), como Mar decía de cariño a Fabrizio.
Fue una caminata silenciosa, Fabrizio iba pensativo y Marlena parecía que iba en su mundo, admirando la flor que Alberto le había regalado y acariciando sus bellos pétalos de terciopelo, una hermosa rosa blanca.
—No... ¿No quieres pasar? — preguntó Marlena a Fabi, al llegar a su casa y abrir la puerta.
—Marlena, sí. Realmente, quiero platicar contigo... — Dijo Fabrizio y ella solo asintió.
—¿Estás bien? —preguntó Fabrizio, pues, aunque ahora Marlena se miraba alegre, durante toda la noche noto como si ella estuviera triste.
—Sí... perfecta, ¿Por qué lo dices?... —contestó la chica, intentando emitir una mísera sonrisa, sabiendo ambos, que era una total mentira.
—Mar, te miras... triste. —Fabrizio tomo de la mano a su amiga
—No... estoy bien, no te preocupes. —replico Marlena
—Mar... a ti te gusta Alberto, ¿no es así? — preguntó directo y sin rodeos Fabrizio.
—Fabi... — Respondió Marlena evitando su mirada.
—Hermosa... mírame —contestó Fabrizio, tomándola de la barbilla para hacerla que volteara, viendo que su vista estaba cristalizada y estaba haciendo pucheros.
Marlena no quería de nuevo hacer sufrir a Fabrizio, sabía que él la quería más allá de una amistad, habían hablado, y todo había quedado más que claro, pero no sabía cómo reaccionaría al saber... que ahora sí que se había enamorado, en verdad. Fabrizio la abrazo y ella lo abrazo fuerte también.
—Él también te quiere mucho, pero... ¿Qué no es gay? —dijo Fabrizio mientras que la abrazaba.
—No lo sé Fabi, al principio... también lo pensé, creí que estaba enamorado de Luca, pero... pero...
—No se trata de eso enanos — Contestó Matteo, quien estaba escuchando todo lo que hablaron, y les saco un gran espanto a ambos.
—¡Idiota, que haces ahí! — gritó Marlena, atacada de risa al igual que Fabrizio.
—¿¡Yo!?, yo he estado aquí desde que abriste la puerta, y ni siquiera me escucharon que los invite a cenar, vaya, hasta mis tías tienen rato viéndolos desde el balcón.
Los tres instintivamente voltearon, mirando a las dos ancianas viendo TV en el balcón, recibiendo el frescor de la noche.
—Buonanote! (¡Buenas noches!) — Gritó Fabrizio, moviendo su mano alegremente.
—Ciao Fabrizio! (¡Hola Fabrizio!) — Gritaron ambas hermanas.
—Pasen —dijo Matteo, y todos se sentaron a la mesa.
Después de cenar el Risotto alla milanese, que había intentado hacer toda la tarde el atractivo chico de ojos lilas, Matteo, ahora sí comenzaron a platicar.
—Esto, esto... ¡Está delicioso hermanito! No sabía que cocinabas así, es más, a ti no te gusta cocin... — Alagó Mar a su hermano y él la interrumpió.
—Bueno, que bien que les gusto, es mi cuarto intento —contestó Matteo sin pensarlo.
—¿Cuarto intento? — preguntó Fabrizio sorprendido.
—Bien, como sea, ¿Recuerdan, la plática que tuvimos ayer en el patio de la casa del puberto? —preguntó Matteo a ambos chicos, cambiando rotundamente de tema.
—Si... lo de Atlantis y eso —contestó, Fabrizio.
—La parte que me gustaría que recordaran es sobre los hermafroditas —contestó de nuevo Matt, Marlena no lo podía creer, entendió de a una, a lo que se refería su hermano.
—Pude notarlo esa noche —respondió Matteo, dando por hecho que también Fabrizio había entendido lo que quería decir.
—¿Qué?... O sea que... — Respondió totalmente extrañado Fabrizio.
—El amigo de Alberto es un hermafrodita, y también un volcán de hormonas en erupción. — Dijo Matteo —O sea que, bueno... yo no sé qué suceda entre Alberto y ese chico... — Movió la cabeza Matteo, de forma incrédula al pensar que, a sabiendas de eso, Alberto trataba de ilusionar a su hermana. El instinto de «padre protector» lo invadió, pero también sabía que había algo que no le cuadraba —Sabemos que mi hermana realmente le gusta, es por eso que volvió en sí... tampoco me da la impresión de que Alberto sea de verdad gay, pero si es muy posible que el chico le atraiga.
Fabrizio observó de inmediato como el rostro de Marlena se apagó, conteniendo el sentimiento pues quería llorar. Instintivamente Fabrizio le dio una patada en la pierna por debajo de la mesa a Matteo y le hizo señas que viera a su hermana. Matteo asombrado volteo a verlo, jamás el tierno Fabrizio se había atrevido a hacer algo así.
—Mar... No me gustaría verte sufrir de nuevo, no alimentes ilusiones, donde veas que es un terreno peligroso —comento Matteo, y su hermana solo asintió, pero no cambio su rostro triste.
Fabrizio tomo de la mano a Marlena, y ella lo abrazo.
https://youtu.be/onhyUvdycMI
Why I can't i -Liz Phair
La vida es un recuerdo, a cada momento el tiempo muere y solo tendremos lo que guardemos en nuestros corazones.
Marlena dormía cómodamente, y al lado de su cama, estaba la rosa que Alberto le regalo, dentro de un vaso con agua. La noche era fría, el típico resplandor del invierno se hacía presente esa noche.
De a poco despertó Mar de sus dulces sueños, donde estaba en la torre con Alberto, recostada sobre su pecho, el calo de Alberto la abrigaba, aunque el frio que sentía venia de su corazón. Observo la rosa un momento, se levantó de su cama con una idea en la mente. Tomo un viejo tarro que en algún momento fue contenedor de café, pero ahora tenía adornos hechos a mano y pintura algo desgastada, y solo volteo su contenido sobre el escritorio de su habitación, un montón de lápices a medio acabar, envolturas viejas de dulces y algunas perlas.
Desde hace años tenía ese lapicero en su habitación. Lo atesoraba como una joya de gran valor, pues cuando era pequeña, lo hizo como trabajo escolar, de regalo a las mamás, pensando que se lo regalaría a su madre cuando regresara de buscar a su papá, jamás sucedió.
Mar bajo a la cocina y con un clavo, hizo tres agujeros debajo del lapicero, robo tierra de las plantas de sus tías, y en su balcón planto la rosa que le había regalado su Miele. Con mucho cuidado y esmero la planto, regó sus pétalos, y coloco ahí, en el único lugar donde ella sabía que estaba, en su balcón, recibiendo la luz de la luna de medianoche, viendo a ese faro con el fuego encendido a la cima que se observaba desde la vista de su habitación, y regreso a dormir.
Luca estaba feliz, después de reflexionarlo un rato, sí su mamá no lo dejaba salir de día, entonces lo haría de noche, a escondidas. Había pasado las últimas dos horas platicando con Alberto, a quien fue a despertar a su habitación y juntos se fueron a la isla. Pareciera que el tiempo no paso, con entusiasmo ambos se platicaron algunas cosas que habían hecho en estos meses, a excepción de algo... Aunque Alberto contó cada detalle (casi) de su amistad con la chica, Luca no menciono a Alessandra, ni que menospreciaba a la pelirroja por ella, ni mucho menos que cada día en Génova lo pasaba al lado de ella... Ahora, Luca se encontraba en paz, mirando a Alberto dormir a su lado. En esa torre todo era como si él nunca se hubiera ido de Portorosso, y no existía nadie más además de Alberto y él. El pecoso no le conto nada del baile, donde, en un desesperado intento de que su amiga de nuevo pasara tiempo con él, invito a su Lunedì, ni nada de sus enredados sentimientos.
Con cuidado de no despertar a Alberto, Luca le dio un pequeño beso en los labios, beso que nació de su corazón, beso que no se atrevería a dárselo despierto y se marchó a su casa. Luca, al dormir, soñaba que volaba entre Portorosso y Génova.
Alberto... Alberto estaba perdido en sus sueños, que lo llevaron de regreso a Vernazza, a un día soleado, de clima templado, característico del otoño, donde se encontraba con su Lunedì paseando por la ciudad después de clases. Corriendo ambos con sus mochilas cargadas, jugando, y riendo, solo eso. Ella era la única razón, por la que en su interior ansiaba regresar de vacaciones, pues siendo así, cada día ella y él se perdían juntos en la carretera, en La Via dell' amore, mientras que ella lo abrazaba de la espalda todo el camino y él, se perdía en el sonido de sus risas, y en su calor, aunque antes era algo que él no notaba.
Fabrizio estaba despierto, pensando en todo eso que había pasado, en que ahora, su gran amor, estaba enamorada, de su mejor amigo. Estaba triste, pero a su vez sería feliz, si Marlena si llegaba a ser feliz esta vez. Le tenía cariño a Alberto, pues se había convertido rápidamente en su mejor amigo, solo esperaba que él no jugara con ella, sí es que, para su mala suerte, ellos llegaban a iniciar algo juntos.
Giulia... Giulia estaba completamente dormida en la habitación de su padre, la pelirroja soñaba con los labios de Fabrizio sobre los de ella, soñaba con sus besos.
Alguna vez, en algún lugar escuché, que el amor, es como una planta...
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