Capítulo 2
Miami, Florida. Estados Unidos.
Mia acaba de terminar su turno.
—¡Adiós Fiona! —se despide con gentileza de la directora del lugar.
—Cuídate mucho jovencita, recuerda que mañana es el cumpleaños de Martha —la encantadora mujer de mediana edad se despide con un gesto de la mano y bajando la voz en tono cómplice agrega—; vendrán sus hijos y nietos. He notado como te mira Dan. Nunca había venido a visitar a su abuela tan seguido como en el último mes.
Hace tres meses que trabaja en una encantadora y tranquila casa de ancianos al sur de Miami, en el histórico barrio residencial de Coral Way, muy conocido por las calles repletas de árboles, además de la arquitectura colonial española y el Art Decó.
La joven de veintitrés años vive con su única amiga; Rosalie. Ambas se criaron en una pequeña casa de acogida de las Religiosas del Apostolado del Sagrado Corazón, muy cerca del lago Michigan en Chicago, Illinois.
Se conocieron cuando Mia fue entregada con apenas cinco años y Rose tenía ocho. Crecieron siendo inseparables, hasta que Rosalie se fugó del lugar con apenas diecisiete. En ese entonces, la atrevida y chispeante jovencita de piel bronceada, largo cabello negro y ojos azules, quiso llevarla con ella, pero Mia siempre fue muy sensata, y a su corta edad, supo que el mundo estaba lleno de peligros. Y dos niñas huérfanas sin la protección de nadie, eran propensas a pasar por cualquier dificultad.
Rose se mantuvo en contacto, escribiéndole cada mes sobre sus aventuras, y de lo emocionante que era recorrer el país con un novio motociclista. En una de sus cartas dejó un número de móvil, y Mia, cada que podía telefoneaba. Le daba mucho dolor notar que la extrañaba.
Al pasar los meses, nuestra niña sensata se dio cuenta de que la lógica y la cordura no tuvieron nada que ver con su decisión de quedarse. La realidad debajo de todo aquello era que, Mia estaba asustada.
Asustada de estar sola, de ser herida, de no saber sobrevivir entre la gente, pues todo lo que había conocido, era lo que la limitada vida de las religiosas le ofrecía.
A pesar de Conservar vagos recuerdos de una madre, esas eran imágenes que prefería suprimir, por lo que todo su mundo se reducía a la modesta casa a orillas del lago.
Mia no siempre fue así. De pequeña, era un torbellino incontrolable de furia, todo a su paso era arrasado sin miramientos. Los otros niños la temían por esa personalidad indómita e intimidante. Pero el amor y la paciencia de la Religiosa Lucía, la devota que le dio cobijo bajo su ala, le enseñó que con violencia, maldad y venganza, nada bueno se lograba.
Todo ese fiero y bárbaro instinto de lucha fue canalizado. Hasta el punto de ser una jovencita compasiva, dulce y piadosa. Aprendió también sobre la misericordia de dios y sobre todo, la doctrina del perdón. Fue moldeada, educada con los más límpidos valores. Que le dieron la posibilidad de ordenarse con apenas dieciocho años.
Una muy rara excepción, pues es bien conocido que la edad mínima para entrar en el Aspirantado a Religiosa del Sagrado Corazón son los veintiuno.
Las hermanas de la pequeña comunidad, fueron infinitamente felices al saber que Mia había decidido continuar al servicio de dios, excepto la hermana Lucía. Quien hizo lo posible por disuadirla de su intención, a causa de que tenía el presentimiento de que Mia tenía otro propósito. El alma de esa niña no estaba hecha para aquella misión.
Y, ¿Cómo estarlo? Si apenas conocía el mundo. A la religiosa, le parecía un desatino que eligiera esa vida sin haber conocido el mundo.
Muy tarde, la devota se dio cuenta que fue ella quien cometió un grave error criando a la niña de ese modo. Todo porque su temor más grande residía en que tal vez, nunca podría arrancar la turbación del corazón de la pobre criatura, sin embargo, además de llenar su espíritu de amor, también lo había llenado de inseguridad y temor.
Inseguridad de la vida, y temor al mundo.
Todo cuanto podía hacer, lo hizo, todo cuanto podía decir, decir lo dijo. Pero Mia había tomado una decisión irrevocable. Se marchaba a la Curia, donde se formaría como una Religiosa del Apostolado del Sagrado Corazón.
Pasó un año de Aspirantado, para clarificar la vocación. Otro de Postulantado donde fortalecería su vida cristiana, uno más de Pre Noviciado para fortalecer la madurez humana, y dos años enteros como una verdadera Novicia; donde se preparó para su verdadera profesión.
El miedo, su constante compañía, le abordó semanas antes de tomar sus primeros votos reales. Sintió la pena, sucumbió ante la ansiedad y la incertidumbre, Noches enteras de soñar despierta con una vida que pudo ser y nunca fue, pensando qué hay más allá de la vida después de allí. Extrañando en demasía a la única familia fuera de la vida religiosa; Rose.
Tres noches antes de la ceremonia, un sentimiento desconocido se instaló en su pecho, que tal vez por sí solo, pudo haber sido acallado, pero esa determinación de la cual a veces era presa, le dio la valentía suficiente para tomar sus pocas pertenencias y correr.
Correr lejos de aquello, llevándose consigo una estela de vergüenza por traicionar a sus hermanas y haber huido como una ladrona en la noche.
Los días que siguieron a la huida fueron como un borrón, gracias a que nunca perdió contacto con ella, Rosalie le ayudo a regresar a los estados unidos, encontrar un trabajo y por primera vez aplicar a la universidad.
Ahora, todo es nuevo y diferente, cada problema es una aventura, nunca ha sentido más viva que como en este momento de su camino. Mia ve ante sus ojos un futuro lleno de color y posibilidades, aun cuando en ocasiones esa alegría se vea empañada por el apocamiento de haber fallado a Dios.
...
Se dirige al trabajo de su amiga, a varias manzanas de la casa de ancianos donde hace de cuidadora, se encuentra el Hotel Casino "Royal Italy" y Rosalie es bartender en una de las barras. Mia espera cada día en la parada de autobuses que está frente al lugar, de allí, juntas toman el transporte público de regreso a casa.
Rose es demasiado protectora con ella, nunca le ha permitido la entrada, dice que aún es muy inocente para un sitio como aquel, cosa que a la inocente joven de cabello color rojo cobrizo le parece una estupidez, hace dos años tiene edad legal para comprar alcohol.
Pero en definitiva, Rose sabe que esa mente no está lista para la perdición de un casino.
Mia sentada, concentrada en el tipo de personas que entran y salen del lugar. En la diferencia de sus rostros. Algunos entran en grupo, alegres y conversando entre ellos, otros siguen sin mirar a los lados, con expresiones algo maniáticas y robóticas a la vez. Pero la gran mayoría al salir, tienen la mirada baja y el sentimiento de derrota es bastante evidente.
Le gustaría entrar a ver uno con sus propios ojos, porque no es lo mismo que verlo en películas. Pero jamás participaría en ese tipo de entretenimiento.
Aún recuerda aquella vez cuando tenía ocho años, Rose dibujo un montón de graciosas figuras en pequeños rectángulos de cartulina y la enseñó a jugar algo llamado Blackjack. Pasaron un entretenido rato juntas apostando con caramelos, hasta que la hermana Lucía las encontró y les dijo algo muy curioso cuando les quitó los naipes improvisados.
"Porque la fortuna con fraude disminuye, pero el que la recoge con trabajo aumenta"
Y siempre se lo repetía cuando alguna deseaba ganar algún tipo de favor u obtener una ventaja rápida sobre algo.
Ahora ella sabe que se trata de algo sacado de la Biblia; Proverbios, 13:11
Los minutos pasan y no hay señales de Rose. Debatiéndose entre irse sola, seguir esperando o... entrar. Vuelve a marcar su número y la llamada va directo al buzón. Otra vez.
...
Dentro del casino Rosalie está nerviosa. Las cosas se han vuelto más extrañas a medida que se acerca la tarde. Hubiese deseado no levantarse esa mañana para
ir a trabajar. Hoy el ambiente es distinto, más tenso de lo normal, y en este momento la tensión se hace palpable.
Algo va a ocurrir.
Sus sospechas se confirman cuando el jefe inmediato le pide hacer algo que muy poco le solicitan.
—Oye Rose, te necesito en la barra del sótano.
Mierda.
—Giovanni, ya estoy por salir, me esperan afuera.
—El jefe dice que vayas a la barra.
El tono de voz del hombre le dice que es inevitable.
—Bien. Dame un minuto, iré a decirle a mi hermana que haré horas extras. No la quiero esperando afuera en medio de la noche.
—Imposible, debes preparar el lugar. Al sótano. —su voz se vuelve más fría que de costumbre— Ahora.
Sin esperar una siguiente advertencia, la atractiva mujer vestida de cuero, cabello azabache y ojos azules, se dirige al puesto en la otra barra, esperando que la chica no permanezca tanto tiempo frente al hotel.
Mia, ve a casa.
Es su último pensamiento antes de bajar a la barra privada.
El sótano es una enorme habitación decorada al estilo renacentista iluminada tenuemente, una gran mesa de Póquer y una barra de bebidas. Es utilizada solamente cuando Salvatore Vottari "El Don" tiene importantes reuniones con las demás familias. Rosalie está segura de que no se trata de aquello, pues se conoce por completo el protocolo de un acontecimiento como ese y dista mucho de lo que está sucediendo hoy. Inclusive, hay hombres con aspecto de rusos que, en los cuatro años que lleva trabajando en este lugar nunca antes ha visto.
De un momento a otro, todos los hombres, tanto los del jefe, como los desconocidos, abandonan sus puestos y desaparecen como por arte de magia. Sean quienes sean los visitantes, ya están aquí.
"Esto es serio".
...
La tarde da paso a la noche temprana, del sol no queda más que una pequeña franja color purpura en el bajo horizonte. La temperatura afuera ha bajado unos pocos grados, pero a Mia no le afecta, pues su camiseta blanca de manga larga y el uniforme quirúrgico rosa la mantienen cubierta. Otro vistazo a la entrada del Royal Italy, a la espera de que en cualquier momento Rose salga por esas puertas. Pero no hay señales de ella.
"¿Qué habrá ocurrido?"
En los pocos meses que lleva fuera, se ha vuelto una chica bastante curiosa, siempre ávida de conocimiento, no es que haya venido de otro planeta, las hermanas no están aisladas del mundo, pero sus actividades distan mucho de lo que una joven común en esa edad haría. Por esa razón, su amiga está siempre pendiente de que no meta la pata en ciertas circunstancias.
Cansada de permanecer sentada en el incómodo asiento de la parada de autobuses y sin nada qué hacer, Mia cruza la calle y se encamina con pasos seguros hacia el hotel.
Solo preguntará por Rose, aunque tampoco hará daño mirar un poco a su alrededor
¿Qué tan malo puede ser?
Dentro del vestíbulo del lugar la grácil chica pelirroja se dirige al área de recepción y pide indicaciones para llegar al área de trabajo de su amiga. Una amable chica con chaqueta de traje y moño profesional le muestra el camino con precisas instrucciones.
Al atravesar las puertas del casino, Mia es absorbida por las luces, colores y sonidos del espacio, una completa sobrecarga sensorial para su inocente pero curiosa persona. Intimidada por el ambiente, camina hacia la primera barra a unos diez metros de su posición, pero al llegar, es un joven muy guapo quien se encuentra detrás del mostrador. A la derecha, distingue la parte trasera del llamativo corte de cabello de Alex, una compañera de trabajo de Rose que a veces se queda a dormir en el pequeño departamento de las chicas. Puede que ella tenga algo de información del paradero de Rosalie.
Es imposible pasar por alto ese corte de cabello, porque consiste en una cola de caballo en lo alto de su cabeza llena de apretadas trenzas y la base del cuello cortada al rape.
—Al. ¡Alex!
El bullicio del lugar impide que la aludida le escuche y desaparece por una puerta de emergencia. A Mia no le queda otra opción que seguirla e intenta alargar sus pasos para darle alcance, esperando no perderla en el camino.
La puerta por donde Alex se esfuma, termina en un largo pasillo con otro par de puertas metálicas al fondo. Por un segundo, le parece haber visto a un hombre enorme desaparecer dentro de ellas, pero es imposible decirlo con la penumbra del reducido espacio. Se acerca e intenta girar el pomo, pero esta trancada.
En este punto, Mia está segura de que no debería estar en este lugar, pues parece ser de acceso solo para personal autorizado. Se gira dispuesta a regresar sobre sus pasos, pero al intentar abrir la puerta por donde entró, se encuentra con que ha sido cerrada. Ahora, se está atrapada en el pequeño y sombrío pasillo.
Toca la puerta, intentando llama la atención de sea quien sea que la haya dejado dentro, sin ningún resultado. Cuando se dispone a repetir la operación en el otro extremo del pasillo, se da cuenta de que hay una puerta más a su derecha.
—Por favor, que sea una salida —murmura en voz alta.
Lejos de ser lo que ella esperaba que fuera, lo que tiene frente a sus ojos es una especie de suite con acabados de lujo.
—Creo que estoy en problemas. —En lo único que puede pensar Mia, es en que ojalá Rose pueda explicar a su jefe cómo terminó atrapada en aquel lugar. Y que no sea responsable del despido de su amiga.
Al no haber estado nunca en un lugar tan lujoso como aquel, sin tener mucha conciencia de sus pasos, comienza a recorrer la enorme sala repleta de jarrones. Todos abarrotados de flores rojas dispuestas de forma pulcra y armoniosa. Sus pies como seres independientes, la conducen a un llamativo arreglo floral en el extremo más alejado de la habitación, es diferente a los demás. Mucho más grande y con flores blancas.
Además del color y tamaño de sus flores, la decoración que le rodea, completado con unas finas cortinas casi transparentes en colores burdeos, le imprime vistosidad y crea ese efecto focal de distinción.
Con su pequeña e imprudente mano saca la flor más grande y hermosa. Cuando está por llevársela a la nariz para aspirar el que de seguro será un delicioso aroma, la puerta de la suite es abierta y voces masculinas llenan el espacio.
Todo sucede en un segundo; con su corazón a punto de salírsele del pecho y sin pensarlo, se esconde en el primer lugar que encuentra. Detrás de las cortinas.
Dos hombres entran en la habitación, uno de ellos lleva una macabra máscara negra y comienza a caminar pausadamente de un lado a otro. El otro hombre, se dirige a un pequeño bar en el otro extremo, se sirve una bebida y toma asiento cómodamente en uno de los amplios sillones, y es el primero que habla;
—Ya estamos aquí Marcus. Se supone que debes aparentar impasibilidad ante todo.
El misterioso enmascarado se acerca al otro hombre.
—No puedo evitar sentirme ansioso, estoy tan cerca de tener a ese maldito bastardo justo donde quiero.
—¿Qué piensas hacer con la información que pueda darte Vottari?
—Todo depende de qué tanto sepa esa rata italiana. ¿Esta habitación fue asegurada?
—Sí, Ewan estuvo aquí hace un minuto y colocó inhibidores de señal por todo el lugar, está despejado.
El hombre con la máscara, da la espalda a la pared donde se oculta una asustada Mia, levanta las manos a la parte trasera de su cabeza y abre una cremallera. Poco a poco se deshace de la espeluznante cosa que le cubre el rostro.
—¡Oh, dios santo! Desde que bajamos del avión no dejo de sudar como un puerco debajo de esta mierda. Hasta tengo comezón en los labios.
—La haz llevado puesta demasiado tiempo en las últimas semanas.
—Sí. —Suspira— Es inevitable. Con Ewan en otros asuntos, no puedo ir a ninguna parte sin Kolia. Casi es una segunda piel.
El hombre se gira. Y Mia suprime un pequeño grito que le sube la garganta, no queriendo que la descubran. No hay que ser muy inteligentes para saber que estos hombres destilan la palabra peligro por cada uno de sus poros.
El llamado Marcus, quien acaba de deshacerse de la máscara, le roba la respiración la asustadiza muchacha, y no en un buen sentido. Pues unas vistosas cicatrices de quemadura, le adornan el lado izquierdo del rostro, desde la sien, adentrándose un poco en su cuero cabelludo, pasando por debajo del ojo sin llegar a tocarlo, retrocediendo hacia la mitad del pómulo, parte de la oreja y desapareciendo por el cuello. Es probable que se encuentre también por debajo de su camisa.
Tiene una apariencia terrorífica, y no tanto por las marcas, si no por el aura q trasmite su rostro de ángel torturado.
Sin percatarse de nada, ellos continúan hablando ajenos a la pequeña espía que les acompaña en aquella suite.
Pasa mucho rato sin que los hombres salgan de la habitación, se escuchan nudillos en la puerta y el llamado Marcus vuelve a colocarse la máscara. Entonces, un enorme rubio entra y sale de nuevo. Los abarrotados y temblorosos músculos de Mia se quejan debido al esfuerzo de permanecer tanto tiempo sin hacer ningún movimiento, y sin poder evitarlo sus piernas ceden, haciendo un pequeño ruido de arrastre al tropezar la mesa del florero.
...
Todo el aire de la habitación es absorbido por el sonido, el tiempo parece detenerse y los dos hombres se miran un segundo antes de levantarse y correr en dirección al rincón desde donde proviene el ruido.
Percival desenfunda una Beretta cuyo cañón dirige hacia el contorno de un pequeño cuerpo dibujado a través de las claras cortinas. Es increíble que no se hayan percatado antes. Es visible desde cualquier ángulo.
Con su mano libre y el cañón del arma, Percy levanta la fina tela, para dejar al descubierto el tembloroso cuerpo de una joven.
—Mierda. —exclama.
—¡Kolia! —Grita Marcus. Y el gigante rubio entra como una tempestad, desenfundando un arma que apunta directamente a la cabeza de Mia.
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