Oro


   La vida dentro de un sueño, el sueño dentro de la vida. ¿Quién te dice como vivir, o si la misma vida es tu sueño de vivir?

¿Como podría dejarte ir? ¿Como podría vivir lejos de ti?, si la chispa de mi realidad vive en tus ojos.
El lila de tu mirada y el tinte de tú ser ahora pinta mi alma.
Mi anheló y mi querer, es el tacto de tu piel, y el abismo de nuestras mentes devora mi atardecer, siempre fuera, siempre dentro pero no lo suficiente.

Siempre al rose, siempre un "Casi", pero nunca un "Juntos". ¿Quizá... es esto lo que las películas llaman amor? O solo es, que estoy enloqueciendo...

Fragmento, Steph

     —Entonces, ¿ella es tu mamá?, es muy bella —Dijo Giulia, mientras tomaba uno de los dibujos entre sus manos. Ambos hermanos Marcovaldo estaban en su habitación, ahora compartida.

    —Si, es ella —Contesto Alberto —Escuche su voz, mientras... mientras que —Alberto hizo una pausa

    —¿Qué pasa? –Preguntó Giulia

    —Giulia, algo muy extraño paso, mientras la Strega me llevaba, es algo... complicado —Contestó Alberto

    —Cuéntamelo, yo te escucho —Dijo Giulia

    —Ok, no fue solo que me idiotizara y ya, comencé a sentir que mi cuerpo ya no era mío, la voz de mi mamá me llamaba, pero fue solo al principio. Después era la voz de Marlena, es como que algo dentro de mi necesitara estar cerca de ella, ella era quien me llevaba, y no la Strega, por un momento no era pequeño, por un momento no éramos así, estábamos grandes, por un momento ella y yo éramos adultos, y era como que todo estallara a nuestro alrededor, algo parecido a.... cuando la bese.

    —La quieres mucho, ¿verdad? —Dijo Giulia, mientras tomaba los múltiples dibujos de su amiga. Lo que Alberto le platicaba era extraño, demasiado extraño, pero ella sabía que solo con escuchar a su hermano, le estaba ayudando.

    —Ya son muchos días, que no puedo sacarme todo esto de la cabeza, he querido platicarlo con Mar, pero desde...

    —¿Desde el beso que se dieron? —Interrumpió Giulia a su hermano.

    —Si, desde esa noche —Contestó Alberto, y se río —Ya no he podido hablar con Mar, la última vez que hablamos, me dejo en la isla. La extraño mucho, es como que si ella, ya no me quisiera ver.

    —La quieres mucho —Dijo Giulia, al ver como sus ojos se escurecían al decir lo último.

    —Giulia, ella es mi mejor amiga, ella es... es a quien le cuento todo. —Dijo Alberto, jamás había sido tan sincero el pecoso. Giulia entendió, que lo que entre su amiga y su hermano pasaba, era más fuerte que solo un juego de noviecitos, o más fuerte que lo que ella y Fabrizio tenían. Claro que Alberto la quería, o aún más, realmente amaba a Marlena.

    —Y... Cuéntame más, sobre Luca —Giulia cambio abruptamente de tema, pues, sabía que Luca estaba enamorado de Alberto, pero ¿y Alberto?, ¿Qué sentía por él?

    —Luca, es... él es un ángel que me salvo de la isla. Siempre será él, quien me salvo. Con él, es más como sí, tengo la necesidad de protegerlo, más, no sé, no siento la misma apertura con él. —Dijo Alberto. —Quizá es solo que, ¿sabes?, tenía mucho miedo de que Luca se fuera, y quedar de nuevo solo, por un momento él era todo lo que tenía. Al final, si se fue, pero supongo que solo es que tenemos intereses distintos y entre esos intereses no estaba yo, y eso, está bien, por más que a mí me duela. —Terminó de decir Alberto, la amargura que la partida de Luca dejo en su corazón se reflejó en su cara, y en su misero tono de voz. Giulia no sabía que contestar a eso, solo abrazo fuerte a Alberto. 

Incluso desde antes de conocer a Marlena, la relación de Alberto con Luca no fue del todo sincera. Alberto nunca terminó de abrirse, por voluntad propia. Solo era diversión y juegos. Tenía miedo de que Luca no volviera si contaba su realidad. Mientras con Marlena, las cosas solo fluían solas, y contar su realidad a la chica no le importo, pues él, antes no la miraba de manera tan especial, como lo hacía con Luca.

    —Ey, ¿y qué hay de ti y Fabi? —Preguntó Alberto, tratando de cambiar la ruta de esa platica.

    —¡Nada! —Contesto Giulia entre risas.

    —¿¡Como que nada!? ¡Yo ya te contesté todo lo que me preguntaste!, no por nada vendría a pedirle permiso a papá para salir contigo —Respondió Alberto, entre risas empujo un poco a su hermana y ella estaba completamente ruborizada y riendo.

    —Ok, es que... la noche de los besos, yo lo bese, luego él me beso, y después nos seguimos besando, y descubrimos que nos gusta mucho besarnos —Ya no pudo continuar la chica, por la vergüenza y la risa, que también había contagiado a su hermano.

    —Bueno, bueno, hablando de otra cosa, ¿Vas o no vas a ir con Marlena a la c-i-t-a? — Volvió a hablar Giulia.

    —¿Qué es una cita? — Preguntó Alberto, pues pasar tiempo con su Lunedì, claro que quería.

    —Mmm, se supone que cuando estas interesado en alguien, cuando te gusta alguien, lo invites a salir, hacer actividades divertidas, no sé, al cine, comer un gelato... o a un baile. —Dijo Giulia, y observó como el chico cambio de su natural bronceada piel a estar ligeramente ruborizado, cuando escucho: "cuando te gusta alguien". —Eso, hermanito, es una cita, ¿y te digo algo? Mary si cree que es una cita —Terminó de decir la chica.

    —Entonces... —Solo dijo eso Alberto.

    —Escuchaste a papá, sí si vas a ir con ella, necesitas pedirle permiso a Matteo, como hizo Fabrizio.

    —¡Ay, ¿dónde quedo esa niña que hace media hora gritaba: is inticuidi!? —Contestó Alberto, arremedando sorprendentemente bien a la pelirroja.

    —Es que, la verdad sentí muy bonito que lo hiciera —Dijo Giulia, y más feliz no se podía ver la chica.

    —Ok, entonces también lo hare— Dijo Alberto, viendo la felicidad de su hermana y pensando que también así haría feliz a su Lunedì

    —¡Ah, entonces si iras con ella! ¿Entonces ella si te gusta? —Chilló alegremente Giulia, y lo último lo dijo solo para molestarlo, pues ya lo tenía más que confirmado. Lo que no esperaba era la contestación tan sincera de su hermano.

    —Desde que la mire por primera vez, es tan hermosa por fuera, como lo es en el interior. —Confesó Alberto.

    La caricia del tenue calor de esa tarde acariciaba las mejillas de Luca. Las nubes se amontonaban en el cielo azul, tan azul como el día de Luca, las cosas no iban como él lo quisiera. Caminaba a solas por la playa, y para su desgracia vio a lo lejos a esa chica que odiaba tanto, sentía que ella le había robado algo, pero también sabía que para que alguien te robara algo, se necesitaba que descuidaras «ese algo». Marlena corrió y se metió al agua sin percatarse de que Luca estaba ahí. Llevaba su horrible mochila cargada en su espalda, y otra más en su mano. un cinturón raro atado a su cadera, y un suéter enorme color gris todo roto. A Luca le dio curiosidad, más siguió su camino, ahora si se decidido a ir a casa de Giulia.

    El agua estaba helada, pero Marlena solo sentía una leve incomodidad y eso era lo que menos la preocupaba. Ella nado decidida, la luz del sol poco a poco iba desapareciendo, pero el resplandor que miraba desde hace días en el océano de vez en cuando daba flashazos. Durante la tarde, Marlena desaparecía por algunas horas ya desde hace días, siendo este el lugar al que se dirigía. Marlena coloco el cinturón en su cabeza, y con el movimiento del agua parecía una gran aleta causando que los peces que nadaban al rededor se espantaran al verla más grande. Cansada llego al viejo barco pirata, ocasionalmente alguno que otro pez con enormes dientes la quería molestar, a lo que ella mostraba los colmillos y gruñía tal como los gatos cuando los molestan a la vez que sacudía las aletas de su cabeza. Marlena entró en el camarote principal, y comenzó a llenar su mochila con cuanta joya cupiera, lo importante era sacar ese tesoro de ahí.

    El límite era su mochila llena, y menos de la mitad de la otra, de esa medida en más, no podía cargar la Meredissa, pues si lo hacía, no podría siquiera salir del camarote.
    Al dejar el lugar, nado hacia el lado contrario de donde estaba la isla de Alberto, ahí existía un islote pequeño (a dos horas de Portorosso), de tierra vacía y una cueva que daba al mar en el medio, fuera de eso solo lodo, pasto y alguno que otro acantilado había en esa isla. Salió del agua y se sacudió cual perro mojado, subió completamente exhausta, removió unas piedras y destapo un agujero profundo, que seguramente habría sido en su momento el lugar de desove de una tortuga marina y Marlena solo ahondo más en el agujero, que ya contenía gran cantidad de oro, diamantes y piedras preciosas. De a poco la chica sacaría el tesoro, para su desgracia, sentía que no podía pedir la ayuda de Matteo, o Alberto, los sonidos, y extraños sucesos que le venían ocurriendo a partir del encuentro con la Strega más el peligro de que otro atemorizante monstruo atacara a los chicos era demasiado, según Marlena, claro, que ella también estaba en peligro, pero eso no lo veía la chica.

    El descubrimiento de ese islote, para Mar no era nuevo, en ocasiones cuando nadaba muy lejos, se detenía ahí para descansar. Estaba completamente solo, en medio de la nada, por eso creyó, sería un buen lugar para ocultar el tesoro. Ya después le contaría a Matteo y a Massimo, para que fueran a llevarlo con ellos, y decidieran que hacer con él. Marlena se recostó sobre el pasto, a relajarse un poco, pero se pasó de relajación y se quedó profundamente dormida bajo el sol, más tiempo de lo estimado, sin avisar a nadie.

    —Buenas tardes, señor Massimo —Dijo Luca, al entrar a la casa de Giulia y no encontrar a la pelirroja.

    —Raggazo, los chicos salieron hace como media hora —Contestó Massimo.

    —Grazie —Contestó Luca, definitivamente no era su día. Salió a dar una vuelta por la piazza. «¡No puede ser!», pensó Luca y se escondió. Fuera de la trattoria, se encontraba estacionada una Vespa roja, a su mente llego Ercole, pero Alberto le había contado que él ya no estaba en el pueblo. En seguida vio a quién se subió a la Vespa, un chico un poco más alto de como Luca recordaba a Ercole, pero su cabello negro y su estúpido suéter atado a su cuello lo delataba, Luca no lo miro de frente, solo de espalda.

    Después de un rato, Luca encontró a Giulia en el pueblo, y se fue con ella, olvidando el incidente.

    —¡Hola Mat, quiero pedirte permiso —Alberto comenzó a hablar apenas Matteo abrió un poco la puerta, solo asomo la cabeza, y a Alberto le pareció extraño que no lo dejara pasar —mañana harán algo en la piazza y me gustaría...

    —Enano, ahora no es un buen momento —Lo interrumpió Matteo y trato de cerrar la puerta, más Alberto lo detuvo.

    —¡Ay no, no sabes lo que pase pensando en que decir!, y ¿ahora no me quieres escuchar? —Dijo frustrado Alberto.

    —Mmm... Es, que, ¿cómo te digo? —Dijo algo nervioso Matteo.

    —Ok, Ok, seré breve, ¿Me prestas a tu hermana para ir a un baile? — Dijo de golpe Alberto, realmente sonaba mejor en su cabeza.

    —¿Qué?... ¿Qué, que? —Rio Matteo —Pues por lo visto mi hermana ya se está prestando sola, ¿O que, acaso no está contigo, como todas estas tardes que se pierden juntos por horas? —Dijo Matteo.

    —Mat, tengo ya varios días que no veo a Lunedì, ¿De qué hablas? —Contestó Alberto

    —¿Qué?... ¿entonces donde esta está idiota? —Dijo Matteo, y frustrado se llevó la mano a la cabeza —Espera, ya salgo —Termino de decir Matt, y le cerró la puerta en la cara a Alberto.

    Matteo entro a su habitación, tomando sus calzoncillos a toda velocidad, Jolie solo lo observaba desde la cama, mientras Matt saltaba en un pie y en otro poniéndose de nuevo la ropa.

    —¿Qué pasa Mon chou (mi repollo)? —Pregunto Jolie

    —Es mi hermana, otra vez se perdió, la última vez que paso esto la encontré detenida en Baia della luna —Contesto Matteo

    —¿Hay algo en lo que pueda ayudar? —Dijo Jolie

    —Grazie piccola, tú solo, —Le hecho una ojeada de pies a cabeza a Jolie —permanece hermosa, y... Creo que mis tías llegan en una hora, rayos, lo siento, te lo recomenzare después. —Dijo Matteo, y beso los labios de su novia, no se aguantó las ganas ni la tentación de ver a su novia acabada de bañar, desnuda sobre su cama, y beso también sus senos. Salió junto a Alberto a buscar a Mar, Jolie saldría de la casa en un momento más.

    Matteo y Alberto se dirigieron primero con Fabrizio. Quien les conto de los planes de Marlena, se preocupó demasiado al saber que, sí había ido hasta ese lugar de nuevo sola, no creía que de verdad ella intentaría todo eso.

    Alberto y Matteo nadaron hacia el barco pirata, más no encontraron a la chica.

    —¡Maldita sea! —Matteo ya no podía con la frustración y preocupación, mientras Alberto buscaba en los alrededores, aún más preocupado que Matteo.

    —¡Alberto, sígueme! —Grito Matt, y comenzaron a nadar como si no hubiera un mañana. Parecía, que el tiempo pasaba más lento, y el agua se hiciera más turbia a cada instante, Matteo sentía que debía ir más rápido.

    Llegaron al islote. Hace algunos años Matteo y Marlena habían encontrado ese lugar, llegaron solo a husmear, mientras regresaban de uno de sus viajes de verano.

    —¡Mira, Matt! —Gritó Alberto al ver a su amiga tirada en el pasto. Marlena yacía plácidamente dormida, en posición fetal. Con ambas mochilas vacías a los lados.

    —¡Grazie Dio! —Gritó Matteo, odiaba cuando su hermana hacía cosas así, temía que alguna vez, algo de verdad malo le sucediera.

Hacía tanto que Alberto no veía dormir a Mar. Se agachó, y acarició su mejilla, Matteo solo lo observaba.

    —Lunedì, despierta —Le habló Alberto, a la tercera llamada despertó Mar.

    —Mmm... —Se comenzó a quejar y estirar Marlena, abrió un ojo, y se rascó el otro. Rápidamente parpadeó, al ver las estrellas en el cielo, no estaba en su habitación, volteó a su lado, pues pensó que estaba en la torre con Alberto. No vio al pecoso. Espantada volteó al otro lado, y vio a su hermano y a su amigo parados, observándola. —Me, me quede dormida, ¡Ya es de noche! —Grito Marlena.

    —Me puedes decir, ¿¡Qué estás haciendo aquí!? —Gritó Matteo.

    —Ah... ap, pues, yo —Balbuceo Marlena, sin poder articular palabra —¿¡Como llegaron ustedes aquí!? —Después de un segundo, por fin hablo la chica.

    —Tuve que ir a preguntar a Fabrizio. Marlena, ¿tienes tan siquiera idea de lo preocupados que nos tenías? —Dijo Matteo, tenía una combinación de sentimientos, no sabía si regañarla, o abrazarla.

    —Lo siento mucho Matteo, sabía que sí te decía no me dejarías venir. ¡Ven, mira! —Dijo Marlena. Que Alberto estuviera ahí, alegro tanto a Mar, al igual que la puso nerviosa, aunque había puesto días de por medio, entre Alberto y ella, no se resistió a tomarlo de la mano, y correr a donde estaba el tesoro, Alberto sin decir nada, iría a donde su Lunedì lo llevara. Marlena extrañaba a Alberto tanto o más de lo que él la extrañaba a ella. Matteo los siguió.

    —¡A-yuden-me! —Grito Marlena, mientras removía las piedras de nuevo. Los brazos le dolían, y tenía algunos cortes en los dedos y palmas de las manos. Matteo y Alberto, comenzaron a escarbar, quitando a la chica, al verla tan cansada.

    —Son las monedas del barco —Dijo Alberto, y tomo una entre sus dedos.

    —Marlena... ¿Qué... qué demonios?... No puede ser, ¡esto es una locura! —Grito Matteo, al ver tal cantidad de oro y joyas en ese lugar.

    —¡Lo se! Y existe aún un poco más de donde vino esto, lo que podemos hacer ahorita es ir y entre los tres traer lo que falta, no es mucho, pero me canse, no quería que ustedes se acercaran ahí porque pueden asecharlos los monstruos y no quiero eso. Una parte es de Alberto, otra de Luca, y otra de nosotros, ese día que lo descubrimos íbamos los tres, podemos... después pedir al señor Massimo que con su barca nos traiga a recogerlo todo y... —Marlena explicaba, mientras Alberto escuchaba, y Matteo no podía creer lo que tenía en frente.

    —Mar, prométeme que jamás harás algo así de nuevo. —Dijo Matteo —Es que, en serio, no sé qué decir, mañana yo mismo termino de sacar todo. Y le decimos a Massimo —Matteo abrazó a su hermana —Si antes que aun estabas más pequeña me preocupaba, ahora que prácticamente ya no eres una niña, aún me preocupo más.
Alberto solo los miraba, era tanto lo que le quería decir a Mar, y a la vez, solo lo hacía feliz poder estar cerca de ella. Matteo lo vio, y aun no se le olvidaba lo que acaba de pedirle Alberto hace unas horas.

    —¡Hey, lagartija!, creó que el enano quiere hablar contigo, por cierto, Alberto, la respuesta es si —Dijo Matteo y comenzó a caminar en torno al océano —Son... dos horas, de aquí a Portorosso, tienen ese lapso para hablar.

    —¿Si, a qué? —Preguntó Marlena.

    —¡El enano me pidió permiso para llevarte al baile con él! —Gritó Matteo, con intención de incomodar a Alberto, le encantaba molestarlo tanto como a su hermana. Marlena lentamente volteo a ver a su amigo, que estaba justo a su lado. Alberto estaba rojísimo, y miraba al piso jugueteando con las puntas de sus pies. Matteo sí que se estaba divirtiendo de ver la escena.

    —¡Ahí tienes tu respuesta lagartija! —Gritó por último Matteo, y se metió al agua «Ay, me podría pasar horas molestándolos, pero ahora no» pensó Matt, y se dispuso a nadar rápido de nuevo al pueblo, tenía una promesa que cumplirle a Jolie, si es que el cansancio no lo vencía.

Aunque Matteo sabía que incomodaba a ambos chicos con sus comentarios, también sabía que todo esto los hacía felices, y, por consiguiente, también se sentía feliz por ellos, pues les dio a Marlena y Alberto, su deseado tiempo a solas.

    Marlena quería saltar y gritar de la emoción, La invitación si era porque la quería, si era una cita real. Alberto por primera vez en su vida, no sabía que hacer o decir, parecía que una anémona le hubiera achicharrado la garganta.

    —Mmm... Miele, ¿Ya conocías este lugar? —Dijo Marlena, después de unos segundos incómodos en los que solo se dedicaron a mirarse uno al otro, sin saber de qué hablar.

    —No... no sabía que existía —Respondió Alberto, luego ambos comenzaron a reír. Ni ellos mismos sabían de qué. Juntos comenzaron a recorrer el pequeño islote, pronto comenzaron a reír y platicar como cada vez que estaban juntos, claro, evadiendo el tema del baile o lo que sentían uno por el otro, que, de alguna u otra forma, ambos ya sabían lo que sentían mutuamente.

https://youtu.be/qNI0_VzU1zA

    Corrieron por el lugar, jugando a atraparse, lanzándose bolas de lodo y pasto, persiguiéndose entre sí. Nada además de ellos dos existía, el momento era perfecto.
Juntos volvieron a ocultar el tesoro, después de varias horas se encaminaron al océano, completamente sucios, pero muy felices. En medio del jugueteó Mar corrió, y se colgó de la espalda de Alberto, le salió de manera tan natural como las tantas veces que lo había hecho antes, más la espalda de su amigo ahora estaba un poco más ancha de lo que ella recordaba, además de que Alberto ya estaba más alto y la chica no alcanzó a sostenerse bien. Alberto sujeto a Mar fuerte de los muslos, con ambas manos, y se encorvo un poco para evitar que ella cayera, el corazón de Alberto se aceleró, las largas y bien formadas piernas de su amiga, lo hacían sentir cosas extrañas, pero que se sentían muy bien cuando la miraba pasar de aquí para haya contoneándose con su falda escolar o sus minishorts, pero tocarlas... tocar sus piernas se sentía mucho mejor de lo que imaginó. Al chocar contra la espalda de Alberto, Marlena salto como gato asustado, y se acomodó su gran suéter, pero Alberto sentía que no era suficiente, volteó y abrazó de frente a Marlena, diciendo en ese abrazo, todo lo que quería decir, más su boca no podía expresar. Abrazarla y sentirla, siempre se sentía, tan bien.

    Tomo a la chica por sorpresa, ella claro que deseaba tanto estar junto a él, y amaba el contacto físico con su amigo, pero al chocar contra su espalda, un par de grandes preocupaciones llegaron a su mente.

Alberto, se sentía en las nubes, con su amiga de nuevo entre sus brazos, quería que el momento no terminara, era como estar en su lugar seguro, su hogar, aunque algo en el pecho de ella se sentía... ¿extraño y abultado?, más Alberto, no le tomo importancia y abrazo más fuerte a su Lunedi, no sabía de qué se trataba, pues Alberto pudo sentir contra su pecho las dos grandes razones por las cuales Marlena se escondía debajo de esa ropa tan holgada últimamente.

    Esto de crecer apestaba, de un día para otro tu cuerpo comienza a cambiar y crecer, haciéndote sentir extraño e inseguro.

    Mar se cohibió, algo muy vergonzoso le acababa de ocurrir, pareciera que su lengua hubiera desaparecido, sus ojos querían salir de su rostro, esperaba alguna reacción de Alberto, pero él solo la miraba extrañado, no sabía que le estaba ocurriendo a su amiga.

    —Lunedì, ¿Nos vamos? —Preguntó Alberto a Mar, y él tomo de la mano a la chica. Marlena quiso estallar en risas, Alberto era totalmente inocente, y eso le encantaba.

    —Si Miele, vamos —Contestó Mar y beso a Alberto en la mejilla. El corazón de Mar no podía ser más de Alberto en ese momento. Las siguientes horas de nadó, en dirección a Portorosso fueron diversión pura, llegaron al pueblo, a la media noche, claro que se tardaron más de las dos horas que Matteo les dijo, pero para los chicos, el tiempo no fue suficiente.

    —Descansa Lunedì, ya quiero que sea mañana —Dijo Alberto a Marlena, al dejarla en la puerta de su casa. En realidad, Alberto no tenía ni pizca de ganas de irse.

    —Yo también —Contestó Mar.

    —Mañana, ¿paso por ti a las siete? —Preguntó Alberto.

    —Eso, sería perfecto —Contestó Marlena. Las ganas de besarlo eran muchas, hace tanto que no se sentía así, esas ansias le recorrían el cuerpo entero. Alberto sentía lo mismo, aunque aún no supiera identificar por completo sus emociones o sentimientos.

    Marlena volvió a abrazar a Alberto, de nuevo se abrazó a su cuello, como antes lo hacía, y Alberto la tomo de la cintura, que ahora sintió más pequeña, por debajo de su suéter.

    —¡Si, si, él si me quiere! —Marlena saltaba feliz dentro de su habitación, abrazando una de sus almohadas, su corazón latía a un ritmo frenético, de nuevo sentía que flotaba en una nube.

    —Papá, siento llegar a esta hora— Dijo Alberto, a Massimo, cuando llegó a su casa.

    —No te preocupes, Matteo me conto que estabas con ellos, y sobre el asunto que paso. Mañana platicamos de eso, ahora a dormir, mañana será un gran día, descansa. —Contestó Massimo.

    —Descansa papá —Contestó Alberto extrañado, esperaba un gran regaño por llegar a esas horas.

    —A propósito, ¿mañana iras al baile? — Preguntó Massimo, solo para confirmar, pues el semblante feliz del chico, además de el brillo de sus ojos y su sonrisa de baboso ya lo había delatado.

    —Si papá, Matteo, dijo que si daba permiso a Lunedì— Contestó Alberto, y corrió a esconderse a su habitación. Massimo sonrió.

    —Ragazzo, estas viviendo el momento más feliz de tu vida, disfrútalo —Dijo para sí Massimo, recordando el tiempo que él había conocido a la madre de su hija.


 Luca volvía a su casa, nadaba desilusionado.

Unas horas antes fue a buscar a Alberto, como las últimas noches. Subió por él gran olivo, en la habitación, ahora estaba solo Giulia dormida, pero de Alberto no había rastro.
Volteó a ver la torre a lo lejos, pero no había fuego en lo alto, aun así, nado hasta haya, esperando que Alberto llegará, más no sucedió, era ya muy tarde. Decidió regresar a su casa.


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Espero que les vaya gustando tanto como a mí, ame escribir esto, y estoy muy animada por lo que sigue, y haciendo los dibujos con tanto amor, todos los dibujos que no son imágenes de la app Zepeto son hechos por mí, espero que les guste :3

https://youtu.be/UtGx4hE47cs

En serio, no saben cómo ame escribir y dibujar este momento, aunque lo más hermoso para mí fue la forma en que Alberto se abrió con Giulia :3

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