Resiliencia

Resiliencia.
Capacidad de sobreponerse a momentos críticos y adaptarse, luego de experimentar alguna situación inusual e inesperada. También indica volver a la normalidad.

    Dentro de la gran sabiduría japonesa, existe algo llamado "Kintsugi", se refiere, a reparar cerámica, uniendo los trozos rotos con barniz mezclado con oro en polvo.
¿Al corazón se le puede aplicar la misma técnica? 


-Portorosso
-30 de diciembre, 1969-
-martes-


    «—¡Tú que vas a saber, trae acá! —Pavel, arrebató con fuerza las tijeras de las manos de Alberto, y comenzó a recortar sus rizos mientras lo estrujaba. Alberto lloraba y Pavel insultaba en lengua polaca. El hombre, ya antes había marchado a su tierra dejando solo a Alberto, disponía a hacerlo de nuevo hoy y Alberto no quería separarse una vez más de quien creía su padre. Ahora el pequeño quedaba bajo "el cuidado de una amiga de su padre", esa gorda y desaliñada mujer, solo cuidaba de que el chico no muriera por inanición, pero de ahí en fuera, nada. Alberto no entendía porque su papá lo abandonaba con esa mujer. Duro un año en ese puerto, el año que «asistió» a la escuela, o al menos eso parecía. Una casa sin el preparamiento necesario para ser un centro de educación solo enseñaba a 5 o 6 niños a leer y escribir.» El embriagante recuerdo, se mezcló entre el sueño, con las dulces y femeninas notas de un canto.

«Nada brilla más bello que tú.
El sussurro dei miei notti, il rocío dei miei giorni (El susurro de mis noches, el roció de mis días)
Nada brilla más lindo que tú.
Hermoso sol de mi vida» 

    —Te amo mi amor, y siempre lo hare, siempre estaré contigo, aquí, en este hermoso corazón —Aurora comenzó a hacer cosquillas en el estómago a Alberto, a quien tenía entre sus brazos.
    —¡Te amo más mami! —Alberto era feliz. 

«Nada brilla más bello que tú.
El sussurro dei miei notti, il rocío dei miei giorni
Nada brilla más lindo que tú.
Hermoso sol de mi... mi ...» La imagen de la Strega, nubló la mente de Alberto, la dulce voz de Aurora, el aura de tranquilidad y protección que ofrecía a su hijo cambió al ensordecedor chillido del monstruo y su sensación de vacío sin fin. Las tinieblas devoraban a Alberto, lo saboreaban mientras caía más y más. No acostumbraba a admitir que «algo lo asustaba», pero por supuesto que ahora Alberto estaba asustado, estaba horrorizado y en completa inmovilidad, ahogando sus gritos y los incesantes latidos de su corazón, en un cuerpo que parecía estar inerte. Desde las entrañas del abismo, miraba una luz brillante, alucinante. Su Lunedì resplandecía. Marlena peleaba ferozmente con el monstruo, transformada en un demonio mismo...
    —Te prometo que siempre estaré contigo, solo me iré si tú me lo pides —La voz de Marlena retumbó en los oídos de Alberto.
Ahora Alberto y Marlena estaban bajo las sábanas de la cama de Alberto. Marlena estaba entre sus brazos. El horror se fue, la oscuridad desapareció, al diablo todo lo demás, solo existen ellos dos, solo existe este momento... Un silencio.
Un beso, y la dulce voz de su amiga, mientras le cantaba a él. Alberto era feliz.

Alberto despertó, lucido y recordando todo esto.

    —¿E... e-stas bien? —Preguntó Luca, a quién Alberto despertó, al levantarse tan de repente pues esa noche ambos se quedaron dormidos en la torre.

    —Si.  Creo, creo que deberíamos ir a nuestras casas —Dijo Alberto. Luca solo lo miraba, pues pensaba que Alberto se comportaba extraño, pero aun así accedió, y ambos «alegremente» se marcharon de la isla.

    —¿Hay lugar para mí? —Dijo Matteo a su hermana, quien se encontraba sentada al pie del árbol de su patio. Marlena se sorprendió al verlo, pues él llevaba una lata de cerveza en la mano; la chica intento ocultar detrás de ella la lata de cerveza que estaba bebiendo, para que Matteo no la mirara, y en su torpe movimiento, tumbo otra lata vacía que ya tenía detrás de ella.

    —Marlena, sé que estas bebiendo... en realidad siempre he sabido que una vez al mes me robas una o dos latas de mi habitación, pero Mar, ya van seis en tres días, ¿Que te sucede? —Dijo Matteo, sentándose a un lado de su hermana.

Marlena se sonrió, pues su hermano tenía razón. En ocasiones Mar bebía sola, o le llevaba una lata a Fabrizio, quien hacia como sí se la tomara, pero siempre terminaba bebiéndose ambas Marlena; 

    —No importa si me tomo dos o tres seguidas... o más, no sé lo que es estar ebria realmente—habló Marlena —salud hermanito —Dijo Mar, y ambos chocaron sus latas. Marlena bebió el total del contenido de su lata de un solo sorbo, y Matteo la observaba.

    —Mar ¿Que te sucede? —Dijo el mayor de los Scatola.

    —Matteo, ¿Alguna vez has matado algo? —Dijo pensativa Marlena, jugueteando con sus dedos.

    —Mar, no. Lo sabes, nada fuera de peces o pulpos para comer ambos —Contestó Matteo. 

    —¿Crees que la Strega... ¿La mate? —Dijo la meredissa, sintiendo un nudo en la garganta, y un vacío que dolía en el estómago.

    —Mar, lo que sucedió no fue tu culpa, sí paso o no paso, quiero que lo olvides, o al menos trates de olvidarlo, claro que es algo muy feo, pero, solo hiciste lo que creíste necesario en ese momento para sobrevivir y proteger a tus amigos —Contestó Matteo —tengo de hermana a la chica más valiente y fuerte, eso es lo único que importa. —Terminó de decir Matteo, y abrazo a Marlena.

    —Lo intento Matty, créeme que lo intento, pero no sé, me siento sucia, siento que, cuando me mire al espejo, me mirare manchada de la sangre de esa cosa. Esto... realmente, no estaba preparada para esto Matt —Marlena comenzó a llorar, era verdad, la culpa y el asco de sentir todo eso la estaba corroyendo en silencio más ante todos, ella era la de siempre.

 Al día siguiente

    —No sé en qué estaba pensando —Dijo Marlena, al mirar su reflejo en el espejo, llevaba puesto el vestido que compró hace dos días.

    —¡Marlena, por favor, ¿podrías bajar un momento?! —Gritó Matteo, demasiado amable. 

    —¡Uy, ¿porque tanta amabilidad hermanito?! ¿Será que quieres que te preste dinero? —Contestó Mar, y se apresuró a cambiarse para bajar.  Un pequeñísimo grito, y ojos que querían salir del rostro reflejó por un segundo la cara de Mar, al pasar frente a su espejo y mirar por el rabillo del ojo su reflejo empapado de un líquido azul.

«¿Que me pasa? ya, no pienses en eso» Pensó Marlena, al regresar a observar su reflejo, y mirarse completamente normal. Le restó importancia, sí al final de cuentas esto había sido lo menos raro que le había pasado en estos últimos días. Corrió a atender al llamado de su hermano. 

    La chica saltaba a través de los escalones, mientras bajaba a la cocina que desprendía un delicioso sabor a comida —¡Sí es eso, desde ahorita te digo que solo tengo doscientas lir...! —El canturreo alegre de la chica fue interrumpido por la mano de Matteo tapando su boca, apenas terminando de bajar la escalera.

    —Cállate lagartija, si te comportas como una persona decente te doy veinte liras —Susurró Matteo y soltó a su hermana.

    —¡Oye, ¿qué te pasa?! A demás... veinte liras es muy poco, tacaño —contestó Mar, mientras se acomodaba su gran suéter gris, lleno de cortes a tijeras en los brazos y cuello, sus típicos minishorts y viejos Converse.

    —¡Ay! Precisamente hoy elegiste para vestirte como indigente que no le queda la ropa 

    —¡Hey!, ¡Cállate o no hay trato! —Respondió Marlena al insulto de su hermano. 

    —¡Mar, yo!, yo... Te quiero presentar, a alguien. —Dijo Matteo, de forma más seria —Hermanita... es algo de verdad importante para mí, y de verdad quiero que la conozcas.

La chica, dejó de lado las bromas al ver el rostro de su hermano. 

    —Ok, vamos. —Dijo Marlena, y juntos fueron a la sala de su casa. 

    —Marlena, ella es Jolie, mi novia. Jolie, ella es mi hermana menor, Marlena. —Dijo Matteo.

El rubio cabello de Jolie destellaba como la flama de una vela aromática, y sus ojos, de un tono azul cristalino, desprendían calma. Era la chica rubia, con quién antes Marlena había visto a Matteo. 

    —Piacere, encantada de conocerte —Dijo Marlena con sinceridad y le extendió la mano, era la primera vez que su hermano, le presentaba a alguien, o tan siquiera llevaba a alguien a casa. 

    —¡Salut!... Ravi de te rencontrer également (¡Hola!... mucho gusto también) ... ¡Oh, ay!, lo siento, que, q-que torpe —Jolie se rio nerviosa e inquieta; para Marlena estaba siendo divertido el encuentro —¡Igual, mucho gusto belle!, tu hermano me ha platicado mucho sobre ti —Contestó Jolie, saludando apresuradamente con su mano, algo torpe y con rapidez. Estaba avergonzada, pues sus nervios la hicieron saludar en Frances, su lengua natal. Jaló un poco a Marlena y la saludo con un beso en cada mejilla. Marlena sonrió encantada, y escapo una pequeña risita de sus labios, pues tal acción le pareció cómica, aunque el claro nerviosismo de la rubia por conocer a la familia de su hermano, la creyó completamente adorable. Ella misma sabía, lo que se sentía ir por primera vez a la casa del chico que amas, Marlena la trataría como le hubiera gustado que la familia de Guido la tratara a ella. 

    —Me encanta tu cabello. Antes yo tenía mi cabello tan largo como tú, pero mis amigos me lo cortaron... bueno es una larga historia —Dijo Marlena, mientras tocaba un mechón de su corto cabello negro.

    —Bueno, ¿Vamos a comer o no? —Preguntó Concetta a Matteo

    —¿Tía... no será a desayunar? —Respondió Marlena confundida

    — Niña, no sabes ni el tiempo en el que vives, ¿Tan siquiera sabes qué hora es?, son las doce del día, deberías de dormir en lugar de estar despierta toda la noche, preguntándote si le gustas a ese chico, compórtate como adulta. Tampoco nos dejaste dormir a nosotras —Respondió Pinuccia.

    —En nuestros tiempos no importaba que alguien le gustara a alguien, solo nos emparejaban con quien mejor les pareciera y se acabó. Si te invito a salir ese niño ya no tienes más que pensar —Añadió Concetta, mientras Jolie observaba a Marlena morir de vergüenza, pues sabía que la había escuchado hablando con Fabrizio sobre eso, mas no pensó que les estuviera prestando atención. Matteo se reía de ella. 

    —¡Ah, con que ya se atrevió! —Dijo Matteo a Mar, burlándose de ella

    —¡Abra un baile en el que iremos todos juntos, él! ... Él no especifico que quisiera «salir, salir», conmigo —respondió Marlena, las últimas palabras le pesaban tanto en el corazón.

    —De hecho, a tú edad...

    —¡A nuestra edad ustedes ya estaban casadas! —Interrumpieron los hermanos Scatola a las hermanas Aragosta al unisonó, arremedando sus voces, a lo que las ancianas correspondieron lanzando miradas asesinas a sus sobrinos adoptivos; y Matteo abrazo a su hermana, como fingiendo protegerla de un bolsazo, mientras ambos se burlaban, les gano la risa a las ancianas.

    —Tía, que ustedes crean que desde los trece ya deben hacer su vida, no significa que ya debamos hacerlo, eso es muy, sería muy... muy raro —Dijo Marlena

    —No es que lo digamos nosotras Marlena, eres una Meredissa, no eres humana, aunque muchas veces se te olvide, a los dos, además ¿Quieres vivir bajo las reglas de estos humanos?, pues entonces desde los quince años para ellos ya eres mayor —Contesto Pinuccia, dejando pensativos a ambos hermanos.

    Estando ya a la mesa, Marlena se sorprendió al mirar a Matteo sirviendo la comida a todos. La comida era ese delicioso platillo que para Matteo se convirtió en un martirio hacer, ese que hace días su hermano les había dado a Fabrizio y a ella a probar para asegurarse que sabía bien. Para esta comida se había preparado tanto su hermano.

 «Vaya que está enamorado mi hermanito» Pensó Marlena, mientras se echaba una gran cucharada de comida a la boca, sintió muy bonito en el interior ver la escena, pensó «así se mira el amor», Aunque eso no significaba que pasaría la oportunidad de molestar a su hermano, al fin de cuentas, ese es el lenguaje de amor de los hermanos.

     —¿Y para cuando la boda hermanito? — Dijo sínica y burlona la Meredissa, y la cara de Jolie se puso de mil colores.

    —Para cuando le pidas a Alberto que sea tu novio, y que le digas que lo amas y que te mueres por él y sus besos, hermanita. —Soezmente respondió Matteo, sin pensar demasiado, y Marlena al escucharlo escupió su comida sobre Jolie, quien no sabía si reír o limpiarse, la familia de su novio era... peculiar.

    —¡Hay no... no-no-no, lo siento, lo siento! —Gritó Marlena, en total vergüenza mientras buscaba con que limpiar a la novia de su hermano.

    —¡Marlena, Matteo, hasta parecen niños pequeños, si eso es lo que quieren ya de una vez los nalgueamos frente a la muchacha! —Gritó enojada Pinuccia, mientras se levantaba a traer una toalla para Jolie, quien estallo en risas, Mientras Marlena le limpiaba el cabello con servilletas, y Matteo no hallaba que hacer.

    —No se preocupe, fue un accidente, no pasa nada —Entre risas, apenas pudo pronunciar la rubia. Después de eso, la comida transcurrió con... con más normalidad., pero algo no pasó desapercibido para Marlena, la piel de Jolie no cambio al tocar agua.

Desde la mañana, Alberto intentaba dibujar a la mujer que había visto en sus sueños. Lo inquietaba que su imagen se borrara de nuevo de su memoria, sabía que esa mujer que escuchó el otro día en el mar, esa quien lo abrazaba en sus sueños, era su mamá.

—¡Wow! ¿Tu dibujaste esto? —Dijo Giulia, demasiado fuerte. Entro la pelirroja sin tocar a la puerta, y tomaba los papeles sin permiso.
Alberto tenía regado por todo el escritorio los dibujos que en ocasiones hacía. Dibujos de Luca, de él, en algunos aparecía también la pelirroja. Dibujos de Massimo, Alberto, Macchiavelli y Davinci también, dibujos de Fabrizio, Marlena y él... Dibujos solo de Marlena.
En los muchos dibujos se veía el avance de su técnica, algunos eran... extraños, pero todos muy bellos. Entre todos esos dibujos sobresalían más de cinco dibujos de una mujer joven, resaltaban, pues en lugar de ser solo dibujos, trataban de asemejarse más a un retrato.

    —¿¡Que no te enseñaron a tocar!? —Gritó Alberto al mirar a Giulia, y arrebató de sus manos un dibujo de su mamá. Los ojos verdes de Alberto denotaban ira y frustración.

    —¡Hey, ni te quejes, que esta es mi habitación, y si tú te quedas aquí —Giulia toco con su dedo índice el pecho de Alberto. —es solo porque yo lo permito! —Terminó de decir rápidamente Giulia. La chica tenía demasiado carácter, que no permitiría ser doblegado por nadie, y sí algo tenían en común los nuevos hermanos, era su personalidad explosiva, en cambio, Alberto no tenía buena tolerancia a situaciones tensas, solo solía dejarse llevar por el momento y la situación.

    —¡Habla lo que quieras, en unos días te iras de aquí, y ni quien se acuerde de ti, yo no necesito tu permiso para nada, entrometida! —Contestó Alberto, y empujó a Giulia con una mano.
Massimo escucho gritar a sus hijos y decidió subir a echar un vistazo.

    —Giulia, Alberto, ¿Qué sucede aquí? —Preguntó Massimo al entrar a la habitación. Encontró a ambos chicos mirándose con odio. Esto ya lo tenía previsto el gran pescador, al conocer mejor a Alberto y conocer también el carácter de su hija, sabía que tarde o temprano tendría enfrentamientos entre ellos, aunque no esperaba que fuera tan rápido. Ninguno de los dos chicos contesto nada. Giulia salió de la habitación, y Massimo fue tras ella, no sin antes dirigirle «esa mirada» que le dedicaba a Alberto cuando algo hizo mal. Con Giulia ya hablaría cuando llegara con ella.

Alberto era una bomba de emociones. Si bien, el recuerdo de su mamá lo hacía feliz, los recuerdos de Pavel (a quien creía su padre biológico), que despertaron de nuevo esa herida en su alma, la amarga sensación de su vida pasada aunada la situación de Luca y Mar, ya lo habían sobrepasado.

En ocasiones, cuando mejor quieres hacer las cosas, es cuando más la riegas.

    —Giulietta ¿Qué pasó haya arriba? —Massimo preguntó preocupado.

    —¡Nada papá, que tu nuevo hijo es un idiota! —Contestó Giulia, sujetando su rizado y rojo cabello en una alta cola de caballo. —Es solo que, me metí a «MI» habitación sin preguntar, y encontré al idiota con todos los dibujos de su noviecita, y se enojó, y yo le dije que ni se molestará, él está en mi cuarto y se molestó conmigo y me empujo, me dijo que era una entrometida y...

    —Entrometida si eres, pero igual, perdón por empujarte, no debí decir nada de eso —Alberto interrumpió a la pelirroja parlanchina, la abrazó por la espalda, y Massimo solo los veía.

    —Igual... perdón por lo que te dije, fui muy cruel. —Después de pensarlo un momento, contestó Giulia. El abrazo de Alberto la sorprendió, más la pelirroja era una chica afectuosa, y también lo abrazó.

    —Entonces, ¿Ya están bien? —Preguntó Massimo al ver a los chicos.

    —Si. —Ambos chicos contestaron.

    —Entonces... ¿Podemos seguir en donde dejamos la plática papá? —Giulia abruptamente cambio de tema, soltó a Alberto y abrasó a Massimo.

    —Giulietta, yo te dije que el permiso lo tendrás cuando el chico venga y me lo pida. —Contestó Massimo.

    —¿De que hablan? —Interrumpió Alberto.

    —¡Papá, que no me deja ir al baile con Fabrizio!, por algo muy anticuado, quiere que él venga y le pida permiso para salir conmigo. Tú también debes pedirle permiso, ya que también iras con Mary. —Dijo Giulia, tratando de que Massimo desistiera de su decisión al pedirle permiso entre los dos.

    —Giulietta, si él saldrá con esa niña, también tiene que ir a pedirle permiso a Matteo, por mí, que vaya y lo haga. —Contestó Massimo.

    —¿Qué? Pero, se supone que iríamos todos juntos, no solo algunas personas, yo no iré con Marlena. —Dijo Alberto. Tanto Giulia como Massimo lo miraron con asombro.

    —¿Pero qué estás diciendo, ¡tú la invitaste a salir contigo!? — Asombrada Giulia respondió.

    —Alberto, yo no estuve presente ese día, pero también escuché que invitaste a salir a esa muchacha —Replicó Massimo.

    —Pero... ¿que no saldríamos todos?, como cuando salimos en las tardes. —Alberto realmente estaba confundido, «¿Que tiene eso de especial?» Pensó Alberto.

    —¡Ay, no! Papá ¿ves como si esta idiota? —Dijo Giulia.

    —¡Giulietta! No quiero que vuelvas a llamar así a Alberto, ninguno de los dos se debe llamar así o de otras maneras humillantes, ¡¿Entendido?! —Massimo hizo valer su autoridad.

    —Si —Ambos contestaron.

    —Alberto, los bailes son diferentes, y.... yo no sé, pero, la invitación sonó, en lugar de solo ir entre amigos, pareció que la invitabas a una cita. —Massimo realmente lo intentaba, pero de ser un adulto solitario, a padre de dos adolescentes explosivos, es algo muy difícil.

    —¿Una cita?... ¿Qué es eso? —Preguntó Alberto.

    —¡No puede ser! ¿Cómo que no sabes que es una cita? —Giulia, ahora entre risas, abrasó al pecoso de los hombros. Alberto solo la miraba feo por burlarse de él.

    —Es verdad... tú no sabes nada de esto... —Dijo Giulia, recordando todo lo que Alberto le platicó sobre su vida. —Eso significa que... ¡Nunca has tenido novia!

    —Ah... ¿va de eso? —Contestó Alberto. Él y su hermana comenzaron a caminar a la salida, aun con la pelirroja abrazándolo.

    —¡Alberto! —Gritó Massimo —Tu toma la decisión, si no quieres ir con esa muchacha estas en tu derecho, pero de igual forma, deberías aclarárselo, lo antes posible. De otra forma, si vas con ella, también deberías ir a pedirle permiso a Matteo. —Terminó Massimo.

    —¡Ay, papá, eso ya no se usa! —Volvió a protestar Giulia, en eso se escuchó que tocaron a la puerta.

    —Buongiorno, signore Massimo —Dijo Fabrizio, cuando el pescador abrió la puerta.

    —Ragazzo, Buongiorno, Alberto está en la cocina. —Contesto Massimo casi por inercia.

    —No, realmente vengo a hablar con usted — Fabrizio, trago saliva al decir estas palabras, Giulia estaba asombrada, ella y Alberto solo miraban desde la entrada de la cocina —Es, e-e-es, acerca de Giulia, como sabrá, habrá un baile el día de mañana, y me gustaría que ella me acompañara... así, que... ¿¡Me-da-permiso-de-ir-con-ella-al-baile!? —Terminó de pedir Fabrizio, más bien de gritar. Las manos le sudaban, y hasta ganas de hacer pipi le dieron. Massimo era muy alto, y tenía fama de ser un pescador muy duro, pero Giulia lo valía.

    —Supongo, que si —Massimo dejo escapar una risa autentica —Tranquilo muchacho, respira. —Dijo el pescador a Fabrizio y lo palmeo en la espalda, con el simple hecho de hacerle frente, con él ya tenía casi todo el trabajo hecho. Como Giulia lo dijo, a su padre no le agradan los cobardes, y aunque Fabrizio era tímido, de cobarde no tenía ni un pelo. 

    —Mmm... Bueno... Grazie mile, signore (muchas gracias, señor). —Dijo Fabrizio, y de inmediato de marcho, sin saludar a su amigo, ni a su hermosa pelirroja.

    —¿Qué demonios acaba de pasar? — Se preguntaba Alberto, y Giulia estaba como en un trance, no podía creer lo que vio.

    «Como extraño a Alessandra, ojalá hubiera venido estas vacaciones a Portorosso. Así se la hubiera presentado a Alberto y a los demás, sé que a Giulia no le cae muy bien, pero, es solo porque no la conoce como yo» Pensaba Luca, mientras acariciaba su pulsera, los días eran aburridos bajo el océano, no sabía cómo es que podía vivir tan cómodo antes de que conocer a Alberto. Su madre estaba loca, ¿Qué es lo que quería que hiciera todo el día encerrado en su casa, si ahora ni siquiera quería que saliera a pastorear a sus peces?

    —Jovencito, ¿A dónde crees que vas? —Pregunto Daniela, cuando vio salir a Luca de su casa.

    —Ma-má, me gustaría ir a casa de Giulia— Contesto Luca, sobando el final de su cola, sabía cuál sería la respuesta, más intentaría ir a ver a Alberto.

    —Daniela, yo le di mi permiso, no veo la razón para no dejar a mi burbuja ir a ver a sus amigos, es un buen niño. —Contestó Libera

    —Mmm, creo que, tienes razón. —Contesto Daniela —Luca, te quiero aquí para la cena, ni un minuto más tarde, ¡seis en punto! —Termino de decir Daniela.

    —¡Gracias Mamá! —Luca nado rapidísimo, y abrazo a su mamá, nada le daba más alegría que tener su aprobación.

    —Sabes que te amo, ¿verdad? —Dijo Daniela a Luca

    —Si mama, lo sé —. Contestó Luca. Pero, como sabemos, a veces quien más te ama, es quien más te daña.

    Luca odiaba mentir y más a ella, ya suficiente tenía con escapar en las noches para ir con Alberto, pero... cuando se trataba de él, sentía que no había nada más importante, ni Giulia, ni su, mamá... Su único enemigo, era su mismo miedo. Aunque sentía que, estuviera en Portorosso o no, seguía estando a miles de kilómetros de Alberto, no hay nada más horrible que estar cerca y aun así sentirte lejos del corazón de quien quieres.

    Luca no fue inmediatamente a casa de Giulia, nado un rato. El agua brumosa y brillante, pero más el poder estar lejos de su familia, era un calmante natural para él. Antes de atender los asuntos que su corazón le rogaba, necesitaba atender los líos de su cabeza, pero eso es algo que tomaría tiempo... mucho tiempo. 

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