Onda luz
Los pulsos de energía provenientes de la estrella ASKER-1989 llegaron a la Omicron, una nave gigantesca de potencia solar. La gigante metálica redujo su propulsión del 1% al 0,15% para captar los resultados de su nuevo estudio en manchas solares. Todo el interior estaba repleto de cables, pantallas y palancas, parte de la regulación del sistema de la Omicron.
Dentro había alguien controlando la mayor parte de la nave, un robot de metal plateado que luchaba por mantener todo a flote. Activó por unas horas los reflectores solares para adquirir un impulso extra y así acabar la exploración antes de que ambas máquinas terminasen engullidas por las corrientes de plasma en la superficie del astro.
El ciclo de estudio se volvió a repetir, con una toma de muestras gráficas que luego eran procesadas por la unidad computacional de la nave, otra del efecto gravitacional que afectaba de momento a momento la trayectoria de la Omicron, y una última para el mantenimiento y la energía de la misma.
El estrés redundante en la cabeza del robot por tratar de salvar el lugar forzó a éste a tomar la decisión final de desconectar la nave del rumbo requerido para el estudio en la predicción solar de desastres.
No se llevó a cabo, y el futuro de una colonia súper energética para estaciones solares de última generación tampoco.
La máquina solar prosiguió con el rumbo de estudio de manchas solares hasta que por el robo-suicidio del único piloto en la nave, se precipitó hacia la estrella siendo destruida en el acto. No hubo evidencia de que un robot pudiese cometer suicidio.
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