La resaca del sábado


La noche de Sophie se suponía sería especial. Por fin era viernes, ya había arreglado el problema del examen con horas extra en el colegio por un par de tardes y se tomarían tres días libres de filmaciones. En ese tiempo aprovechó de practicar con su banda. Esa noche tendrían una presentación en un pub local, donde los habían contratado un par de semanas atrás. Si todo iba bien, serían contratados con regularidad y ese podía ser el salto al estrellato que esperaban.

Zack y ella habían quedado en un acuerdo implícito de solo hablarse cuando fuese necesario, y Sophie ya había descargado toda su ira contra él tallando su nombre en su lista negra, que cada vez crecía más y más.

Tiago no había vuelto en toda la semana, Sophie se habría preocupado de no ser porque lo veía en el colegio. Por lo menos no faltaba, y luego se quedaba en casa de Alan. Thaly había insistido en que lo dejara, que él regresaría cuando estuviese más tranquilo, o los padres de Alan optaran por echarlo.

Aún no le perdonaba lo de Zack, ni que fuese tan entrometido en su vida, pero al fin y al cabo, además de su hermano era su mejor amigo y decidió darle tregua, hasta pensar en una venganza lo suficientemente malévola.

Emocionados como estabanllegaron una hora antes para probar el sonido, tener una práctica corta yrelajarse. Su público no sería grande, pero era un buen comienzo, después demucho tiempo, Sophie podría cantar algo diferente a las canciones de su show yfrente a un público de dieciocho años para arriba, nada de niños ni preadolescentes, lo cual era emocionante y tensionante al mismo tiempo, pues leexigirían más.

— ¿Lista Sophie? —le preguntó Cristian, sonriendo al verla tan emocionada.

—Yo nací lista, verás que después de hoy nos contratarán de nuevo y llenaremos el lugar —dijo triunfante. Le demostraría al mundo que no solo era una cantante de pop mediocre cuya voz era más alterada digitalmente que natural.

Ya estaban cerca a la hora de abrir y se preocupaba por sus amigos. Al menos Tiago y Alan les habían prometido asistir temprano para colaborar en caso de necesidad. De Claudia no se preocupaba, era imposible que sus padres la dejasen salir a esa hora de la noche, y Camila, su segunda mejor amiga, había desaparecido las últimas dos semanas gracias a sus ocupaciones con la universidad.

Contestó nerviosa el celular al ver el nombre de Alan en la pantalla y enseguida le reclamó por no estar presente.

—Sophie estoy en la entrada, pero no puedo pasar —le dijo en voz alta intentando que se lo escuchara por encima del griterío de atrás.

— ¿Por qué no puedes entrar? Dile al guardia tu nombre, los tiene en la lista.

—No es por eso, está bloqueada. La calle está llena de tus fans.

Sophie colgó de pronto y poniéndose pálida corrió hacia la salida de emergencia. Echó un vistazo y descubrió a un grupo gigante de adolescentes causando alboroto y llevando pancartas.

—No es posible, no es posible —susurró, si Evan y el resto se enteraban la matarían. Mejor que no supieran nada y los guardias de la puerta se encargasen de solo dejar entrar a mayores de edad.

— ¡¿Quiénes son todos esos niños?! —llegó gritando el dueño del pub, claramente alterado.

— ¿Que niños? —preguntó Evan.

— ¡Hay cientos de adolescentes de no más de quince años pidiendo entrar para ver a su banda! ¡No puedo dejar pasar a menores, van a quitarme la licencia!

De inmediato todas las miradas acusadoras cayeron sobre Sophie.

—Lo siento, no sé cómo se enteraron, juro que no dije nada.

—Intentamos mantener el anonimato para evitar esto, de alguna forma se enteraron que cantarías aquí. Dijimos nada de tus fans, la banda es una cosa separada a tu show.

—Evan de verdad no sé qué decirte. Los únicos que sabían de esto eran mi familia y algunos amigos...

— ¡Vincent! —dijeron al mismo tiempo. Su compañero tendía a venderle información sobre Sophie a la prensa. No le bastaba con dar el teléfono de Sophie cada vez que lo cambiaba, también avisaba de los lugares donde podrían encontrarla cuando decidía salir a escondidas.

—No van a tocar —le avisó el dueño, pateando una silla ante las miradas curiosas de los barman y meseros—. No abriremos hoy.

—No puede cerrar, solo evite que entren esos niños subnormales —pidió Zack.

— ¿Estás loco? —bufó—. ¿No viste cuantos son?, en cuanto abra la puerta entrarán en masa, sobrepasarán el número permitido de personas y tendré que cerrar definitivamente. Solo váyanse y yo me aseguraré de que entiendan que no habrá función, voy a perder clientes.

De nuevo Sophie fue víctima de las miradas acusadoras. Enfadados y en silencio guardaron el equipo de sonido.

—Chicos de verdad lo siento —se disculpó de nuevo mientras enrollaba un cable —. Todo es culpa de Vincent, después de torturarlo lo obligaremos a conseguirnos otro lugar, aunque tenga que comprarnos nuestro propio escenario.

Zack miró a Evan y le hizo un gesto con los ojos, animándolo a hablar.

—El problema no es Vincent, los medios se habrían enterado de alguna otra manera. Después de hoy la voz correría y hubiera sucedido lo mismo la segunda vez que nos presentáramos.

Sophie sintió algo de paz, ellos comprendían que aquello no era su culpa, pero todo cambio cuando Evan continuó hablando.

—Contigo en la banda no vamos a progresar nunca, seremos tu sombra, o la banda de Sophie Cohen y no lograremos lo que queremos —suspiró antes de decir lo que Sophie temía—. Lo hablamos antes y creo que después de esto es definitivo: estas fuera de la banda.

Recién había despertado y no podía poner en orden de prioridades los malestares que lo aquejaban. Por un lado tenía frío, no tenía una chaqueta y aquella celda de cemento y barras de metal se asemejaba a un refrigerador; parecía que le taladraban el cerebro y no decidía a quién tenerle más miedo: al sujeto robusto de barba que lo miraba desde la otra esquina con mala cara, o al sujeto sentado en la banca de al lado que lo observaba con cierto libido.

O saldría de ahí en bóxers o Anette no sería la única persona con quien habría intimado en lo que iba del día.

Evitando mirar a ambos sujetos se apresuró a la reja y llamó la atención de los policías que jugaban cartas en el escritorio.

— ¿Puedo hacer mi llamada? —pidió entre dientes, mirando de reojo a sus espaldas, no estaba muy seguro de a quién llamar, pero quería irse de ahí lo más pronto posible.

Ninguno de los policías se inmutó haciéndolo enfadar más, de verdad odiaba a esos sujetos.

—Claro, pretendan que no me escuchan...

Pasó los siguientes minutos con la mirada clavada en el piso, como si con ese acto se volviera invisible para sus compañeros de celda, solo porque no le convenía iniciar pleitos que se aguantaba de a salir de ahí por la fuerza.

—Aaron. La voz de Anette llamó su atención. La chica lo miraba desde afuera con una apariencia más desastrosa que la de él, se notaba que también había pasado ahí las últimas horas. Llevaba los zapatos de tacón en una mano, el cabello enredado y el maquillaje esparcido como una pintura abstracta por el rostro. Agarrándola fuertemente de hombro y con muy mala cara iba un hombre de edad media, bastante alto, seguramente el padre de la muchacha que evitando que hablase con Aaron, la jaló autoritariamente—. Hablamos el lunes —le susurró con susto, evitándose más problemas con su progenitor.

— ¡Vamos, a ella hasta la recogieron! —se levantó y les reclamó a los policías, quienes desganados dejaron su actual juego de cartas y finalmente lo dejaron llamar a algún adulto para que pagase su fianza y lo sacara de ahí.

Otros veinte minutos que parecieron una hora, lo acompañaron hasta que el doctor Caín Stever llegó a sacarlo de la celda. No lo miraba con reprobación, ni siquiera lastima, más bien parecía muy divertido.

—Lamento haberlo llamado, le devolveré el dinero de la fianza —dijo Aaron de mala manera, su fracasada vida no le parecía motivo de risa, y odiaba tener deudas con nadie, estaba acostumbrado a salir de cualquier percance solo.

—No es necesario. Valió la pena. Desde que llegaste que evitas hasta cruzar la calle en el lugar indebido, pero parece que no importa lo que hagas, siempre terminas en problemas con la policía.

—Hay alguna fuerza divina que me detesta, o alguien me echó mal de ojo, nunca tuve tanta mala suerte.

— ¿Lo dices por el arresto o porque te negaron la beca? —preguntó mientras le abría la puerta del auto para llevarlo de regreso a la residencia.

—Por todo. Ya no sé ni por qué sigo yendo al college. Dejaré todo y buscare un empleo.

—No te apresures —lo interrumpió—, hay muchas formas de conseguir becas, y este no es el único país donde estudiar. He estado pensando algunas soluciones y si estudiar aquí está fuera de tus posibilidades, podrías considerar el volver.

—Lo he pensado, pero no sé si es una buena idea. Sophie quiere estudiar aquí y...

—Deja de pensar en ella y piensa en lo que te conviene —lo interrumpió—. O por ultimo puedes hablar con tu tío, estoy seguro de que él va a ayudarte.

—Ya se lo dije, no voy buscar a un familiar que ni conozco para que me ayude por compasión, no quiero deberle nada a nadie.

—Santiago Ayala es el pariente más cercano que tienes, en realidad él debería ser tu tutor legal.

—Dije que no y ni se atreva a hablar con él —zanjó desviando la mirada.

El silencio interrumpió mientras avanzaban por la carretera pavimentada. Aaron era demasiado terco, toda su vida había dependido de sí mismo y le era imposible confiar en los demás, menos buscar ayuda. Caín Stever lo sabía, desde su llegada que el muchacho se había negado rotundamente a hablar con su tío, el primo hermano de su padre, quien de haber sabido de la existencia del muchacho años atrás lo habría tomado a su cuidado mientras su padre cumplía su pena en prisión. Esa habría sido la oportunidad de Aaron para crecer en una familia, pero las cosas no se habían dado de esa manera. Al ser un hijo ilegitimo y haber crecido en hogares sustitutos que nadie se había preocupado en buscar a su familia.

Él prefería no reparar demasiado en ello, no pensaba ponerse melancólico considerando qué hubiera pasado de haber sido criado desde pequeño por su familia. Las cosas no habían salido de esa manera y como no podía arreglar el pasado, pondría todas sus energías en resarcir el daño con un futuro brillante: una carrera, un hogar, incluso una familia propia era una posibilidad.

—Bien. —El hombre interrumpió el silencio tras una meditación—. Terminarás este semestre y voy a enviarte de vuelta. Tengo algunos contactos y haré que te acepten en algún colegio, con un nuevo título te será sencillo entrar a la universidad que desees.

Aaron arqueó una ceja, aquello no sonaba como una propuesta, sino una imposición.

—No tengo medios para volver.

—Eso saldrá de mi bolsillo. Te enviaré de vuelta y te daré lo suficiente para instalarte, el resto corre por tu cuenta ¿qué opinas?

—Dame un tiempo para pensarlo. —La propuesta no sonaba tan mal, ya estaba buscando la forma de ir a ver a Sophie, aunque todavía estaba indeciso, no sabía cuál era la decisión correcta: volver a verla o dejar que ella lo olvidara para siempre.

Ya había pasado casi una semana desde que Tiago se había instalado en casa de Alan. Su madre le había mandado un par de mensajes, pero parecía que no ponía ningún tipo de presión para que regresara, lo cual era extraño. En situaciones como esa, lo mejor era alejarse hasta que los humos bajaran, sobre todo los de él y de su padre, últimamente no se llevaban bien y era casi imposible mantener una conversación que no terminase en recriminaciones. Lo peor era que Sophie y Daniel parecían estar del lado de sus padres; los consideraba unos traidores, se suponía que los hermanos deberían permanecer juntos y él siempre los defendía frente a su padre.

—Por qué rayos se les ocurre tener otro mocoso. Los gemelos apenas tienen un año, creo que lo hicieron solo para fastidiarme. Además mi padre podría ser su abuelo. Tiene cuarenta, es como si hubiese tenido un hijo a los veinte y su hijo hubiese tenido otro hijo a los veinte también, o como si Sophie tuviera un hijo. Mi madre tuvo complicaciones con el último embarazo ¿qué no les importa? Puede ser peligroso.

Alan miraba el techo de su habitación mientras Tiago repetía los mismos lamentos desde hacía días. Al principio lo dejaba desahogarse, pero ya se volvía molesto.

—Pues ese ya es su problema. No creo que debas meterte.

— ¿Estás de su lado? —Se levantó indignado del suelo. No podía creer que ahora su mejor amigo estuviera en su contra.

—No necesito estar del lado de nadie, eso es algo que les concierne a ellos. Si quieren otra hija deben tener sus motivos. Sophie se irá a estudiar al exterior dentro de dos años, tal vez tu madre no quiere estar en una casa llena de varones, sabes que es demasiado unida a Sophie. Y tampoco es algo que vaya a afectarte, no es que vaya a faltarles comida o estén cortos de presupuesto. Estoy seguro que solo te molesta tener que compartir tu habitación.

— ¡Porque es un atentado a mi privacidad!, es un complot de mi padre para tenerme controlado. —Antes de seguir discutiendo se dio cuenta que Alan lucia perdido y poco entusiasmado. Lo notaba algo melancólico desde hacía unos días—. ¿Y a ti que te pasa?

—Camila no me ha llamado en dos semanas —explicó. Su novia había viajado por algún acontecimiento social de su familia, y en todo ese tiempo no se habían contactado—. Solo sé que está viva gracias Vincent. No me llama, no responde mis mensajes...

—Va a terminar contigo —dijo tranquilo, volviendo a recostarse en su bolsa de dormir.

— ¡Gracias!, cuando necesito que un amigo me consuele siempre puedo contar contigo —respondió entre sarcástico y ofendido. Por supuesto había pensado en esa posibilidad, mas no necesitaba que otra persona se lo echara en cara y lo masacrara con la idea.

— ¿Para qué necesitas consuelo?, es lo mejor que puede pasarte. Estas con ella casi un año. Es estúpido. No entiendo cómo puedes estar con la misma chica tanto tiempo. Te queda solo un año de colegio, deberías aprovechar.

—Quiero a Camila y yo no entiendo por qué tú te niegas a tener una novia. ¿No te cansas de salir con una chica diferente cada vez? No digo que tengas una relación seria, pero deberías intentar salir con la misma chica más de tres veces, es agradable.

—Te juntas demasiado con Sophie y te contagias sus cursilerías. Pensaré en una relación semi formal cuando salga de la universidad. Mientras tanto no quiero estar encadenado a nadie, ni andar llorando por los rincones como tú cuando mi novia no me llama. Mejor olvídala, que cuando vuelva vea que no es imprescindible en tu vida y que puedes salir con otras. Puedo llamarte a un amiga, sin compromiso, solo pasarla bien un día.

—No creo que sea capaz. Tampoco sé si va a terminarme. Ha estado estresada con la universidad y con la campaña política de su padre, tal vez solo está ocupada —consideró. Camila y él cumplirían un año juntos dentro de un par de semanas, ella no lo dejaría de esa forma. Le daría el beneficio de la duda hasta que hablaran personalmente.

Sin deseos de discutir, Tiago miró el reloj y decidió que ya era hora de levantarse, tenía hambre y de seguro un sustancioso desayuno los esperaba abajo.

Como predijo, en el comedor de diario de la casa había un enorme banquete como cada sábado. Sus tíos ya se encontraban comiendo en la mesa y al llegar con Alan se percató que faltaba un puesto en la mesa.

— ¿Dónde me siento? —preguntó a su tía. Alan parecía ocultar algo por la forma silenciosa en la que había tomado el último lugar vacío.

—En tu casa —le respondió el padre de Alan metiéndose un bocado a la boca y escribiendo algo en su laptop con la mano libre.

— ¿Me están echando?—dijo suplicante mirando a su tía, del padre de Alan no le sorprendía, en cualquier momento lo echaría de ahí, pero no podía creer que su tía Sara, de su propia sangre y quien siempre lo consentía, confabulara en su contra.

—Ordenes de tu madre. Nos prohibió alimentarte hasta que regreses a causa del hambre.

— ¿Y van a hacerle caso? ¿Desde cuándo tienen tanta autoridad sobre ustedes? No me digas que le tienes miedo a mi padre —le recriminó a su tío, esperando tocar un nervio sensible.

—A tu padre no, pero tu madre es medio psicótica y sí me da miedo. La última vez que no acate sus órdenes le prendió fuego a mi pantalón.

Su tía procedió a ignorarlo y Alan comía sin desprender los ojos del plato de huevos revueltos. Mientras Tiago lo miraba amenazadoramente y aún sin voltear le dijo cortamente que no quería problemas con Thaly. Sophie lo había invitado a ver películas toda la noche y temía por su seguridad física y mental, no podría dormir ni estar tranquilo con la madre de Tiago acechando.

Disculpen que ayer no subiera, no podía usar la compu. ahora les pondré otro capi mas y si hay muchos comentarios otro en la noche.

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