01

Paul

Los gemidos de Rebecca hacían eco en toda la habitación mientras la follaba duro, y me recreaba con la visión de su cuerpo sudado y perfecto.

Cada vez que estoy con ella, la manzana entera se debe percatar de ello, gime tan alto que apenas se escucha la colisión de mi cuerpo con el suyo cada vez que acelero mis movimientos para penetrarla con más fuerza.

Deslizo mis manos a lo largo de su espalda desnuda, completamente a mi alcance, sintiendo como se arquean las vértebras de su columna como respuesta a mi tacto. Me detengo al llegar al cuello, y lo aprieto con fuerza y la atraigo más hacia mí y le encanta.

- ¡Ahhh, sí, sí...! ¡Mmmm, Paul, me vuelves loca!

Sus palabras sólo logran calentarme todavía más, y la agarro de esos cabellos rojos que tiene, para harlarlos y hacerla estremecer. Hago más pausadas y profundas mis embestidas, y ella grita cosas que no logro entender, porque ha comenzado a morder una de las almohadas.

Presiono con brusquedad sus caderas contra mí, quiero asegurarme de que me sienta bien adentro, de que sea mi nombre el único que grita entre gemidos.

Entonces estalla en un orgasmo impresionante, y los sonidos que salen de su boca, acallados por la almohada parecen quejidos continuados.

- ¡Dios...! ¡Me encanta, Paul, me encantas!- habla como puede, entre respiraciones entrecortadas.

Su corrida resbala por sus muslos, y su sexo está palpitante y enrojecido, a causa de la reciente actividad.

Una vez más, le ofrezco la venida más deliciosa de toda su vida, y yo no logro venirme.

¿Por qué? Ni siquiera el urólogo lo sabe. Lo atribuye a un desorden psicólogico y no a una disfunción sexual, así que me puso en manos de una sexóloga y desde entonces, las tardes de los jueves, los tengo ocupados en una cita con una mujer a la que-para variar-no le toco un pelo.

Mi actual 'consejera sexual' es una mujer muy buena y profesional, eso ya es más de lo que puedo decir de la anterior. Sofía, una morena preciosa de facciones indias, que era toda una bestia en la cama ¿En la cama? Bueno, debería decir 'en el diván' en lugar de 'en la cama'. Exacto, me la tiré. Me costó uno, dos, tres...cuatro minutos de la primera cita, follármela en ese sofá incómodo donde la gente se acuesta a contarle sus penas.

Oh, pero Ishtar es diferente. Ella nunca se dejó llevar por mis trucos de seducción. Recuerdo nuestra primera sesión como si fuese ayer.

-Recuéstese en el diván, por favor, señor Chief.

-Ni en tus sueños, preciosa, me pienso acostar en ese sofá mugroso, mientras escribes en tu agenda tus impresiones sobre mí.

-Preciosa no, doctora.

-¿Doctora? ¿Sabe qué tengo ganas de hacer ahora mismo 'doctora'? Tengo ganas de recostarla sobre esa mesa, abrirle las piernas y hacerla gozar como nunca antes nadie lo ha hecho. Quisiera saber si me seguiría pidiendo que la llame 'doctora' cuando le esté dando sin compasión.

Entonces me ignoró, y continuó la consulta como si nada, era una mujer tan suspicaz e inteligente que nunca ha dejado de sorprenderme.

Observo a Rebecca extasiada, suelta pequeños suspiros también cuando salgo despacio de ella. Su cuerpo se ve tan frágil bajo el mío, sus piernas largas y bien formadas están dobladas y me ofrecen una visión hermosa de su desnudez.

Becca se da la vuelta y queda arrodillada en la cama para estar a mi altura, toma mi mentón con su mano izquierda y me besa justo al lado de la boca, pero sus labios nunca llegan a tocar los míos.

Bien... obediente.

Esa es una de mis condiciones y a diferencia de otras, Becca nunca lo ha intentado. Me conoce, sabe que es inútil intentarlo.

Se deja caer sobre la cama, de espaldas. Su cuerpo es tan esbelto, indefenso, y por eso la deseo tanto, es como si se fuera a quebrar en mis manos cuando la toco.

Es como una muñeca de cristal.

Una pervertida muñeca de cristal.

Cubre su cuerpo con las sábanas, como siempre, se cubre después de haberlo mostrado todo, como si no la hubiera visto desnuda tantas veces. Sé el punto exacto donde tiene cada peca, cada lunar, cada pliegue.

Becca es mi amante hace unos tres años ¡Y qué tres años! ¡Cómo nos lo montamos en todos estos encuentros! Las ganas nunca se acaban.

Voy al baño luego de terminar y tomo una ducha rápida, me envuelvo la toalla en mi cintura y entro al cuarto para buscar la ropa justa para la gestión que estoy a punto de hacer.

Cuando salgo ella ya no está. Lo único que queda de ella es su olor en el aire y una nota en el frigorífico que dice 'Well done' con su típico labial rojo estampado en la esquina inferior derecha como una firma.

Voy hacia el despacho ya con el traje puesto y me sirvo un trago de whisky con dos cubitos de hielo. Y así comienza un nuevo día.

Me ajusto el nudo de la corbata, tomo las llaves de mi auto, mi celular y mi billetera y salgo hacia el despacho de abogados.

No. No soy abogado. No tendría estómago para ello. Soy graduado en arquitectura y dirijo una de las compañías más grandes y prestigiosas de toda la ciudad.

¿Qué hago entonces yendo a un despacho de abogados? Pregunta acertada.

Uno de los últimos edificios que diseñé colapsó y provocó la muerte de unas cuarentena personas.

¿Que por qué lo explico de una manera tan cínica? Pues porque tengo la absoluta certeza de que no soy culpable. El que nada debe, nada teme. Sin embargo, mi palabra de hombre y de reputado arquitecto no basta para demostrárselo a las familias de todas las víctimas de ese accidente, que me están demandando por fraude, robo de recursos y quién sabe cuántas cosas más.

Orientándome por el GPS logro llegar al despacho que tiene un enorme cartel que reza "L&M Lawyer".

Me recibió una secretaria mayor, de unos cincuenta años y muy mal carácter. Le brindo una sonrisa y enseguida cede a mis encantos y cambia su semblante.

- Buenos días, hermosa. Necesito ver a esta persona - le pido amablemente, entregándole un post it con un nombre y la dirección del despacho.

- Segunda puerta a la derecha, cielo - me indica la secretaria con un guiño.

Camino por el largo corredor y abro la puerta que me indicó la señora.

Ella estaba de espaldas a mí, no veía su rostro pero su silueta era perfecta. Era la Venus de Milo, vestida de traje. Su cabello largo y rubio estaba suelto y parecía una cascada que llegaba hasta la parte baja de la espalda. Allí empezaban unas caderas anchas y un trasero bien definido, que se marcaba a causa de la falda negra ajustada a su cuerpo.

Entonces se volteó, y dio un salto, sorprendida por mi presencia en aquel lugar. Debí presentarme y disculparme por entrar sin avisar, pero estaba tan ocupado mirando esos ojos oscuros en extremo profundos, adornados por unas largas pestañas y esos labios perfilados en forma de corazón que lucían mojados incluso sin labial.

Busto de dimensiones ideales, y una cintura que se adivinaba claramente, con esa ropa que se le ceñía al cuerpo para hacerla verse maravillosa. Ella habló para sacarme de mi embelesamiento...

Mia

- Buen día - miré con impaciencia al hombre delante de mí. Estaba anonadado, mirándome de forma penetrante, desnudándome con la mirada. No soporto esa clase de hombres, me parecen detestables y repugnantes. A saber cuánto tiempo llevaba observándome.

- Buen día, disculpe, yo...

- Espero que tenga una buena razón para entrar a mi oficina sin avisar-lo interrumpí dándole una mirada de molestia y me senté en la silla giratoria frente a mi escritorio. Solté un soplido de hastío y viré los ojos en blanco-Le tengo dicho a Stella que no deje pasar a cualquiera sin mi permiso pero ella insiste en llevarme la contraria.

- No es culpa de ella, fui yo el culpable por entrar sin tocar. Discúlpeme...-lo interrumpí nuevamente.

-¿Se va a quedar de pie ahí todo el día? Siéntese, por favor.

¿Saben cuando ni siquiera conocen a alguien, pero desde un primer instante saben que no se van a llevar bien? Esa era la sensación que tenía.

Cuando se acercó lo detallé mejor. Tenía el cabello negro engominado y perfectamente peinado hacia el lado. Sus cejas eran tupidas y su nariz fina lo hacía parecer una escultura griega. Sus labios también eran finos y tenía la cara bien afeitada. Unos ojos azules intensos- con los mismos que me escrutaba cuidadosamente cuando giré a verlo- le daban el toque final a su inmaculado rostro.

Usaba un traje de chaqueta y pantalón marrones y una corbata del mismo color. La camisa, debajo del traje era blanca, al igual que un pañuelo en el bolsillo del lado izquierdo del traje. Los zapatos negros y relucientes lo hacían verse elegante y poderoso.

Apuesto que era de esos hombres que consiguen lo que sea con tal de sonreír descaradamente y decir unas cuantas palabras amables.

- Usted dirá - lo invité a hablar, al tiempo que tomaba asiento y colocaba sus manos sobre las rodillas.

- ¿Mia, cierto? - extendió su mano hacia mí y sonrío. Justo como lo había imaginado, una sonrisa diabólica que gana mil batallas. Extendí mi mano y la estreché con la suya durante unos segundos.

- Ni suya ni de nadie. Mi nombre es Amalia, Mia para los amigos - dejé en claro - Si está aquí es porque ya conocía mi nombre - le dije tajante- Usted es...

- Paul Chief, director de la constructora Chief.Co. Un placer y disculpe el malentendido con el nombre.

¿Chief?(dueño, jefe, en inglés) hasta su apellido es de personas engreída...

Durante unos instantes me miró esperando a que hablara pero como no tenía nada que decir le hice un gesto con la mano para que prosiguiera.

-Supongo que estará usted enterada del reciente escándalo de la compañía, la semana pasada...- no lo dejé terminar y me apresuré a responder:

-Sí, por supuesto, los dos bloques del nuevo gimnasio que estaba a punto de abrir en la 6th Aveneu. Lamentable tragedia.

- Fue más que eso. Cuarenta y dos de mis constructores, electricistas y obreros murieron en ese accidente- su semblante parecía angustiado y agotado, debajo de esos hermosos ojos azules un par de ojeras apenas visibles hablaban por sí solas - Hemos tomado las medidas necesarias para estos casos, hemos indemnizado a sus familias, hemos sentado las bases para que sus hijos tengan una beca de por vida en las mejores escuelas privadas del país, pero eso no ha sido suficiente- iba entrando ya al plano legal. Directo. Conciso. Me gusta - Sus familiares han iniciado un proceso para demandarme por los daños causados, alegando que escogí los materiales más económicos para construcción de la edificación, que los materiales era defectuosos y que por eso colapsaron los bloques del edificio.

- ¿Y usted quiere que yo presente su defensa? - le pregunté para ir directo al punto.

- Yo quiero el mejor abogado empresarial del condado - me devolvió el tono frío con que le hablaba - Si es usted, amén.

Asentí lentamente, mientras pensaba en los hechos que acaba de poner sobre la mesa: un rico arquitecto siendo demandado por los familiares de dos o tres obreros asalariados. La vida me ha enseñado a no cantar victoria antes de tiempo, pero parecía un litigio fácil de ganar. No soy una insensible, pero pienso que hay que tomar las oportunidades que se nos ofrecen. Puede que el dinero o la beca de estudio no pague la vida de un hombre, pero ser testarudo y remar contracorriente tampoco la devolverá.

- ¿Puedo preguntar quién me recomendó con usted? - quise saber.

- Richards. David Richards.

-¡David...! - abrí la boca sorprendida - ¡Vaya, hace mucho que no sé de él! No tengo noticias suyas desde que se mudó a California ¿Son conocidos? - estaba muy interesada en saber sobre David.

- Somos amigos - puntualizó - David es el mejor amigo de mi padre, además de la persona más sabia que conozco.

- Estoy de acuerdo - manifesté - David es como un padre para mí ¿Cómo le va en California?

- Mucho mejor que aquí en Filadelfia. Se retiró, compró una pequeña cabaña al lado de un lago y va a pescar los fines de semana y tiene un invernadero con orquídeas...

- ¿Orquídeas? - reí, porque tenía un recuerdo suyo muy diferente en mi mente - ¡Vaya...! ¿Quién lo diría? Él que siempre decía: - intenté imitar su voz- "Para los hombres: golf, whisky...

-...caza y mujeres"- completó Paul por mí.

-Wow, mi viejo David...-suspiré con nostalgia. Quedamos en silencio unos minutos y luego le hablé, retomando el tema del caso:-Permítame tomarme esta noche para pensar si estoy de acuerdo en tomar el caso, y mañana le doy una respuesta concreta. Tengo que valorar los riesgos, cuáles son las posibilidades de ganar, cuántas las de perder. Nunca acepto una batalla sin saber que voy a ganar.

- Muy bien ¿Algún número al que pueda llamarla para saber su decisión? - preguntó. Le extendí una de mis tarjetas y leyéndola, me dijo: -Gracias - y se quedó sentado como esperando otra cosa.

- ¿Algo más, señor Chief? - pregunté intrigada depositando mis manos entrelazadas sobre el escritorio.

- No - declaró y se puso en pie y comenzó a caminar hacia la salida-De hecho, sí- giró sobre sus talones y me miró con la misma mirada depredadora que cuando entró en mi oficina - ¿Es usted para el sexo tan arisca como para los negocios? - su pregunta me tomó desprevenida, tanto que tardé unos segundos en reaccionar.

- ¿Cómo ha dicho? -me aclaré la garganta e instintivamente crucé mis piernas debajo de la mesa.

- Puedo leerla, licenciada - lamió sus labios después de pronunciar esa oración - Puedo ver que detrás de ese porte de profesional segura, inflexible, intachable, hay una fiera arañando por salir, sólo dese el chance de liberarla. No se imagina lo bien que la puede pasar - no sé por qué pero sus palabras hicieron viajar una ola de calor por todo mi cuerpo hasta llegar a mi entrepierna.

- No me diga cómo soy, señor Chief. Usted no me conoce, no sabe nada de mí - repliqué con una sonrisa cínica, sin mostrarle cuánto alcance tenían en mí sus palabras.

- ¿Está segura de eso? Estoy seguro de que es una mujer con tan pleno dominio de su vida laboral que en la cama debe ser la sumisa ideal - la seguridad en su tono de voz y en su postura era apabullante, y mi corazón latía cada vez más fuerte-Puedo asegurar que se toca todas las noches en la soledad de su habitación, mientras ve uno de los canales cutres porno que pasan en la TV a medianoche - tragué grueso, tanto que mi garganta ardió - Estoy tan seguro de eso como de que las bragas que lleva hoy son de un encaje de color negro para conjuntarlas con ese traje de cuarentona que la hace parecer Allie McBill.

- Vamos a ver...¿quién demonios se cree que es para llegar a mi oficina y decirme del color que llevo las bragas? - dije perdiendo la compostura y la tolerancia que había estado conservando hasta el momento- Es usted un falta de respeto y un salvaje sin educación que no sabe cómo comportarse. Váyase ahora mismo - le ordené, señalando la puerta: -¡Qué te vayas, maldito pervertido!

- Bien. Ya me voy - levantó sus manos en señal de rendición y otra vez se dirigió a la salida.

Mi respiración era entrecortada e inconstante producto a la rabia ¿O sería producto a algo más? Pasé mis manos por mi rostro, para esclarecer un poco mis ideas. Entonces se me ocurrió y una sonrisa de suficiencia se cruzó en mis labios cuando hablé:

- Espere - se giró para encararme y me miró a los ojos cuando dije las próximas palabras: -Acepto el caso.

-¿Después de echarme de su oficina?¿Por qué?-me preguntó juntando las cejas, la confusión era clara en su hermoso rostro.

-Porque sí que llevo bragas negras de encaje - le di una sonrisa torcida.

- Esto va a ser divertido -murmuró. Se dio la vuelta y continuó su camino.

Ese momento marcó el antes y el después de mis desgracias, así como entró y salió de mi oficina, entró y salió de mi vida.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top