Adrien haría lo que fuera por su padre. Siempre había sido así, desde que era un niño. Incluso había aprendido a manejar la espada por su influencia y deseo, pese a que odiaba el conflicto.

¡Estaba comprometido con la hija de los duques Bourgeois, por todo lo sagrado! Y por mucho afecto que le tuviera, aquello no era amor, no del amor que él soñaba vivir al menos una vez en la vida. Pero había dejado de lado ese sueño por él, ¿no era eso suficiente?

Había adelantado con mucha ventaja a todos los caballeros de su padre, nadie podía igualarles a Plagg y a él como equipo en campo a través. Tras él sólo podía escuchar sus gritos ordenándole que cazara a la bruja.

La bruja volaba entre los árboles pese a que sus ojos se negaban a creerlo. Pero ahí estaba él, espada en mano, a cada vez menos distancia de la bruja.

Los gritos de su padre cada vez eran más fúricos y atronadores, ordenándole que pusiera fin a la pesadilla de la bruja.

Entonces ella se giró y clavó aquellos ojos azules en él. Adrien fue incapaz de ver la maldad en aquellos ojos, aquel corazón horrible que según su padre había atraído las desdichas de su reino.

No, lo que Adrien vio fue una mirada tenaz y valiente, un corazón inocente.

Por primera vez en su vida, Adrien desobedeció a su padre. Dejó caer la espada y la bruja voló muy lejos de allí.

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Fecha original: 8 de marzo de 2020