14 de febrero, 2da parte
Sus cristalinos orbes azules se juntaron con los míos, en el mismo instante en que choque con su cuerpo y mi vista viajo rápidamente, en dirección del rostro de la persona que había detenido abruptamente mi rápido andar.
Echo que, había provocado, que una extraña sensación recorriera e intoxicara todas y cada una de las partes de mi organismo, con tan particular fragancia, mientras él me sostenía entre sus brazos.
Mis manos, por su parte, habían terminado por acto reflejo sobre su pecho, dándome así la oportunidad de sentir cada surco de los tonificados músculos, que escondía bajo su nuevo atuendo ninja, color azul marino. Ya no contaba con el chaleco gris y tiras amarillas, ahora lo único gris, era el cinturón, que hacía que su atuendo no pareciese un pijama de una sola pieza.
—deja de lloriquear por ese idiota— escupió duramente sus palabras, pero a la vez de una forma calmada y demasiado pasiva
—déjame en paz— dije para mis adentros, de manera entre coartada
por el nudo que se formaba en mi garganta, queriendo salir a gritos.
—muajaja, mira quién lo dice, la chiquilla inmadura que no sabe lo que es dejar en paz a alguien— enarcó una ceja, haciendo que me quedara estática y atónita, pues había interpretado perfectamente mi silencio, aunque minutos después le reste importancia.
No lo soporte más y me deje caer contra el suelo de rodillas, haciendo que sus brazos se hicieran a un lado y él diera un paso hacia otras. Comencé a llorar, sin importarme lo que pasaba a mi alrededor, o si aquel hombre parado frente a mí, se iba o se quedaba.
Habían pasado exactamente 5 años, desde la última vez que lo vi, pero a pesar de su gran físico, su modo de hablar y sobre todo esa mirada afilada, que muy en el fondo, dibujaban maldad y venganza, se notaba que no había cambiado nada en esa actitud que tanto lo caracterizaba.
No puedo creer que alguna vez, llegue a pensar que con el tiempo y lejos de Sooga, aquella actitud de superioridad mejoraría, aunque es extraño que llegase a sentir o pensar algo así de Tobe, después de todo, los malos siempre serán malos. Era tan exasperante que se la pasara molestándonos cuando solo éramos unos niños y, teniendo eso en cuenta, es un tanto absurdo que, llevándonos unos cuantos años de diferencia, me las ingeniaba para hacer fracasar todos y cada uno de sus planes en contra de... de ... Garu.
Y hay estaba de nuevo, yo, llorando como una completa estúpida, por un idiota que no lo valía, es duro admitir que, en este caso, el hombre, frente a mí, tenía absolutamente toda la razón...
Me limpié las lágrimas, algo en mi pecho me decía que dejara de llorar, así que obedecí, me levanté del berrinche que hacía, di la media vuelta y me alejé de aquellos pesados, fuertes, azules y cristalinos orbes, que de algún modo me incomodaban, pero me analizaban, como si fuese alguna clase de libro abierto ante su mirada.
Seguí caminando sin voltear, aún sentía que las lágrimas picaban en mis ojos, traté de limpiarlas y sin ver resbale repentinamente, apreté mis ojos para no ver lo que me deparaba.
—es mejor que mires por donde vas— aunque su modo de hablar aún era algo duro, de alguna forma sonaban más cálidas. En un instante, él se encontraba a mi lado, cargándome cuál princesa en apuros, aunque su reacción fue rápida, no pudo evitar que mi tobillo sufriera el daño repentino de la caída. Torpemente, olvide el desnivel que las rocas ocultaban.
—¿te duele mucho?— me pregunto. Yo apreté los ojos fuertemente, esperando a que el dolor fuera aminorando, pero esta vez fue todo lo contrario. Mi tobillo comenzó a inflamarse y punzar abruptamente. Para colmo de mis males, comenzó a llover.
—¡diablos!— exclamó molesto —te llevaré a la guarida, ahí estarás más segura, que aquí en la intemperie... y no puedo llevarte al restaurante o tus tíos me matarían, además...— pauso sus palabras por un momento —no quiero que los estúpidos aldeanos me vean con su niña favorita.
Me limité a mover la cabeza en afirmación. Lloviendo y con un pie lastimado, no podría ir sola muy lejos. Me sentó en una Roca cercana, me dio la espalda y se agachó, no me dijo nada, pero entendí lo que quería hacer. Me abrasé de su cuello y tomó mis piernas acomodándome sobre su espalda.
—Vámonos de aquí— comenzó a correr a toda velocidad, muy ágilmente, entre el bosque de bambú. Minutos después divisé lo que él hacía tiempo llamaba hogar. Aquella choza desaliñada de la cual tenía tiempo sin ver, nos recibió de par en par. Literalmente porque se notaba, que Nadie había vívido hay en largo tiempo, pues las puertas de la misma estaban tumbadas sobre el frondoso pasto, completamente carcomida por el tiempo y las termitas.
—¡¡tch!!, me sorprende que este lugar no se haya caído igual que las puertas— dijo en molestia. Yo solo afirmé con un movimiento de cabeza.
Después de pasar ágilmente entre la maleza y algunas ramas tiradas, entramos a lo que quedaba del viejo lugar...
De inmediato Tobe encontró una silla y manteniendo su equilibrio, con la azabache en brazos, le dio una pequeña patada, cerciorándose de que aquella silla aguantara el golpe.
—¡bien!, no se rompió, es sólida... Espérame aquí— dijo, calmadamente mientras la depositaba suavemente, sobre la Silla.
—To... Tobe— Pucca intento hablar, pero un escozor comenzó a aquejarla, aun así, de modo suplicante, prosiguió
—no... no me dejes sola, por. Por favor— fueron las palabras que Pucca le dedicó, haciendo que el ninja parara sus pasos en seco, girara sobre sus talones y le dedicara una mirada. Regresando sobre sus pasos y agachándose frente a ella.
—solo iré a buscar un poco de hielos— hablo molesto, la actitud de la azabache lo desconcertó de una manera extraña, pues suplicaba no estar sola, ese hecho era algo nuevo en ella y a su vez desconocido para él. Pucca asintió y el ninja se paró de nuevo, reanudando su andar, adentrándose en la oscuridad de aquel lugar, perdiéndose en ella.
Pucca observo como la silueta del hombre se desvanecía, hasta que minutos después de mirar atenta hacia la nada, una fuerte luz la encandiló
—¡jefecito la luz, ya está arreglada!— exclamo emocionado un ninja, que atravesaba por el umbral de la puerta principal, seguido de 20 o 25 ninjas más.
Pucca los quedó viendo, hasta que el ninja, que estaba frente a los demás, detuvo sus pasos abruptamente, haciendo que los demás chocaran con él, pues no notaron que detuvo sus pasos. Estaban dispuestos a reclamarle a su compañero, pero al mirar lo que este miraba, el miedo recorrió sus cuerpos por simple acto reflejo, frente a ellos se hallaba, el monstruo carmesí de sus pesadillas, aquel que les propinaba los combos más dolorosos.
—¡Pucca!— gritaron, al unísono, reflejando el miedo en su tono vocal.
—¡co... corran!— dijo el que estaba al frente de todos.
— ¿Dónde están tus modales Tsuna? - hablo Tobe de manera demandante, apareciendo como un borrón, saliendo de la nada y propinándole un coscorrón a su ninja
—a... amo Tobe— hablo el ninja sorprendido por la repentina aparición de su jefe, quien de inmediato se arrodilló completamente en el piso en disculpa, poniendo sus manos en su cabeza, tratando de sobarse.
Tobe fulminó al resto del grupo con la mirada y de inmediato hicieron lo mismo que su compañero.
—perdone nuestra descortesía ama Pucca— hablaron de nuevo al mismo tiempo
— ¡Ahg! ¡Idiotas! - dijo Tobe molesto, mientras ponía su pie sobre Tsuna su segundo al mando, —acomoden sus malditas palabras— ordenó.
—lo siento, amo Tobe— tras lo dicho, el dueño de la cicatriz en el entrecejo, dejó de aplastar a su ninja. Acción que dejó temor y tristeza en la azabache. Tobe la quedo mirando y después se despojó de su máscara.
—perdone señorita Pucca— hablaron en coro los ninjas, echo que a Pucca le pareció que esas cosas pasaban muy a menudo haciéndola molestarse. Como Tobe, podría tratar a su propia gente así, después de todo y por lo que recuerda son muy fieles a su jefe y jamás se niegan a ninguno de sus planes descabellados, o eso es lo que ella recuerda.
Tobe dio unos cuantos pasos y se agachó frente a Pucca, haciéndola estirar el pie que se había lastimado, despojándola de sus zapatos.
—no pienses mal por lo que haré— dicho eso Tobe saco unas tijeras de uno de sus bolsillos y rompió el mallon de la chica, sacó los hielos de una bolsa y los envolvió en un trapo poniéndolos con mucho cuidado sobre la herida del Azabache.
—si te mantienes quieta, sanará en una hora— dijo Tobe sin importancia, manteniendo su mirada fija en el hinchado tobillo de la azabache. No obstante, ella hacía lo contraria de algún modo, estaba experimentando un montón de sensaciones y sentimientos encontrados, la frialdad del ninja, pero su cortesía, los malos tratos hacia sus ninjas, pero con ella era todo lo contrario. Mientras ella pensaba eso, el volteo a mirarla chocando de nuevo sus profundos ojos azules con el color avellana, que brillaban aún que ya no tan llenos de vida e ilusiones.
Pucca Se perdió en esos zafiros que no dejaban de verla, esperando a que se rindiera y voltearan su rumbo, pero no se inmutaron, en ningún momento se pusieron nerviosos, mientras más se mantenían mirándose fijamente, más sentía Pucca se sumergía en ese profundo mar azulado.
Esto le causó gracia a Tobe, que dibujó una sonrisa de lado, ganando así el juego de miradas que la azabache había comenzado. Ella fue la primera en voltear su vista en dirección de los ninjas, quienes aún seguían agachados en arrepentimiento.
—no se moverán de ahí, hasta que les digas que los perdonas— añadió Tobe como si aquello fuera muy natural.
—ja, ja, ja, es absurdo, ¿no? Teniendo en cuenta que tú— la señalo —no puedes hablar sin romperte las cuerdas vocales en estos momentos-
Una sensación extraña invadió a Pucca, ahora ella era la que se sentía culpable y sobre todo eso eliminaba momentáneamente el comentario anterior del ninja, que en una hora se recuperaría, cosa que volvió a sumergir de sus palabras, una hora que acaso era alguna clase de mago o un excelente doctor.
—ni lo pienses— hablo Tobe, pues al momento de que Pucca trago saliva e intento hablar, este la reprendió, de cualquier modo, era algo que no pudo hacer, pues el ninja le puso el dedo en la boca —solo una hora y podrás hacer lo que gustes, ellos no irán a ningún lado— señaló a su grupo de ninjas.
Eso era incómodo, así que le regalo una mirada de cachorrito a Tobe y este de inmediato entendió
—tch! - chasqueo la lengua en molestia —bien, lo haré— dijo resignado. —¡Oí! Inútiles, salgan de aquí, molestan a la señorita— dijo sarcástico a sus ninjas —traigan a shaman y sus ungüentos mágicos y, Tsuna divídanse en dos grupos, necesitamos reconstruir esta madriguera lo antes posible-
—Qué petulante— pensó Pucca molesta
—y tu niña, ¿qué harás con tu novio, el del peinado de niña?— Tobe quería molestarla y que mejor forma de hacerlo que recordarle su trágico rompimiento de corazón.
La azabache puso una mirada triste, mientras las lágrimas comenzaron a rodar por sus blancas mejillas. Tobe suspiro no quería verla de ese modo tan frágil, aquella mujer dulce y de una fuerza sobre humana, estaba rota, indefensa y frágil frente a él.
Entonces un pensamiento muy malvado comenzó a pasar por su mente, idea la cual le pareció magnífica y felicitándose internamente, sonrió malévolamente de oreja a oreja.
Tobe se sentó en suelo, mientras shaman era traído
—tengo hambre, tiene rato que no como fideos ya yang, para ser exactos unos 5 años.--
Pucca tenía sus manos tapando su rostro, aún sollozaba y le daba pena estar así frente al ninja.
—¡hooo, que desperdicio!— hablo tobe con algo en la boca -- mis felicitaciones al chef-- Pucca limpio sus lágrimas, lo que tobe acababas decir, había llamado su atención y lo que observo la dejo sin saber qué decir, pues este estaba degustando la caja de chocolates caseros que ella había preparado.
— ¿tú los hiciste? - la azabache asintió
—mis favoritos son los amargos— dijo sacando otros dos chocolates de papel morado.
El modo de hablar de tobe, había cambiado, ya no se mostraba frío e indiferente, se notaba ahora que ponía más empeño en la conversación.
— ¡ninja!— exclamo y uno de sus subordinados apareció de la nada.
—¿cuáles son sus órdenes, amo Tobe?— dijo el ninja arrodillado en el suelo
— necesito que cuiden a Pucca, en lo que regresó-
— ¡Noo!— dijo Pucca, con una voz áspera, notándose el dolor que hacer ese esfuerzo, le causaba.
—¡ahg! Niña torpe espera, hay, no tardo. Ninja que shaman atienda su tobillo y Pucca...— suspiro —por favor, quédate, tú me regalaste chocolates— Tobe limpio una lágrima solitaria que corría con agonía, por la mejilla de la azabache —quiero regalarte algo.— Sonrió al ver como la chica comenzaba a bajar la guardia en su presencia.
Pucca asintió, no sabía qué había sucedido, pero las palabras de Tobe y su modo de actuar habían cambiado, dando una radical vuelta de 180 grados, cosa que no dejaba pensar a Pucca con claridad y menos teniendo en cuenta todo lo que había sucedido en media hora...
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