^ 1 ^


El timbre sonó, interrumpiendo a la profesora de ciencias, y mi siesta de la tercera hora.

—Terminaremos la próxima clase—dejó de escribir en la pizarra, suspiró y miró al piso— su profesor no tardará en llegar.

Era viernes, eso significaba que a la cuarta nos tocaba cómputo.

Me estiré y bostecé en mi lugar, cuando me enderecé, tallé mi ojo izquierdo para quitar cualquier lagaña que me haya quedado.

Al no tener profesor todavía, la mayoría se había parado de su lugar, el bullicio se hacía más grande cada segundo.

Volteé a mi derecha y vi que mi amigo estaba guardando su cuaderno de apuntes, para después sacar su videojuego.

Sonreí para mi misma y saqué mi teléfono de la mochila.

—Aquí podemos observar cómo esta extraña criatura se distancia del grupo, aislada en soledad, concentrada en sus propios asuntos— era normal en mi molestar a Kenma, esta semana lo había estado grabando para un documental— al parecer está jugando— estiré mi cuello para ver qué juego era— Crisis Core: Final Fantasy VII, regresamos al estudio George.

—¿Puedes parar?— ni siquiera me había volteado a ver, seguía muy ocupado con su PSP.

—Prefiero no hacerlo— en eso entra el profesor azotando la puerta.

—Todos, vayan a la sala de cómputo y prendan sus computadoras, yo iré en unos momentos— puso su maletín sobre el escritorio, parecía haber despertado apenas.

Hicimos caso a sus órdenes y salimos del salón.

Kenma guardó su jueguito en la mochila y se levantó de su asiento, yo hice lo mismo. No me dirigió la palabra o algo por el estilo, aún así lo seguí hasta la sala de cómputo.

Se sentó hasta atrás, en la esquina derecha. Yo me senté a su lado.

—¿Te gusta la canción de Gangnam Style?— pregunté cuando ya habíamos acomodado nuestros lugares y prendido los monitores.

—Si, ¿por qué no?— se encogió de hombros, su mirada era cansada.

Tal vez volvió a dormir tarde.

—Okay— dije. El profesor llegó a la sala, sin su maletín, sólo traía dos plumones.

—Bien, hoy veremos el programa de Excel, sus funciones y atajos— suspiré con pesadez y miré al techo.— ¿algún problema señorita Akira?

—Ninguno, mi querido profesor— sonreí falsamente hacia él.

No odiaba la clase, en realidad era mi favorita, lo que odiaba era que nos enseñaran cosas tan básicas. Todo eso ya lo sabía de memoria.

A la mitad de la clase, decidí por fin llevar a cabo mi plan maestro. Saqué un USB de un bolsillo interno que había cosido a mi falda y lo conecté a la computadora.

Un rato después, Kenma se acercó a mi lado para ver la pantalla.

—¿Qué haces?— preguntó con interés. Algo extraño en él.

—Ahorita verás— respondí mientras tecleaba.

Los planos de la escuela aparecieron en la pantalla.

Kenma volvió a acomodarse en su lugar y siguió con los ejercicios que había puesto el profesor. Yo los había terminado hace veinte minutos.

—Avísame si el profe se acerca— susurré a mi amigo.

—No lo creo, le está ayudando a una chica— me respondió de la misma forma.

—Perfecto— sonreí para mi misma— y.... ya.... terminé— piqué a la tecla de enter. Ahora tenía que esperar a que el programa cargara.

—¿Qué hiciste?— me preguntó el cabeza de pudín, él por fin había terminado su trabajo.

—Hackeé el servidor de bocinas y sonido de la escuela— me crucé de brazos e incliné mi silla.

Unos segundos después la canción de Gangnam Style sonó por toda la escuela.

Subí el volumen y después cerré las pestañas para no dejar rastro de que fui yo la culpable. Desconecté mi USB y lo volví a guardar en mi bolsillo.

—Muy bien, ¿quién fue el chistoso?— el profesor se enderezó y nos miró a cada uno de nosotros.

Toda la clase se miró entre sí. Muchos se encogieron de hombros.

Kenma trataba de no reír, y yo estaba haciendo el paso de baile que salía en el video musical.

Llamaron al profesor en dirección para que arreglara el 'asunto' y nos dejaron solos. Aunque no lo podrían quitar hasta que la canción acabara.

—Okay, ahora si, ¿quién fue el genio?— preguntó el delegado de la clase.

La mayoría de nosotros lo había ignorado. Yo seguí sin hablar.

Después de un rato, y que la canción terminara, sonó el timbre para receso.

—¿Por qué sigues en esta clase si puedes hacer eso?— preguntó Kenma a la vez que caminábamos al salón. Solos los dos.

—¿Por qué juegas volleyball si te aburre?— la verdad era por que no soy muy buena haciendo muchos amigos.
Y cambiar de salón implicaría tener que hablar por lo menos con una persona diferente.

No era que sea introvertida, mucho menos tímida, sólo que la mayoría de personas me encontraban irritante por mis bromas o ideas molestas. Era sorprendente que Kenma me soportara.

—Hmm, bueno— entramos a nuestra aula y no sentamos en nuestros lugares. Que estaban a un lado del otro.

—Presiento que me ignorarás, así que iré por algo de comer, tengo hambre— mi estómago rugió, haciendo valido mi punto.— ahorita regreso.

—Ajá— habló desinteresado mi amigo, ya había comenzado a jugar.

Tomé el poco dinero que me quedaba de la semana y me dirigí a las máquinas expendedoras. Compraría lo primero que viera.

Era tradición que cada dos semanas, en viernes, hiciera algún desastre en la escuela. Tenía esa reputación, aunque nadie sabía quién era el responsable.

Sólo dos personas aparte de mi lo sabían.
Una de ellas era Kenma, y la otra...

—¡Akira! ¡Espera!— me faltaban unos pasos para llegar a mi objetivo.

Maldije por dentro y volteé para ver quién me hablaba.

—¿Qué pasó?— me acerqué a él lentamente. Quería matarlo.

—Uno: no sabía que llegarías tan lejos— rió falsamente, estaba cruzado de brazos, eché mi cabello hacia atrás como diva— dos: ¿podrías hacerme un favor?

Él sabía perfectamente que nunca le diría que no.

—¿Qué es lo que quieres exactamente Tetsu?— me crucé de brazos yo también.

—No me llames así— fingió estar molesto y se acercó más. Nuestra diferencia de altura era notoria, yo medía un metro setenta y cinco, y él un metro ochenta y ocho. Me pasaba por trece centímetros.

—Si no me vas a decir me iré a comprar algo de comer— di media vuelta y caminé a la máquina expendedora.

Se me antojaron unas galletas.

Escuché las pisadas de él corriendo, giré mi cabeza para verlo, pero, me abrazó por detrás.

Sus manos y largos brazos abrazaban mi torso, podía escuchar el latido de su corazón y sentir su respiración en mi oído.

Mi cara se volvió roja, abrí un poco más mis ojos y me tensé.

—Debes de estar desesperado— traté de relajarme, pero el que estuviera tan cerca de mi me ponía loca.

—Lo estoy— susurró a mi oído. Un escalofrío recorrió mi espalda— ocupamos a alguien para que remplace a un bloqueador central.

Por quinta vez ese día, giré mi cabeza para verlo. Confundida.

—¿No se supone son que tres centrales en su equipo?— agradecí mentalmente que no hubieran muchas personas por el pasillo.

—Inokua se rompió el brazo, y Lev se enfermó— seguía hablando cerca de mi oreja— necesitamos a alguien para la próxima semana, tendremos un campamento y somos los anfitriones.

—En una semana se puede recuperar el grandulón— traté de separarme, pero Kuroo no me dejaba.

—No lo creo, bonita— sonrió de forma maliciosa, mi corazón latió más rápido al escucharlo decirme bonita— le dió fiebre tifoidea.

Pobre chico.

—Oh— hice una mueca de asco— espera... no me digas que-

—No, sólo tomó agua sucia— suspiré aliviada— no creo que fuera tan idiota como para comer... — puse una mano en su boca para callarlo.

—No hables, es asqueroso de tan sólo pensarlo— la imagen mental era horrible.

Me imaginé a un gato gris de ojos verdes comiendo sus heces.

—Bueno, ¿nos ayudarías?— su propuesta no era lógica. Yo soy una chica, y en su equipo juegan puros chicos.

—No lo creo— puse un dedo un mi barbilla.

—Y te compro el almuerzo— chantaje. Eso es lo que hacía.

No lo pensé dos veces, una oportunidad como esta no aparecía todos los días.

—¿Cuándo dijiste que era?— sonreí tratando de parecer inocente, él rió y me soltó.

Por fin. Un segundo más y me desmayaba.

—En una semana, vete preparando— me di media vuelta para verlo de frente.

—¿Y mi almuerzo?— me crucé de brazos.

—Vamos a comprártelo, pues— rodó los ojos y tomó mi muñeca para arrastrarme a la cafetería.

Mi relación con Kuroo era.... extraña.

No éramos novio, pero tampoco éramos sólo amigos. A mi me gustaba, desde la primera vez que lo vi me gustó, y yo a él, o eso me dijo Kenma, pero nunca lo habíamos admitido en voz alta.

Nunca hemos tenido una cita, jamás me lo ha pedido, mucho menos ser pareja, y eso no me importaba en lo más mínimo. Me agradaba estar así con él. Sólo que tampoco me disgustaría ser algo más que amigos.

No había tenido mi primer beso, o mi primer novio. Quería que alguien especial fuera mi primer todo, saber que era lo que se sentía estar enamorada, amar a alguien. Y quería que ese alguien fuera Kuroo.

Al llegar a la cafetería, de milagro encontramos una mesa vacía, nos sentamos y él sacó su billetera.

—¿Qué vas a querer?— si en verdad le gustara, sabría que con un sándwich de queso estaría más que feliz.

—Sorpréndeme— hice 'manos de Jazz' como lo llamaría mi madre.

Se levantó con pesadez de su lugar y fue a la fila a comprar algo de comer. A los minutos regresó con un sándwich y un Arizona de sandía.

Los extendió hacia mi y se los arrebaté.

—¡Gracias!— abrí la lata y le tomé— ¿cómo supiste que sólo el de sandía me gusta?— pregunté después de haberle dado un trago.

— Contactos— se encogió de hombros y volvió a sentarse.

—Kenma— le corregí. Abrí el empaque en el que venía el sándwich y mi cara se iluminó al ver que era de queso— ¡Está derretido! ¿Cómo?— todos los sándwiches que daban en la escuela siempre estaban fríos. Era lo único malo.

—Digamos que uno de los cocineros me debe un favor— sacó una paleta de su bolsillo, la abrió y se la metió a la boca— ¿quieres?— sacó una segunda paleta y me extendió.

Asentí energéticamente y tomé la paleta. Ese día era un buen día.

—Bien, ahora, ¿cuántos tiempo durará el campamento?— no quería desperdiciar mis vacaciones.

—Una semana— quitó la paleta de su boca para responder— quitándole sábado y domingo.

Era un tercio de nuestras vacaciones.

—¿Y por qué yo?— ya había terminado con la mitad del sándwich.

—Porque, aparte de que ahora tienes todas las tardes libres, eres la única bloqueadora, que sea buena, que yo conozco.

Tenía razón, desde hace un mes y medio, todas mis tardes estaban libres.

En primer año había entrado al equipo de volleyball femenino, pero a principios de segundo, habíamos estado teniendo problemas de confianza y puntualidad en general, aparte de que también habían pasado unas que otras pelea. Un día, nuestra entrenadora dijo que no toleraría ese tipo de comportamiento, a la semana más de la mitad del equipo se había salido.

Sólo quedábamos la capitana, una colocadora de primero y yo.

—Un punto válido, pero ¿no pudieron preguntarle a un chico?— sólo me quedaba un cuarto de mi sándwich.

—Como dije antes, eres la única bloqueadora que sea tan buena como nosotros que conozco, contando chicos y chicas por igual— yo sabía trataba de halagarme y hacerme sentir especial... algo que estaba funcionando— aparte, como no son juegos oficiales, no hay problema si juegas o no.

—Otro punto válido— ya había terminado de comer— bien, me convenciste— limpié mis manos con una servilleta y limpié mi área de comida.

—Comes rápido— me miró asombrado.— eso es atractivo.

—Gracias— puse una mano en mi pecho, fingiendo halago.

—En ese caso, nos vemos el lunes— en cuanto se levantó, el timbre sonó.

Tres horas más y estaríamos de vacaciones.
********************

Algo que odiaba era despertarme temprano, mucho más si era lunes y me había desvelado por practicar mi recepción.

A las cinco y media ya estaba saliendo de 'casa'.

No era en realidad una casa normal. Era más bien un hogar para niños huérfanos. Algo así como en Annie.

Era un lugar grande, con muchísimas habitaciones para todos los que vivíamos ahí. Habían tres encargadas: una para los bebés, otra para los niños de cinco a diez años, y la última para los adolescentes, Alice era la que nos cuidaba a nosotros los grandes.

Me quedaba un año para buscar casa propia, porque a la mayoría de edad podía vivir por mi cuenta... más bien tenía que, pero la realidad era que no tenía idea de a donde ir.

Traté de despejar mi mente, me tenía que concentrar en el campamento. El resto de las vacaciones me las arreglaría sola.

Algo que me aterraba era que me destrozaran los brazos con los remates. Era buena, si, pero una cosa era recibir golpes de una chica, y otra era recibir los golpes de un chico.

Llegué al gimnasio de la escuela a las seis en punto. Antes de entrar por completo, cerré mis ojos y suspiré.
Tenía muchas ganas de volver a jugar.

Me encantaba el sonido que hacían los zapatos al arrastrarse por la duela, o escuchar el rebote del balón al impactar con el piso.

Un grito me hizo salir de mi pequeño trance.

—¡Akira-chan!— Yamamoto se me acercó corriendo— ¡si viniste!— me tomó por las axilas y me elevó en el aire para después dar vueltas.

Era increíble que me pudiera levantar.

—Bájala Yamamoto— Kuroo se acercó junto con Yaku y Kenma.

En un instante, Taketora me bajó.

—Buenos días— saludé en general.

—Buenos días— me dijeron de vuelta el equipo.

Ya nos conocíamos, cuando todavía estaba mi equipo completo, había venido a una que otra práctica.

—Hola— saludó Kenma, mirando a su PSP.

El día que lo vea sin él me tiro de un puente.

Me le acerqué y pasé mi brazo por sus hombros.

—Gatito, ¿qué nunca dejas eso?— traté de hacer sonar mi voz un poco más aguda, algo que Kenma odiaba.

—No— hizo una mueca de desagrado y después siguió jugando.

—Bueno, si ya estamos todos completos, suban al autobús.— dijo el entrenador.

Hicimos lo que nos dijo, en menos de diez minutos ya estábamos de camino al lugar en donde nos quedaríamos. Al ser anfitriones teníamos que estar más temprano allá.

Yo me había sentado hasta atrás, recargada en la ventana para dormir un poco. Kenma a un lado mío.

—Te cambio de lugar— escuché que dijeron cerca.
Al principio creí que le decían a alguien más, pero cuando Kenma se movió supe que le dijeron a él.

Volteé un poco adormilada, para ver el rostro de Kuroo mirando al frente.

Sonrió de lado y me volteó a ver.

—Tú sigue durmiendo— sacó su celular y revisó la hora, creo.

Iba a recargarme en la ventana de nuevo, hasta que una idea brillante pasó por mi cabeza.

—¿Puedo?— apunté a su hombro.

Tetsu asintió y yo me acomodé en su hombro como si fuera una almohada.

El sonido de un flash hizo que abriera un ojo.

—¿Qué?— preguntó a la defensiva— esto no pasa todos los días.

Rodé los ojos y volví a lo mío.

Media hora después ya habíamos llegado.

—Ten, ponte esto— Kuroo me extendió una camiseta de color negro de prácticas y una casaca azul con el número siete en el frente.

—Me quedará enorme— apunté a la camiseta.— ¿de quién es?

—Tienes buen ojo— se burló— es de Inokua, pero no creo que tenga problemas en prestártelo.

—Me hubieran dicho que me trajera la mía— me quejé.

—Eso hubiera sido menos divertido— sonrió como normalmente lo hace.

—¿No pudieron conseguir otra?— una mueca apareció en mi cara.

—No creo que quieras la de Lev— seguía teniendo su risa burlona plasmada en la cara.

Bufé y le arrebaté las playeras.

—Si me queda como vestido va a ser su culpa— entrecerré los ojos y apunté a los demás.

Teshiro y Yamamoto se estaban riendo.
Les saqué la lengua y me dirigí a los vestidores.

Sería una larga semana.


















Para los que no sepan: La fiebre tifoidea es una enfermedad infecciosa sistémica que se caracteriza por que el paciente presenta fiebre elevada y síntomas abdominales causados por la infección de la bacteria Salmonella typhi.

En general, es muy fea lol.

¿Qué les parece?






-Max<3

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top