El retorno

 El día esperado había llegado. Aaron preparaba sus valijas. No tenía demasiadas cosas, lo más importante eran sus papeles, el dinero y Smoothie. Si lo dejaba con Otis y Frank corría peligro de ser olvidado. A sus compañeros no les había bastado con convertir al hámster en un adicto a la marihuana, siempre dejaban la jaula abierta y de milagro se había salvado de terminar en la bolsa de la aspiradora.

Arregló sus cosas en silencio. Las despedidas no le agradaban. Aunque se había negado al principio, ahora eran muy buenos amigos e iba a extrañarlos. Ambos miraban con mucha atención la televisión, el capítulo de estreno de la nueva temporada de "La vida de una espía". No soportaba ver esas escenas cursis donde Sophie y Steve hablaban de sus sentimientos y se besaban. Estaba seguro que eso era parte del show. Sophie jamás tendría algo de verdad con alguien como ese actor norteamericano. Durante esos meses se había convencido de ello, que toda esa relación era falsa.

Apagó la televisión antes del beso final y escuchó las quejas.

— ¿Por qué lo apagas? estábamos viendo.

— ¿Para qué quieren ver ese patético beso?

—Para ver que tal besa Sophie. —Otis acercó la laptop hacia él y retrocedió los créditos y la canción del final, interpretada por la dulce voz de la protagonista.

—Aaron se pone celoso —se burló Otis—. ¿Cuándo vas a entender? Sophie es un personaje ficticio y la actriz no te conocerá ni en un millón de años, menos vas a tener algo con ella. Está fuera de tu alcance.

— ¿Por qué crees que quiero estar con ella? —preguntó Aaron mientras cerraba su maleta.

—Por favor, ves esa serie aunque digas que es estúpida, y te la pasas dibujando a Sophie Cohen, incluso es protagonista de tu comic.

Aaron los miró con aquella asesina mirada que les causaba escalofríos; su misterioso compañero de habitación era una contradicción tras otra.

—Eso es algo que nunca van a entender —murmuró—. Adiós perdedores, nos vemos algún día. —Terminando de empacar, tomó su maleta y una chaqueta.

—Espera, ¿te vas así no más? ¿No irás a la fiesta de despedida? —lo detuvieron preocupados.

—Mi avión parte en un par de horas.

—Sí, pero al menos despídete bien. No sabíamos que viajabas ¿a dónde vas?

—Latinoamérica, me quedaré ahí al menos un año antes de entrar a la universidad —les explicó con tranquilidad. Retomando su curso fue detenido de nuevo.

— ¿No me digas? ¿Irás a ver a Sophie Cohen en persona? ¿Sabes? Tienes una nada saludable obsesión con ella, tal vez sepamos por las noticias que viviste en su sótano comiendo su basura.

—No estoy obsesionado, al menos ya no, solo es algo que no entenderían —seriamente les habló, impacientándose porque no lo dejaban partir.

—"Algo que no entenderían" siempre repites lo mismo —el muchacho rubio se levantó del sillón y le hizo frente—. Ya dinos la verdad, te estás yendo ¿Qué pierdes? Llegaste aquí un día y nunca nos hablaste de ti, la policía te llama seguido, no creas que no nos dimos cuenta ¿en qué andas?

El muchacho suspiró, su tiempo ahí había acabado ¿qué más daba si se los contaba? No le creerían de todas formas.

— ¿Quieren la verdad? —Pasó la mirada del uno al otro y los chicos asintieron ocultando su emoción—. Mi padre es traficante, lo apresaron gracias a mi, por eso me mantuvieron oculto, cambiaron mi identidad y estudié aquí como cualquiera de ustedes. Ya le dije a la policía todo lo que sé y les di las pruebas necesarias en contra de mi padre y toda la organización que mantenía. Al final no sirvió de mucho, él sigue libre y ya no les soy de utilidad. Me emanciparon para que deje de ser un gasto al Estado. Al menos soy libre de volver a Latinoamérica, ahí viví un tiempo y conocí a Sophie antes de que sea famosa, era mi novia. En teoría debería seguirlo siendo, nunca rompimos —consideró.

Los muchachos lo miraron serios, luego estallaron en carcajadas. Aaron los miraba impasible, ya esperaba esa reacción.

—Sí... mi padre es de la mafia Rusa y soy esposo de Barbara Palvin—bufó uno.

—No... ¿sabes? Le creo...—intervino su amigo—. Todo eso de su padre y la protección de testigos y las amenazas de muerte... pero ¿que era novio de Sophie? ¡Por favor! Si quieres hacerte al interesante, tu historia va bien, sólo cambia lo último. Ver tanto esa estúpida serie te atrofió el cerebro.

—Da igual. —Aaron volteó, no tenía ánimos de discutir. Salió cerrando la puerta y dejando a sus compañeros de habitación llorando de risa revolcándose en la alfombra.

Ante su disgusto, Santiago lo esperaba, con la puerta del auto abierta, lista para recibirlo y llevarlo al aeropuerto.

Haciendo una mueca ingresó, no le disgustaba que lo llevaran, sino el discurso que sabía que vendría después.

— ¿Estás seguro que no quieres que le explique a Thaly la situación? —le preguntó al muchacho.

—Sí, no quiero que digas nada.

— ¿Entonces solo te aparecerás?

—Así es más dramático—levantó un hombro.

—Como quieras, llámame cuando llegues. Quédate en un hotel hasta que consigas un lugar para vivir, si necesitas más dinero...

—No voy a llamarte —lo interrumpió—. Haré todo por mi cuenta, tú y el padre Stever me dieron lo suficiente para empezar, el resto corre por mi cuenta.

—De todas maneras llámame seguido, y dame tu número en cuanto tengas teléfono. Sabes que igual voy a averiguarlo todo. Y cuando regreses tienes un lugar conmigo. Anne viene los fines de semana, pueden compartir habitación si no te molesta dormir en la sala cuando ella esté.

—Sí, tranquilo. Voy a llamarte y me pasaré por tu casa en algún momento. Tengo planeado regresar después de acabar la universidad.

—Bien —estaba un poco más tranquilo. Se despidió del muchacho y no partió hasta que lo vió ingresar al aeropuerto.

Taciturnamente se sentó en una banca, quedaba algo de tiempo antes de que su vuelo partiera. Se conectó los audífonos y sacó su block de dibujo, sintiendo a Smoothie revolcándose en el interior de su polera, si pasaba rápido por la revisión, tal vez nadie se daría cuenta que llevaba al roedor escondido. Una persona se sentó a su lado, y no necesitó levantar la vista para saber de quién se trataba.

— ¿Qué quieres? —preguntó sin desprender la vista de su dibujo. No había sabido de su padre en todo ese tiempo, más que por el grupo de golpeadores que le había enviado, seguro no lo dejaría partir sin un encuentro y una amenaza.

— ¿Así que huyes?

—No huyo, regreso.

—Por supuesto, todo fue en vano. —Inhaló—. Las cosas no salieron como creías, sólo quedaste como un traidor. Vendiste a tu propio padre.

—No fue una perdida, Franz está en prisión y tú tienes una orden de restricción conmigo. No eres mi padre, no me interesa qué sea de tu vida de ahora en adelante.

—Claro que te interesa. —Enfadado, le retiró un audífono del oído y agarrándolo de la camisa lo obligó a voltear—. ¿Qué te hace pensar que me quedaré tranquilo?

El muchacho sonrió con sorna, él ya no le causaba el más mínimo temor.

—Podría vivir toda mi vida teniéndote miedo, u ocultándome, pero no hay sentido. No me harás nada. Digas lo que digas no eres capaz. Desde hace más de un año que repaso una y otra vez esa noche. No fallaste el disparo porque no veías bien, al último te acobardaste, hasta me dejaste escapar. Estás libre, tienes una nueva oportunidad. No la desperdicies —con fuerza le retiró la mano y se dirigió a la puerta de migración, dejando a su padre atónito y enfadado. Ian tenía razón, y Bruno no podía negarlo.

El estreno del primer episodio había sido un éxito. Ese año tendrían más presupuesto para efectos especiales e incluso le habían subido el sueldo a los actores, tras recientes rumores de que cadenas de televisión rivales tenían interés en contratar a Sophie y Steve para otra serie.

La reunión de ese día era para discutir los últimos arreglos del cumpleaños de Sophie. Con motivo del estreno, una fiesta de proporciones gigantes sería ideal.

Sophie se había resignado, hubiera preferido tener una celebración tranquila, con amigos y familia, y no un evento televisado con gente que no conocía o que se le acercaba por hipocresía. Pero todo era parte del show. No bastaba con filmar la serie, su vida estaba comprometida con el programa y cada ocasión era buena para promocionarse. Decidió no estresarse. Todo estaba planeado. Sonreiría en su fiesta de cumpleaños, se tomaría fotos, posaría con celebridades y eso no significaría nada. El día después de la fiesta tendría su verdadera celebración. Solo con amigos cercanos, y Steve, con quien escaparía después para el evento principal de la celebración: harían el amor por primera vez.

— ¿Te encuentras bien? —Steve la notaba algo desanimada—. ¿Es por la fiesta?

—No, no es eso. Ya ni me importa, es solo la fecha. Hoy es el cumpleaños de Ian, o lo era. El año pasado lo viví como una catástrofe, lloré todo el día. Hoy solo estoy algo melancólica. Perdóname.

— ¿Por qué? Quedamos en que eso era parte importante de tu vida, no tengo porqué molestarme, es normal que te sientas así. ¿Hay algo que pueda hacer?

—No, gracias, iré a dejarle unas flores al cementerio. Y te prometo que estaré como si nada en mi cumpleaños. —Sonrió. Recibió un beso de despedida y salió del estudio.

Compró un hermoso ramo de flores y su padre la llevó al cementerio. Entró sola, necesitaba ese momento.

—Feliz cumpleaños —le habló a la tumba—. ¿Te molesta que ya no esté tan deprimida como el año pasado? Por supuesto que no, seguro querías que esté mejor, y lo estoy. Todo ha cambiado en tan poco tiempo. Tengo otra relación y esta vez una no dañina como la que tenía con Zack, a quien no veo desde hace mucho. Steve es especial, lo quiero de verdad, no como a ti. Bueno, no sé, de una forma diferente. Lo importante es que soy más feliz y ya no me están molestando con superarte. Creo que todos notan que estoy mejor y que no tengo que superar nada, siempre vas a ser parte importante de mi vida. —Le dio una última sonrisa y se levantó. Ya no iba tan seguido, pero juró que iría al menos dos veces al año, en el cumpleaños de Ian y en su aniversario de muerte.

"—Los pasados días estuvieron interesantes, pese a que intentaron matarnos.

—Sí, supongo, casi morimos, me asusté bastante, creí que te perdía...— la muchacha bajó la mirada contemplando el piso con tristeza, quería evitar sus ojos, sabía que el momento inevitable estaba por llegar.

—Yo también tuve miedo de no verte nunca —adivinando los pensamientos de la joven, se aproximó y levantó su rostro con el dedo índice, de una forma galante.

—No vuelvas a hacerme esto Steve, eres todo para mí, si mueres...—su frase quedó inconclusa, acallada por repentino beso."

O era por torturarla, o por morbo, pero su familia veía el repris del programa. Le arrebató el control a su padre y apagó el televisor.

— ¿Qué los guionistas se drogan? Me da vergüenza aparecer en esa serie. —Sophie protestó tapándose la cara con un cojín—. Mañana van a hacerse la burla de mí en el colegio, encima tuve que soportar ese beso. Steve se pasó, no contó hasta cinco como debía, me dio un beso baboso—. Todo lo dicho era verdad, excepto lo último, siempre decía cosas como esa para despistar y que no sospecharan lo que en verdad sucedía con su co-protagonista. Solo unos días más y se había prometido que contaría toda la verdad, una vez que su relación se formalizara.

—Al menos eres famosa y ganas dinero —observó Tiago, quien sin prestar atención a la televisión o a las quejas de su hermana, peleaba con Daniel por una bolsa de patatas—. Cuando nadie te prestaba atención te quejabas, ahora que eres el centro del mundo te quejas también ¿Al final qué quieres?

—No lo sé... cantar, ser la estrella y sentirme el centro del universo en el escenario, luego salir como un ser humano común y corriente, sin cámaras que me persigan hasta el baño. Y el dinero que gano papá no me deja gastarlo, al final ser famosa no es divertido. —Miró hacia su progenitor son reproche.

—Porque lo gastarías todo en menos de una semana, tendrás acceso a él en un año, cuando seas mayor de edad.

—Usaré mi dinero en hacerme cirugía plástica para que nadie me reconozca en la universidad. —Cruzó los brazos y se unió a la lucha por la bolsa de patatas.

—Mejor úsalo para comprar tus propias papas. —Daniel les arrebató la bolsa a sus dos hermanos—. Y no vas a necesitar cirugía, tu serie es un asco, nadie se acordará de ti cuando la termines de filmar.

—Envidioso. —Sophie le sacó la lengua y despidiéndose sólo de sus padres subió las escaleras.

Quería descansar y mentalizarse el día que le tocaba. Al día siguiente cumplía diecisiete años, igual que Ian. Con melancolía miró la fotografía del muchacho y las lágrimas brotaron solas. Algunas veces mantenía la esperanza de que aún se encontrase con vida, luego regresaba a la realidad y se convencía que eso era imposible. De haber sobrevivido, habría dado señales de vida, no la habría dejado tan fácil.

Miró su anillo, ya era tiempo. Hizo el intento de retirarlo y se vio interrumpida por el sonido que le indicaba que un nuevo mensaje había llegado.

Aaron le mandaba un comic de nuevo.

Abrió la primera página, ahí estaba ella con un hermoso traje, su cabello suelto y ondeado por el viento, con una pose altiva y valiente, a diferencia de la tonta y débil que interpretaba en su show de televisión.

No le importó el pasar de las horas, leyó el comic con mucho interés, casi mordiéndose las uñas por el tensionante argumento. La heroína estaba a punto de encontrarse cara a cara con su peor enemigo; este salió de entre las sombras y a Sophie se le paró el corazón antes de que aquel rostro fuese revelado, la palabra "Continuará..." interrumpió el emocionante momento.

"Me dejas en suspenso como siempre, cuándo podré ver el rostro del villano?"

Le respondió al mail, sabiendo que no recibiría respuesta, nunca la recibía.

Después de enviarlo, miró la hora. Ya era la una de la mañana "Feliz cumpleaños a mí" pensó con desencanto. Ya a punto de apagar la computadora, recibió un nuevo mensaje.

Reaccionó abriéndolo rápido, Aaron le contestaba, por primera vez en meses ese chico le enviaba un mensaje.

"Más pronto de lo que piensas. Feliz cumpleaños"

Apagó la computadora, y sintiéndose llena de optimismo se acostó a dormir.

Gimió antes de entrar a la escuela, sabiendo lo que le esperaba. Tiago la apresuró.

— ¡Felicidades Sophie! —Un grupo de chicas se arremolinaron frente a ella, extendiéndole cientos de regalos que sus delgados brazos no podían agarrar, a tiempo que varios teléfonos celulares tomaban su fotografía. Incluso habían colocado una pancarta en el aula donde tenía su primera clase ese día. Sonrió falsamente y les agradeció. Le encantaba el gesto, detestaba que sus compañeros no lo hicieran con real interés en ella. Querían ganarse una invitación a la gigantesca celebración de Sophie, donde varios artistas invitados harían acto de presencia.

Afortunadamente, contaba con sus buenos amigos de siempre, con quienes era una integrante más del grupo y la trataban con atención y cariño. Era su último año de colegio, eso la consolaba, ya comenzaba a buscar opciones para la universidad y agradecía a Dios que solo había firmado un contrato para dos temporadas de su serie de televisión, después de eso, esperaba ser una alumna universitaria más.

Se sentó en su lugar y miró a su compañera de al lado, en el cabello llevaba una hebilla azul igual a la suya. Sonrió irónica, era increíble como su amuleto, el cual usaba en todos sus capítulos, se hubiese popularizado de tal forma que lo vendían en todas las tiendas, con un sentido meramente comercial, nadie sabía lo especial y significativo que era en realidad para Sophie.

— ¡Sophie! ¡Mira! ¡Me compré una como la tuya, ya somos gemelas! —Amalia, su mayor fan en el colegio se sentó rápidamente a su lado, mostrándole con entusiasmo la hebilla azul que llevaba en el cabello.

—Todas podemos ser gemelas. —Sophie le señaló con desgana a las otras cinco chicas que también llevaban el accesorio.

Sólo la actriz sabía cuán representativa era esa pequeña hebilla, hacía ya exactamente dos años desde que Ian la había colocado anónimamente entre sus regalos.

Amalia fue apagándose paulatinamente y con paso lento regresó a su lugar.

El maestro se acomodó sin prestarles atención a sus alumnos, sólo cuando sonó el timbre saltó cual resorte y como si fuese un androide programado comenzó con la clase.

Sophie abrió su libro, en medio, tenía el comic que había imprimido la noche anterior. Aún le intrigaba. Haciendo oídos sordos a la clase de física, repasó una y otra vez cada cuadro, cada escena. Lo leyó de nuevo, desde el principio. El final ya no era sorpresa, pero lo leyó con la misma emoción que la primera vez.

La heroína se encontraba en una clase igual que ella, leía un libro distraídamente mientras su mente daba vueltas a la situación en la que se encontraba. Un enemigo la asechaba y de él no conocía la identidad. Por los recuadros del narrador, se daba a entender que aquel enemigo estaba cerca y se haría pasar por un estudiante común para espiar a la joven.

En el último cuadro, el muchacho le entregaba sus papeles al maestro e ingresaba tarde a clases, alegando ser un alumno nuevo del exterior.

Déjà vu, no lo había meditado, pero esa escena era extremadamente similar al día que había conocido a Ian.

—Lamento llegar tarde, debía arreglar mis papeles. —No supo si aquella voz era real o ella estaba tan metida en el cómic que le parecía vivir la escena.

—Chicos él es Aaron Hyde, viene de Inglaterra y será su compañero —informó el maestro apresuradamente, con deseos de continuar su explicación para no perder el hilo de lo que decía.

A Sophie se le paró el corazón ¿Un doble Déjà vu?, era posible.

Y ese nombre, no necesitaba recordarlo, era Aaron, el chico que le enviaba los comics. La escena se repetía, tal cual como en la viñeta. Todo encajó a la perfección: la escena representaba el presente y el pasado. Ian había llegado a su vida siendo el villano; pero ese día, él retornaba para cumplir una promesa de adolescentes.

No se animó a levantar la vista. Un par de lágrimas cayeron sobre el papel. El chico nuevo pasó junto a ella y en el camino, le depositó una pequeña hebilla azul sobre la mesa. Sophie la agarró, cerró su mano fuertemente alrededor de ella, apretándola hasta sentir dolor; dolor que le indicase que el pequeño objeto era real.

—Señorita Cohen, ¿está llorando? —el maestro se sorprendió al ver hacia la clase y notar a la muchacha cabizbaja, con gotas de agua bajando de su rostro.

—Sí señor, estoy llorando —confirmó con una sonrisa, sollozando, aún sin atreverse a voltear, con temor de que se estuviese volviendo loca y que al ver al joven nuevo a los ojos, este se desvaneciese, o no fuese quien esperaba.

Con la hebilla aún en la mano corrió fuera del aula, se encerró en el baño y observó la hebilla de nuevo.

Eso debía ser un sueño, o una enorme coincidencia. No podía ser real. Había dos opciones, o Aaron Hyde entraba a su colegio, o de verdad era Ian.

Ninguna opción parecía posible. Esa teoría sobre que Ian y Aaron eran la misma persona había pasado ¿pero qué significaba la hebilla? Todo sucedía tan de pronto que no lo podía asimilar.

Se arrepintió de no haber visto el rostro de Aaron, tal vez eso iba a solucionar sus dudas. Sacó un cigarrillo de su bolsillo y lo encendió. Seguro había entendido todo mal. El alumno nuevo no se llamaba Aaron y ella había escuchado mal por estar tan metida en el comic. Se secó las lágrimas, dio una calada al cigarro y abrió la puerta del baño, tomaría un poco de aire fresco y todo volvería a la normalidad.

Chocó de frente con alguien al salir, levantó la vista y solo pudo sentir un calor en el cuerpo que pareció consumirle toda la energía.

chan channnnn..... por fin quienes leyeron Los sueños secretos de Sophie sabrán que continúa. 

No dejen de leer, en la misma página por el mismo canal....

yo creo que esta tarde subo el que sigue! y pues ya la cosa se complica. Sophie regresa con Ian o se queda con Steve? o con los dos? o con ninguno?

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