Bestia
Tomé a mis hijos y corrí lo más rápido posible. Nos seguían pasos veloces y duros, gritos llenos de odio y hambre que querían devorar lo único valioso en mi vida, mis dos niños.
Ambos lloraban, y yo intentaba sacarlos de allí lo antes posible y salvar sus vidas. Las lágrimas caían de nuestros seis ojos, los niños pedían ayuda a gritos, o chillaban del terror.
Tropecé. Una piedra quiso poner límite a mis pisadas y retrocedí sin soltarlos. El monstruo nos miraba imponente desde arriba, y escuché la última súplica de mi hijo menor.
"Papá, no nos hagas daño."
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