06
Ruth
¿Cuán imparcial puede ser el juicio de un moribundo para con quienes sí tienen una esperanza de vida?
El mío hasta el momento ha sido bastante estable, pero hace unos días siento que estoy comenzando a flaquear. Hace tres meses que me advirtieron que mi esclerosis lateral amiotrófica había comenzado a avanzar. No puedo decir que lo desconocía, era cuestión de tiempo. Las enfermedades degenerativas son como un sistema físico de reacción en cadena: en cuanto se activa la enfermedad, una cosa lleva a la otra y terminas muriendo.
Ya ven. Soy la Stephen Hawkins moderna, solo que menos brillante, aunque mi mamá no lo consideraba así. Mamá solía decir que las personas brillantes mueren de formas extrañas, y ya lo ven, aquí me tienen.
Hace tres meses me lo pronosticaron y ya hace dos semanas que comencé a padecer los síntomas. Siento el cuerpo demasiado débil y una rigidez en las piernas que me dificulta bastante la motilidad. Los analgésicos hasta ahora han hecho lo suyo por lo que el dolor no es un problema del que deba preocuparme por el momento; un ibuprofeno cada doce horas es suficiente pero me siento extraña, no estoy acostumbrada a doparme.
Estoy pensando en dejar radicalmente las consultas de psicología porque temo que con el paso del tiempo deje de ser consecuente con mis juicios acerca de los pacientes y eso acabe afectando sus vidas. Las he ido reduciendo hasta quedarme solamente con aquellos que tengo un gran nivel de compromiso y aun así hay sesiones en las que acabo agotada.
Mi familia vive en Australia, nos comunicamos casi a diario y les informé a todos sobre lo que me está sucediendo en cuanto tuve conocimiento, pero siempre les aclaré que prefería estar sola para afrontar un proceso así. Puedo pagarme el mejor personal de salud y ahorrarles a ellos el sufrimiento de verme como una contorsionista cuando mi enfermedad empeore. Tampoco deseo acabar inspirándoles lástima. Es un sentimiento detestable la lástima.
En fin, dejemos el "bla bla bla me estoy muriendo", "bla bla bla estoy deprimida" porque hay cosas más interesantes de las que hablar.
La vida de un psicólogo es muy sacrificada, aunque es también muy divertida. En mi arsenal de pacientes tengo unos cuantos que resultan muy entretenidos. Soy una persona muy seria y me tomo muy en serio también los problemas de mis pacientes pero hay días que son muy atípicos.
En un mismo día atiendo a una cleptómana, dos suicidas, una madre soltera, un anciano con síndrome de Diógenes, un profesor de Filosofía y mi favorita de todos: una chica a la que ni siquiera sé qué patología diagnosticarle.
Mia es una joven aparentemente normal, supongo que todos somos "aparentemente normales". El día que llegó a mi consultorio me pregunté qué hacía una persona como ella aquí, sin embargo esa pregunta se ha ido resolviendo de a poco en cada sesión.
Mientras parece ser una persona responsable, recia e intachable, hay etapas de su pasado que se encargan de refutarlo.
Es una persona sufrida, con quien las circunstancias no han sido del todo generosas, aun así ha sabido sobreponerse a ello, ha superado gran parte sus traumas y se ha convertido- a su corta edad- en una mujer de prestigio admirable. Sus padres murieron cuando aún era una adolescente (el período en que más necesitaba de ellos) luego de una serie de traumáticos acontecimientos que nos encargamos de desenmarañar hace unos años, pues cuando entró por esa puerta la primera vez ni siquiera tenía claros esos años de su vida. Se hizo cargo de la custodia de su hermana menor en cuanto cumplió la mayoría de edad y la cuidó como si fuera su propia madre. Pasó tantos años ocupándose de Sky que no se preocupó por ella misma, por su propia salud así que fue muy difícil hacer que se abriera conmigo.
En la actualidad, sin embargo, es una de mis mejores pacientes- sí, mejor que el profesor de filosofía- ¿ya he dicho que es mi favorita? Porque además de ser la menos loca de todos, también ha sido a la que he visto crecer como persona a través de los años. No hay punto de comparación entre el estado en que llegó la primera vez y el estado de claridad emocional en que se encuentra ahora.
Modestia aparte, estoy orgullosa de mi trabajo.
Tocaron a la puerta, y me dispuse a abrir, dejando de lado el libro que estaba leyendo y saliendo de la cama.
Eran las cuatro de la tarde de un domingo, no esperaba visitas así que estaba muy sorprendida. Cuando abrí la puerta me encontré a la última persona que pensaba ver hoy: Mia.
Estaba temblando como una hoja y su mirada reflejaba una desorientación total.
-Ruth, no sé qué hacer. Estoy hecha un lío- me miró y sus ojos amenazaban con comenzar a llorar de un momento a otro. La abracé.
-Tranquila, cariño, todo está bien. Cuéntame, ¿qué sucede?
A la mierda su estado de claridad emocional.
Mia
No entendía lo que estaba sucediendo dentro de mí. Nunca he sido débil, nunca me he sentido debilitada por nada ni nadie. Soy una luchadora. Si otra persona hubiese vivido todo lo que me ha tocado vivir a mí seguramente ya hubiese renunciado. El caso es que soy muy fuerte cuando se trata de los demás y muy débil cuando se trata de mí.
Hay muchas cosas que me aterran y respondo a ellas con un traje de frialdad y una coraza de sarcasmo e indiferencia. Hay ocasiones y personas que me sacan de mi zona de confort y no conozco otra forma que liberarme de ese sentimiento que hablarlo; y no conozco mejor persona con quien hablarlo que Ruth, que además de ser mi psicóloga es mi amiga.
-Tengo miedo- confesé jugando con mis manos sobre mi regazo. Es una antigua manía.
-¿Y qué es lo que causa ese miedo?- dudé en responder pero finalmente lo hice.
-No es "qué", sino "quién". Siento... cosas...por alguien- no sabía explicarlo.
-¿Cosas? ¿Podrías ser más explícita?- pidió.
-Creo que me gusta alguien y no sé cómo manejarlo.- confesé.
-Mia, eso es muy bueno, eso es...- la corté.
-No. No es bueno. No lo es en lo absoluto ¿Recuerdas lo que sucedió la vez anterior?
-Fue un poco...digamos que destructivo. Todavía estamos averiguando por qué te comportabas de esa manera.
-Exacto. A eso me refiero. No puedo pasar por eso otra vez. Fue muy difícil volver a la normalidad.- en mi cabeza se repetían los recuerdos de lo que había pasado con Gael.
-Esta vez no tiene por qué ser igual...- le interrumpí nuevamente.
-Esta vez va a ser peor, si caigo. No sabes cómo es él- mencioné mientras recordaba sus palabras de hace unos días.
-Dímelo tú ¿cómo es?
-Es un pervertido. Un mal pensado. Eso es. Me mira como si quisiera devorarme y eso es... es...- no encontraba las palabras. O quizás sí, pero no quería decirlas.
-¿Incómodo?
-Excitante- reconocí.
-¿Y eso es malo?- inquirió.
-Eso es terrible. Cuando menos es peligroso. No puedo pasar por lo miso otra vez.
-Mia, lo que hablamos del trastorno de hipersexualidad no está confirmado, por el momento es una hipótesis. Y no lo sabremos con seguridad si nunca te atreves a comprobarlo.
-¿Estoy entendiendo bien? ¿Me estás diciendo que me arroje directamente a los brazos de ese pervertido para confirmar o desmentir la idea de que soy una ninfómana?
-Estoy diciendo que negando tus sentimientos solo te estás engañando a ti misma momentáneamente y luego te harás más daño. Deberías actuar según tus instintos por primera vez, dejar de controlarte y comenzar a vivir, a dejarte llevar.
-Dejarse llevar es peligroso y poco inteligente.
-Quizás. Quizás no. Imagina que solo te queda un día de vida ¿Preferirías morir habiendo hecho todo lo que te da la gana o habiendo reprimido tus deseos? Mia, el cuerpo es mejor indicador que el corazón o el cerebro. También mucho más sano. Arriésgate a comprobar qué podría pasar si le das vía libre a tus instintos.
-Eso no parece un consejo que daría una psicóloga- ella rió.
-Por supuesto que no. No estoy en horario laboral. Como psicóloga te diría: contente. Como amiga te digo: luz verde.
-Ruth, prometo que pensaré en lo que me has dicho, pero creo que me estás mandando a arrojarme al vacío.
-Si "el vacío" está la mitad de bueno de lo que yo me estoy imaginando,- me miró traviesa- lánzate sin paracaídas.
Luego de conversar con Ruth e insistir repetidas veces en que aceptara el pago por la consulta y las molestias a deshora- cosa que no conseguí- regresé a casa para cambiarme de ropa y luego de tomar una siesta, hacer un poco de ejercicios. No suelo hacerlo a diario pero sí sigo una rutina de unas tres veces por semana.
No me interesa tanto cuidar de mi figura como el hecho de mantenerme saludable y libre, emocionalmente ya que el esfuerzo físico me distrae en gran medida, y si de paso me deshago de unas libritas, bienvenido sea.
Me pasé por el cuarto de Sky pero ella no se encontraba allí y a juzgar por el silencio del resto de la casa podía asegurar que había salido. Me coloqué unos auriculares, tomé una botella de agua y me dispuse a correr por la acera hasta el gym.
No llevaba ni dos minutos corriendo cuando apareció en dirección contraria a la mía. Él. No era necesario ni pronunciar su nombre. Era él, simplemente era él. Al instante me detuve y él hizo lo mismo en cuanto me vio.
-Paul- saludé.
-Mia- saludó con un movimiento de cabeza.
-Amelia- corregí.
-Acabarás pidiéndome que te llame Mia-sonrió con autosuficiencia y entonces no me quedó claro si se refería a mi nombre.
-¿Qué haces?- ignoré el comentario- ¿Ahora me persigues?
-¿Crees que necesito perseguirte? ¡Por favor! Puedo tener a quien quiera con solo chasquear los dedos.
-¿Nunca una mujer te ha dicho que no, verdad?- alcé las cejas.
-No. Por lo general suelen decirme "sí", entrecortados y gimiendo.- mencionó con tranquilidad.
-Genial. Tienes la autoestima muy subidita.
-Entre otras cosas- repuso.
¿Era esto una discusión? En verdad lo parecía. Parecía un campo de tiro con disparos desde una punta a la otra y amenazaba con salir agujereado quien se metiera entre ambos.
-Con tu permiso pero necesito dirigirme al gimnasio.
-Está cerrado- aseguró.
-¿Cómo lo sabes?- repliqué.
-¿De dónde crees que vengo? Está cerrado. Jay tuvo un problema. Pero bueno eso es fantástico porque te he encontrado aquí, no he tenido que ir hasta tu casa. Quería comentarte unas cosas sobre mi caso ¿Me acompañas?- pidió. Podía ser amable cuando se le daba la gana.
-¿A tu casa?- pregunté dubitativa.
-¿Por qué no?
Ambos nos dirigimos a su casa, girando a la izquierda, estaba muy cerca de la mía. Era una casa gigantesca y de muy buen porte. El pervertido sabía lo que hacía con su dinero. En el interior también era muy espaciosa y estaba bien decorada e impoluta. Casi no parecía la casa de un hombre.
-Bien, ya estamos aquí ¿Qué querías que viese?- inquirí girándome hacia él. Justo en ese momento subió su camiseta y se la quitó por encima de la cabeza, dejando al descubierto un torso perfecto y unos abdominales como para morirse. Al instante recordé la conversación con mi psicóloga.
Madre del amor hermoso. Así no se puede ¡Intento ser racional!
-¿Qué haces?- intenté sonar segura e indiferente.
-Solo me pongo cómodo, pero si te pongo nerviosa puedo volver a ponérmela.- se giró al estéreo y comenzó a sonar una canción que conocía muy bien.
Somebody to lean on, somebody to hold. It's just another to lean on, before I let go, and I ain't tryna be lonely, slowly, but everything I touch turns to stone. Maybe I'm better off on my own.
-No tú quédate cómodo, a tu aire. Estás en tu casa ¿Me muestras a lo que vinimos?- pregunté impaciente, mientras él con toda la calma del mundo se servía un vaso de whisky. Poco a poco se acercó a mí, hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para plantarme un beso en el cuello.
Su lengua recorría mi cuello hasta mis pechos con detenimiento y de vez en cuando mordisqueaba en algunos sitios que me volvían loca. Estaba anonadada. Mi cabeza gritaba que debía alejarlo de mí antes que fuera demasiado tarde, mis afanes de mujer pedían otra cosa. Chupaba y besaba en los lugares indicados
¿Por qué el cuello y no los labios? - pensé.
No importaba. Mi cuerpo se estremecía por completo al contacto de sus labios. Los detalles de mi conversación con Ruth venían a mi mente como ráfagas.
...lo que hablamos de trastorno de hipersexualidad no está confirmado, por el momento es una hipótesis. Y no lo sabremos con seguridad si nunca te atreves a comprobarlo...
...negando tus sentimientos solo te estás engañando a ti misma momentáneamente y luego te harás más daño. Deberías actuar según tus instintos por primera vez, dejar de controlarte y comenzar a vivir, a dejarte llevar...
...Si "el vacío" está la mitad de bueno de lo que yo me estoy imaginando lánzate sin paracaídas...
Y todo lo que había tratado de controlar hasta ese momento se fue al carajo después de eso.
Holita, pecadores. Para el próximo capítulo tendremos escenas súper hots, solo advierto *ojitos de pervertida*. Espero que les haya gustado este episodio. Si es así háganmelo saber. Hasta pronto.
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