Oz y la Maligna Bruja del Occidente

En un país que estaba lejos de todo el mundo, civilizado e incivilizado, nacieron cuatro brujas; a dos de ellas se les consideraba buenas y amables, mientras que las otras dos malvadas y despiadadas. Éstas brujas entrenaron diligentemente su magia, no obstante, su fuerza nunca estuvo al mismo nivel: una de ellas era un verdadero prodigio, otra había creado unas zapatillas con un grandioso poder oculto, la tercera envidiaba esas zapatillas, y la última… bueno, no era tan fuerte como las otras.

Cuando crecieron quisieron partir y conquistar algún territorio del país y hacerlo prosperar gracias a su magia, por desgracia, todos odiaban a las brujas malvadas y lo que más querían era eliminarlas.

La bruja prodigiosa se ganó los corazones de la gente del Sur, quienes le permitieron gobernarlos; la que no era muy fuerte lo hizo con los del Norte, concediéndoles regalos y escuchando sus problemas.

No pasó mucho para que aparecieran héroes dispuestos a eliminar las fuerzas del mal y darles caza a dichas brujas. La de las zapatillas llegó hasta el Oriente, donde la rechazaron, así que se impuso a la fuerza.

La tercera bruja era perseguida con fervor, y entonces, en un bosque cerca del extremo occidente, los lobos la encontraron durante su intento de huida, y la acogieron. Estos le propusieron tomar esas tierras, empero, como era de esperarse, la rechazaron los habitantes.

El poder del Bien, el poder del Mal…, ¿quién fue el chiflado que eligió eso? ¿Qué la volvía a ella malvada y a las otras buenas?

Años atrás, la bruja del Norte, que amaba los lujos, a causa de una broma, esclavizó a los monos alados, cuyo poder utilizaba ahora esta bruja para conquistar el territorio del Occidente.

En algún punto cayó del cielo un hombre que se decía mago, pero que en realidad era un farsante, y rápidamente envidió el poder mágico de las brujas y puso bajo su soberanía el centro del país, construyendo la Ciudad Esmeralda.

Empero, esto no fue suficiente para el gran Oz, quien quería gobernar más y, para evitar perder el favor del pueblo, eligió las tierras del Occidente para robárselas a la bruja, tan sólo que no lo logró.

La bruja se fue secando al tiempo que los años iban pasando, hasta el punto en que ser de carne y hueso ya no significaba nada, puesto que ya no podía sentirlo.

Llegó al país de Oz una chiquilla que por casualidad mató a la bruja del Oriente, ganándose a todos por su obra, y esta fue mandada a llamar por Oz, quien nunca se rendía, le pidió eliminarla a cambio de otorgarle su deseo. La niña estaba decepcionada, empero, aun así lo haría.

El poder del Bien no era más que cadenas, pero el nombre era tan bello que nadie parecía darse cuenta.

Dorothy y su séquito llegó hasta las tierras del occidente y la bruja intentó detenerla. Primero envió a los lobos, quienes fueron asesinados uno por uno por el Leñador. Entonces la maligna bruja del Occidente soltó un alarido furioso y doliente en honor a sus soldados caídos. Eso ahora era personal, los eliminaría sin dudarlo.

Así que envió a los cuervos, quienes fueron eliminados estratégicamente por el Espantapájaros. ¿No se suponía que ese sujeto no tenía cerebro?

Cuando sus abejas sufrieron el mismo destino que el resto, la bruja decidió que no permitiría que siguieran matando a sus súbditos, y les envió a los esclavos a ver si sus enemigos eran tan crueles para asesinarlos.

Empero, el León los espantó, y el grupo marchó hacia el castillo. La bruja usó una última vez a los monos alados, quienes destruyeron a dos de ellos y le llevaron a la niña al no poder lastimarla. La bruja se dio cuenta de que Dorothy usaba las zapatillas plateadas y había sido bendecida por la bruja del Norte. Refunfuñó. Sólo podría obtener lo que toda su vida había deseado poniendo fin a la vida de esa niña, no obstante, tampoco podía hacerle daño. «Qué cruel eres, mano del destino», pensó.

Esclavizó a la niña al no saber qué más hacer con ella, haciéndole creer que podía matarla, empero, por un desafortunado accidente, Dorothy le echó agua encima, aun sin saber que esa era la única debilidad de su captora. La bruja sonrió, desesperada; podía ver los hilos del destino que la dirigían hasta ese inevitable final. La historia ya se había escrito, y sus intentos por cambiarla siempre fueron inútiles.

Se derretía, y entendió en sus últimos instantes que ese extraño titiritero ganaría, y lo que se llamaba el Bien triunfaría por sobre todo, mientras lo que se llamaba el Mal sería atacado sin piedad.

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600 palabras
Usé la versión de L.F. Baum, y me inspiré un poco de la de Tom Y Jerry

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