Capítulo 8

"Se me va la vida cuando otras manos te acarician; se me acaba el alma de ver en tus ojos el reflejo de alguien más".

—¿Qué es todo esto? —cuestionó su hija mayor y Bastian solo le dio una mirada de advertencia al escuchar el tono en el que le hablaba—. Papá, deja que Bea arregle sus problemas, ya es una adulta, no la chiquilla de dieciocho años que correteaba por ahí incordiándonos a todos.

—Primero, dulcifica tu tono —ordenó y Raven no tuvo de otra que calmarse—. Segundo, yo cuido de mis hijos, cuándo, cómo y dónde me parece mejor. Creo que he sido condescendiente contigo, siempre. Permití que cuidaras y educaras a tus hijos como consideraste prudente, deja que haga lo mismo con los míos. Que ahora te incordie porque te pone en una posición comprometida por tu esposo, es otro asunto, pero nunca olvides, que Bea es tu hermana.

—Jamás me atrevería a lastimarla —declaró sintiéndose ofendida de lo que escuchaba.

—No dije que lo hagas con intención —mencionó Bastian y ella le encaró apretando los dientes—. Sé que amas a tu esposo y sé que él hace lo mismo por su hermano, pero de ninguna manera voy a dejar que Zaid acose y acorrale a mi hija como si fuera una presa. No me importa si es el primer ministro, tu cuñado o el mismo mesías. Nadie, ni siquiera Dios, dispone sobre la vida de mis hijos.

—Bea no ha dado una explicación de por qué lo dejó —mencionó la mujer mientras intentaba guardar la compostura.

—Raven, es mejor que te calles —interrumpió el biólogo y ella solo quitó la vista de su papá cuando escuchó que la puerta se abría.

—Sabía que los encontraría discutiendo —dijo la voz de Brianna, quien luego de ver a su esposo irse, supuso que tendría una pelea con Zaid y por ende con su hija mayor—. ¿Pueden sentarse y hablar de manera civilizada?

—¿Es posible eso con un padre que cree que Bea es una recién nacida? —inquirió Raven, de mala gana—. Yo sabía que su vuelta traería muchos problemas. Se metió en una relación con un hombre bastante mayor cuando ella era una cría. Entró a la universidad, conoció gente de su misma edad y se dio cuenta de que Zaid no era lo que necesitaba en la vida, pero en lugar de afrontarlo con madurez, lo dejó sin más después de que estuvo años persiguiéndolo. ¿Saben cómo me he sentido frente a los Walsh luego de lo que pasó? Mi esposo es el hermano de Zaid y a nadie le importa. Bea sigue siendo la revoltosa y caprichosa de dieciocho años, parece que se quedó estancada ahí.

—¿¡Ya basta!? —ordenó su madre—. Bea es tu hermana y no sabes nada de sus razones. Sé que te sientes incómoda con lo que pasó, pero nadie tiene por qué culparte por algo que no estaba en tus manos y si la familia de tu esposo o él mismo lo hace, entonces estás en el matrimonio equivocado.

Raven se calmó y miró a su padre, quien parecía enojado, peor aún, un poco desilusionado con su reclamo.

Se puso de pie y caminó hasta ellos, se sentó frente a sus padres y apretó los labios.

—Lo siento —musitó en un hilillo de voz—. Estoy muy frustrada con todo esto. Amo a mi esposo, pero Bea es mi hermana y la situación entre Zaid y ella se va a poner tensa, solo no quiero verme en medio de todo esto.

—Voy a casa —dijo Bastian y se levantó viendo a su esposa—. ¿Vienes?

Raven hizo un puchero, sabía que su padre se enojó con ella. Se puso de pie acercándose a él, quien ya iba de camino a la salida.

Su madre le hizo una seña para pedirle que lo dejara y hablara con él más tarde, a sabiendas de que no era el mejor momento. Le dio una palmada en el hombro y se acercó a darle un beso en la mejilla como despedida.

—Papá —habló Raven—. Lamento lo que dije, pero sabes que hay algo de verdad.

—Sí, puede que sí —mencionó su padre y se giró a verle—. ¿Quieres que hablemos de inmadurez? Empecemos por la chica que no le dijo a un hombre que se embarazó porque estaba enfadada y el mejor castigo que se le ocurrió fue privarlo de su paternidad o tal vez deba hablar de que su inconsciencia provocó que la atacaran en una salida sin protección, quizás...

—¡Ya basta, papá! ¿Por qué eres así? —inquirió a sabiendas de que estaba atacándola.

Bastian se quedó callado antes de acercarse y tomarla de la barbilla.

—Porque todo lo que me importa en esta vida, son ustedes, ninguno más que otro y aborrezco que entre mis hijos no puedan comprenderse —mencionó mientras Raven asentía—. Sé que estás en una posición tensa con tus suegros, sobre todo con Perséfone, que nuestra familia está en una relación hipócrita con ellos; sin embargo, Zaid es reaccionario, no puedo simplemente quedarme a mirar cómo va a darle caza a mi hija por rencor. Puedes hacerte a un lado, sería lo idóneo en tu caso, mantenerte al margen al igual que tu esposo, pero no puedes pedirme que haga lo mismo.

—Amor —dijo Brianna y se acercó a su hija—. Si Bastian le jala un cabello a Zaid, su padre va a reaccionar, no puedes pedirnos que nos quedemos sin hacer nada. Conocemos al gemelo de tu esposo, es rencoroso, distinto a Ezra, hay algo en él que resulta malicioso incluso y Bea es mi bebé, la amo y no pienso permitir que nadie la lastime.

Ella asintió, entendiendo lo que le pedían.

—Sí, lo lamento, tal vez deba hablar con ella —añadió Raven—. No la veo hace años y lo primero que siento es enojo de saber que mi perfecta vida se verá afectada por su llegada. Lo siento, perdí los papeles.

—Solo mantente al margen —aclaró su madre—. Bea sabe defenderse bien, pero los únicos que podemos dar la cara por ella, somos nosotros. Tú y León no deben hacerlo, ni tu esposo puede hacer nada por su hermano.

Ella asintió a sabiendas de que tendría que hablar con su esposo sobre ese tema.

Dejó que ambos la abrazaran y pronto, se vieron interrumpidos por su hermano, quien se acercó y suspiró.

—Bea y Zaid, ¿no? —cuestionó León, su hermano mediano, llamado así en honor a su abuelo—. Hasta católico me volví en cuanto supe que volvería. Esos dos son explosivos y no sé cómo vamos a lidiar con eso. Voy a quedar calvo, por un lado, mi hermana mayor está casada con uno de los repetidos y por otro, Bea, se desencanta de Zaid y casi crea una guerra. Por favor, hermanas, ¿no había más hombres en este mundo?

—Eso mismo me he preguntado por años —reclamó su madre—. Menos mal a Parker no le quedan hijas solteras o tendría miedo de que te fijes en una.

—Soy gay —dijo Leon y todos se giraron a verlo.

—¿En serio? —inquirió su madre y él sonrió.

—No, pero con tanto estrés que provocan las relaciones heterosexuales a mi alrededor, estoy a nada de probar otras cosas —declaró para hacerlos reír y evitar que la confrontación siguiera. Se acercó a su hermana mayor y la abrazó antes de darle un beso en la frente—. Deja de preocuparte por esa cría, te aseguro que ella estará pensando siempre en nosotros. Sabe que sus actos van a repercutir en ti, dale el beneficio de la duda, lo hará bien.

Su hermana tuvo que darle la razón y con ello tomó un tiempo para calmarse y pensar positivo.

Escuchó a sus padres despedirse y tomó un tiempo para pensar.

Entretanto, Bea llegó a su casa, se apresuró a darse una ducha. Dejó que el agua tibia cayera sobre su cuerpo y lo talló como si con ello pudiera borrar los besos y caricias de Zaid. Se lavó el cuerpo y al cabo de unos minutos salió del baño.

Se sirvió un vaso con agua, acercándose al tocador para mirar su reflejo, falso y mentiroso. Enjugó sus lágrimas con el dorso de su mano derecha mientras usaba la otra para sostener lo que bebía.

Lo soltó de golpe, cuando escuchó la voz de su marido.

—¿Estás bien? —preguntó Lenox al verla temblorosa y se sobresaltó cuando la vio dejar caer el vaso—. Aléjate de ahí, puedes cortarte.

—Lo siento, me asusté —se excusó y su esposo sonrió—. Creí que vendrías más tarde.

—Sí, solo que olvidé unos documentos y bueno, no tengo asistente, así que tuve que venir —añadió, arrugando la nariz con fastidio.

—Ya veo. —Bea se colocó en cuclillas para levantar el cristal del vaso hecho añicos.

—Deja eso, ya enviaré a alguien que recoja —pidió su esposo y ella asintió—. ¿Pasa algo?

—No, en absoluto —replicó y se acercó para acariciar su rostro—. Vuelve al trabajo, yo... iré a visitar a mi hermana en un rato, vendré hasta la noche.

—Está bien, te veré más tarde —mencionó Lenox—. ¿Has visto a Zaid?

Bea se petrificó al instante y miró a su marido sin saber qué responder.

—¿Por qué lo preguntas? —rebatió, con visible nervosismo.

—Curiosidad, siento que en cualquier momento tendremos un problema con él —dijo mientras sacaba papeles de su maletín.

—No tendríamos por qué —añadió ella y soltó una risa nerviosa.

—Zaid no soporta verme casado contigo —mencionó Lenox—. Me atrevo a decir que no me perdonará nunca por eso.

—Perdonar qué, él y yo ya no estábamos juntos cuando tú y yo comenzamos la relación —aclaró Bea y fingió indiferencia—. No entiendo.

—A él no le importa —añadió el hombre—. En fin, a mí tampoco, nunca hemos sido muy cercanos. Ya sabes, a mi tía no le gusta. Jamás le hemos gustado. Sé que la madre de Zaid no ve con buenos ojos a mi padre, y con justa razón. No es como que tenga una relación cercana y aunque no me casé contigo para molestarlo, me repetí mil veces que no debía importarme si después de todo, no nos consideran como familia como tal. Mi tío es el único que habla todo el tiempo con papá. En las reuniones solo llega él. No compartimos más que la sangre, mi tía no dejará ir el pasado.

—No quiero ofender, pero tu tía tiene razones de peso. —Él asintió comprendiendo.

—Lo sé, pero no puede pedirnos que sintamos amor desmedido por nuestros primos si no crecimos juntos —declaró Lenox y ella asintió—. Tal vez un día las familias lo entiendan.

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