Adrien pasó el pincel con mucho cuidado por el lienzo, controlando hasta su respiración.

Se suponía que el arte debía ser creativo, divertido. Pero él sentía que estaba desactivando una bomba con pinceladas meticulosas. Ahí no había nada de artístico.

Marinette lo observó de reojo. Conocía esa expresión. Ella misma veía esa misma cara de asco y estrés cada mañana: la suya propia, ante el espejo. Sabía que lo estaba pasando mal, solo tenía que ver la tensión del brazo con el que sostenía el pincel.

Suspiró y, mirando de reojo en espera de una oportunidad, se acercó a Adrien y..., le pintó la mejilla de verde con su propio pincel.

Adrien se sobresaltó y la miró, rígido. Volvió a mirar su cuadro, que tenía un trazo fuera de lugar por el espasmo. Marinette lo miró expectante, lamentando que su intento de broma le saliera mal. Como siempre. Quería disculparse, pero no podía hacerlo sin llamar la atención.

Adrien miró el enorme trazo blanco que ahora atravesaba la mitad de su trabajo. Sintió que algo se desgarraba dentro de él. Y fue liberador. Como si se hubiera roto algo que no debía estar con él, algo que le hacía difícil respirar.

Luchó por disimular la risa, pero no pudo contener la sonrisa.

Marinette lo observó con curiosidad. Tuvo que contener un grito de sorpresa cuando Adrien le pintó la nariz, no queriendo que la profesora les llamara la atención y les castigara.

Al final dio igual que no emitieran ningún sonido. Terminaron la clase con tanta pintura encima que la broma fue obvia y acabaron con un buen castigo a sus espaldas. Y aún así los dos no pudieron parar de sonreír.

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Fecha original: 11 de abril de 2021