Lancé mi tesis al basurero al llegar a casa. Claro, primero la rompí en sendos trozos y luego encendí un fosforo poniéndole drama al momento. Amenazaba al despedazado. Ardió y lo disfruté. Era el final de mi ciclo en aquel circo académico. No rechazaron la porquería que escribí, sino por el contrario la aplaudieron de pie.

Era algo sin sentido, pero al ser diferente me dieron aprobación. Así siempre fue, siempre sonriéndome. Por más que estuviera equivocado no me lo decían, ya que por mi condición siempre me daban la razón. Pude haber estado ausente en la defensa de mi tesis e incluso así haber conseguido graduarme. Todo para mostrarme como ejemplo de que sí se puede. Qué tontería.

Puse el basurero cerca a la ventana para ver como el humo se intentaba mezclar con las nubes. E incluso la luna volvió las nubes como el humo para que no me sintiera mal.

Y hasta ese momento todo hubiera sido una coincidencia como solían catalogar mis profesores, de no ser porque la jodida luna empezó a deformarse, cambió de color, sus cráteres se expandieron de manera que desde mi ventana se veía un rostro y ese rostro también me felicitaba...