059
Aquel niño de cabellos rubios corrió por los largos pasillos mientras gritaba un nombre que reverberaba en las altas paredes blancas como un fantasma.
Lo único que podía escuchar mientras buscaba eran sus propios pasos y su aliento entrecortado.
Paró en seco al llegar a aquella sala, iluminada gracias a los arcos blancos que daban al jardín y al reflejo del complejo rosetón que estaba en la pared del fondo, bien en lo alto, llenando el habitáculo blanco de un espectáculo de color.
Incluso se olvidó de respirar.
En el centro de todo, ahí estaba ella, protegida por su tumba de cristal que la mantenía ajena al paso del tiempo.
Y delante de ella, contemplándola con adoración, estaba él.
Entonces lo vio:
—¡Mullo! —gritó antes de poder controlar su lengua.
Lo lamentó al momento, él se giró, dispuesto a mirarle. Clavó su mirada verde y clara en él e hizo un gesto para que se acercara.
Como un niño a punto de recibir un regaño, se acercó a él arrastrando los pies.
Se sentó a su lado en un banco de mármol. Mullo se apoyó en su hombro, palmeándole afectuosamente el cuello.
—Buenas tardes, maestro —lo saludó el discípulo.
—Buenas tardes, Alfred —le respondió él sin apartar la mirada de la chica del centro de la habitación.
La luminosidad de la habitación hacia que su anillo plateado y sus pendientes negros brillarán, a diferencia de su ropa blanca.
Cuando el maestro no estaba estudiando, entrenando a los discípulos o arreglando algún malévolo problema, siempre estaba allí.
Alfred aguardó, a la espera de recibir una reprimenda por ir corriendo por el templo, por irrumpir en aquella habitación sagrada soltando gritos. Pero el maestro no hizo nada por el estilo. Se formó un largo silencio que, aunque pacífico, a Alfred se le tornó incómodo.
Maestro, ¿por qué siempre estás aquí?
El maestro suspiró y clavó su mirada amable en Alfred.
—Por la misma razón por la que sigo siendo el maestro... Por ella.
Volvió a clavar la mirada en la figura acristalada que gobernaba toda la sala aún teniendo los ojos cerrados.
Alfred quiso seguir preguntando, pero Mullo le tiró del pelo para que se callara. Con una reverencia, Alfred se marchó, dejando a Adrien solo. Al menos durante un momento.
—¿Estás bien, Adrien? —le preguntó Tikki.
–Ha habido días mejores —río Adrien tristemente.
—Dos siglos son mucho tiempo de vida como para que este sea el peor —dijo Plagg.
—¡Plagg! —le recriminó Tikki.
Adrien los ignoró a ambos.
—No todos los días se cumplen dos siglos de aquel desastre... —susurró Adrien.
Aquel día horrible seguía siendo su peor pesadilla. Y lo peor era tener la prueba de que había sucedido de verdad en aquella sala.
El poder de la destrucción de Plagg tenía sus virtudes, pero también sus inconvenientes.
Cuando la masa oscura los envolvió,
solo pudo pensar en curar a Marinette, arrebatársela a la muerte que parecía ya haber encadenado su tobillo al destierro. En su lugar, lo había vuelto inmortal a él. La rabia que lo atenazó en aquel entonces habría sido suficiente para destruir el mundo.
Pero Tikki lo salvó de eso. Cuando apretó la mano y los pendientes de Ladybug se clavaron en su palma, recordó por qué no debía dejarse llevar por la locura.
Con el poder de Tikki y Plagg juntos, pudo congelar a Marinette en el tiempo.
Su herida mortal permanecía en el cuello, pero no moriría hasta deshacer el hechizo y eso solo ocurriría cuando encontrara la forma de salvarla.
Aunque le había costado, finalmente había entendido por qué el poder de Plagg le había dado ese don. Esa era su misión.
Viviría hasta completarla, sin envejecer ni dejarse atrapar por las trampas del tiempo.
Se acercó a la helada superficie y la tocó con su mano. Las lágrimas rodaron por sus mejillas y no pudo sino sollozar.
—Te añoro tanto, Marinette...
No hubo respuesta ni la habría hasta que encontrara la manera de salvarla. Aunque eso supusiera seguir siendo el maestro de los miraculous para preservar el mundo de paz que Marinette había luchado por conseguir, aunque eso implicará pasar toda la eternidad para curarla.
Publicación original:
https://twitter.com/MeimiCaro/status/1340619564263104512
Fecha original: 20 de diciembre de 2020
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