Toma de rehenes
Una pelota de goma botaba contra las paredes azules de la habitación donde Sophie y sus hermanos solían quedarse en casa de sus tíos. Tiago estaba sentado en el suelo con la espalda descansando contra la cama, con los mismos pensamientos que durante la noche lo habían mantenido despierto. ¿Cómo había podido cometer tantos errores en tan poco tiempo? Seguramente solo era imbécil y debía buscar la manera de rectificar todos sus errores. Había hecho un esfuerzo con su hermana, pero no parecía haber funcionado y ella no estaba dispuesta a perdonarlo en un futuro próximo. De momento solo se mantendría oculto en esa habitación hasta que sus tíos se cansaran y lo intentasen llevar de vuelta a casa de sus padres.
Lanzó la pelota con fuerza contra la puerta esperando que rebotase. Sophie entró de golpe y la esquivó por un par de centímetros. Tiago se levantó de inmediato frotando nerviosamente sus pies descalzos en la alfombra. La dura expresión en el rostro de la joven le comunicaba que no estaba contenta y tal vez había subido allí para seguirle escupiendo una sarta de verdades dolorosas.
—Voy a filmar un comercial con Givenchy y a cantar mi canción —Sophie le dijo ablandando su rostro y lanzándose a su cuello.
Sin salir de la sorpresa le correspondió al abrazo. Justo cuando una sensación de tranquilidad comenzó a surgir fruto de la esperanza de haber arreglado las cosas, ella lo soltó y lo empujó dedicándole nuevamente un gesto de frialdad.
—Aún eres un imbécil. Mamá y papá están peleados por tu culpa, porque mamá te dio dinero para salvar a tu novia y no se lo ha contado a papá. Arregla ese problema, porque si se separan te juro que vas a perder a todos tus hermanos.
Sin añadir nada más y sin esperar su respuesta, Sophie salió dando un portazo, dejando a Tiago lleno de confusiones, preguntándose en qué había quedado al final con Sophie.
Tal vez Alan no había pensado muy bien las cosas antes de ir a confrontar a Camila. Con la furia y la preocupación incrementando la adrenalina que circulaba por sus venas, se había aventurado a casa de la joven, y ahora frente a la puerta no estaba seguro de qué hacer. Toda la energía que lo podía convertir en un demonio enfadado se había esfumado al ver la intimidante reja de metal negra que rodeaba la propiedad. Una cámara de seguridad lo apuntaba con la luz roja titilante, advirtiéndole que estaba siendo vigilado, y el hermoso jardín de césped verde que se veía a través de los barrotes, de pronto se convirtió en un terreno terrorífico sobre el cual no era bienvenido.
—¿A quién busca? —Una hostil voz se escuchó por el comunicador.
—Yo busco a Camila —intentó sonar seguro, pensando que no había vuelta atrás.
Un par de silenciosos minutos precedieron al zumbido de la puerta. Alan entró con paso firme, pisando la húmeda hierba que momentos atrás lo atemorizaba. Con tal recuperaba su confianza y recordaba los motivos de su enojo, el trayecto se hizo más corto y antes de darse cuenta entraba a la casa interrumpiendo el extrañado pero ansioso saludo de Camila.
Paseó ansioso por el elegante recibidor que era una pequeña muestra de lo ostentosa y cara que casa. La joven lo seguía con la vista hasta que por fin se animó a detenerlo.
—¿Qué sucede? Íbamos a vernos en la noche.
—No voy a esperar hasta la noche... —Las siguientes palabras parecieron atorarse en su garganta y salieron con dificultad. Caminó de espaldas hasta una mesita central de madera y la apretó con las manos gesticulando con dificultad— ¿De verdad estás intentando quedar embarazada?
La pregunta fue un golpe inesperado que le hizo perder a Camila la poca tonalidad de la piel de su rostro.
—¿De dónde sacaste eso? —preguntó intentando inventar inútilmente una excusa— Sophie... —determinó paseándose nerviosa, pasando sus temblorosas manos de la frente a su boca—. ¿Cómo supo lo de nosotros?, ¿se lo contaste? —le reclamó, tratando de desviar el tema.
—¡Eso que importa! ¡Lo sabía y cuando escuchó lo que estabas haciendo tuvo que decírmelo! ¡Demonios! tienes que estar muy mal de la cabeza para hacer eso. Me engañaste, ¿eso era lo que querías desde un principio? ¿Como no podías tener un hijo con tu marido esperabas embarazarte de mí y hacerlo pasar como suyo? ¿¡Quién hace eso!?— gritó, llamando la atención de una de las mucamas de la casa, que se asomó asustada al barandal del segundo piso.
—¡Vete de aquí! —le gritó Camila al verla, incentivándola a alejarse lo más rápido posible—. No tenía más opciones. —Se dirigió a Alan—. Además no lo pensé desde el principio. Solo cuando tuve tres pruebas de embarazo negativas. No lo entiendes, él me presiona por tener un hijo.
—¿Entonces lo mejor que se te ocurrió fue en joderme a mí la vida?
—Claro que no, no iba a pedirte nada. Hasta que fuera el momento adecuado.
Alan se llevó las manos a la cabeza tirando de su cabello hasta casi arráncalo, sorprendido por la frialdad con que Camila hablaba del tema.
—¿El momento adecuado? ¿Que se supone que es eso?
—Cuando podamos estar juntos de verdad y no tenga nada que me ate a mi esposo. Alan debí decírtelo, lo siento. Solo... piénsalo.
—¿Que lo piense? Espera, ¿me estás sugiriendo llevar tu estúpido plan acabo? ¡¿Te estas escuchando?! —La tomó por los hombros, Camila no era de hacer ese tipo de bromas así que hablaba en serio—. No puedo vivir mi vida sabiendo que tengo un hijo por ahí y que me tendré que hacer responsable de él cuando tenga el dinero suficiente para llenar tus expectativas, porque sé que eso es lo que quieres: vivir de su esposo hasta que yo pueda mantenerte. Puede que haya estado cegado, u hormonado o simplemente sea imbécil, ¡pero se acabó! Dime la verdad ¿Estás embarazada? —Tomó aire porque lo había soltado todo de golpe, casi sin pausas y a gritos.
—No —respondió derrotada, presintiendo que todo eso llegaba a su fin.
—¿Estás segura?
—Sí Alan, me hice una prueba esta mañana ¿quieres que te la muestra? —respondió enojada.
—Eso me dejaría más tranquilo.
—Alan perdóname. Si no quieres seguir con esto, no vamos a seguir, pero por favor, no me dejes —le suplicó casi a punto de llorar, agarrándolo de sorpresa. Era la primera vez que la veía así: frágil, insegura y con temor. Por un segundo le movió el corazón hasta que su parte racional tomó control de nuevo.
—Se acabó —determinó con voz más calmada. La obligó a soltarlo y evitando por todos los medios verla en un mar de lágrimas salió de la casa con algo de pena, pero seguro de que después de mucho tiempo estaba tomando las decisiones correctas.
Sophie brincó cada escalón hacia el segundo piso de su casa, buscando a sus padres para darles la buena noticia. Fue deteniendo su andar al verlos en el pasillo, golpeando la puerta de la anterior habitación de Tiago, que ahora le pertenecía en exclusiva a su hermano Daniel.
Su madre pareció tranquilizarse al verla, Daniel se había encerrado con los bebés y no había forma de hacerlo salir. Normalmente Sophie podía hacerlo entrar en razón así que tras una breve explicación de lo que sucedía ambos adultos retrocedieron y dejaron que Sophie se asomara a la puerta.
—Dani qué está pasando. Abre la puerta —le dijo pegada contra la madera, intentando girar el picaporte.
—Daniel sal de ahí o al menos deja salir a tus hermanos —impaciente, Nicolás hizo a un lado a su hija y volvió a golpear la puerta.
—¡No! Solo mándenme unos biberones y pañales, pero de aquí no salimos hasta que arreglen las cosas —se escuchó la voz del niño desde el interior de la habitación.
De la misma manera en que su padre la había alejado, Sophie se deslizó y se interpuso entre él y la puerta, volviendo a golpear.
—¿Qué está pasando? —les preguntó a sus padres, pegando la oreja para escuchar a sus hermanos en el interior de la habitación.
—Solo nos oyó discutir y tomó a sus hermanos de rehenes —explicó Thaly.
Sophie se guardó sus comentarios, recordando el asunto pendiente de sus padres. Habló a través de la madera recuperando nuevamente su lugar y de un momento para el otro, tan rápido que no pudo reaccionar, se abrió la puerta de la habitación el espacio suficiente para que ella pudiera pasar y la mano de Daniel la haló hacia adentro. Inmediatamente después volvió a trancar la puerta dejando a sus padres a medio paso de distancia con la mano cerrándose en el aire.
La chica se vio en la habitación de su hermano, donde Ezequiel afortunadamente dormía sobre la cama y los gemelos golpeaban los tambores de la batería con las manos.
—Van a divorciarse —dijo Daniel, muy preocupado.
—No es cierto— negó Sophie.
—¡Sí! ¡Pelean demasiado! Seguro van a divorciase y sortearán quien se queda con cada uno. ¡Yo me pido a mamá!
Por un momento Sophie se había asustado, pensando que sus padres habían hablado realmente al respecto y Daniel los había escuchado.
—No van a divorciarse, solo están teniendo una pelea por algo muy estúpido. Y si Tiago no lo resuelve lo haremos nosotros, pero debes dejar salir a los bebés.
—No saldrán hasta que se reconcilien.
—No puedes tenerlos aquí, en especial a Ezequiel, sabes que no toma biberón, va a despertar en cualquier momento y necesita de mamá. —Lo hizo recapacitar.
Daniel lo pensó y dándose cuenta de la razón que tenía su hermana tomó una decisión.
—Bien Ezequiel se va, pero tú te quedas en su lugar. —Se acercó a la puerta y le gritó a sus padres la condición para liberar al más pequeño de sus hermanos.
—Yo no voy a quedarme aquí—Sophie se acercó a la puerta dispuesta a salir.
—Tú te quedas —le ordenó su hermano.
Le volcó los ojos dispuesta a salir de todas maneras, olvidando que su hermano de doce años era más grande que ella. Con facilidad Daniel la empujó contra la cama, tomó al bebé en brazos y manteniendo a su hermana mayor a raya con una mano mientras con la otra abría la puerta, le pasó a Ezequiel a su madre, quien lo recibió de inmediato, tranquila por tener al pequeño en su poder.
—¡No puedes tenerme aquí! Es absurdo. Si quieres que se reconcilien deberías encerrarlos a ellos, no a nosotros —protestó Sophie, dándose cuenta que sus padres ya no estaban cerca a la puerta, seguramente habían desistido y solo esperarían a que Daniel se aburriera de eso.
Daniel lo meditó, la idea de su hermana era mejor ¿por qué castigarse ellos cuando podían castigar a sus padres? Con la complicidad de su hermana salieron por fin de su enclaustramiento y solicitaron una reunión con sus progenitores en la habitación de éstos.
Thaly ya tranquila con Ezequiel durmiendo en la cuna junto a su cama, simulaba leer un libro. Nicolás entró de mala manera y se sentó en una silla de madera con un fino y moderno tapizado blanco que tenían cerca del armario, se cruzó de brazos y esperó escuchar a sus hijos; aunque ya sabía qué pretendían decirles y ya estaba dispuesto a responderles que su opinión respecto a su vida marital no les interesaba.
—Thaly voy a darte una última oportunidad para que le digas a mi papá que pasó con el dinero o se lo diré yo —dijo Sophie antes de voltear hacia su progenitor—. Y a ti la oportunidad de escuchar y dejarlo pasar por el bien de todos. Es ridículo que discutan por todo a raíz de algo tan intrascendente como dinero. Tenemos mucho, se gasta, aprendan a lidiar con eso.
—Sophie tú no puedes decirme que hacer—interpeló Thaly, severa, dejando su libro de lado.
—Sí puede —intervino Daniel.
Nicolás estuvo por irse, pero su hija le interrumpió el paso pidiéndole quedarse un segundo más. Retrocedió, mas no se sentó, cruzó los brazos y les dirigió una mirada estricta a sus hijos, a la que ellos respondieron acercándose a la puerta.
Agarrándolos desprevenidos, corrieron el corto trayecto que les quedaba hasta la salida y dieron un portazo que retumbó por toda la casa.
Nicolás se apresuró para intentar detenerlos, pero nuevamente sus hijos le habían cerrado la puerta en la cara. Giró el picaporte con desesperación, ahora era su propia habitación la que lo mantenía cautivo.
—¡Malditos mocosos! —les gritó—. ¿Crees que podamos salir por la ventana? —le preguntó a su esposa.
Pasivamente Thaly subió sus pies descalzos a la cama y cruzó las piernas, dispuesta a seguir leyendo.
—Haz lo que quieras—respondió.
—¿Cómo que haz lo que quieras? Tú también estás aquí encerrada.
—Tengo al bebé y seguramente Sophie se hará cargo de los gemelos. En algún momento se darán por vencidos y nos dejarán salir. Mientras tanto no pienso hacer nada, es inútil. Los conoces a ambos —le explicó.
—Puedo llamar a alguien; aunque si se lo cuento a Alan seguro va a reírse y no va a ayudarnos—consideró observando fijamente su teléfono celular—. O puedes decirme de una vez quien te está extorsionando.
—¡Nadie me está extorsionando! —le gritó Thaly, cansada de que Nicolás siguiera con esa idea en la cabeza, imaginando alguna situación en la que ella fuese nuevamente víctima de su padre, o Bruno— ¿Quién me extorsionaría por dos mil dólares? es ridículo.
—Y es ridículo que mantengas tanto secreto.
—Y que tú me andes fastidiando con eso. Sophie tiene razón, tienes mucho dinero, deja de hacer problema por eso y supéralo.
—¡No es por el maldito dinero! ¡Es porque me guardas secretos! —le gritó de vuelta.
Daniel y Sophie escuchaban desde afuera, sintiendo sus ilusiones desvanecerse al percibir a sus padres gritarse nuevamente. Esa situación los hacía sufrir. En su familia siempre se trataban con respeto, rara vez discutían en serio y sus padres jamás se gritaban de esa manera ni se mantenían enojados por tanto tiempo.
—¿Crees que funcione? A lo mejor lo empeoramos —preguntó Sophie
—Tiene que funcionar, lo vi en los Simpson —argumentó Daniel.
—¡Fue mi idea!
—Fue idea de los Simpson primero.
La chica golpeó su cabeza contra la puerta, casada de solo escuchar injurias salir de la habitación. Jaló a su hermano de la mano y fue a buscar a los gemelos para ir a almorzar afuera, en vista de que a sus padres les esperaba una larga tarde.
Alan había caminado taciturno y pensativo, mucho más calmado y sin arrepentimientos. Terminar con esa relación tóxica era lo mejor que podía hacer y hasta estaba orgulloso de sí mismo ya que en cierto momento se había sentido incapaz de hacerlo.
Nuevamente se veía frente a una puerta con el dedo a escasos centímetros del timbre. Con el mismo coraje que antes, presionó el botón rojo y esperó. Afortunadamente fue Tamara quien le abrió la puerta y no su madre.
—¿Qué haces aquí ? —le preguntó sacando medio cuerpo, para que no se viera el desordenado interior de su departamento típico del fin de semana, ni que ella se encontraba en pijama.
—Dijiste que te hablara cuando supiera algo.
Algo avergonzada la chica salió cubriéndose con los brazos el abdomen que se le veía entre su short rosado de "Hello Kitty" y una corta camiseta que usaba para dormir. Se sentó en las polvorientas escaleras de madera al mismo tiempo que el chico.
—¿Y qué es lo que sabes?
—Que soy un imbécil —declaró.
—Los hombres tiene esa tendencia natural a la imbecilidad cuando hay una cara bonita y tetas de por medio —dijo casi bromeando, esperando darle un poco de ánimo, imaginando lo duro que debía haber sido para él dejar a alguien de quien estaba enamorado—. Al menos abriste los ojos, aunque hayas necesitado una sacudida tan drástica —hizo una pausa, Alan no la miraba, pero asentía levemente— ¿Camila no está embarazada, o si? —dejó su tono despreocupado y habló con seriedad.
—No, o al menos me aseguró que no lo está. —No le sorprendió que Tamara supiera todo respecto a Camila—. Le creo, pero no sé, seguro que no voy dormir tranquilo en mucho tiempo. De todas maneras pase lo que pase no voy a volver con ella.
—Intentó tener un hijo tuyo para hacerlo pasar por el de su esposo... si volvieras con ella te declararía el hombre más imbécil de la historia y mira que tienes mucha competencia.
—Seguramente... De todas maneras aunque no hubiera pasado lo que pasó no habría durado demasiado. Ya estaba cansado de verla a escondidas con miedo de ser asesinado por su marido. ¿Y sabes de qué también me di cuenta? de que me estoy enamorando de otra persona. —giró para verla.
Tamara tragó saliva, ruborizándose, pensando si estaba hablando de ella o de otra persona. Seguro hablaba de ella, ¿pero qué tal si no y se estaba comportando como una idiota?
Dándose cuenta que ella de pronto lo esquivaba la tomó de la mano. Por un momento pensó en acercarse y besarla, hasta que recordó su rechazo de la anterior vez y pudo prever una cacheada posterior. Su mejilla empezó a arder solo por imaginarlo.
La chica retiró su mano rápidamente y se levantó sacudiendo la suciedad de sus muslos.
—Alan no sé qué piensas, pero no me veas como un reemplazo de Camila o quieras algo por despecho —determinó, no estando dispuesta a ser el plato de segunda mesa, por mucho que Alan le gustase.
—No es despecho, eventualmente la habría dejado por ti.
—Terminas con una y de inmediato quieres algo conmigo —dijo con indignación—. Al menos date un respiro ¿y que te hace suponer que tú me gustas?
Alan lo meditó. Había dado las cosas por supuesto. Tal vez no estaba pensando las cosas bien y recordó que se había propuesto actuar con raciocinio después de lo ocurrido con su ex novia.
—Yo... no sé. ¿Qué tal si vamos con calma y ahí decides si te gusto? —le propuso, ansioso por la respuesta que ella podría darle.
—Ir con calma suena bien—sonrió—. Tal vez te haga un sistema de puntos como Sophie me sugirió que hiciera.
—¿Hablas de tomar consejos amorosos de la chica que tenía dos novios, terminó con uno para irse con el otro y regresar con el primero en menos de un día?
—Oye tenía dos novios. Lo que sea que haga debe funcionar —dijo mucho más animada, extendiéndole la mano para ayudarle a levantarse. Él la aceptó, mas aprovechó y no la soltó—. Mi madre y mis hermanos salieron al parque. No hay nadie, ¿porque no entras y vemos que hacemos? —le propuso y al acabar de hablar se ruborizó de inmediato—. Eso sonó terrible. No te pienses cualquier cosa, no me refería a... bueno, solo me refería a que me esperaras mientras me visto para salir luego. Claro que no vas a ver mientras me visto —tartamudeó intentando explicarse—. No hablo con muchos chicos, ni con otros seres humanos ¿se nota?
—Algo —Alan intentó reprimir una sonrisa. Estar con alguien de su edad parecía que iba a ser un toque de frescura en su vida. Ir poco a poco sin encontrarse inmerso en una relación adulta, conociendo más a Tamara y compartiendo con ella y sus amigos sin compromisos ni responsabilidades grandes de por medio era el tipo de cosas que esperaba vivir a sus dieciséis años.
—Si al final Camila está embarazada puedes dejar al bebé en casa de Sophie, camuflado entre sus hermanos, seguro no van a darse cuenta que hay un niño de más —la chica le dijo desde su habitación, donde se vestía con la puerta semi cerrada mientras él la esperaba en la sala.
—Si eso pasara mi madre se quedaría con él y lo criaría como a mi hermano. Ahora que lo pienso ella se lo tomaría muy bien.
—Es una buena noticia, considerando que tu madre está casi tan loca como la mía. Oye ¿Si salgo contigo tus padres van a enfadarse?
—¿Por qué se enfadarían?
—Ya sabes, eres asquerosamente rico y yo soy asquerosamente pobre. Puede ser que tu familia me rechace porque tiene planeado que te cases con alguien de tu status social y a mi intenten sacarme del medio vendiéndome al narcotráfico.
—Tienes que dejar de ver tantas telenovelas, o juntarte con Sophie —le sugirió algo espantado por la terrible y exagerada ocurrencia de la chica.
—Esas cosas pasan —le aseguró saliendo con una sencilla camiseta verde y unos jeans, intentando sujetar sus enmarañados rizos con una liga de cabello, ya que peinarse le tomaría demasiado tiempo—. Haría nuestra... amistad más interesante.
—No puedo hacer que te vendan al narcotráfico, pero te prometo hacer lo posible para que mis padres te odien y nos pongan obstáculos para que la cosa entre nosotros sea lo más telenovelezca posible. —Volcó los ojos y atrapó la mano de la chica antes de salir del lugar, esperando que con "amistad" Tamara se hubiese referido a otra cosa.
Casi tres horas después los hermanos Cohen regresaron a casa con los gemelos cargados en brazos, durmiendo su siesta. Depositaron a los pequeños en sus respectivos corrales y se asomaron a la habitación de sus padres. Por más que presionaron su oreja contra la puerta hasta hacerse daño no escuchaban nada.
—¡Parece que funcionó! Por fin dejaron de pelear—festejó Sophie.
—O no y todo terminó en un baño de sangre, mejor vemos. —Daniel buscó la llave en su bolsillo, Sophie lo detuvo.
—No podemos ver. Qué tal si lo están haciendo... o sea tu sabes, que tal si están haciendo el amor —susurró lo último, considerando si era prudente hablar de eso con su hermano menor.
—No lo creo, son más ruidosos cuando lo hacen.
—¡¿Cómo sabes eso?!—lo golpeó con el anverso de su mano.
—Mi habitación ahora está junto a la de ellos, se escuchan cosas que un niño de mi edad no debería escuchar. Luego se preguntan por qué Tiago salió como salió.
Sophie consideró con horror que lo primero que haría una vez sus padres hubiesen hecho las paces sería sugerirles que insonorizaran su habitación.
Golpearon tímidamente, esperando una respuesta, al no escuchar nada volvieron a golpear con fuerza y una voz a sus espaldas los asustó.
—Por fin volvieron —les dijo su padre, sosteniendo a Ezequiel en brazos, con su esposa al lado.
—¿Cómo salieron? —les preguntó su hija.
—Después de pelear recordamos que teníamos una llave de repuesto —contestó Thaly encogiéndose de hombros—. ¿Y los gemelos? —añadió.
—En su habitación, comieron y se quedaron dormidos mientras regresábamos. —Sophie se debatía entre preguntarle si todo estaba bien con su padre o esperar a que ellos le dijeran algo.
Nicolás entró a dejar al bebé en su cuna mientras Thaly iba a ver a los otros dos pequeños. Sus hijos no podían descifrar en su comportamiento si su toma de rehenes había dado los frutos que esperaban.
—Thaly —la siguió tanteando el terreno—¿Todo bien?
Su madre simplemente asintió, con una mirada dulce y cargada de calma que hizo a Sophie respirar paz. Ahora ya podía centrase en ella, contarle a sus padres sobre la increíble oportunidad que se le estaba presentado y por supuesto convencerlos de dejarla irse a Francia.
Bueno, un capi largo, espero que lo hayan disfrutado!
Besos!!!
no se olviden de dejarme sus comentarios. Si llegamos a 700 subo capi hoy.
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