Capítulo 3
Marcus no sale de su asombro, pero gracias a la máscara, es capaz de disimular sus expresiones.
No puede creer lo que sus ojos ven. Una jovencita con uniforme quirúrgico rosa y abrazándose a sí misma, acaba de poner en peligro tantos años de esfuerzos.
¿A quién se le ocurriría contratarla para un trabajo como este?
Siempre han tenido sumo cuidado en cada paso. Todo planificado y estudiado con meticulosidad. Y de la nada, una pelirroja de apariencia inocente, zapatillas de deporte y una fea mochila, haya hecho temblar aunque sea solo por un segundo la sólida base de su imperio.
—Revísala. —Nikolai guarda el arma y obedece a la Sombra. Sin ninguna delicadeza toma a la mujer por uno de sus brazos, la aleja de la pared con un movimiento tan fuerte que le hace castañear los dientes. Arranca la mochila de sus manos y vacía el contenido en la mesa del centro de la sala. Todo bajo la atenta mirada de su jefe y el consejero Percival, que mantiene el arma apuntando a la pequeña asustadiza, que no hace más que mirarles con ojos desorbitados.
Nada.
La mochila es examinada. Con una navaja, Kolia abre las costuras para estar seguro de no pasar por alto ningún tipo de arma o dispositivo. Pero el trozo de tela no alberga otra cosa que los efectos personales amontonados en la mesa; un pequeño peine para el cabello, llaves, una billetera, una botella de agua vacía y un jersey de lana. Todo es inspeccionado meticulosamente sin encontrar nada.
Con una mirada de reconocimiento, Marcus sabe que su guardaespaldas no ha encontrado nada entre las cosas de la desconocida.
—A ella— habla Percival, quien no ha dejado de apuntar ni por un segundo— revísala a ella.
—¡No!¡Por amor a Dios! Esto es un error, yo no hice nada.
En el momento en el que el hombre con el arma pide que sea revisada, Mia entra en pánico y comienza a rogar por su integridad. Jamás pensó que entrar por ese pasillo iba a acabar en una situación tan horrible como aquella.
El enorme hombre se acerca de nuevo a Mia y comienza a tocarla por todo el cuerpo de manera metódica con movimientos rápidos y precisos.
—Está limpia.
Marcus hace contacto visual con su mejor amigo, y en la mirada de éste se encuentra la misma pregunta que él se está formulando justo ahora.
¿Quién infiernos es ésta mujer?
Las respuestas solo pueden estar en un lugar. En ella.
—¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? Y lo más importante, ¿Cómo se supone que entraste?
—Esto es un error. Yo... yo...
—Limítate a responder las tres preguntas que se te han hecho. —interrumpe Percival al intuir el comienzo del inútil discurso que no tienen tiempo de escuchar, pues en cualquier momento dará comienzo la reunión con Salvatore Vottari.
—Me... me ll-llamo Mia. —tartamudea la chica que obviamente se muere de miedo. — Y-yo solo vine a buscar a m-mi hermana. No estaba en su puesto, Alex entró por aquí y s-solo l-la seguí.
—Alex ¿Ese es el nombre de tu hermana? —Pregunta Marcus.
La muchacha niega rápidamente.
—N-no. Alex es una a-amiga nuestra. Y-yo s-solo pensé que ella sabría donde e-encontrar a Rosalie.
—Tú hermana. —deduce Percy. La muchacha asiente.
—Estuviste allí oculta desde el principio.
A pesar de no haber sido una pregunta, Mia vuelve a asentir. Pero esta vez de forma lenta.
...
Como todo soldado, Nikolai tiene prohibido dar su opinión respecto a nada, pero piensa que la respuesta de la chica es merecedora de respeto. Porque a través de los años, elruso ha interrogado a decenas de los más peligrosos hombres, y a la gran mayoría de las ratas les tiene sin cuidado decir cualquier mentira para intentar protegerse el pellejo. Pero esta pequeña mujer, ha optado por no mentir, ni si quiera para salvarse.
No es que ninguno le hubiese creído de todas formas, pero su cuerpo y sus palabras dicen una sola cosas sobre ella;
No miente.
Esta pequeña cosa no sabe dónde se ha metido. Es una simple desafortunada que ha estado en el lugar y momento equivocado. Será una pena deshacerse de ella.
...
Mia nunca había estado tan aterrada en la vida, con uno de sus brazos se rodea el cuerpo de forma protectora, mientras que con la otra mano sostiene el crucifijo distintivo de las Religiosas del Sagrado corazón. A pesar de la decisión de irse, no ha podido deshacerse él. El Apostolado ha sido toda su vida, y quitarse el crucifijo sería como renegar de sus creencias.
Haría demasiado real la perdida, y no está lista para ello.
Sus instintos le dice a gritos que estos hombres son muy peligrosos, y no solo por ser portadores de armas de fuego. No obstante, ella se sabe inocente, y jamás se le ocurriría mencionar a nadie una palabra de lo que allí ha pasado.
La postura de Mia se relaja un poco al ver que el hombre de la Máscara, el tal Marcus, se aleja unos cuantos metros de ella, seguido muy de cerca por el otro qué hasta hace un momento le apuntaba con el arma. Aunque con el simple hecho de estar en la misma habitación con estos terroríficos hombres, es suficiente razón para sentirse intimidada.
...
Marcus y Percy se encuentran en una muy difícil situación, dado que cuando todo comenzó, se prometieron a sí mismos nunca dañar personas que no lo merezcan, y proteger a tantos inocentes como puedan. Y la postura de esta mujer lo grita a los cuatro vientos.
A menos que sea una muy buena actriz. Es difícil decirlo en este entorno.
—¿Qué mierda vamos a hacer? —Percy evita decir el nombre de su amigo como siempre que están cerca de cualquiera que desconozca el secreto. Como Kolia en este momento.
Marcus se rompe los sesos esperando sacar alguna respuesta de ellos, pero nada le llega a la mente.
—Justo ahora no lo sé, desgraciadamente tengo demasiado en que pensar ahora, y la reunión con Vottari demanda mi excesiva atención. Creo que debemos enfocarnos en eso justo ahora.
—Y mientras tanto ¿qué? ¿Le pedimos que se siente y la invitamos a tomar el té? —cuestiona Percy con su acostumbrada mordacidad.
—No es tan descabellado.
—Que dem... —el abogado mira hacia los lados con exasperación— ¿Estás hablando malditamente en serio?
—Me refiero a retenerla, no a tu absurda idea del té. —le contesta con brusquedad y perdiendo los estribos.
—¿Y, luego?
Como de costumbre, Percy es un experto en hacer presión, exigiendo una respuesta que le dé solución a todos los problemas sin haberlo meditado con detenimiento.
—Y luego tomaremos una decisión. Ahora lo más importante es nuestra reunión con Vottari. —Lo mira ahora más seguro de la temporal solución que ha encontrado— Ve con Ewan, dile que estamos listos para entrar, ni una palabra de esto. Vuelve aquí y los dos iremos a terminar con aquello de una vez por todas. ¡Kolia! —El ruso se acerca sin quitar la vista de la intrusa— Vigílala. Nadie entra. Y por supuesto —dirigiendo una mirada hacia la mujer— nadie sale.
—Señor. —un asentimiento. Confirmación de que ha entendido sus instrucciones.
Percival sale de la habitación y minutos después regresa para acompañar a Marcus/La Sombra al lugar de encuentro con los italianos.
...
Mia continua de pie en medio de la sala, dos de los hombres ya no están. Pero el gigante llamado Kolia es suficiente para sentir que su estómago quiere salirse de su lugar. Está cansada y quiere sentarse, pero nadie le ha indicado que tenga permiso de moverse del sitio, así que dirige significativas miradas al sillón frente a ella, esperando reunir el suficiente valor para preguntar.
Kolia advierte la incomodidad de Mia, como también hacia donde desvía la mirada cada poco tiempo.
—Siéntate frente a mí.
La parca orden con el marcado acento ruso, hacen que Mia obedezca de forma automática, sin cuestionar el lugar que le ha indicado el guardaespaldas para tal fin. La pequeña mesita auxiliar frente al gigante.
Una vez acomodada precariamente en la mesa, Mia aprieta más el crucifijo en sus manos, cierra los ojos y comienza a recitar una silenciosa plegaria a las alturas, la única cosa que puede hacer para no entrar en pánico absoluto.
Siempre ha sabido que el mal existe, pero nunca esperó cruzarse con una fuente de ello, al menos no tan rápido. A estas alturas es probable que Rose ya haya salido y no le encuentre en casa, ha de estar muy preocupada por ella. Lo únicobque su amiga podría hacer es esperar su regreso, pues aún no ha querido hacerse con un teléfono celular, ignorando
cómo funcionan esos chismes tan modernos. Pero en este momento, desearía no haber esperado tanto tiempo.
El gorila junto a ella interrumpe el torrente de palabras, pero estando tan sumida en la plegaria y sus propios pensamientos, no ha entendido lo que le ha dicho.
—¿Uhm?
— Que no lo hagas. —repite el ruso.
—¿El qué? —ignorando lo que sea que haya hecho para ofender al hombre.
—Rezar... Aquí Dios no puede ayudarte.
No se había percatado de que se encontraba susurrando las palabras. Hasta que su carcelero la hizo consiente del hecho.
—Lo se... Yo s-solo... —suspira lo hago para intentar mantenerme calmada.
El ruso gruñe en su dirección y no vuelve a molestarla.
Pensó en retomar las oraciones, pero las palabras del hombre y su propia respuesta la hacen consiente de que, desde el momento en el cual las puertas se cerraron en el pasillo del otro lado de la puerta. Su alma supo con exactitud que ya no había salida.
Excepto una. Morir.
...
Unas habitaciones más lejos, La Sombra y su consejero se encuentran con Salvatore Vottari, jefe de la mafia siciliana asentada en Florida. No son el grupo más poderoso ni más grande del mundo, pero tienen algo que él desea.
—Eso es muy poco. —sin alterar la voz, La Sombra comienza a negociar los términos del intercambio.
—Es suficiente por el precio acordado. —El Don imita el semblante.
—Ni por un segundo te creas que puedes estafarme y salirte con la tuya. No hago concesiones, y tu nueva mascota —refiriéndose a Coppola—, sabe lo perfectamente, como también que no doy segundas oportunidades. Considera un regalo el pago que te doy, pues con mi presencia en tu nido de ratas es más que suficiente para hacer crecer tu poder en este lado del océano.
—Me necesitas, Sombra.
Marcus toma una profunda respiración y hace una pausa para controlar el mal humor. Es cierto, necesita esa información, y no puede irse de allí sin ella.
—Te equivocas. Eres el escalafón más bajo de la pirámide en la cual puedo extraer la información que requiero. No confundas la practicidad con la necesidad. —Con cada palabra, su tono de voz disminuye a niveles aterradores, convirtiéndose en un susurro acerado apenas audible para los cuatro hombres sentados en la mesa—. Puedes muy bien hacer lo que creas conveniente con la información que tienes en tu poder. Pero no obtendrás con ella más que unos simples millones de dólares. Mientras que yo te doy eso y te convierto en uno de mis aliados. ¿Y tienes el descaro rebajarte a pedirme más dinero? Creo que no tenemos nada más que hacer aquí —dice mirando a su amigo—, esto fue una pérdida de tiempo que planeo cobrarme en un futuro.
Se arregla la chaqueta del perfecto traje cortado a medida y hace ademan de levantarse. Pero Salvatore, adivinando sus intenciones se da cuenta de que está a punto de perder la última oportunidad que tiene de cambiar su vida.
Nadie adivinaría que El Don, con todo el poderío, desea desesperadamente una salida de los problemas tan serios que le agobian, y que la única esperanza que tiene, está a punto de cruzar aquella puerta y no volver jamás. Y todo por escuchar el ridículo consejo
de su Consigliere. Debió aceptar la primera oferta que le presentó el enviado de La Sombra.
No puede dejar escapar esta oportunidad. Así que muy a su pesar, saca la última carta. Una que no sabía que tenía, hasta que minutos antes que La Sombra hiciera acto de presencia en la habitación, sus hombres le habían entregado.
—Hay algo más.
Marcus permanece sentado y espera que la pequeña treta haya funcionado con el italiano. Pues aunque es cierto que puede hacerse de la información por otros medios, nunca volvería a ser tan fácil como ahora.
—Se lo que guardas contigo justo ahora en la suite. —Marcus se percata de que Vottari dirige la ahora preocupada mirada a la barra, donde hay una voluptuosa morena sirviendo tragos a sus hombres y los del mafioso— Mis hombres acaban de hacer una
revisión de las cámaras exteriores y le vieron entrar. Yo sé de dónde ha salido.
—Es irrelevante —interviene Percy. Pero Marcus levanta una mano indicándole que desea escuchar lo que tiene para decir Vottari.
—Te escucho.
—Primero. Estoy dispuesto a acepar tu oferta, sin otra condición. Me disculpo por mi comportamiento rastrero anterior. Y como retribución; puedo encargarme de tu inoportuna visitante. Doy fe de que no es peligrosa.
La Sombra mantiene libre de expresiones su oculto rostro, y considera la contraoferta. Nunca la dejaría ir con vida, pero después de todo, este es territorio italiano, entonces, si la intrusa no miente y la hermana trabaja en este antro, Salvatore Vottari pueda saber de quién se trata.
—Te puedo ofrecer castigarle si te ha causado algún tipo de problemas. —insiste el italiano preocupado de que la Sombra este considerando realmente irse sin hacer el trato o
lastimar a la hermana de su empleada.
—No es necesario.
Los ojos del italiano se abren de manera ostensible, se lleva los dedos al cuello de su camisa, mirando rápidamente a la morena en la barra.
—Es una simple niña. Si pudiera hacer algo para recuperarla.
Con ese movimiento, Marcus ha deducido de quién es la hermana.
—¿Qué es para ti? —se adelanta Percy a preguntar por él.
Vottari piensa un momento la respuesta, visiblemente afectado por la integridad de la joven.
—Siendo sincero, no le conozco en persona. Pero por ahora puedo decirles que es familiar de una empleada de mi entera confianza. Tengo entendido de que hasta hace poco se preparaba para ser monja.
Esta última declaración cae a Marcus como un balde de agua fría. Es obvio que Vottari se folla a la bartender y esta encandilado por ella. Quien a todas luces resulta ser la hermana de su intrusa.
Marcus y Percy, aunque sin decirse una palabra, saben que en su cabeza están dando vuelta los mismos engranajes. Lamentablemente la mayoría de los hombres, son capaces de entrar en guerra por un buen coño del que estén encaprichados. La historia respalda esta teoría, una buena muestra de ello son Helena de Troya y Cleopatra.
Se encuentran en un terrible dilema. Porque no es posible entregar a la chica bajo ningún concepto, ella conoce la identidad de La Sombra, y ellos jamás osarían dejar sus vidas en manos de una maldita monja. Tampoco pueden matarla, por lo menos no por el momento. No están muy seguros de que el italiano decida dar marcha atrás en el negocio por mantener a la muchacha con vida. Y esto sería muy malo para ellos, pues cancelar la negociación atrasaría una operación entera por más de tres años.
—Tengo algo mejor ofrecerte. —Es La Sombra quien habla.
—Tú dirás. —Salvatore Vottari se prepara para recibir una nueva oferta.
—Por las miradas furtivas que has estado dando a la mujer de pechos grandes allá en la barra, puedo deducir que tu mascota es la hermana de mi... visitante. —La Sombra hace una dramática pausa— Me es imposible devolvértela, pero puedo asegurarte que la mantendré con vida hasta que me indiques lo contrario.
—Sombra... Señor —sintiendo por primera vez el miedo que infunde un hombre como aquel— Por favor... es solo una niñ...
—Este favor que te estoy haciendo... —continua como si no hubiese sido interrumpido por el italiano— va a costarte el treinta por ciento del precio acordado y tu completo respeto. Cuando decidas que esto ha terminado, ten en cuenta que su luz también se habrá extinguido de este plano.
—Señor ¿se me tendrá permitido saber de ella?
—Tendrás mi palabra de que ella permanecerá viva, que es más de lo que mereces. Si tú y tus hombres fuesen más cuidadosos en cuanto a la seguridad de este nido de ratas, tus mascotas y sus allegados no correrían peligro alguno, ni tropezarían con hombres como yo. —Marcus sabe que tiene a Vottari agarrado de los testículos, pero como el hijo de perra que es, decide asentar un último golpe— Una simple monja es apenas un daño colateral para mí, una pequeña e insignificante gota en mi océano de sangre.
—Solo, por favor. No le haga daño.
Y con eso, La Sombra cierra el trato.
—Tendrás la transferencia hecha en dos minutos. Percival, encárgate de los detalles. Ewan, quiero salir de aquí.
El abogado abre una laptop encima de la mesa de póker donde los hombres negociaban, mientras que La Sombra se levanta y es seguido por Ewan, su principal guardaespaldas. Juntos caminan hacia la suite donde se encuentra Kolia con la monja.
—¿Puedo saber de qué iba eso?
—Larga historia, E. Solo puedo decirte que llevamos equipaje extra.
—¡Oh! Hombre.
...
Mia se levanta como impulsada por un resorte cuando la puerta de la habitación se abre. Por ella entra el hombre de la máscara, el tal Marcus, seguido de otro que no había visto antes. La valora de arriba abajo.
—Nos vamos —dice el enmascarado—. E, ocúpate de la evacuación.
—¿Señor? —el ruso le da una significativa mirada a su jefe, para luego dirigírsela a ella, que permanece de pie como una estatua en medio de la sala. No ha derramado una sola lágrima. Aún.
—La quiero en silencio. —Dándose cuenta de que su guardaespaldas no ha entendido del todo sus órdenes, lo repite de otro modo— Viene con nosotros.
Mia entra en pánico e intenta retroceder lejos del alcance del gigante ruso, pero este se acerca con pasos seguros, introduce una mano en el bolsillo de la chaqueta y extrae un pequeña jeringuilla con un líquido amarillo translúcido. Sabe que esto es el fin, y que probablemente acabe muerta en la orilla de un río, justo como se ve en las noticias.
Se había preparado para morir, pero no puede evitar pensar en lo doloroso que seráesperar que ese líquido haga efecto. Agitarse y retorcerse como un pez fuera del agua mientras el veneno corre por su sangre, botar espumarajos por la boca, o peor aún, sangrar por cada uno de sus orificios como aquel niño, el que murió en el centro médico de las hermanas hace un año por ingerir detergente.
Parecer ser que su castigo por haber traicionado a Dios de la manera más cobarde por fin ha llegado.
Su espalda choca con la sólida pared y ya no tiene escapatoria, el rubio la toma por un brazo y con un vertiginoso movimiento la gira, de manera que su espalda está pegada al inmenso pecho de aquel sujeto, su cuello totalmente expuesto y antes de poder resistirse o por lo menos parpadear, el piquete de la aguja la golpea.
El líquido caliente entra en su sistema, una llamarada de fuego que se convierte en un extraño hormigueo se esparce por su cuerpo, dejándola laxa en los fornidos brazos.
Puede ver y oír, pero no es dueña de sus palabras ni de sus acciones. Una solitaria lágrima se escapa por la comisura de sus ojos grises, pensando que tal vez, esta no sea una manera tan horrible de morir.
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