Chat Noir nunca, jamás de los jamases, había rechazado un dulce cocinado en la panadería de los Dupain-Cheng.

Ya hubiera lluvia, truenos o nieve, nada lo separaba de un croissant recién hecho.

Por esa razón Marinette no se lo podía creer cuando lo rechazó. Lo miró con el ceño fruncido, tratando de entender qué le estaba pasando al gato melindroso.

—¿Estás seguro? —repitió Marinette con la bandeja entre las manos.

—Seguro.

—¿Pero seguro-seguro?

—Seguro-seguro.

Marinette lo observó con sospecha.

—¿Te has puesto a dieta?

—¡No! Y no me hace falta.

—Hay que reconocer que ese traje tiene que ser difícil de llevar, sobre todo si se es un gato presumido.

—No soy presumido, tengo autoestima. Y estoy perfectamente.

—Ya...

—¡Qué no estoy a dieta! —se quejó nuevamente Chat.

Y como si eso fuera una prueba, tomó uno de los croissant de la bandeja y le dio un bocado.

Enseguida se arrepintió.

—¡Ay!

—¿Chat? ¿Algo va mal?

—Mi pobre colmillo —lloriqueó Chat.

—No me digas que tienes un diente picado —Chat la observó adolorido —. Y el colmillo de entre todos los dientes.

Marinette se imaginó a ese gato sin colmillo, como un gato bebé mudando los dientes.

Empezó a reírse antes de poder controlarse y se ganó el malhumor de Chat durante dos semanas. El mismo tiempo que estuvo sin probar ni un dulce.

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Fecha original: 25 de mayo de 2020