Mi vida...

Los rayos apenas se alzaban y la fresca brisa mañanera elevaba gradualmente las delicadas cortinas blancas, de manera que permitía el paso del agradable olor del jardín adentrándose a la elegante cocina. Una silenciosa y apacible mañana sin lugar a dudas; con sus oídos solo percibiendo el sonido de las aves y los suaves tintineos de la cuchara chocar contra la taza de café, que él mismo provocaba.

Cómodamente estaba él, vestido únicamente con la bata de dormir y el cabello ligeramente enmarañado dejando salir un sonoro bostezo. El día anterior había sido agotador sumando a una noche un tanto ruda en su opinión, ahora que analizaba más las imágenes en su cabeza y su adolorida piel rasguñada. ¿Qué importaba a fin de cuentas? Pues él había tenido un mayor participe que su pareja y en ningún momento le vio quejarse.

De repente había escuchado la puerta del baño abrirse y luego cerrarse, de inmediato supo que este por fin se había dignado en levantarse y a decir verdad no le culpaba el haber querido dormir unos minutos más.

Prosiguió en terminar de preparar su café y se dispondría en preparar el de su pareja, con un poco más azúcar de lo que usualmente usaría por supuesto, aunque procuraba cada vez reducirle la porción de esta aun si llegara a mentirle, pues al fin y al cabo era por su bien.

Antes de hacer cualquier otra cosa, quiso dar el primer sorbo del amargo brebaje confiando en su cálido y relajante sabor, más el haber pensado demasiado en los ojos amatistas de su pareja durante toda la mañana, no dio cuenta de lo mucho que lo había calentado y por ende, se había quemado la lengua.

Hizo un par de gestos disimulados tragando lo poco del café mientras que un par de gotas se resbalaban hasta la barbilla, tomó una servilleta para limpiarse hasta que la presencia del joven de sus sueños le distrajo deteniéndose con el papel sobre su boca.

-Buenos días. – Saludó rápidamente con voz tranquila disimulando su pequeña torpeza a su pareja, que aun parecía ido por la resaca mañanera.

-Buenos... días – Con la somnolencia respondió acercándose a su rostro con la intención de besarle, el otro aceptó sin problemas retirando el papel y tronando su primer beso del día. – ¿Te quemaste? – Preguntó no muy seguro de lo exageradamente cálido de sus labios.

-No. – Dijo rápido mostrando seguridad, si bien quiso cambiar el tema. – Pensé que jamás despertarías. – El recién levantado se encogió de hombros como respuesta mientras que el otro disponía de preparar el otro café.

-Estaba cansado, como bien sabrás. – Dijo insinuando la noche anterior con cierta simpleza y confianza. El joven sentado en la barra de la cocina miraba la espalda de su novio preparando lo que supondría era su desayuno y vio el café de este, sin pensarlo lo tomó y bebió sintiendo el ardor del líquido aunque un poco menos, pues menor había dado solo un sorbo.

Sí, se había quemado, pensó el joven.

-Narancia, ¿No es algo tarde? – Interrumpió sus pensamientos que ya con otra taza lista, pero ahora teniendo cuidado de haberla calentado lo necesario.

Narancia miró el reloj y ciertamente era ya hora de prepararse para salir, si bien no tuvo apuro y recibió su café ahora siendo más tibio y sospechosamente menos dulce a como gustaba tomarlo.

-No precisamente, quien debería apresurarse eres tú, Fugo. Tú eres el profesor después de todo. – Fugo miró a Narancia, que a su vez esperaba por su respuesta mientras tomaba de un frasco un par de galletas; un escenario muy adorable a su parecer sumando con sus cabellos hechos desastre.

-Cancelé la clase por hoy. – Mencionó como si fuese su mayor travesura. Narancia por su parte, poco se atragantó con la galleta que ya saboreaba, pues no era algo que esperaría de su pareja.

-¿¡Qué!? ¿Por qué? ¿Estas enfermo? – Preguntó con la preocupación en su voz y el revoloteo de sus largas pestañas ante la desconcierto.

El profesor sonrió con ironía mirando a un confundido y al parecer asustado Narancia con la taza en los labios que tanto le encantaban. Creía era obvio el porqué de haber cancelado sus clases después de la tremenda noche que habían tenido, y en cierta forma, quería que él también se quedara y pasar el día.

-Sí Narancia, estoy enfermo – Rodó los ojos con gracia acercándose al jovencito más bajo para dejarle un casto beso en la mejilla. – Pero de amor. – Dijo melosamente, acción que solo hacía con el jovencito, muy cerca de su rostro ahora haciéndole entender, quien de inmediato expresó un gesto un tanto apenado por no haber entendido al primer instante.

-No debiste hacerlo. ¿Qué pasa si te lo descuentan? – Ahora le tocaba a Fugo encogerse de hombros. – ¿Y cómo es que no me enteré?

-Tranquilo, avise con anticipación y te apuesto a que más de uno se alegró. – Mencionó con tedio sabiendo la mayoría de sus alumnos y/o compañeros festejar por no tener que soportarlo y él a ellos en cierta manera. – Además, hoy es un día especial.

Narancia por segunda vez sintió la confusión, trató de recordar qué día era, si bien ha estado tan ocupado con los estudios exigidos por su pareja, además de pasar tiempo con el mismo que de vez en cuando perdía la noción del tiempo.

Fugo al verlo supo que este no tenía idea de lo que hablaba, sin embargo esperó a que pudiese recordar un par de minutos más. Y al parecer lo había logrado, pues su expresión cambio de una confundida a una alarmada.

-¡No puede ser! ¿¡Que no era mañana!? – Casi tira ambas tazas de café azotando las manos sobre la barra, se alzó del asiento y corrió verificando el calendario. – ¡Mierda! – Exclamó al ver que efectivamente era ese día. – ¡Tengo que ir a comprar...!

-Descuida, ya me encargué de eso. – Confesó Fugo sacando detrás de la barra un lindo y bien arreglado ramo de diversas flores. – Sabía que lo olvidarías, por lo que me tomé la libertad de comprar unas.

El profesor le extendió el ramo a su joven novio y las tomó asimilándolo ¿Se sentía ofendido? Por un segundo quizá por como lo etiquetaba de distraído, aun fuera cierto, y por otro lado lo agradecía pues era una fecha especial para él y Fugo atendía a eso.

-Gracias, huh... - Ya apenado miró el ramo ¿Cuánto había pagado? Se veía bastante bien a comparación de lo que él habría comprado con su propio dinero. – Si estabas al pendiente pudiste haberme recordado.

-Lo hice, pero has estado atareado y tan cansado que probablemente lo olvidaste o quizá no me escuchaste.

-Si no fueras un profesor tan exigente y un efusivo en la cama yo... - Fugo ahora le recriminaba con la mirada por lo que estaba por decir. – Es decir, gracias... - Narancia desvió la mirada regañado y a la vez apenado por la molestia que había tenido que hacer su pareja.

El mayor miró el reloj y quizá sea ya hora de partir.

-Será mejor que te arregles, no quieres hacer esperar a la señora Mela ¿Verdad? – Dijo depositando una vez más un beso en sus labios dulces mientras amagaba en retirarse al baño. No obstante se detuvo y giró viendo su suave cabeza color ébano que este al mismo tiempo inflaba sus tiernas mejillas para nada ocultando la vergüenza. – Si quieres podemos bañarnos juntos.

Narancia dejó sobre la barra el ramo y terminó su café dejando de lado su puchero, de igual forma Fugo era siempre que le recordaba muchas cosas, como era él quien siempre tenía que calmar su horrible carácter y evitar que hiciera alguna estupidez debido a su falta de autocontrol.

-¿Narancia?

-Está bien. – Dijo levantándose de su asiento acercándose a Fugo mientras este le abrazaba por la cintura directo al baño.

...

Bien vestidos ya en el elegante auto, Narancia miraba el ramo con cierta incomodidad; las manos le sudaban y para serse sincero se tornaba un poco nervioso ¿Por qué? No era la primera vez que visitaba a su madre y siempre tenía la misma sensación. Fugo al volante sabía siempre interpretar a su novio cual cristal y conociendo en cómo se sentiría; lo único que hizo fue tomarlo de la mano sin despegar la vista de enfrente.

-Tranquilo Narancia, estoy contigo. – Siempre estaré contigo, pensó.

El jovencito únicamente sonrió y correspondió el agarre con suavidad volviendo al gesto melancólico.

Fugo por su parte, de vez en cuando veía a su pareja mirar por la ventana o el ramo. Usualmente el camino no era largo y en esa ocasión la sentía así ¿También se encontraba nervioso? Probablemente, pues era el novio del hijo de la señora Mela de todos modos, y era normal sentirse así.

Pasó media hora tal vez y ya veía el lugar cerca. Ahora el camino era rodeado de altos y verdes arboles haciendo que el auto se fuera cubriendo de algunas hojas; un lugar agradable a consideración de la pareja, era primavera y la vegetación que les rodeaba era relajante; escuchando fuertemente el danzar de los árboles a causa del refrescante aire, a la vez que poco se traspasaban los rayos solares sobre estos.

Era algo que les tranquilizaba en especial a Narancia o así lo creía Fugo, pues ya lo veía esbozando un sonrisa mirando la diversidad de flores envuelto en ese delicado papel transparente con blanco.

-Ya llegamos. – Anunció de repente el profesor haciendo que el menor diera un ligero brinco mirando a su alrededor y efectivamente, habían llegado.

Fugo estacionó el auto a la entrada de esa enorme reja adornado de estatuas de ángeles y un par de cruces. Las miró y luego a Narancia que no se movía, y no lo presionaría, bajaría del vehículo en cuanto él lo hiciera.

-Está bien si quieres quedarte a esperar. – Dijo creyendo en lo incomodo que estaría su pareja.

-¡Claro que no! No puedo dejar plantada a mi suegra en su cumpleaños. – Para cualquiera sonaría molesto, pero era decisión en su voz y eso lo supo Narancia, aunque no le gustaba del todo que lo viese vulnerable frente a su mamá cada que le acompañaba.

-Bien, vamos. – Abrió resignado la puerta del copiloto y bajó al mismo tiempo que lo hacia el mayor.

Tomados de la mano, caminaron sobre el camino de tierra rebasando varias lapidas y figuras de piedra blanca, una más sofisticada que la otra. Y llegaron hasta una con el epitafio grabado "Mela Ghirga" en una placa dorada y conformada por un reluciente mármol.

Ya parados frente al cuidado sepulcro, Narancia dio un suspiró antes de hablar. No tendría por qué sentirse siempre extraño cuando se posicionaba bien arreglado con unas flores en su regazo, o así pensaba. Fugo esperó a que su pequeño novio hablara primero.

-¡Hola mamá! – Por fin salió de su boca y se agachó mirando su reflejó en la palidez del material.

-Señora. – Saludó Fugo.

-¡Feliz cumpleaños! – Continuó Narancia sosteniéndose con una rodilla sobre la tierra. – Mira. – Señaló las flores posándolas sobre el sepulcro. – ¿Son muy lindas no? Fugo las escogió. – Claro omitiría la parte donde había olvidado comprarlas, pero sí quería darle el merecido crédito a su novio y más si era en frente de su querida progenitora. El mencionado sonrió creyéndose observado por la madre. – Ha pasado un año desde la última vez, siempre estoy pensando en ti. – Le confesó melancólico.

Se quedaron en silencio acaso unos cinco minutos y en ese momento sintieron pasar la brisa sobre ellos haciendo que el ramo girara un poco, como si estas fueran tiernamente acariciadas por unos dedos.

Narancia quiso resistir, pero las lágrimas fueron brotando, sin más bajó la cabeza añorando a su amorosa madre. Fugo sabía que en cualquier momento lo haría, por lo que se puso a su altura tomándolo y alzándolo para que le permitiera abrazarle. El menor no se resistió y se dejó rodear llorando en su hombro.

Puede que ya hayan pasado cuatro años desde que la enfermedad acabara con la vida de la hermosa madre Mela Ghirga y aun así, calaba el pecho del jovencito.

A Fugo le entristecía de igual manera, no como a Narancia por supuesto, pero con pena recordaba a esa amable señora, que a pesar de tener encima la enfermedad que le carcomía era alguien dulce y servicial. Todavía rememoraba con pesar el último aliento que había dado la señora, su débil imagen encomendándole a su pequeño consciente del amor que le profesaba a su alumno y ahora novio.

-¿Narancia, no te gustaría dedicarle algunas palabras más antes de irnos?

No era que le apresurara, pero el tener a Narancia tan endeble ante el fallecimiento de su madre le era siempre preocupante.

El chico se separó limpiándose las lágrimas mirando nuevamente al epitafio.

-Te amo mamá, vendremos a verte después ¿De acuerdo? – En sus dedos depositó un beso para después posarlo sobre la lápida.

Narancia cual niño pequeño quiso irse a prisa con los ojos aguarse de nuevo, Fugo solo le dejó ser e iría tras él alcanzándolo. Tuvo la intención de irse viendo la esbelta espalda dirigiéndose al auto, si bien sintió un pequeño jalón que le hizo retroceder un paso. ¿Qué había sido eso? Consternado, miró a la tumba de su querida suegra.

-¿Se-Señora Mela? – Empalidecido preguntó y miró a ambos lados procurando si alguien más estaba presente, pero solo sentía el fuerte viendo primaveral mecerlo. ¿Qué significaría aquello? ¿Le estará queriendo decir algo o solo era su propia paranoia?

De igual forma, el joven profesor se despidió respetuoso prometiendo cuidar de Narancia tratando de olvidar el susto o lo que sea que haya sido.

...

Ya día laboral y Fugo vestido con su típico traje color caqui y sus bien cuidados lentes anotaba los problemas matemáticos que resolvería su clase el día de hoy.

Era apenas medio día y Narancia miraba con aburrimiento cada fracción que su pareja y profesor escribía en la pizarra blanca. Analizándolas un poco, tal vez y pueda resolverlas sin muchas complicaciones, si bien vivía con su propio maestro de matemáticas y siempre le exigía buenos resultados en sus tareas a la vez que le explicaba todas las veces necesarias hasta entenderlas, a pesar de su nula paciencia.

Con el puño sosteniendo su mejilla, esperaba a que Fugo terminara y se dignara a sentarse en su escritorio para poder escribirlas y resolverlas lo mas pronto posible, y así tener libertad de dibujar pequeños avioncitos en su cuaderno.

-¡Pss! Narancia. – A su costado le hablaba por lo bajo una chica de hebras rosadas y ojos verdes. El jovencito atendió mirándola dándole a entender que la escuchaba.

-¿Qué pasa? ¿Estás bien? – Preguntó al verla un tanto impaciente por lo que sea que le fuera a decir.

-¿Ya te enteraste? – Emocionada esperó a que respondiera asumiendo que ya lo sabría sabiendo que este vivía con su profesor. Sin embargo, Narancia negó confundido. – ¿En serio no sabes? –La expresión cambió a una incrédula desechando por el momento su proposición. – ¡Sí todo mundo habla de eso! El profesor Mista ha estado repartiendo permisos por toda la escuela.

¿Permisos?

Narancia trató de recordar, pero nada le llegaba a la mente. Aunque si veía más seguido a su profesor de educación física rondar por los pasillos.

-No, ¿De qué me hablas?

-¡Del viaje!

Viaje... No, estaba totalmente perdido.

-¿Qué? No tengo idea de lo que me estás hablando Trish. ¿Cuál viaje? – Narancia al ser poco discreto alzó la voz llamando la atención de Fugo. La chica estaba por responder pero fue interrumpida por su profesor.

-¡Narancia, señorita Una! ¿Qué creen que hacen? Atentos a la clase, por favor. – Molesto, el maestro regresó a su labor en la pizarra con una pequeña gota de sudor en la frente. ¡Que inoportuna era! pensó en que Trish era siempre una distracción para el jovencito y más cuando ya le andaba platicando sobre la dichosa excursión que daría la escuela.

Regañados ambos jovencitos, Trish se encogió sintiendo el pesar de la reprimenda, aunque no se quedaría con las ganas y agarró un pedazo de papel de su libreta anotando lo importante que le tenía que decir a su amigo.

Algo incomodado por la llamada de atención, Narancia sintió el pequeño papel doblado caer sobre su lugar, luego miró a su amiga que le sonreía traviesa y este desdobló el papel leyendo cada palabra escrita en tinta rosa.

Abrió los ojos no comprendiendo del todo y volviéndolo a leer se sentía aun más extrañado.

Bastante perdido levantó la vista mirando a su pareja ¿Él sabría de la afamada excursión del que le hablaba Trish? La chica no tendría motivos para mentirle, pero ¿Y Fugo?

...

-Pero ¿¡Por qué!? – Exclamó Narancia con una hoja en la mano. A su lado estaba aquel hombre referido Mista que con los brazos cruzados desaprobaba el hecho de que su compañero le negara el permiso al joven.

-No, Narancia. No me parece buena idea. – Decía Fugo negando con la cabeza mientras guardaba sus cosas para salir. Si bien, pudo estar tranquilo ese momento si no fuera porque Narancia buscó a Mista preguntándole sobre aquel viaje del que claramente Fugo trató de ocultarle.

- ¿Cómo que una mala idea? ¡Sí ni siquiera me dejaste enterarme! – Enojado hizo el ademan en el aire el puño con el papel.

-Es una actividad segura por parte de la universidad, Fugo. Deja que Narancia vaya. Además, sería beneficioso para sus notas. – Se entrometió Mista extrañado por la actitud de su compañero y amigo. ¿Cuál sería el maldito problema? – Sería una muy buena oportunidad para divertirse. ¿Qué dices?

Fugo escuchaba cada palabra de ellos, sabiendo que no sería del todo malo que su novio saliera, pero seguía en su idea; Narancia no iría.

-¡No irás y fin de la discusión! – Sin miramientos, terminó de acomodar su portafolio y su saco, luego se dispuso en salir del salón de clases ya desapareciendo de su vista.

Narancia tenía la boca abierta. No lo creía a veces, pero sí que llegaba a comportarse tan irracionalmente por cosas tan sencillas como esa.

Mista con la mano en su barbilla pensativo lo vio irse y luego miró al menor.

-Narancia. – El mencionado lo volteó a ver aun con el gesto indignado. – ¿Sabes el horario de clases de Fugo?

No entendiendo el motivo de la pregunta, le miró descifrando el por qué, aunque de igual forma fue recordado los días y horarios en los que su pareja daba clases. No estando seguro, buscó en su mochila la copia del horario de este y se lo tendió al mayor de ojos negros.

Lo analizó un minuto y curveando una de sus comisuras poco se burló.

-Ya veo. – Fugo es un maldito receloso, pensó el hombre.

-¿Qué cosa? – Preguntó curioso.

-Fugo no quiere que vayas porque los días de viaje coinciden con sus clases. Mira. – Le mostró nuevamente el permiso que indicaban las fechas y el horario del profesor de matemáticas que coincidían. – De no ser así iría contigo, aunque sigo sin entender el problema ¿Qué no confía en mí? – Un tanto ofendido puso sus manos en la cintura recriminándole internamente.

-Ya sabes cómo es, Trish quería que fuera su pareja de viaje y al parecer tendré que decirle que mi exagerado y celoso novio no me deja ir. – Cruzado de brazos con las mejillas levemente infladas.

En eso coincidía Mista. No obstante, había notado nervioso a su compañero con el tema.

Fugo por su parte ya se encontraba en el estacionamiento dentro del auto, esperaba a que Narancia se dignara en llegar, ir a casa y olvidarse del estúpido viaje. Pensaba en lo irritante que eran esos dos; refiriéndose a Mista y a Trish cuando estaba su pequeño de por medio y era algo que casi le causaba migraña.

Abriendo su portafolio sacó el permiso que varios días antes le había dado Mista para Narancia, desdoblándolo verificó una vez mas el lugar al que irían y las fechas en las que se hospedarían en el hotel anunciado.

No estaba convencido, no le gustaba para nada. Sería la primera vez en cuatro años que el menor durmiera lejos de su casa, de él.

Y el problema no radicaba en que si estaba celoso, aunque en parte sí, le preocupaba. Era tan joven todavía a su consideración y aun queriendo que este se divirtiera deseaba estar ahí, compartiendo buenos momentos además de cuidarlo. Sabía lo beneficioso si llenaba aquella línea con su firma y el nombre de Narancia Ghirga, pero algo no le gustaba y se había decidido en ocultárselo.

Sin advertirlo, la figura de su gran amor ya se encontraba afuera del auto esperando a que le abriese, antes guardó el papel que le profesaba un gran odio y le abrió de inmediato.

El menor no dijo nada, solo se acomodaba en cinturón de seguridad y se cruzaba de brazos mirando hacia el exterior evitándolo.

Fugo poco suspiró mirándolo con el ceño fruncido con las manos en el volante a punto de arrancar. Puede y haya sido injusto de su parte sin siquiera haberle dejado mirar siquiera las hojas repartidas por Mista, distrayéndolo con cualquier cosa que se le ocurriese. O también el hecho de no darle alguna explicación de su negación, aun ni estando seguro del por qué.

-Narancia...

-Eres un necio y un malhumorado irracional ¿Lo sabias? – Dijo de repente todavía sin dirigirle la mirada haciendo que el otro empezara a enfadarse, mas se relajó no queriendo empeorar las cosas.

-Solo... déjame terminar de hablar. – Entre dientes le pidió, aunque no estaba seguro de lo que iba a decir.

-¿Y bien? – Y encarándolo le invitó a proseguir.

Quedándose callado unos segundos, sostuvo la mirada del menor pensando en lo que diría.

-No podría cuidarte esos días, Narancia.

-¡Oh vamos! – Exclamó no queriendo creer en la suposición de Mista, pero al final había sido acertada. – ¿Qué tiene de peligroso visitar algunas ruinas y un poco de vegetación?

-En realidad mucho. – Se acomodó en su asiento más seguro. – Nada me garantiza tu total seguridad. Encima de que serian varios días fuera de casa. ¿Qué tal si algo te pica y no estoy ahí?

El menor rodó los ojos, pensaba que era peor que una mamá.

-Fugo, no tengo diez años, puedo cuidarme solo. – Quiso convencer evitando la parte de que no estaría totalmente sólo, pues Trish, su amiga seria su pareja de viaje y sabiendo lo celoso que era...

-Lo entiendas o no, no me interesa. Al menos agradece que te di una razonable explicación y mi respuesta sigue siendo un no ¿Entendido? – Ya más cómodo, el profesor finalmente arrancó con el joven haciendo berrinches diciendo lo mucho que detestaba su necedad.

-¡Eres increíblemente idiota! – No aguantó y le insultó, pero al contrario de lo que haría el mayor en cualquier otra situación, le importaba poco si le ofendía pues ahora estaba mas relajado con un peso menos de encima y logrado su objetivo de no permitirle la salida a la famosa excursión escolar.

...

- ¿Por qué? ¡Tienes que ir, Nara! – Le pidió Trish tomando una de las manos del joven suplicante. – Eres mi mejor amigo y preferiría ser comida por gusanos que ir con estos pedantes.

Ya era un día nuevo y Narancia tuvo que rechazar la petición de su amiga explicándole un poco sobre la situación de su tutor.

Aún seguía molesto, tanto que evitó a su pareja durante el resto de la tarde del día anterior y esa misma mañana. Realmente le ilusionaba la idea de poder ir y pasarla bien con su amiga, pero teniendo a un Fugo extrañamente necio le era imposible y eso no se lo perdonaba.

-Bien jóvenes, empezamos con la clase. – Se dio a anunciar el profesor Fugo con la intención de que le prestaran atención.

Narancia al oírlo hizo un ademan simulando imitarlo con gestos exagerados, cosa que hizo reír por lo bajo a Trish. El mayor lo notó, pero no hizo nada al respecto.

Como siempre, el joven atendía a medias la clase, pues luego vería en casa aquellos problemas y los resolvería, aunque por esa ocasión pensaba más en la situación del viaje fulminando internamente a su novio.

Asientos más atrás podía alcanzar a escuchar algunas voces, sus compañeros por su puesto, hablando de lo emocionante que sería visitar los destinos del paseo; eso hacia a Narancia irritarse más, aunque no esperó lo siguiente.

-¡Ustedes! – Volteó de repente Fugo en dirección a esos compañeros provocando un respingo en todo el alumnado del salón. – ¡Cierren la boca o los hecho de mi clase! ¿¡Entendido!?

Todos quedaron en silencio mirándolo con miedo, más los mencionados que ya se les había bajado por completo la alegría de momentos antes.

Sí, estaba sumamente enojado, pensó el de orbes amatistas.

¿Y qué esperaba Fugo? ¿Qué entendiera sus motivos ñoños y recelosos? Le aplicaría la llamada "Ley del Hielo" hasta que entendiera.

El descanso había llegado y Narancia se apresuraba en salir en caso de que su pareja quisiera interceptarlo y para su suerte, Mista había llegado antes de que cualquiera pudiera cruzar la puerta.

-Fug... Profesor. – Se corrigió el de ojos negros sabiendo que el alumnado aún se encontraba presente. – ¿Me permite hablar con usted?

Narancia un tanto consternado pensó en que tal vez quisiera hablar sobre su permiso. A regañadientes aceptó Fugo.

-Pueden salir a su descanso. – Anunció Fugo y salió siguiendo a Mista.

-¿Crees que quiera convencerlo de dejarte? – Preguntó Trish a su lado, no por nada era su mejor amiga y habían pensado lo mismo.

-Ojala y sea eso. – Se encogió de hombros, Mista además de ser su profesor era su amigo, de los dos y agradecería mucho que quisiera apoyarlo.

Estando fuera del salón mientras que alumno por alumno salía, Fugo se agarraba las sienes teniendo a Mista queriéndole dar razones para que dejara salir al menor.

-Mista, esto es entre Narancia y yo. – Sin miramientos le dijo que no se entrometiera. – Ayer hablé con él y créeme que entendería mis razones si tú o esa niña no estuvieran llenándole de cosas innecesarias en la cabeza.

Trató de no ofenderse como siempre lo hacía cuando Fugo le intentaba decir algo. Sin embargo, no dejó su brazo a torcer.

-Fugo, Narancia ya no es un niño; es un adulto a decir verdad. ¿No crees que le sea bueno despejarse un poco de su rutina diaria?

Ahora le tocaba al otro ofenderse.

-¿Qué me estas queriendo decir?

-No te molestes que no fue lo que quise decir. – Aclaró. – Como tú, Narancia es mi amigo, lo conocí cuando apenas y te certificabas para maestro. Los conozco a ambos en realidad y creo que estas siendo un envidioso.

No era algo que tuviera que decirle, Fugo lo sabía y no estaba orgulloso de ello. Sin embargo...

-Amigo, escucha. – Decidido lo llevó un poco más lejos no queriendo que su pequeño escuchara. – Estoy algo ansioso ¿Sí?

Mista no entendió al instante arqueando una ceja.

-¿Qué?

-Es decir, huh... – Suspiró adoptando aquella manía de su novio, eso claro lo captó Mista. – He tiendo sueños, pesadillas...

Aún más extrañado, Mista se acercó para que pudiese expresar lo que tuviera que decir.

-Pesadillas. ¡Aja! ¿Qué clase de pesadillas? – Se cruzó de brazos dispuesto a entender.

Fugo lo pensó bajando un poco la mirada ¿Sería prudente?

-Mira, todo esto empezó aquel día en el cementerio donde descansa el cuerpo de la señora Mela, la madre de Narancia. – Recordó aquel día y los sueños que había tenido esa misma noche con pesar, Mista seguía sin entender. – Estos sueños involucraban a Narancia donde él...

-¡Ok, Ok! Creo que entiendo. – Con las palmas levantadas interrumpió Mista creyendo a donde quería llegar. – Fugo, no puedes negarle a Narancia una simple excursión basándote en tus sueños.

Eso claro que lo sabía, pero no evitaba sentirse sumamente preocupado.

-Lo sé, suena estúpido, pero puede y sea una corazonada.

-¡Corazonada mis bolas! Creo que deberías ser más consciente, ¿Qué tal si se presenta otro paseo? O cualquier otra cosa ¿Le negarías a Narancia ese gusto? Es joven, más que tú o yo, y ambos sabemos que no ha tenido muchas oportunidades de salir a divertirse, si sabes a lo que me refiero.

El otro lo pensó y claro que le gustaba ver a su amado divertirse, pero algo le calaba en el pecho y no se permitía en arriesgarse.

-Pero...

-Son solo sueños, Fugo. – Quiso calmar. – Yo a diario sueño con el número cuatro persiguiéndome ¿Y me ves asustado? ¡Pff! ¡Claro que no!

Mista ahora guiando a Fugo de regreso a su respectivo salón de clases, a la vista se dejaba apreciar a Narancia riendo animadamente con Trish. Fugo suspiró enamorado con tan bella imagen de su resplandeciente sonrisa.

-Tan solo míralo, sabes lo mucho que ha sufrido. – Con eso en mente entristeció recordando al viejo y deprimido joven de hermosos orbes. – Piensa en lo mucho que le ayudaría distraerse. ¡Es más! Estaré yo y seguramente lo estará Trish. Narancia no está sólo.

Poco a poco lo sopesaba a su favor. No dejó de mirar a su amado joven de piel acanelada. Quizá y sea egoísta de su parte no dejarlo divertirse y era lo que necesitaba para mejorar su estado de ánimo.

-Yo... Lo pensaré – Por fin vio una pequeña aceptación de su parte, aunque aún dudoso.

-Así es, piénsalo. ¿Y si le permites la salida? Narancia agradecerá ese apoyo, créeme.

...

Haber terminado las clases de ese día y de regreso a casa, Narancia seguía sin dirigirle la palabra. Fugo aun meditaba en silencio sobre si acceder o no, no quería pero por otro lado pensaba en las palabras de Mista "Narancia necesitaba divertirse".

Luego de haber llegado a su hogar, el menor aventó la mochila en uno de los sillones de la sala y se dirigía al baño a tomarse una ducha sin siquiera mencionarle algo a su pareja. Fugo le siguió sin apuro y dejó donde siempre su portafolio y su saco. Aun no estaba convencido, pero fue hasta dar en la puerta del baño ya escuchando la regadera.

-Narancia. – Llamó pero como esperaba este no respondió. – Tenemos que hablar, no me has dirigido la palabra en dos días. – Siguió sin respuesta y si seguía así... No había vuelta atrás. – Mira, creo que seria buena idea que fueras a ese tonto paseo.

No estaba seguro si había escuchado pues no recibía ninguna señal, pero luego dejó de oír el agua caer y la puerta poco se abría con Narancia poco dejándose ver.

-¿Lo dices en serio?

Fugo suspiró con pesadez antes de responder.

-Sí. No quiero, pero sí.

El menor abrió la puerta por completo con el desconcierto en su rostro estando solo sin camisa. El otro solo le miraba con resignación.

-Pero ¿Y lo que me dijiste de... ? – Le parecía nuevo su cambio repentino de opinión.

-Olvídalo, y agradécele a Mista. Él me hizo ver un buen punto a tu favor y te pediría que no me preguntarás.

Sin esperarlo, Narancia gritó de alegría y se lazó hacia su pareja colgándose de su cuello haciendo que perdiera un poco el equilibrio. Fugo lo aceptó abrazándolo por la cintura aunque no estaba del todo a gusto de haberlo consentido. No obstante, por un lado se encontraba más a gusto de que el amor de su vida ya no estuviera molesto con él. Luego recibió un sonoro beso sintiendo como si hubiese pasado mucho tiempo de la ultima vez que había sentido esos cálidos labios.

-¡Fugo, eres el mejor! – Exclamó emocionado ya despegándose del mayor. – ¡Iré a decirle a Trish y de paso agradecerle a Mista!

Rápidamente Narancia corrió hacia su teléfono dispuesto a llamar a sus amigos. Fugo solo se quedaba estático en su posición viendo como este marcaba primero a su amiga.

¿Habrá sido lo correcto? De una u otra forma ya lo había hecho y de querer retractarse ya era demasiado tarde, ya no se negaría ante esa bella sonrisa.

...

-Llevaré esto, esto y... ¡Esto! – Narancia sacaba del closet un sinfín de cosas para el viaje. En el marco de la puerta le miraba Fugo bastante incomodo, pero se limitaba en decir algo y solo le dejaba ser a su pequeño.

El sol ya se había ocultado y solo se hallaba iluminada la habitación de la pareja con la fina lampara de mesa. Fugo desde la sala escuchaba los murmullos de su novio por lo que fue a ver qué tanto estaría dispuesto a llevar.

-Narancia, ¿No crees que es mucho? – Decía tomando sobre el escritorio la lista anotada en tinta rosa, algo arrugado y a leguas se veía que lo había hecho una mujer. – ¿Quién te dio esto?

-Se la robe a Trish. – Comentó viéndose en vuelto de ropa y artículos de higiene personal. – Conociéndola sabía que tendría lista sus cosas después de que le firmaran su permiso, ni cuenta se ha dado. Tú sabes, mujeres.

-No, en realidad no lo sé. – Doblando como debía ser el papel, negó con la cabeza mientras se acercaba a quitarle algunos trapos encima. – No puedes llevar lo mismo que Una, no eres una mujer.

Narancia resopló.

-¿Qué sugieres?

-Déjame ayudarte.

De a poco Fugo fue reorganizando algunas cosas y en su propio teléfono fue anotando las cosas que necesitaría el menor. Y en menos de lo que había esperado Narancia, ya tenia acomodadas sobre su cama los artículos, ropa y demás que llevaría.

Triunfante con los puños en cada lado de su cintura, estaba por decir algo, aunque lo que sea que hubiera querido decir quedó a segundo plano al momento de escuchar el suspirar apesadumbrado de Fugo.

Giró a su costado viendo el afligido rostro de su pareja. Antes creía haberlo imaginado, pero desde hace días que Fugo mostraba una actitud desanimada y en ocasiones distraída.

-¿Fugo? – Narancia se acercó tomando su mejilla para que lo viese. – ¿Tanto te preocupa?

El mayor tomó aquella mano que le acariciaba y en sus amatistas veía su propio reflejo decaído y es que no lo podía evitar, jamás le diría, pero esos sueños han sido constantes.

-Solo un poco, pero estoy bien. Solo promete una cosa Narancia. – El joven le miró angustiado atento a escuchar. – Prométeme que serás prudente y... regresarás a casa, sano y salvo.

Muchas veces le ha dicho que fuera prudente y fuera cuidadoso, pero nunca de esa manera. Si bien, le dedico una sonrisa queriendo calmarlo, quizá lo haya logrado un poco pues el mayor le besó tiernamente.

-Lo prometo.

-Te amo, Narancia. – Le dijo de repente saliendo desde el corazón.

-Y yo a ti, Fugo. Deja de preocuparte tanto, pareces más mi madre que mi novio.

Entre pequeñas risas juntaron sus frentes mirándose el uno al otro. Un par de minutos se disfrutaron y los besos apasionados no se hicieron esperar aspirando el intenso aroma del deseo. Dentro de aquella atmosfera, el mayor ya estando excitado y desesperado cargó al jovencito recostándolo apartando las cosas de encima, Narancia no resistió y abrió las piernas dejando que este se posicionara cómodamente dándole a entender que como él deseaba fundirse a su cuerpo. Así, perdiéndose entre el ímpetu de su amor, se olvidaron del mundo exterior, extraviándose en el roce de sus pieles, pues en el amor eran uno solo.

...

Era de madrugada, seis AM para ser precisos y Narancia ya se encontraba listo para partir.

-¡Fugo, es hora de irnos! – Le gritaba el jovencito desde la sala con su mochila en la espalda. – ¡El autobús se va a ir!

-¡Enseguida voy, por dios! – Gritó el mayor desde el baño.

El profesor se miraba al espejo ya arreglado y listo para dejar a su pareja con Mista y Trish en el autobús que dejaría a los alumnos a todos los destinos del viaje. Sin embargo, seguía sin sentirse cómodo.

Por un lado pensaba en demorarse a propósito y dejar que el autobús le dejase ¿Sería buena idea? Quizá, pero Narancia se molestaría y no le hablaría en semanas o hasta meses. Como si no lo conociera.

-¡Fugo! ¿Qué demonios haces? ¡Date prisa!

Desde afuera se escuchaba su desesperación y eso le hacia sentar cabeza de que no podía hacer eso. Aun sin estar conforme, salió del baño encontrándose con un Narancia sumamente desesperado.

No dijeron más y con prisa se dirigieron al auto ya directo a la escuela donde les esperaba.

-No puedo esperar ¡No puedo esperar! – Exclamaba cual niño pequeño brincando en su asiento.

-Calma, Narancia. Haces que el auto se mueva mucho.

-No seas un amargado, ponte feliz por mí por una vez. – Le expresó un poco irritado, pero poco le importaba pues ya era el día.

El mayor pensó en que lo estaría si no se encontraría tan inseguro, pero ¿Qué más daba? Debía relajarse, pues solo se trataba de un simple y tonto paseo.

-Estoy felíz por ti Narancia, créeme.

Más tarde la pareja ya habia llegado viendo a lo lejos un impaciente Mista esperándolos fuera del autobús. Al por fin encontrarse ya les reclamaba con la mirada.

-¿¡Dónde estaban!? Estábamos así de dejar a Narancia – Expresó algo molesto.

-Lo siento, fue mi culpa. – Se disculpó Fugo ayudando a su novio acomodarse su mochila.

-Esta bien, no importa. Ya están aquí. – Dijo subiendo al camión.

-¡Ya, ya. Tengo que subir! – Impaciente se soltó de su novio. – Te veo en unos días. – Le besó rápidamente en las comisuras antes de abordar.

En ese momento Fugo sintió una opresión en el pecho, por lo que lo detuvo un instante tomándolo del brazo.

-¡Espera, Narancia!

Algo extrañado el menor se detuvo mirándolo.

-¿Sí?

-Yo... - No supo por qué lo había detenido, pero tomó su mano suavemente dedicándole unas últimas palabras. – Te amo.

El menor esbozó una sonrisa sintiendo sus mejillas arder, conmovido con sus manos tomó su rostro y le dio en beso duradero, uno que aun ser solo el tronar de sus labios expresaba todo su cariño.

-También te amo. Nos vemos.

Narancia subió ayudado por Mista y las puertas del autobús se cerraron. Al momento de que estas le negaran la silueta de su amado sintió mucho aflicción, tal vez y si estaba exagerando. De todas formas seguía mirándolo como un chiquillo.

No se movió de ahí y vio como el gran vehículo ya arrancaba para partir y en un pequeño lapso, pudo apreciar en las oscuras ventanas dos amatistas que igual le miraban despidiéndose con una brillante dentadura asomarse de sus labios.

Fugo se agarró el pecho y sintió las ganas de llorar.

¿Qué era esa sensación que tanto le calaba?

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Hola! :3 Aquí un Two-Shot, espero les haya gustado la primera parte, hace un buen que no escribía algo asi xd

Esta inspirado en una canción de La Oreja de Van Gogh que como el titulo se llama Mi vida sin ti xd si la escuchan o ya la conocen sabrán de que va esta cosa jaja

Si no gusta ps simplemente no lo pele :^ pero igual agradezco el tiempo y si sí, ay espero no decepcionarlos después xd

Publicaré la parte final espero pasado mañana porque con esta me tarde tres días aprox juars juars

Weno, si ven una incoherencia o cosa fea ortográfica ruego me disculpen que aun cuando lo revise siempre SIEMPRE se me escapa algo.

Sin más, gracias :3 son pro! Un beso y un abrazos en sus caritas lindas, los jamón ❤💜💙💚💛

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