—No, Chat, no voy a hacerlo.

—¿Por qué el miedo, princesa?

—Yo no tengo miedo.

—¿Ah, no?

—No, para nada. Es que aquí no hay música ni hay un salón ni nada.

—¿Quién dice que hace falta música para bailar? ¿Y qué no se puede bailar en medio de la calle?

—El sentido común quizás. Podemos chocar con alguien o no seguir el mismo ritmo o... ¡No sé, ya me entiendes!

—Aquí no hay nadie más que tú y yo, bueno, y tu vergüenza —Chat tiró de su mano y la hizo girar—. Y si te importa la música, esa te la pongo yo.

Con torpeza, Chat tarareó canciones de musicales, una detrás de otra, junto a su oído mientras bailaban. Llegó al punto en que Marinette no podía atinar dos pasos seguidos por las fuertes e incontrolables carcajadas que la estaban volviendo loca.

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Fecha original: 2 de abril de 2020