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Cuando tenía la necesidad de hablar del dolor que acarreaba lidiar con las órdenes de su padre, Adrien acababa tomando la mano de Kagami. La única que podía entenderle porque, de una forma u otra, vivía día a día con la misma carga.

Pero aquel día en que su cuerpo decidió ceder al fin, recordarle lo mucho que dolía, lo cansado que estaba... Fue Marinette quien tomó su mano.

Adrien no tenía recuerdos claros de ese momento. Solo que le costaba respirar, todo le daba vueltas, quería vomitar. Y su voz. Recordaba esa charla, hablándole sin parar para recordarle que respirara profundo, diciéndole un poco de todo para intentar distraerle.

—No quiero ir a clases de piano —sollozó Adrien.

—¿Por qué? —le preguntó Marinette—. Respira hondo.

—No quiero eso...

—¿El qué? ¿No te gusta el piano?

Adrien volvió a llorar.

—Sí... —lloró—. Era mi sueño... Él quería que aprendiera a tocar el violín, como mi abuelo...

—¿Te enamoraste del piano?

—Desde hace mucho...

—¿Recuerdas cómo fue?

Adrien no se percató de que las lágrimas habían dejado de escapar de sus ojos y que empezaba a respirar con normalidad.

—Fue con una película.

—¿Con cuál? ¿Los aristogatos?

—¿Tengo pinta de gato jazz?

—Tienes pinta de alguien que quiere ser un gato jazz.

Marinette se rio y, para Adrien, su risa fue contagiosa.

—Fue con Big. Esa peli donde Tom Hanks baila sobre un teclado enorme. Parecía tan divertido, tan diferente a mis clases de violín...

Adrien suspiró, perdido en sus recuerdos.

—Tendría que haber sabido que las cosas no cambiarían... Ahora, eso que tanto amé siento que no me pertenece.

Ambos permanecieron en silencio. Adrien cerró los ojos, sintiendo cómo se hundía pesadamente en el cemento de su desasosiego.

—Fuguémonos —dijo Marinette de repente, sobresaltado a Adrien.

—¿Qué?

—Que nos fuguemos. Hay un local de juegos con unas buenas consolas de Dance Dance Revolution con las que puedo hacerte morder el polvo. Y me suena que tienen algo así como un piano gigante digno de pisar.

Marinette apretó su mano y le sonrió, invitándole a seguirla en su travesura. Adrien la observó de hito en hito antes de elegir apretar su mano y limpiarse los restos de lágrimas.

Después de aquella fuga le esperó un regaño monumental por parte de su padre, pero por una vez no le importó. El pedacito de libertad que Marinette le había ayudado a encontrar permanecía en su pecho y nada ni nadie se lo iba a quitar.

Publicación original:

https://twitter.com/MeimiCaro/status/1265039589523292161

Fecha original: 25 de mayo de 2020

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