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Ladybug tenía miles de secretos. Era la dama de silencio de París. Aquella que acallaba a sus palabras y cerraba las ventanas de su alma para proteger a los demás. Esa decisión no era siempre bien recibida.

Ladybug había tenido que lidiar con preguntas, reclamos y reproches. Y parecían ir a más cada vez. En el balcón de aquel edificio abandonado, envuelta en su silencio terrorífico, Ladybug encontró paz. Se había convertido en su rincón secreto, uno que ni siquiera Chat conocía.

Aquella gran mansión, destartalada y desdentada, estaba llena de corrientes de aire y susurros grotescos de los árboles arañando las tejas rotas. En lugar tenebroso del que corrían toda clase de leyendas. Un lugar que nadie visitaba ni siquiera con la vista. Su refugio.

O al menos lo era hasta que los escuchó hablar a voces por los pasillos. Ladybug se adentró en la habitación y se escondió en el interior de un enorme armario, el único sitio en el que no quedaba expuesta a la claridad fantasmal del sol.

—Sigo sin estar seguro de que podamos entrar aquí.

—¡Venga, tío! Por una vez que te dejan salir, ¿qué menos que aprovecharlo y salir a la aventura?

Ladybug escuchaba las voces, amortiguadas por las puertas de madera del armario.

—Aventura, ¿eh? En realidad es que estabas cagado de miedo por venir solo pero no te atrevías a pedirle ayuda a Alya.

¡Alya!, se sobresaltó Ladybug, tapándose la boca con las manos para evitar producir ningún sonido.

—Alya está ocupada.

Escuchó cómo trasteaban con gavetas de madera podrida y estantes oxidados con el corazón en la garganta.

—Además, quiero sorprenderla con una localización increíble para el corto —siguió, al ver que su compañero no le contestaba.

—¿Por eso no le has dicho nada a nadie?

Y abrió la puerta del armario. Escondida en la oscuridad como estaba, tardó varios segundos en verla. Pero eso no impidió que se le petrificara el rostro por la sorpresa. Adrien. Tenía que ser Adrien, maldijo Ladybug para sus adentros.

Se llevó un dedo a los labios en señal de silencio. Imploró todo lo que sabía para que Adrien cerrara la puerta e hiciera como que no la había visto.

—¿Hay algo ahí? —Sin la barrera de la puerta, era fácil identificar la voz de Nino—. ¿Alguna muñeca que de mal rollo?

—No —le respondió Adrien—, solo un montón de ropa vieja.

Adrien le lanzó una mirada intrigada y volvió a cerrar la puerta.

—¿Seguro que no hay...?

—No hay nada ahí —lo cortó Adrien—, vamos a ver si hay algo más interesante en otras habitaciones.

Se marcharon, pero Ladybug tardó un buen rato en recomponerse del susto. No se quería imaginar el tercer grado al que podía someterla Alya si la descubría ahí. Y si Nino la veía, Alya lo sabría, y adiós al refugio secreto.

Nunca había tenido tantas ganas de darle un beso a Adrien como en ese momento. Una lástima que lo único que estuviera con ella en ese armario era un montón de ropa llena de polvo.

Publicación original:

https://twitter.com/MeimiCaro/status/1498326340818382854

Fecha original: 28 de febrero de 2022

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