Terapia de exposición
Grecia no caminaba con la actitud burbujeante de siempre. Se sentía culpable por haber alejado a Tiago de sus amigos. Aunque él no lo había dicho, percibía cierta molestia.
Ver una patrulla de policía en la entrada de su casa empeoró las cosas. Grecia corrió imaginando que algo malo había sucedido, mientras que Tiago vacilaba entre acercarse o escapar, pues intuía que la policía estaba ahí por Grecia.
La niña dio encuentro a los brazos de su hermano, quien al verla llegar por la calle le regresó el alma al cuerpo. Esa fue la señal para que Tiago diese media vuelta. Un poco tarde, pues Evan ya corría hacia él dispuesto a atraparlo y de ser posible entregarlo al policía por secuestro.
Un oficial salido de la nada lo atajó en su huida y Evan le dio alcance.
—¡¿Por qué demonios tenías a mi hermana?! —le gritó.
—¡Ella se apareció en mi departamento!
—¡Ya basta! —Grecia se interpuso entre ambos—. Yo me escapé del colegio para ir a verlo, luego él me trajo aquí, todo está bien —le explicó a su hermano.
El policía preguntó si podían irse ya que la niña había aparecido o si iban a presentar cargos. Evan estaba furioso, pero el rostro de su hermanita lo disuadió de seguir con el pleito.
—No te vuelvas a acercar a ella —lo amenazó antes de dar media vuelta, agarró a Grecia y regresó a su casa, dando a entender a los oficiales que ya no tenían nada que hacer ahí.
Tiago siguió su camino, muy enojado. Grecia le había ayudado a ganar más dinero que nunca, a costa de una pelea con Martha y un mal rato con Evan. Ya era tarde para llamar a su novia y seguramente no le contestaría. Rogaba que al día siguiente ella asistiera al colegio, o sino tendría que escaparse e ir a buscarla antes de que las cosas se pusieran peor.
Parecía que sus encuentros con la policía no habían acabado cuando al día siguiente vio una patrulla estacionada frente al colegio. No era la primera vez, una semana atrás habían arrestado a uno de sus compañeros de curso por vandalismo.
Al cruzar la puerta de entrada el guardia del colegio lo detuvo y lo entregó a un oficial de policía.
—¡Maldito Evan! —profirió, seguro de que su ex compañero de colegio al final sí había decidido presentar cargos—. No le hice nada a Grecia ¡la llevé a su casa! —protestó intentando soltarse del policía que lo empujaba hacia la dirección del colegio.
Al entrar encontró a un detective, al director y a su padre en la oficina.
—Déjennos a solas —ordenó el detective al verlo llegar.
Nicolás intervino exaltado.
—Es menor de edad y no va a decir nada si yo no estoy presente o al menos nuestro abogado.
—Está bien —aceptó de mala gana, sabiendo que tenía razón. El director del colegio se retiró junto al policía que había llevado al chico hasta allí.
—¡No fue para tanto! no la secuestré ni nada que ese idiota de Evan les quiera hacer creer. —Tiago empezó a defenderse.
—Tiago cállate y siéntate. —Su padre le apretó el hombro y lo hizo tomar asiento frente al detective.
—¿Dónde estuviste ayer? —empezó el hombre.
—Responde Tiago —le ordenó Nicolás, quien lucía muy tenso, con la mandíbula apretada y una mirada de preocupación.
—Pedí dinero en la calle, y sí lo admito, estaba con Grecia, pero luego la llevé a su casa y me regresé a mi departamento. No le hice nada, no la obligué...
—Tiago esto no tiene nada que ver con Grecia —su padre le explicó con un tono sombrío que demostraba la seriedad del asunto, la cual iba mucho más allá de haber salido con Grecia.
—¿Entonces qué pasa?
—Es Martha.
Tiago de inmediato imaginó que su novia se había metido en algún problema y querían involucrarlo. Haría lo que pudiera por defenderla, hasta cierto límite y ese era no entrar en problemas con la policía.
—No estuve con ella ayer, ¿qué hizo? Seguro es un mal entendido.
—¿Tienes testigos? —interrumpió el detective.
—¿Testigos de que no estuve con ella? Pues deben haber ya cientos de videos en youtube en los que estoy en la calle y luego dejé a Grecia en su casa, ella puede decirlo. Es lejos de donde vivo así que regresé en la noche y no salí, Ian puede comprobarlo... ¿en que se metió? ¿es tan serio? —Por un lado sabía que no podía mentir, por otro, sentía que traicionaba a su novia, aún sin saber qué había pasado con ella.
—¿Sabes con quienes estuvo? —continuó el interrogatorio.
—No voy a seguir hablando hasta que me diga que pasó —se negó, al menos debía tener una idea para no meter a sus amigos y su novia en más problemas.
Nicolás intentó decírselo con delicadeza, mas el policía le soltó la verdad sin nada de sensibilidad.
—Martha Siles falleció ayer. Fue homicidio culposo, la dejaron sobre las tres de la mañana a una cuadra del hospital, cuando la encontraron ya no pudieron hacer nada. Al parecer consumió una mezcla impura de metanfetamina ¿sabes dónde pudo conseguirla?
Tiago ya no escuchó la última pregunta. Todo el peso del mundo cayó sobre él. Perdió los sentidos por un momento y lo siguiente que pudo percibir fue a su padre sosteniéndolo y llamando repetidas veces su nombre. Sintió como un fuerte zumbido al momento de recuperar el control.
Se levantó tomando un fuerte impulso, haciendo caer los papeles del escritorio. El detective se abalanzó sobre él, deteniéndolo y Nicolás intentó separarlos.
—¡No puede estar muerta! —gritó rabioso, enojado con él mismo, con la culpa royendo sus intestinos. En un segundo las miles de posibilidades de haberse ido con ella el día anterior y haberlo evitado se le cruzaron por la cabeza. Era su culpa, ese pensamiento no lo dejaba sentir ni pena ni dolor.
—Cálmate Tiago, necesito que ahora expliques lo que pasó o van a involúcrate en esto —su padre pudo calmar al policía y agarró con fuerza a su hijo, evitando un nuevo ataque.
—¡No puedo calmarme! Ayer la dejé irse con Rafa y Peka, tenía una nueva droga, ni sabía lo que era, pero la dejé irse sin mí por llevar a Grecia a su casa.
—A esos dos los tenemos al lado interrogándolos también. Puedes demostrar que estuviste con esa tal.... ¿Grecia? ¿y regresaste a tu departamento? —volvió a preguntar el detective.
Tiago respiró profundo, poniendo orden en su mente, pensando qué responder.
—Tiago, la palabra de Grecia no contará mucho ya que es pequeña y los videos no son prueba, ¿alguien más puede testificar que estuviste con ella hasta antes de irte con Ian? —preguntó su padre.
—Evan —respondió en un susurro—. Pero no sé si le dé la gana de hablar a mi favor.
—Yo voy a darle el número de ambos chicos —Nicolás acompañó al oficial afuera de la oficina, dejando a Tiago solo, derrumbado y petrificado en la silla.
Reaccionó nuevamente unos segundos después y al salir se encontró cara a cara con los amigos de Martha, quienes salían esposados de la oficina contigua mientras los maestros ordenaban a gritos que los estudiantes regresaran a sus salones.
—¡Imbéciles! ¡Ustedes estaban con ella! ¡Qué le hicieron! —Agarró a Rafa por el cuello, el chico sostenía una sonrisa cínica, que le daban ganas de borrar de un puñetazo.
—No le hicimos nada, ella fue la tonta que se pasó con la dosis.
—No fue una sobre dosis, era droga impura que iba a compartir con ustedes. Es curioso que estén bien mientras que ella...—Calló, no se sentía capaz de pronunciar esa palabra.
—A veces el karma llega a quienes no pagan sus deudas —respondió con simplismo.
Los oficiales de policía lo apartaron a la fuerza y siguieron arrastrando a los dos muchachos.
—¡Maldita sea! ¡¿lo escuchaste?! ¡La mataron, estoy seguro que la mataron! —le gritó a su padre.
Nicolás volvió a arrástralo dentro de la dirección y le dio unos minutos para que golpeara todo a su paso, caminara de un lado al otro y se tranquilizara. Finalmente tomó asiento sosteniendo su cabeza con las manos.
—Fue mi culpa, debí ir con ella cuando me lo dijo...
—Si te hubieras ido con ella te habría pasado lo mismo —lo interrumpió—. Eso puede pasar cuando te metes en estas cosas.
—¡Pero yo pagué su deuda! Para eso era el dinero que gastó mi madre —confesó en voz alta.
—Ya lo sé, me lo dijo —afirmó sin darle importancia ya que para él era un asunto zanjado—. ¿Estás seguro que era todo lo que debía, o que no iba a endeudarse de nuevo? Tiago, no puedo asegúrate qué pasó, si de verdad fue accidental o provocado. Lo que importa es que tú estás bien y que no van a culparte por esto.
—Eso no va a calmar mi consciencia.
—Lo sé. —Encogió los hombros y se arrodilló en el suelo a su lado—. Voy a darte el día libre. Vamos a dar una vuelta en el auto hasta que te calmes y si te sientes con fuerzas, luego te llevaré a la morgue ¿está bien? —preguntó sin esperar una repuesta, no iba a darle pie a reclamos.
Consternado, Tiago lo siguió afuera y durante tres horas solo dieron vueltas por la ciudad en completo silencio.
Llegaron al hospital en el momento justo en que el cuerpo de la muchacha era trasladado en una camilla hacia la funeraria, acompañada por sus padres y su hermana. Las mujeres lloraban desconsoladamente y el padre Martha las abrazaba a ambas.
Esa imagen y el imaginar el cuerpo inerte de su novia debajo de las mantas le revolvió el estómago. La dura mirada que la madre de Martha le dedico al pasar a su lado casi le provoca el vómito. Corrió hacia la salida de emergencia y tomó una gran bocanada de aire.
—¿Estás bien? —le preguntó Nicolás imaginando lo mal que Tiago estaba en ese momento.
—Es como si sintiera que debería llorar, pero no puedo porque no se siente como algo real —explicó apoyado en el barandal de las escaleras, con las náuseas controladas—. ¿Papá? ¿Puedo volver a casa? —preguntó con temor a mirarlo a los ojos—. Necesito pensar las cosas y no quiero estar solo.
—Para algo te construí una nueva habitación.
—¿Y la oferta de Inglaterra sigue en pie? —Lo sorprendió con su pregunta.
—¿Quieres irte?
—Un tiempo. No creo poder volver a ese colegio. Sácame de ahí... y a Tamara.
—Primero vamos por tus cosas, luego decidiremos tu futuro académico.
Esa tarde iba a ser la primera sesión anti fobia que Sophie había preparado. Ian tenía miedo, le tenía más miedo al remedio que a la enfermedad, nadie sabía qué loca idea se le podía haber ocurrido a Sophie, y empezaba a cuestionarse por qué le hacía caso.
—Vamos a utilizar terapia de exposición con refuerzo positivo —dijo la chica con un "DVD" en la mano.
—Apuesto a que te leíste un libro de psicología anoche y ahora te crees que eres psicóloga.
—¡No es así! —se ofendió—. Inventé una terapia combinada y la consulté con mi tía Sara, quien sí es psicóloga y cree que va a funcionar.
Colocó el video en el reproductor y como Ian esperaba, era un video de medicina.
—Empezamos con imágenes y luego pasamos a la cosa real. Por cada diez minutos que toleres yo te concedo un favor. —Se alejó del televisor mordiéndose el labio de forma sugerente y se acomodó sobre él en el sillón.
—¿Qué clase de favor? —preguntó haciéndose al distraído mientras corrían los créditos del principio en el video.
—No sé, ¿qué te gustaría?, ¿tal vez una prenda menos? ¿Por qué no te incentivo un poco? —Se sentó frente a él y lentamente comenzó a desabrocharse los botones de la camisa del uniforme dejando a la vista un brasier rosa de encaje.
—Esto empieza a gustarme ¿pero qué vas a hacer para mostrarme a la cosa real?
—No sé ¿ponerme sangre por el cuerpo?
—Eso es lo más asqueroso que me has dicho. No solo tendré fobia a la sangre, te tendré fobia a ti, o relacionaré la sangre con la excitación y empezaré a descuartizar gente.
—Te prometo pensar en algo agradable y parar antes de que quieras cortarme en pedazos o beber mi sangre. —Rió. Aunque debía ser fuerte y aguantar la tentación no pudo evitar caer entre sus brazos y besarlo apasionadamente, mientras le recorría la piel desnuda de la espalda con la yema de los dedos.
—¡Me cago! ¡Esto es algo que definitivamente no voy a extrañar! —gritó Tiago al entrar al departamento y encontrar a Ian y Sophie nuevamente en una incómoda situación.
Ambos se soltaron y no creyeron que fuera tan grave hasta que vieron a Nicolás en la puerta, contemplándolos con una mirada tan gélida que la temperatura de la habitación disminuyó tres grados.
—¡Papi no es lo que piensas! —Sophie gritó lo primera excusa que se le ocurrió, con el rostro blanco como un papel y cubriéndose el pecho.
—Vístete. Te espero en el auto —le avisó dando un portazo.
—¡Oh, demonios!, ¡Oh, demonios!, ¡Oh, demonios!, — repitió. Nerviosamente volvió a colocarse la ropa.
—Va a matarme —se lamentó Ian, con la mirada perdida. Volteó al televisor y la imagen de un bisturí cortando un ojo le cortó la poca irrigación de sangre que llegaba a su cerebro, dejándolo en un casi estado de shock.
—Yo voy a intentar calmarlo para que no te lastime mucho. —Sophie agarró sus cosas y le lanzó un beso mientras salía del lugar a toda prisa, no pensaba hacer enojar a su padre más de lo que seguramente ya estaba.
Tiago salió de la habitación con un bolso y comenzó a vaciar la cómoda.
—Te pediría mi ropa de vuelta pero me da cosa. Dios sabe qué habrás hecho con eso puesto y mi hermana —le habló a Ian, quien poco a poco recobraba el color en el rostro y apagaba el televisor.
—¿Te vas?
—Sí. Martha murió anoche —le explico sin dejar lo que hacía, no quería confrontarlo; no quería confrontar a nadie y menos que le hicieran preguntas.
Ian lo entendía, conocía tan bien a su amigo que simplemente se sentó a su lado y en silencio le ayudó a empacar sus cosas.
Nicolás esperaba pacientemente con las puertas cerradas y la radio a un volumen alto. Sophie entró al asiento del copiloto y se mantuvo tiesa, esperando que su padre comenzara a regañarla, mas él no dijo nada. Se mantuvo en un aterrador silencio.
—¡Ya dilo de una vez! ¡Acabemos con esto pronto! —explotó Sophie.
—¿Qué quieres que te diga? —le preguntó. Sophie pensó bien qué responder, considerando eso una trampa.
—Yo que sé. No deberías decirme nada. Es decir, tengo diecisiete y sabes lo mucho que quiero a Ian. Seguro sabías que esto podía pasar o ya estaba pasando... no sé... ¡no me mates!
—No voy a matarte Sophie. Hace tiempo que tu madre y yo decidimos que no vamos a meternos en tu vida sexual. Eres casi mayor de edad y estoy seguro que sabiendo lo que nos pasó a mi y a Thaly vas a ser más responsable.
—¿Eso es en serio? —se asombró, no esperaba eso para nada.
—Sí, créeme, no quiero saber nada sobre lo que hagas con tu sexualidad. Vivo más tranquilo imaginado que sigues siendo mi niña de colitas que ni siquiera ha besado a un chico.
—Gracias —dijo sin salir del asombro. Al final su padre la respetaba y confiaba en ella más de lo que esperaba—. ¿No vas a meterte ni a decirme nada?
—Voy a tratarte como a una adulta en esto.
—Gracias... de nuevo. ¿Entonces es un buen momento para que te diga que a fin de año Ian y yo vamos a vivir juntos? —preguntó insegura, espiando por el rabillo del ojo la reacción de su padre.
Nicolás apagó la radio y volteó en su asiento hacia ella.
—No —declaró sin un atisbo de burla—. Voy a tener la mente lo más abierta posible, pero voy a poner ciertas reglas y una es que no vas a vivir ni a casarte con tu novio hasta que no hayas acabado la universidad. Después de eso puedes hacer lo que quieras con tu vida. Si quieres más independencia puedo alquilarte una habitación en el campus universitario, con Ian viviendo a kilómetros de distancia.
—¡Eso no es justo! ¡Tampoco es tratarme como una adulta! Además quiero sacar a Ian de este lugar, podemos pagarnos un departamento a medias —se quejó, mostrando justamente la actitud infantil que no quería en ese momento.
—A Ian voy a sacarlo de ahí mañana. Tiago estará viniendo con nosotros ahora.
—No entiendo ¿qué pasó?
—Lo de Tiago te explico luego, a Ian puedo desalojarlo. Poco después de que Tiago se mudó con él compré su departamento y le pago al antiguo dueño por no decir nada y seguir cobrándoles la renta.
—¡¿Qué?! ¡Eso es trampa! ¿Tienes que ser tan controlador? —Intentó mostrarse enojada, no obstante la situación le daba gracia—. ¿Y a donde irá en tan poco tiempo?
—¿Que tal si les doy a ambos la habitación que hicimos para Tiago y a él lo movemos a tu cuarto? Así tienen más privacidad.
—¿Es en serio? —sus ojos se iluminaron y sintió que podía saltar a su cuello y abrazarlo por siempre.
—Por supuesto que no ¿Estás loca? ¿Que acabo de decir sobre vivir con tu novio? ¿No me estas escuchando? —La regañó.
—Pero si tu dijiste que...¡el loco eres tú!
—Ian irá con Alan, tus tíos ya le tienen una habitación, si quiere quedarse ahí está bien. O sino, con lo que está ganando en la pizzería debería tener lo suficiente para conseguir algo que no esté sobre un laboratorio de metanfetaminas.
—Supongo que gracias por eso. Y respecto a lo otro. Yo voy a respetar tu regla, pero tú continúa tratándome como a una adulta.
—Hecho —aceptó sin titubear. Sophie le dio un beso en la mejilla, corto y fugaz, luego cruzo los brazos de forma orgullosa.
Tiago e Ian abrieron elmaletero y guardaron el equipaje. Luego Tiago se sentó en el asiento trasero eIan regresó a la acera. Desde ahí miró a Sophie, preguntándole con la mirada silas cosas estaban tan mal como pensaba. Ella lo miró con preocupación y pasó eldedo por su cuello, para aterrarlo. Por un tiempo lo mantendría con la paranoiade ser emboscado y atacado por su padre. Esa sí era una buena venganza por lamacabra historia de los niños degollados.
Voten y comenten por favor
Nos leemos pronto! ya falta muy poco para terminar esta novela.
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