No pudo evitarlo. Lo recorrió con la mirada de arriba a abajo, múltiples veces; y con su disimulo tan característico, lo que quería decir ninguno. Adrien se frotó el cuello, incómodo.

—¿Sucede algo? —preguntó él.

Marinette boqueó como un pez, perpleja. Adrien sólo había estado fuera un verano, todo gracias al trabajo de su padre.

Lo había echado de menos, pero ella pensaba presumir de la altura que había ganado desde que se había ido, cansada de ser siempre la bajita del grupo.

¿Cómo es que la diferencia de altura se había duplicado?

Marinette hizo un puchero que produjo un impulsiva sonrisa en Adrien.

—Has crecido. Mucho —susurró Marinette.

—¿Y eso que tiene de malo? —preguntó Adrien.

—Eso hará que sea más difícil besarte.

Los dos se sobresaltaron y entonces escucharon a Alya y a Nino riendo. Marinette se giró rápidamente, con las mejillas ardiendo. Alya los grababa mientras Nino, que había puesto esa estúpida vocecita aguda para imitarla, se desternillaba de la risa.

—Corre —murmuró Marinette—. Corre hasta Inglaterra.

Antes de que Nino tuviera oportunidad de tomar aire, Marinette ya lo estaba persiguiendo. Nino corrió por su vida, pero aún así no podía parar de reír. Alya los siguió, sin dejar de grabar.

Ninguno de los tres se dio cuenta del efecto que habían dejado esas palabras, esa fantasía con ella, en el acelerado corazón de Adrien. Hizo un esfuerzo por contener su sonrojo, aunque con un suspiró reconoció que no parecía remitir.

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Fecha original: 6 de abril de 2020