Despedidas que duelen
¿Qué podía decirle en un momento como ese? Su padre le había explicado en susurros lo ocurrido con Martha y Sophie no se decidía entre mantener la mirada al frente o voltear hacia su hermano y decirle algo.
Tiago se hacía al que no los escuchaba. Sus pensamientos se extraviaban en las imágenes rápidas que pasaban por la ventanilla del auto, nublaba la vista hasta que lucían como manchas de colores en movimiento, recordándole la primera vez que había consumido LSD, una "muestra gratis" regalada por Martha. Se preguntó cuántas de esas habían sido gratuitas en realidad y cuántas había tomado ella aún después de la primera vez que él había pagado su duda.
No había mucho por hacer. No podía probar que la muerte de Martha no había sido accidental, ni podría poner al tal Wills tras las rejas. Por un instante deseó borrar todos esos momentos de su memoria, tener una amnesia tan conveniente que le hiciese olvidar a Martha y los meses que había estado junto con ella. Regresar a su vida anterior donde el mayor de los problemas en los que podía meterse era una pelea a la salida del colegio.
Con la misma indiferencia con la que se habían tratado durante el viaje, al llegar a casa bajó su maleta y se dirigió al patio trasero, donde sus padres habían construido el cuarto de juegos y su nueva habitación.
Sus hermanos pequeños dejaron de resbalar en el tobogán y corrieron a recibirlo cuando atravesó la puerta. Alan y Tamara que estaban en los cojines del suelo se separaron nerviosos.
—Salgo de una para no encontrarme con los babosos de Ian y Sophie en situaciones comprometedoras en el sillón y ahora están ustedes intercambiando saliva frente a mi habitación. Al menos tengan algo de decencia y no hagan eso con niños presentes —les reclamó dejando a Sebastián en el suelo y arrastrando su bolso hasta la habitación del fondo.
Sophie lo había seguido manteniendo cierta distancia y llegó justo cuando Tiago daba un portazo.
—¿Supieron lo de su novia? —les preguntó a los chicos.
—Todos en el colegio lo saben —dijo Tamara y leyéndole los pensamientos, ambas se dirigieron a tocarle la puerta.
—¿Tiago nos dejas pasar? —le preguntó en voz alta.
—¡No! —les respondió desde adentro.
—Igual voy a entrar. —Sophie abrió la puerta y se sentó junto a Tiago en la cama. Tamara la imitó colocándose al otro lado.
—Solo váyanse —les reclamó.
Sin previo aviso ambas los abrazaron fuertemente hasta asfixiarlo. Alan sonreía desde la puerta. Luego las chicas lo besaron cada una en una mejilla.
—¡Asco! —gritó limpiándose y enseguida Alan se abalanzó contra él—. ¡Eso es muy gay!—volvió a gritar empujándolo.
—Era lo que necesitabas, admítelo. —Sophie lo codeó con complicidad, obligándolo a sonreír.
Volcó los ojos alejándolos con empujones. Por un instante sintió paz consigo mismo, ese sentimiento culpabilizador era cubierto por un bálsamo momentáneo.
La siguiente semana paso tan rápido que a todos les pareció que el tiempo se les escapaba de las manos.
A regañadientes y aguantándose las ganas de protestar solo porque no quería crearse problemas con el padre de Sophie; Ian desalojó lo que había sido su hogar los pasados meses y se instaló en una acogedora habitación en casa de Alan, mientras buscaba desesperadamente un lugar propio para vivir, de preferencia uno que el padre de Sophie no pudiese comprar.
Por su parte, Tiago había decidido terminar ese año escolar en una escuela cercana para la cual sus padres habían tenido que firmar un montón de documentos y acuerdos de disciplina, jurando que a la más mínima llamada de atención su hijo sería expulsado. Y como habían prometido, lograron que Tamara entrara junto a Tiago. Para ella había sido más fácil, Thaly se había encargado de crear un contrato falso de trabajo, haciendo parecer que la madre de la chica trabajaba a tiempo completo en casa de los Cohen y con ese cambio de dirección le correspondía asistir al mismo instituto que Tiago.
Poco a poco su camino a la vida adulta marchaba sobre ruedas, en especial para Sophie. Ella ya tenía sus maletas listas para Francia, sus pasajes reservados y la autorización de sus padres para viajar con su tío. Ese día sería su último de filmación. Grabarían la escena final, solo una y después tendrían una despedida.
La mayor parte del elenco de "La vida secreta de una espía" había sido recontratado para la telenovela de la KTV, todos excepto Sophie, quien había rechazado un papel importante por seguir su carrera musical, abandonando el canal que pese a todo lo malo que le había traído haciendo uso de su imagen, la había acogido, llenado de experiencias y servido de impulsador para realizar el sueño de su vida.
Para ese episodio no escatimaron en gastos, los efectos especiales eran mejores que en el resto de la serie e incluso el guión era más coherente y trabajado, todo para darle un cierre espectacular al programa.
Steve y Sophie se pararon frente a la pantalla verde, que luego sería reemplazada por una espectacular escena de un edificio devastado, con pequeñas fogatas encendidas como residuos de un incendio, autos volcados y escombros visibles entre el polvo. Lanzaron ceniza que fue cayendo como nieve gris del cielo; cubriendo el cabello negro de la chica y la cabellera dorada de Steve. En medio de toda esa escena de caos, ambos protagonistas se tomaron de la mano, imaginando lo que se vería en pantalla: los cuarteles generales de sus enemigos completamente destruidos y con ello la paz que resurgía a la cuidad, gracias a los esfuerzos de esos dos adolescentes.
Con una sonrisa victoriosa y tímida al mismo tiempo, se acercaron lentamente para besarse, luego se soltaron de las manos y su beso se volvió más eufórico cuando se abrazaron. Steve la levantó del suelo y giraron rápidamente, creando una ventisca de aire a su alrededor que dispersó las cenizas. A ellos se unieron el resto de los chicos en incluso los actores mayores, apareciendo todos en escena justo antes de pasar los créditos finales, con una canción nueva interpretada por Sophie, la última para ese programa.
—¡Corte! —gritó e director y en seguida a Sophie le saltaron las lágrimas. Eso era todo, el final definitivo, nunca más estaría en ese set con Steve, no escucharía las quejas del director, Susan no volvería a regañarla por no haber sido más abierta con la prensa y el productor del programa no iría con una enorme sonrisa a felicitarla. Justamente este se aceró; triste y con cierta melancolía fue dando la mano y palmadas en la espalda a todos los muchachos, a Sophie fue la única a quien abrazó.
—Siempre vas a tener un lugar en este canal, siempre —le aseguró apretándola fuerte.
Eso hizo a Sophie no solo sentirse más triste, sino culpable por abandonarlos, aunque siendo justos, le habían hecho promesas que no habían cumplido.
Una fila de elegantes meseros entraron empujando mesas con manteles blancos y bandejas de metal con deliciosa comida.
Compartió con sus compañeros la comida buffet. Comían de a pie, para conversar entre todos, contándose los nuevos proyectos en los que trabajarían y recordando los buenos momentos vividos.
Sophie vio a Susan un poco apartada, dedicando sonrisas falsas a quienes le dedicaban alguna palabra. De todos ella eran la única que no lucía contenta. Sophie se acercó disimuladamente.
—Tal vez ya no vuelva a verte. Así que adiós y gracias por las buenas cosas que hiciste a pesar de todo —dijo sin máscaras de hipocresía.
—Sí, de nada —respondió de mala gana.
—Vamos, no estés así, ya te deshaces de mí y mi pésima actuación frente a los medios de comunicación, ya no tendrás que arreglar malos entendidos, ni andar escribiendo mis entrevistas.
—Eso es lo que voy a extrañar. Ese es mi trabajo, y ahora ya no tengo nada de eso. Tendré que volver a trabajar en una agencia publicitaria. Odio las agencias.
—¿Estás hablando en serio? —Se sorprendió— ¿No vas a seguir trabajando aquí? ¿Te despidieron?
—Por supuesto que no me despidieron —se ofendió—. Nadie me despide, yo renuncio. No pienso ser publicista de una telenovela, odio las telenovelas, ya trabajé en eso y créenme, lo detesto, están dirigidas a amas de casa con fantasías sexuales frustradas.
—Estamos iguales. Bueno, la KTV no sacará programas juveniles, o eso dicen, ¿no puedes ir a otro canal? Leí ayer que la RNTV sacará un programa juvenil, con una chica de catorce años que promete ser la "nueva Sophie Cohen" —explicó poniendo los ojos en blanco, riéndose interiormente al recordar esa noticia. Los medios locales ya daban por muerta su carrera y buscaban carne fresca para remplazarla.
—Olvidado, odio ese canal.
—Odias muchas cosas.
—Si te sirve de consuelo, a ti no te odio tanto. Suerte en Francia —dijo tajante, dejando su plato de comida sobre una de las mesas del bufete y abandonando el set con su cartera al hombro, sin despedirse de nadie más.
—Gracias —susurró Sophie, pensando que a lo mejor, si en algún momento necesitaba una agente despiadada y dura podría ir a buscarla. Solo si se le daba por ser un poco masoquista.
Tiago podía sentirse orgulloso, por días no había dado ningún motivo en su nueva escuela para ser siquiera castigado. Atendía en clase, participaba y sorprendía a sus maestros demostrando lo buen alumno que era. Esa nueva oportunidad para hacer amigos e incluso conseguirse una chica, era desaprovechada. Aún sentía una profunda pena por Martha. La mirada de la madre de la chica que le había dedicado aquel día en la morgue estaba clavada en su mente, podía verla cada vez que cerraba los ojos. Ese gesto tan significativo que no necesitó ser acompañado de palabras para decirle: tú tuviste la culpa. Por ello no había tenido el valor para asistir al funeral, no habría sido capaz de soportar otra mirada, o que a alguien se le ocurriese recriminarle en voz alta.
Por el contrario, Tamara sí disfrutaba del nuevo colegio. Por fin podía aprender sin miedo, estaba conociendo a mucha gente y aun así no dejaba a Tiago de lado. Se sentaban juntos en las clases y se acompañaban en la salida. Tiago llegaba a su casa directo a encerrarse en su habitación y a escuchar música y Tamara se hacía cargo de los niños, tanto de sus hermanos como de los hermanos de Tiago, dado que los cuatro niños iban ahora a la misma guardería.
Alan llegaba más tarde y pasaba el tiempo con ella, hacían tareas juntos y luego la acompañaba a su casa con la excusa de ayudarla con los pequeños.
La sesión de reflexión de Tiago fue interrumpida al sentir un ruido en su puerta. Dirigió allí su mirada y por la rendija de abajo comenzó a asomarse un sobre. Lo jaló frustrando los deseos de la persona que lo metía intentando pasar desapercibida y abrió la puerta. Grecia daba media vuelta asustada, intentando escapar hacia Sammy y Daniel que jugaban con la consola en la sala de juegos.
—¿Grecia qué es esto? —le preguntó abriendo el sobre. Adentro había una colorida tarjeta hecha a mano con tanta purpurina que salió espolvoreada como polvo de hadas en una película Disney. La sacudió un poco cubriendo sus manos y su ropa y descubrió el brillante dibujo de un corazón roto con la frase: Lo siento. En medio había un texto muy largo escrito con la femenina caligrafía de Grecia.
—Es una tarjeta y una carta de disculpa por lo que pasó la última vez —tartamudeó poniéndose roja y tratando de disimular el temblor de sus manos—. Por favor no me odies. Evan no quería causarte problemas, hasta le dijo a la policía que de verdad estuviste conmigo y no tuviste nada que ver con tu novia, y lamento mucho también haberte perjudicado ese día y que no te hayas ido con ella por mi culpa. —Más que tartamudear o sonar nerviosa parecía a punto de llorar.
Tiago suspiró profundamente y se agachó para estar a una altura más baja que ella.
—No te odio, y la verdad es que si no hubiera ido contigo tal vez y a mí también me hubieran enterrado la semana pasada. Te debo la vida —explicó secándole las lágrimas.
La niña no podía creerlo, quedó muda de la impresión y con unas ganas inmensas de brincar por todo el lugar, aunque frente a Tiago intentaba mostrarse lo más madura posible.
—De nada —respondió fingiendo su pose más seria.
—Te invito un helado. —Tiago levantó una chaqueta de la cama y en su lugar dejó la tarjeta.
Ahí Grecia no pudo contenerse y gritó de la emoción.
—¡Me invita un helado! —le echó en cara a Daniel.
El chico puso pausa al juego y se levantó a reclamar.
—No es justo, nosotros también estamos aquí —se quejó señalando a Sammy.
—Es cierto, Sammy también puede venir—. Grecia ya se había agarrado de una mano de Tiago y el chico le extendió la otra a Sammy.
—Pues yo voy a ir y lo pagaré con mi dinero, gané mucho vendiendo tus cosas.
—¿Mis cosas? ¡¿Qué cosas?! —se exaltó Tiago.
—Cosas que dejaste aquí, ropa interior sobre todo. Cuando salió tu video las chicas se volvieron locas y realicé una subasta. Había que aprovechar el momento, ya pasaste de moda.
—¡Maldito engendro del mal, ese dinero me corresponde!
—Claro que no, todo lo que dejaste estaba en lo que era nuestra habitación, cuando te fuiste pasó a ser mi habitación por lo tanto los objetos ahí presentes eran de mi propiedad. Quéjate a un juez.
—No te preocupes Tiago yo te devuelvo lo que compré —dijo Grecia lanzándole miradas de odio a Daniel.
Si se cruzaba con alguien conocido, Tiago le diría que lo habían obligado a ser una guardería ambulante, pero en realidad se divertía. Quería a Sammy como a una hermana y después de haberlo pensado mucho y analizado lo que habría ocurrido si se hubiese ido con Martha ese fatídico día, había llegado a la conclusión de que en verdad Grecia lo había salvado. Y por último, no veía tan malo hacerse más amigo de su hermano, tal vez hasta podría aprender un poco de él y comenzar a forrarse de dinero vendiendo cosas a las niñas de primaria.
Ian y Sophie disfrutaban de uno de los pocos momentos a solas que les quedaban. Ahora que Ian no tenía un lugar propio y la casa de Sophie estaba siempre llena de gente, era casi imposible que tuviesen momentos de privacidad. Los pocos que conseguían en casa de Alan cuando no había nadie, los aprovechaban para "curar la fobia de Ian". Para sorpresa del muchacho, enserio estaba teniendo avances, todo debido a la motivación y en esperar una buena recompensa por parte de Sophie cada vez que aguantaba varios minutos consecutivos con videos extremadamente gráficos sobre cirugías.
Después de la sesión de ese día veían algo más agradable en la televisión. El sonido del timbre interrumpió la paz que sentían en compañía del otro. De mala gana Ian caminó hacia el comunicador y frunció el ceño con admiración al ver a Camila esperando en la puerta.
—¿Qué quieres? —preguntó de mala manera. Molesto porque lo había hecho levantarse y al mismo tiempo porque tenía el cinismo de aparecerse ahí después de lo ocurrido con Alan.
—Que Sophie venga a abrirme, sé que está aquí —le ordenó.
Ian llamó a Sophie a gritos, sin colgar el aparato, haciendo que Camila saltara como un metro de distancia al escucharlo.
Sophie se vistió como pudo y bajó descalza. No veía a su amiga desde hacía varias semanas. Llegó a la entrada y la recibió ahí, sin invitarla a pasar. No la saludó siquiera, con un gesto poco amable le indicó que la escuchaba.
—Solo vine a despedirme —dijo con sequedad. Sophie espabiló y dejó la mala cara por un rato.
—¿Cómo que a despedirte?
—Me voy con mis padres. Me estoy divorciando.
—¡Aleluya! Por fin haces algo bueno con tu vida.
—No sé si tan bueno. Me quedo sin esposo, sin novio, y prácticamente en la calle. Resulta que todo lo que mi querido marido compró mientras estábamos casados y todo el dinero que ganó con su empresa lo puso a nombre de su madre. Para la ley él es más pobre que tu novio.
—¡Oye! —la interrumpió con su protesta.
—No tengo nada Sophie, ni amigos. No me queda más que irme al exilio, como estaba evitando. —No quiso demostrarlo, pero sus ojos se llenaron de lágrimas y volteó para que no la viera soplarlas.
Inesperadamente Sophie la rodeó con los brazos.
—Estás tomando la decisión correcta. Intenta no vivir a costa de otros y verás que la felicidad va a durarte mucho tiempo.
—Voy a empezar desde cero, a ver qué sale. —Le correspondió al abrazo.
—Aunque fuiste una perra sin corazón tanto con Ian como con Alan, sí voy a seguir siendo tu amiga. Tal vez porque soy muy buena, o muy estúpida, pero creo que enserio necesitas cambiar tu perspectiva de la vida y mereces otra oportunidad.
—Gracias, y creo que eres estúpida, lo de demasiado buena no te queda. Dile a Alan que lo siento y suerte con la otra chica. Seguro que estando con ella se dará cuenta de lo que se pierde conmigo.
—Lo dudo. Si vas a empezar una relación allá a donde vayas busca alguien que no esté casado. Y mírale el corazón antes que la billetera —le aconsejó secándose un par de lágrimas también.
—Primero le miraré la cara, luego me preocupo de corazón y esas cosas sin importancia. Voy a llamarte ¿está bien?
—Sí. —La soltó por fin y le cogió las manos, observándola detenidamente por última vez—. Espero lo mejor para tu familia, de verdad. Excepto para Vincent, dile que nadie lo extraña.
—Lo haré. —Sonrió, dirigiéndose al auto que la esperaba para llevársela al aeropuerto, a un destino que Sophie y los demás desconocían.
Se quedó apoyada en el marco de la puerta con los pies descalzos sobre el frío cemento, mientras el auto desaparecía por la avenida llevándose a una de las pocas amigas verdaderas que había tenido.
Al enterarse de la despedida de Camila, Claudia no tuvo corazón para decirle a Sophie que también se iba. Había pensado ir a verla una noche antes de su viaje a Francia, pero afortunadamente, Ian le había advertido que Sophie no estaba de humor para perder a otra persona. Así que simplemente pasaron la velada sentadas en el suelo de la habitación de Sophie, poniéndose al día con los sucesos que no podían contarse con frecuencia.
Con mucha alegría Sophie le decía que al volver de Francia tendrían mucho tiempo libre para verse a diario en vacaciones y hasta especulaba sobre su vida universitaria, imaginando que su mejor amiga asistiría al mismo centro educativo.
Claudia asentía con tristeza, de verdad hubiera querido que todo saliera como Sophie imaginaba, mas no era posible. A la vuelta de Sophie tendrían como un mes más hasta su graduación y justo después ella y su familia volverían a su país natal, donde al igual que Camila, comenzaría su vida desde cero.
Después de una maratón de despedidas y rápidos acontecimientos. Sophie se veía por fin en el aeropuerto, a tan solo unos minutos de abordar su avión y comenzar a vivir uno de los más grandes sueños de su vida. Su padre estaba ahí junto a Tiago y Daniel, de Thaly se había despedido antes ya que debía quedarse con los más pequeños; también la acompañaban Alan y Tamara, quienes se tomaban tímidamente de las manos; todavía estaban en esa etapa pre noviazgo en que todo es un conjunto de sentimientos, entusiasmo y temor.
Les dedico un beso y una sonrisa, no se los dijo, pero esperaba que a su vuelta ambos hubiesen formalizado su relación.
—Sophie vamos abordando —le indicó su tío, levantando su maleta y recibiendo por décima vez las miles de recomendaciones y amenazas por parte de Nicolás respecto al cuidado de Sophie.
La chica abrazó a su padre, un poco alejado del grupo la esperaba Ian. Se tomó un poco más de tiempo para despedirse de él.
—No mires a otras chicas mientras no estoy, ni te embriagues y termines acostándote con una desconocida —lo amenazó entrecerrando los ojos.
—Vale y tú no coquetees con muchos modelos franceses. Ah no, son gays. Olvídalo, estás fuera de peligro —le respondió bromeando—. Tengo algo para que vayas leyendo en el avión. —De su mochila sacó con mucho cuidado un folder de plástico y se lo entregó—. Es el último capítulo del cómic.
—¡¿Qué?! ¡¿Tan pronto?! —Se sorprendió, tenía la esperanza de que Ian lo alargase un poco y tuviese al menos otros cinco capítulos más.
—Sí, cuando debe llegar el final es mejor no alargarlo.
Triste por tener en sus manos el último pedazo de aquello tan especial que los había mantenido unidos en la distancia, abrazó las hojas contra su pecho.
—¡Sophie vamos! —la llamó su tío, nervioso porque ya habían hecho el último llamado.
Los chicos se dieron un beso rápido pero intenso. Luego Sophie dio alcance a su tío caminando de espaldas mirando a Ian.
—No te preocupes, Sophie saldrá hasta la hora que quiera y solo comeremos comida chatarra —le gritó su tío a Nicolás—. Es broma, la cuidaré bien —se retractó al ver el gesto asesino de su cuñado—. No es cierto, harás lo que quieras y nos hincharemos de comida chatarra —le susurró Sophie mientras desparecían de la vista del resto por el siguiente mes.
Sin Sophie y decidiendo abandonar su búsqueda de un departamento hasta el siguiente año, Ian dedicaba todo el tiempo libre que le restaba en el negocio de la pizzería, cuyo crecimiento se veía limitado. Tenía diferentes planes para hacerlo crecer, desde una ampliación hasta convertirla en una franquicia. Todas esas ideas las comentaba con Thaly en sus reuniones semanales.
—Podemos comprar la propiedad de al lado. Eso significaría cerrar la pizzería por unos meses, pero al reabrirla los ingresos mensuales se triplicarían, recuperaríamos la inversión en un año, año y medio máximo y si abrimos la sucursal será el triple de inversión, pero casi el séxtuple de ganancia. No tengo números exactos, pero si lo apruebas me pongo de inmediato con eso y te traigo datos precisos —le explicó a Thaly. Ambos estaban sentados en la mesa de vidrio de la cocina, acompañados de un delicioso té negro importado que aparentemente solo ellos dos disfrutaban.
—Ian, no me hables de números que me mareas. —Lo detuvo con la mano—. Solo dime cuanto tengo que dar. Si estás seguro de que será una buena inversión, confío en ti, y si no sale bien, pues te demando —dijo con tanta amabilidad que Ian no podía distinguir si bromeaba o eso de la demanda iba en serio.
La mujer levantó las tazas de la mesa y las llevó al fregadero, en eso sonó el teléfono de Ian. Entusiasmado pensando que se trataba de Sophie lo sacó de su bolsillo y frunció el ceño al ver un número desconocido.
Thaly lo observaba con curiosidad. Ian daba cortas respuestas en inglés, al parecer la llamada venía de Inglaterra. Al finalizar una conversación más o menos larga a la que el muchacho había respondido con monosílabos, colgó y permaneció inmóvil con la vista fija en el celular.
—¿Qué pasa? —le preguntó Thaly.
—Era de Inglaterra, uno de los detectives incompetentes que me puso en protección de testigos y me cambió el nombre. El caso de mi padre va a ser reabierto, encontraron nueva evidencia y quieren que testifique —le explicó consternado, repasando la llamada telefónica en su mente, pensando en las posibilidades negativas y positivas, poniendo en una balanza el mantenerse al margen con la posibilidad de que su padre saliese otra vez libre o el testificar en su contra, significando entrar en protección de testigos nuevamente y posiblemente tener que alejarse de Sophie y toda la vida que estaban formando.
Cada vez más cerca del final! Ian por fin tendrá un cierre :D ya saben, sigan mis otras novelas. Les pongo el título y en un comentario el link!
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