microcuento 1

Tìtulo: Dora

Elenco: ...

Palabras: sirenas, océano.

Categoría: Fantasía.

Cantidad de palabras utilizadas: 1016

Desarrollo:

Juan despierta tras su primera noche en la casa que su hermana y su marido poseen en Lanzarote. Necesitaba escapar de Madrid, su primera idea fue viajar a Ceuta, su patria chica; pero la invitación de su hermana le convenció.

Ha soñado con una sirena que le llamaba con su canto y como pudo encontrarla. Ya despierto, ese canto sigue sonando en su mente. Es triste y hermoso, su voz es dulce. No está seguro si es sólo un recuerdo o es real.

Su hermana  le devuelve a la realidad mientras desayunan:

—¡Juan! Sigues dormido.

—¡No, qué va! Dime.

—¿Acabaste el libro?

—Sí. Me encantó aunque su final sea tan triste. Gracias de nuevo por el regalo.

—Me alegro de que haya servido para superar tu separación.

—Es una historia de amor tan distinta a la mía.

—Ella nunca te amó. Aún eres joven, hallarás a tu sirena.

El libro en cuestión lleva el título de La Sirena de Famara y su autor es Ismael Lozano. Él se queda sin palabras, emocionado por el sueño. Deja que su hermana imagine que esa emoción es producida por la separación.

—Juan. ¿Te apetece ir a la playa?

—Me encantaría. Como cantó Serrat: si te toca llorar, es mejor junto al mar.

Van a la playa de Famara, la misma que se describe en el libro. Allí el canto es más nítido. Él océano ejerce una irresistible atracción a quienes lo han conocido. La pareja y Juan se zambullen y ella alerta de las corrientes. Para dar ejemplo, permanecen cerca de la orilla.El canto de la sirena llama a Juan, sólo él puede oírlo. Se sumerge confiado en su capacidad pulmonar y no tarda en ver a la sirena de su sueño. Con cuerpo de mujer de cintura para arriba, cubre sus senos con algas. Cuerpo de pez desde la cintura a los muslos. 

—¡Hola, Juan!

—¿Cómo sabes mi nombre?

—Porque te he llamado, gracias por venir.

Un sinfín de preguntas invade su mente, mas ella impide que formule ninguna; arrima sus labios a los de él para darle el aliento que empieza a faltarle.

—Ya puedes respirar, sin hablar ni tragar. El agua no te hará daño.

El océano tiene su propia realidad, hecha por sueños; en la cual el pasado, presente y futuro se unen, sus seres se comunican sin palabras y admite a cualquiera que acuda con paz y amor. Ese acto produce un efecto mágico para ambos.  Ella comprueba que él es quien espera. Él encuentra las respuestas, excepto una:

—¿Cómo te llamas?

—Dora. El autor del libro me conoció y quiso ponerle mi nombre a su protagonista.

—No me importaría quedarme aquí para siempre.

—No será necesario. Quiero volver y sólo tú puedes sacarme.

—Cuenta conmigo.

—Vine por la llamada de un tritón, me fascinó este ambiente y también quise quedarme. De vez en cuando salía al aire, mas mis pulmones se adaptaron al mar y las salidas fueron más breves. Ahora necesito aire para poder salir.

—Te lo traeré. ¿Qué pasó con el tritón?

—Yo no le amaba y nos separamos. Debes irte para que tu hermana no se extrañe.

—Vuelvo esta tarde. Hasta luego.

—Hasta luego.

En la superficie sólo han pasado cinco minutos. Su hermana está preocupada:

—Temíamos por ti, ¿cómo has aguantado tanto?

—Tengo buenos pulmones. Lo que vi dentro me ha encantado y quiero estar más tiempo, con oxígeno.

Su cuñado propone:

—Vamos a comer y, durante la digestión, lo buscaremos.

Los bañistas se sorprenden al ver a un forastero sumergirse con equipo de buceo, la bandera roja ondea al fuerte viento, habitual en esa playa.

Dora le recibe con otro beso, éste más por cariño que por auxilio. Juan le pasa la mascarilla, ella aspira poco a poco para irse habituando al aire.

Pero el océano no quiere que ella lo abandone, genera un remolino que les impide ascender. La joven pareja lucha contra el elemento, sin éxito en un principio.

—Dora, mi amor, espérame. Buscaré una barca y cuerdas para subir.

—Aquí estaré.

El océano permite su ausencia. El enamorado cumple su promesa y vuelve a sumergirse. Tal vez se haya equivocado de sitio, el océano es uniforme, sin más referencia que aquellas fuera de sus dominios. Dora no está. La busca sin encontrarla. Entonces surge otro problema, ¿cómo explicar al pescador y su familia lo sucedido? Mintió diciendo que una joven permanecía viva e inconsciente en el fondo.

El pescador pregunta:

—¿Cómo es ella?

—Rubia, ojos violetas, nariz y labios pequeños, casi de mi estatura.

—Como mi hija Dora. El océano se la llevó hace dos años.

—Es ella. Perdón por mentir antes, no quería dar muchas explicaciones para no perder tiempo.

Juan cuenta toda la verdad. Los lugareños reanudan la búsqueda, tal como hicieron entonces, con el mismo resultado. Creen que el forastero está loco. El padre quiere creerle, para aferrarse a una nueva esperanza.

El océano inexorable va tragando al sol poco a poco. Cada cual va a su casa para cenar y acostarse.

Juan llora en silencio y en la soledad de su cama por su fracaso. Hasta que oye , aún sin dormir, el canto de Dora:

No temas, mi amor. Duerme tranquilo y mañana busca a mi padre temprano. Tal vez el océano siga dormido.

Despierta antes de amanecer, no tarda nada en vestirse, sólo ponerse una camiseta, bermudas y chanclas. Por suerte, su hermana está despierta.

—Déjame las llaves del coche.

—No. Deberías olvidar este incidente. No te hará bien.

—No quiero discutir, buscaré un taxi.

Sale aún de noche. Un auto para en la puerta, es del padre de Dora. Le explica por el camino:

—Mi hija me ha pedido que venga a recogerte.

Llegan cuando amanece. El océano está en calma. Juan se sumerge con el oxígeno. Dora le espera y toma aire. Ascienden  a la superficie cuando el océano despierta. Siguen en sus dominios. Las olas zarandean la barca, que a duras penas, logra llegar a la orilla.

Padre e hija se funden en un abrazo. Juan y Dora se comprometen con el beneplácito del padre.

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