26. Arcoíris

𝓐𝓻𝓬𝓸𝓲𝓻𝓲𝓼

Un arcoíris descendió encima suyo en forma de gotas de colores vivos, que se transformaron rápidamente en sangre.

Sangre que guardaba más que muertes inexistentes y palabras mudas de emergencia: contenía un destino cierto.

El hombre fue bañado en su textura melosa que escaló por su cuerpo como insecto y se introdujo por su boca impidiéndole respirar. Luego pasó a sus ojos y finalmente (y a la zona que más le generaba terror), a sus orificios nasales; cortando por fin su vía respiratoria.

En medio de su ahogamiento y su desesperación se dio cuenta que aquello solo era un sueño, un extraño sueño producto de un atardecer hermoso que vivió ese día de otoño.

"Pesadillas incoherentes para mentes en descanso", pareció susurrarle su padre.

Se ordenó despertar y así lo hizo, solo para encontrarse contra su almohada presionando con fuerza su rostro. Lo primero que sintió fue lo húmeda que estaba y cómo ésta le empapaba la cara, lo siguiente fue un extraño sabor metálico que se revolvió en su boca, uno que no tenía que ver con sangre. Le tomó unos segundos reconocer su agrio gusto: era pintura.

Movió sus piernas intentando liberarse del que fuera que deseaba su muerte y luego sus débiles manos, todo en vano. Otro nuevo sabor invadió de paladar: sangre, que provenía de su ahora partida lengua. Esta se mezcló con su saliva, el aire atascado por los intentos inútil de respirar y la pintura, generando una tos que no pudo expulsar.

La impotencia se apoderó de su cuerpo acabando más rápido con su vida que la falta de aire.

Antes de morir logró encontrar paz en el arcoíris de sus sueños recordando las palabras de su padre: «porque aquello más tranquilizante luego de la muerte es esta misma».

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