Marinette normalmente estaría hiperventilando por acercarse a la casa de Adrien sin previo aviso. Pero esa vez la emoción era muy distinta. Le escribió a Adrien un escueto mensaje, pidiéndole que saliera fuera. Apenas tuvo que esperar unos minutos.

—¡Hola Marinette! Mira, aquí la tengo.

Le tendió una game boy cuadrada y plateada, abrió la tapa para encenderla.

—Te la puedo prestar sin problema —aseguró Adrien con una sonrisa apenada.

—¿Pero no me habías dicho que no lo habías terminado?

Adrien se encogió de hombros.

—Esa partida esta pendiente desde hace años. Y no creo que la termine nunca. Los Pokémon que me faltan no son de este juego y no conozco a nadie que aún lo conserve.

—Bueno, eso se puede arreglar.

Con una sonrisa, Marinette tomó la consola de Adrien y llevó a su personaje al menú para compartir Pokémon. Sacó la suya propia del bolsillo y le devolvió la consola a Adrien.

—¿Preparado? —preguntó Marinette sin esperarle—. Ahí va.

A Adrien le hicieron chispitas los ojos cuando finalmente le salió el mensaje de su pokedex completa, señalando el final del juego. La miró con sorpresa.

—Ya no puedes decir que no tienes amigos a los que pedir ayuda —bromeó Marinette con una risa suave—. ¡Hasta mañana!

Adrien la observó marcharse con una mueca tonta en la cara. Se quedó ahí plantado, en la entrada de su casa, incluso cuando ya no había rastro de Marinette.

Aquel pequeño niño que no podía salir de casa ni para ir al colegio, cuya única compañía en su solitaria habitación era aquella consola, vio de repente que tenía alguien al lado, sonriendo y jugando con él, y que ya no estaba solo.

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Fecha original: 20 de marzo de 2021