Charla entre descerebrados, literalmente
—Many, si te vas a quedar ahí tirado como tumba, al menos échame una mano.
Como de costumbre, mi amigo Cucu (como cariñosamente le digo), se queja. Igual hago lo que quiere y me arranco la derecha para pasársela.
—¿Para qué necesitas tantas manos, cesudo?
—Estoy haciendo... —Y hace una de esas pausas para dar énfasis en lo siguiente—: ¡Una zompresa!
—Cucu, te he dicho que mezclar las palabras no lo hace más genial.
—¡Vamos, Many! Al menos levántate, ¡¿dónde está tu alegría de vivir?!
Impasible, me tomo del pelo y me dejo caer sobre un tocón. Bueno, solo la cabeza.
—Cucu, somos zombies. No estamos vivos, solo somos muertos vivientes.
Él abre la boca como para decir algo pero se agarra la mandíbula porque casi se le cae.
—No, no empieces a confundirme. Solo dime: ¿qué te parece mi escultura?
Observo el árbol frente a mí. Más de diez manos colgadas por hilos (incluyendo la mía) en las ramas y un graffiti en el tronco. Es un...
—¿Unicornio? ¿Qué pinta un unicornio entre todo eso?
Cucu me mira por un tiempo prolongado, aunque supongo que está en uno de esos viajes astrales en donde se replantea su completa existencia.
Finalmente responde—: Many, el arte es un medio subjetivo. Cada cual interpreta algo. No voy a influir en el significado que le des. Pero claro que lo tiene.
Podría rebatir eso, sin embargo, no quiero entrar en debate.
—¡Mira quiénes están aquí, Ross!
Ambos volteamos a ver a los recién llegados.
—¡Cucurucho de maní! ¿Qué hacen aquí?
—Es Cucucho y Many —se molesta mi amigo en aclarar—. Pero si quieres jugar pesado, también puedo hacerlo, Rosquilla.
Cucu y Quilla entran en una riña de miradas hasta que al último se le cae el ojo izquierdo.
—¡He ganado, descerebrado!
Ross se ríe mientras recibe una mala mirada del ojo restante de su compañero y yo me limito a observarlos.
—Bueno, ¿a dónde van? ¿A una fiesta?
Opto por cambiar de tema en cuanto veo las maracas que lleva Ross.
—Vamos a una tertulia de zombies —contesta Quilla luego de acomodarse la cara.
—¿Entonces para qué son los instrumentos? —indago.
—¡Para ponerle sabor! —Y junto a la respuesta, Ross agita su par de sonajeros.
—Las tertulias son para hablar sobre algo —digo con obviedad—. No son para celebrar.
—¿En serio? —Quilla se decepciona—. Ahora entiendo porque decían que había que llevar tu poema favorito.
Lo único que me impide pone los ojos en blanco es el temor a que se me desprendan.
—¡Eso está genial! —al mismo tiempo que exclama, Cucucho saca un libro de la nada—. Yo iré. No perderé la oportunidad de compartir opiniones con mis estimados y sensibles, artísticamente hablando, colegas.
—¿Está... bien? —no estoy seguro de qué decir.
—¿Vienes, Many? —vuelve a agregar él visiblemente emocionado.
—Aunque sea para molestar a estos nerds —añade Quilla con sonrisa burlona.
—Lo siento, compañeros, pero yo tengo una cita.
Silbo como si llamara a un perro pero es a mi mano a quien recupero.
—¿De verdad? ¿Con quién? No me digas que es con esa chica —Cucucho me da una mirada desaprobatoria.
—Así es —reafirmo sonriente.
—¡¿Llevas veinte años en esa piel apestosa y no has aprendido nada de las relaciones entre humanos y zombies?!
—Hay películas y series actuales que me respaldan cuando digo que puede funcionar —me defiendo—. Además, hoy me puse perfume.
—¡No puedes respaldarte con la ficción, Many! ¿Conoces alguna una historia de amor real así?
Con este amigo, no necesito enemigos.
—Siempre hay una primera vez, Cucucho —responde Quilla por mí.
—Suerte con la humana, galán.
—Gracias, Ross —añado.
—Yo sigo diciendo que es una locura.
—Cosas de enamorados —vuelve a decirle Quilla a Cucu.
—Más bien: descerebrados.
—¡Ba dum tis!
Los tres miramos a Ross después de que realizara los efectos de sonido con su boca.
—Es que no tenía nada que decir —contesta inocente alzando los hombros.
—Bueno, nos vemos.
Me despido y levanto al mismo tiempo.
—Many —Cucucho me llama—. ¿No se te olvida algo?
—¿Qué cosa?
—¡Que tu cuerpo está andando sin cabeza, bruto!
Y ahí me doy cuenta de lo que Quilla dice cuando veo que mis piernas, que se ven bastante bien desde esta perspectiva, andan solas por allá.
—¡¡Espérame, cuerpo!! ¡¡No me dejes!!
Oyendo las risas detrás, voy brincando mientras llamo a mi otra parte. Aunque no creo que me oiga, porque yo me quedé los oídos de este lado.
Y bueno, solo es después de unos saltos, gritos humanos y globos de agua (literalmente, no sé de dónde los sacaron), que me doy cuenta de que debí haberme ido a la tertulia.
Definitivamente aprendí que mejor ser poeta que andar sin Julieta...
¿O era al revés?
***
Relato de 788 palabras creado para participar en el Desafío#7 de Historias Cortas
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