La mosca

En cuanto abrí el grifo del lavamanos, una mosca escapó despavorida. Sobrevoló el jabón y la pasta dental en busca de enemigos, quería buscar bronca, eso estaba claro por su aleteo compulsivo y su trayectoria bravucona.

Me mira, sí, estoy seguro que me mira.

Viene primero a mis manos, a presumirme que, aunque esté cerca y a mi merced, no seré capaz de atraparla. Se mofa de mis intentos inútiles por darle caza. ¡Incluso se detiene a bailar!

Sube, sube, y... la pierdo de vista por el resplandor del foco opacado por telarañas. Me asombró de ello. ¿Hace cuánto que no veía hacia arriba? No lo sé, pero continúo mirando hacia arriba, pero ahora a los lados. Me encontré con más telarañas. Una, dos, tres, y... no, esa ya la he contado. Son tres.

¿De este color siempre fue el baño o es que acaso es el efecto de la luz envuelta por telarañas? No, nada de eso, le falta cuidado. Lo he comprobado al traer una escoba, unos trapos y quitar la telaraña de una esquina y alrededor del foco. Iba a continuar con la tercera, pero me detengo al encontrarme con la atrevida mosca.

Me mira, sí, me suplica.

Quiere arrodillarse, pero no puede.

Está llegando la dueña de la esquina.

La mosca empieza a disculparse, la ignoro.

Tanto revolotean sus alas que causan un efímero pitido de auxilio a costa de enrollarse en bandeja para la que acecha.

La araña, que estuvo detenida todo este tiempo, por fin me mira como preguntándome si haré algo. No me habla. Solamente me mira de manera acusadora. No le respondo y ella lo toma como un «adelante».

La araña se acerca y se acerca. Muy lenta si lo comparamos con su andar de hace unos momentos. Le gusta crear drama sobre su presa. La mosca ya rendida deja de moverse. Ya está muerta antes de ser devorada.

La dueña de la esquina me mira como esperando que me vaya. No le gusta que le vean mientras come. Me voy, pero no cierro la puerta y por una abertura tiendo mi sitio de espectador.

¿Qué? ¿Por qué la desenrolla? ¿Así comen las arañas? No, la... la está liberando... La mosca prueba sus nueva alas. Empieza a volar en forma de U. Cada vez más rápido.

Está preparándose para algo. Cada vez más rápido, más precisa, más, y más.

Abro la puerta por el desconcierto y esta se lanza sin dudarlo sobre mi ojo derecho. Le resto importancia. La atrapé con el reflejo del parpadeo y de eso me alegro.

Me jacto diciéndole que la vi morir dos veces. Ella se ríe confesándome que está portando veneno.

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