Despierto

Cuando mis pies tocaron el piso de madera, sentí el leve crujido del material. El frío que recorrió mi cuerpo fue inminente, y miré a ambos lados. Todos me miraban, con miedo, con consternación. Me rasqué la nuca en un gesto tímido. Mi madre lloraba lágrimas amargas que corrían de sus ojos almendra y se deslizaban por sus pálidas mejillas. Me di vuelta, vi donde estaba acostado, observando la colcha suave y liviana, y la madera de roble noruego oscura del ataúd del cual había salido, y entonces comprendí la consternación ajena.

La gente no acostumbra a ver muertos despertar.

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