Prólogo
Mia
—Mi nombre es Mia, y soy adicta al sexo— hablé con la vista perdida al frente y jugueteando con mis manos sobre mi regazo.
—Hola, Mia— resonó la voz de todo el círculo en aquel enorme vestíbulo de la iglesia.
Me parece tan irónico que las reuniones de adictos tengan sede en las iglesias...Es como si Lucifer abriera las puertas del infierno al coro celestial y les permitiera ensayar allí.
Las iglesias son los sitios menos eróticos que puedan existir...bueno, además de los hospitales— aunque he follado también en hospitales. Par de ellos, si mal no recuerdo. Dios...¡y qué experiencias!
Pero las iglesias son peores que los hospitales, no porque vengan personas muy tapadas ni nada, no tengo problemas con eso. En mi opinión, el cuerpo está para enseñarlo sólo a quien nos gusta, los demás no tienen por qué ver partes de nuestra anatomía que mostramos demasiado, porque simplemente no la estamos mostrando para ellos. En fin, estoy divagando, el punto es que no me gustan las iglesias, están plagadas de gente hipócrita que se mienten los unos a los otros. Son como una muestra reducida del mundo tan falso en el que estamos viviendo. Creo que hacen las reuniones de adictos aquí no sólo para que se nos quiten las ganas de ser adictos, sino para asegurarse de que se nos quiten las ganas de todo. De vivir.
—Llevo cinco meses y veintiún días sin tener sexo— expongo mi privacidad frente a ese círculo de extraños y vuelvo a ocupar mi lugar entre una mujer con demasiado escote— de eso estaba hablando antes— y un corpulento hombre afroamericano silencioso.
—¡Muy bien!¡Felicidades!— manifiesta el tutor del grupo, entusiasmado— Démosle todos un fuerte aplauso a Mia.
Los aplausos hacen eco en la iglesia y el techo parece estar más alto aún de lo que realmente es.
¿Felicidades?¿Es en serio?¿Cómo pueden felicitar a alguien por llevar cinco meses y medio sin sexo? Daría la vida por tener un orgasmo...
Si eres adicto al sexo—como yo— ya sabrás que cuando cuentas la cantidad de días que llevas sin tener sexo, también debes incluir la cantidad de días que llevas sin masturbarte.
Pues, verán, yo siempre miento.
No es tanto como mentir, es más bien omitir esos pequeños instantes de placer.
Pero a ustedes no les mentiré, así que vuelvo a empezar:
—Hola, mi nombre es Mia y llevo aproximadamente unas cuatro horas sin tener sexo.
Pues sí, hacen sólo unas cuatro horas que me toqué por última vez.
¿Qué puedo hacer? La carne es débil. Ya es muy difícil vivir sin que un hombre me haya puesto la mano encima hace tantos meses así que ¿cómo podría llevar esta amargura sin tocarme?
Piénsenlo. Vivimos en una sociedad que te empuja todo el tiempo al hedonismo, ¿cómo no lanzarse? Con esos spots protagonizados por hombres y mujeres extremadamente sexys que incitan a pecar...Si a eso le sumamos el acceso pleno a Internet, lo cual es igual a toda la pornografía que puedan imaginar, entonces dejar de desear follar todo el rato se vuelve imposible, al menos en mi caso.
No me culpen.
No me juzguen.
Mi vida era tranquila, aburrida, y podría decirse que hasta era normal hasta que él apareció para desatar ese lado que ni siquiera yo misma conocía.
Sí. La causa de mi adicción tiene nombre y apellidos, y un abdomen para morirse:
Paul Chief.
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