Capítulo 3: Nuestro Club

Cuando regresé a mi habitación les conté todo lo que me había pasado a Teresa y Abigail, ambas escuchaban con atención y luego me intentaron animar. Al día siguiente me desperté temprano y fui a desayunar, por suerte era sábado y no había nadie en la cafetería. Terminé de desayunar y fui de nuevo a mi habitación para lavarme los dientes y peinarme un poco mejor, me recogí el pelo en una cola de caballo y me vestí con un chándal viejo que tenía en vede con un pantalón vaquero y una camiseta que inicialmente llevaba.

Observé como Tere y Abby dormían plácidamente en sus camas y suspiré de envidia. Caminé por los pasillos del internado en total silencio, y es que a las ocho de la mañana no habían muchos estudiantes levantados, por no decir ninguno.

Llegué a la caseta del jardinero donde Tom me esperaba con una amable sonrisa, me abrió la pequeña caseta y cogí mi mono de jardinería seguido de algunas herramientas, mientras me ponía los gruesos guantes observé como Ingrid venía caminando con decisión, saludó a Tom y se vistió con su mono.

–Te veo con energía. –comenté.

–Lo que estoy es furiosa, no puedo creer que mi hermana me haga hacer esto. –gruñó molesta colocándose con rabia los guantes.

Nos despedimos de Tom con un intento de sonrisa y comenzamos con el jardín trasero, donde habían varios bancos y mesas para que los alumnos tomaran su almuerzo al aire libre. Al cabo de una hora los estudiantes fueron apareciendo, algunos se reían de nosotras y otros nos miraban con curiosidad y luego se marchaban.

–Míralos, como nos miran con superioridad. –masculló Ingrid con desprecio.

Ingrid murmuraba insultos mientras miraba a los alumnos pasar de un lado a otro o simplemente se reían de nuestra situación. Mientras que ella insultaba a los alumnos en voz baja, yo seguía arrancando malas hiervas pero era imposible ignorar a la subdirectora cuando se ponía en modo diablo.

–¡Iros a procrear a otro lado, par de conejos! –le gritó a una pareja que se estaba besando.

Ambos se separaron asustados y se marcharon corriendo del lugar, sonreí y observé como Ingrid miraba con asco las plantas que iba arrancando. A lo lejos observé como Tere y Abby acompañaban a Zac y Max, me miraron con una sonrisa apenada y les levanté el pulgar, a lo que ellos sonrieron.

Miré a los alumnos que habían hasta que mi mirada se encontró con la de Helen, al principio nos quedamos mirándonos hasta que ella me hizo una burla y siguió burlándose de nuestra situación con su grupo de amigos.

El sol cada vez quemaba más, se empezaba a notar que estábamos entrando en el mes de julio, por suerte Tom nos entregó unas botellas de agua para mantenernos hidratadas. Tenía algo de envidia al ver como los alumnos se iban al pueblo, a la piscina o simplemente conversaban en los bancos que habían en la sombra mientras que yo quitaba hierbajos.

Miré la hora en mi móvil y vi que habíamos estado tres horas quitando malas hiervas, miré el resto del jardín y vi que parecía que no tuviera fin, esto era eterno. Decidimos descansar un poco bajo la sombra de un árbol centenario que había en el campus, aprovechando que ahora no habían estudiantes cerca.

–Mi hermana es un maldito demonio. Será la directora demonio a partir de ahora. –dijo Ingrid totalmente agotada.

–Todavía nos queda mucho, suerte que nos ha dejado tres días. –intenté decirlo con optimismo pero solo obtuve la mirada llena de odio de mi compañera.

–No sé que suerte dices. Solo hemos quitado las malas hiervas del jardín trasero y nos ha llevado toda la mañana, te recuerdo que nos quedan todos los campos de los clubes, y los alrededores del internado.

–Vamos a morir. –dije quitándome un poco de sudor de mi frente.

Ambas nos quedamos calladas escuchando el silencio que había, solo se oía a los pájaros piar y a veces sentíamos la suave brisa del viento que nos aliviaba del calor que teníamos. Era un momento bastante relajante, cerramos los ojos para descansar un poco, ambas estábamos totalmente agotadas.

Nos despertamos cuando alguien carraspeó cerca nuestro, abrimos los ojos alarmadas para encontrarnos con Selena frente a nosotras con los brazos en jarras. No sabía que decir, miré a Ingrid y vi una pequeña sonrisa, al parecer sí se le había ocurrido algo a ella.

–Estábamos descansando, hermana. Estamos agotadas.

–Ya lo veo, ya. Habéis descansado durante dos horas y media. –nos comentó mirando su reloj y nos echó una mirada helada. –Por hoy habéis terminado, habéis hecho un buen trabajo.

–¡Libertad! –gritó Ingrid levantándose con energía renovada, una vez que Selena se había marchado.

–Genial, ahora podré quedar con mis amigos.

–Pero antes una ducha no nos vendría mal. –comentó Ingrid con una sonrisa. –Parecemos cerdos. Ya nos veremos por ahí.

Ingrid se marchó a su casa la cual se encontraba en el recinto del internado pero que los alumnos tenían prohibido ir. Entré en el edificio de los dormitorios a paso lento, estaba cansada y lo único que quería era darme una ducha para relajarme, la verdad es que sí que olía algo mal a causa del sudor y también tenía un poco de tierra por el cuerpo.

Caminaba en silencio por el pasillo hasta mi habitación deseando no encontrarme con nadie, para mi mala suerte me encontré con Helen nada más girar la esquina para ir al pasillo donde estaba mi habitación. Helen me miró de abajo a arriba y me sonrió con sus mejillas algo rojas.

–Parece que te hayas revolcado con unos cerdos, Celine. –dijo con una sonrisa maliciosa, aunque noté por su voz que estaba un poco nerviosa.

–Es lo que ocurre cuando trabajas duro, aunque no creo que conozcas esa palabra. –sonreí viendo como su sonrisa se borraba. –Tienes sirvientes que te hacen todo lo que tu digas, contando a los perros falderos que tienes como amigas.

–Tú no sabes nada sobre mí. –gruñó enfadada.

–Sé lo suficiente por como te comportas. Ahora si me disculpas iré a ducharme.

Pasé por su lado y caminé hacia mi habitación donde mis amigas estaban sentadas en la cama de Tere jugando a las cartas. Ambas me miraron sorprendidas pero no dijeron nada, cogí de mi armario ropa nueva y fui al baño para darme una ducha.

Después de veinte minutos salí del baño con ropa nueva y mi pelo negro caía por mis hombros, no me lo había secado con el secador ya que me gustaba que se fuera secando con el aire. Lo que sí hice fue peinarme un poco.

Bajamos hasta la planta baja donde había una habitación especial para que los alumnos lavaran su ropa en las lavadoras. Metí mi ropa junto con otra que quería lavar, lo bueno es que las máquinas eran gratis y no debías pagar por lavar tu ropa, como pasaba en otros internados según me contó Abigail.

Como tardaría una hora en lavarse decidimos salir para dar una vuelta por el campus, todavía no lo había visto y mis amigas se ofrecieron a enseñarme todo el lugar, ya que este era el segundo año que ellas estaban aquí.

–Parece que te has hecho amiga de la subdirectora, ¿no? –comentó Abby con una sonrisa.

–Sí, la verdad es que es una gran persona. Hemos congeniado muy bien.

–Se nota, ambas tenéis la misma personalidad rebelde y caótica. –dijo Tere mientras nos sentábamos en un banco.

–¿Dónde están Zac y Max? Hace tiempo que no los veo. –pregunté al acordarme de ellos.

–Se han ido a buscar integrantes para su club. –la miré interesada. –Aquí puedes unirte a dos clubes a la vez, claro que están divididos para chicos y chicas.

–Me parece algo tonto que solo las chicas se puedan unir a ciertos clubes y los chicos a otros. –comenté viendo a algunos alumnos salir y entrar del edificio principal. –Pero sería interesante unirme a alguno, tal vez así se me haga más amena la estancia.

Cuando pasó media hora volvimos a la lavandería para recoger mi ropa, por suerte la lavadora a parte de limpiar luego la secaba y solo hacía falta que la plegara. Subí un momento a mi habitación para dejar mi ropa y luego bajé para reunirme de nuevo con mis amigas, las tres salimos para ver los diferentes clubes que habían pero ninguno llamaba mi atención por el momento.

En la parte trasera del internado se encontraba un bosque que también pertenecía a los dominios de la escuela y junto a la entrada del bosque había una cabaña que parecía algo abandonada, además estaba muy alejada de las otras cabañas de los clubes. Nos acercamos a la puerta con curiosidad y antes de que pudiera llamar, la puerta se abrió y una persona apareció con una máscara de pulpo.

–¡Ah! –gritaron mis dos amigas por el susto.

–¿Qué demonios? –murmuré confundida.

–Hola chicas. –el chico se quitó la máscara y resultó ser Max, quien nos sonrió. –¿Qué os trae por aquí?

–Eso debería preguntar yo. ¿Qué hacéis aquí? –pregunté entrando en la cabaña.

Nada más entrar un olor a humedad inundó mis fosas nasales haciendo que mirara el lugar con detenimiento, el interior a simple vista parecía estar limpio salvo si te fijabas mucho. Entonces me di cuenta de que alrededor de las ventanas había moho, el suelo estaba sin brillo y rechinaba, en el techo se podían ver a trasluz unas pequeñas telarañas y algunos cristales de las ventanas estaban rajados.

–¿Qué es este lugar? Parece una cabaña abandonada donde hay fantasmas. –comentó Abigail mirando asqueada el lugar.

–Es nuestra cabaña para el club en el que estamos. –dijo Zac viéndome algo cohibido.

–¿En qué club estáis?

–En el de sucesos enigmáticos paranormales inhumanos, pero lo abreviamos diciéndole Sepi. –me dijo Max viéndonos con media sonrisa. –Pero al no haber muchos miembros lo van a quitar.

–¿Y eso por qué? –pregunté intrigada y algo triste al ver sus rostros de tristeza.

–El club llevaba sin nadie desde hace dos años, el año pasado Zac y yo nos unimos para evitar que desapareciera ya que era un club que nos parecía interesante. Entonces decidimos hacernos cargo del lugar, lo limpiamos y arreglamos como pudimos. –eso último lo añadió al ver una araña bajar por la pared. –Entonces la directora nos dio de plazo un año para que alguien más se uniera e hiciéramos un informe sobre algún suceso paranormal. Si lo conseguíamos el club no se disolvería.

–Pero no tenemos ningún nuevo integrante, y lo único paranormal que hemos encontrado es como Max puede comer hamburguesas sin engordar.

Abigail y Teresa estuvieron hablando con ellos mientras yo ojeaba los libros sobre extraterrestres, planetas y otros temas en las estanterías que habían. El lugar daba la peor impresión posible, era obvio que nadie se uniría a un club que está a punto de desaparecer, y que no han encontrado nada en todo lo que lleva activo.

–Me uno a vuestro club, chicos. –les avisé haciendo que ambos me miraron sorprendidos para luego sonreír. –¿Dónde hay que firmar?

–¿En serio? –preguntó Max emocionado, asentí y me abrazó con euforia. –¡Eres la mejor, Celine! Gracias.

–Pero un momento. –Max paró de abrazarme y miramos a Teresa. –En este club solo pueden participar chicos, así lo dicen las normas.

–Las normas pueden chuparme un pie. Es absurdo que una chica no se pueda unir a un club como este. –Zac y Max asintieron dándome la razón. –Además, tengo la ley de mi parte. Será hablar con Ingrid y estaré dentro.

–Enchufada. –sonrió Abigail haciendo que riera.

–¿Vosotras no queréis uniros? –pregunté a mis amigas.

–Abigail está en el club de Voleibol y yo estoy en el de jardinería. –se disculpó Teresa.

Me despedí de mis amigos para ir a hablar con la directora, estaba segura de que Selena me dejaría unirme al club sin ningún problema. Nada más entrar al edificio me encontré con Helen y su grupo de amigas, para mi desagrado ella comenzó a decir el mal gusto que tengo a la hora de vestirme, así que me chupé la mano y se la puse en su mejilla, haciendo que chillara asqueada.

–¡Celine! –gritó mientras sacudía sus manos tontamente y una de sus amigas le daba un pañuelo de seda.

–Así me llamo, linda. –le guiñé un ojo.

De reojo pude ver como Helen me miraba con el ceño fruncido y con sus mejillas sonrojadas, sonreí y continué mi camino hacia el despacho de la directora. Cuando llegué a la puerta pude escuchar la voz de Ingrid y la de Selena, al parecer ambas estaban discutiendo. Toqué algo temerosa de interrumpir algo importante pero solo escuché un "Adelante" por parte de Selena.

–¿Qué se te ofrece, Blackvour? –me preguntó Selena sin dejar de ver a su hermana.

–Quería saber si podría formar parte de un club.

–¿Qué clase de club? –preguntó mirándome ahora a mí.

–Es el club de sucesos enigmáticos paranormales inhumanos, o mejor llamado Sepi. –dije algo nerviosa.

–Eso es interesante. –sonrió Ingrid.

–Ese es un club solo para hombres, Blackvour. –dijo mirándome fijamente, esto era algo que realmente quería hacer y le mantuve la mirada. –Bien, lo consideraré en cuanto mi hermana y tú quitéis todos los hierbajos del patio trasero.

–Eso no es justo. –se quejó Ingrid.

–La vida no es justa, hermana.

Después de acordar con Selena que si quitábamos todos los hierbajos me dejaría unirme, caminé junto con la subdirectora hacia el jardín trasero para terminar de una vez con este maldito castigo aunque todavía nos quedara un día.

Ingrid se marchó a la hora para terminar unas cosas como subdirectora, por mi parte me quedé un rato más quitando malas hierbas hasta que comenzó a oscurecer dando paso a la noche. Lo bueno es que la zona en la que estaba ya no había ningún hierbajo, ahora solo tenía que terminar la zona de la piscina al aire libre y terminaría. Si lo conseguía podría unirme al club, eso me motivaba bastante y hacía que hiciera el trabajo con ganas.

Comenzó a quedarme menos, creo que en unos veinte minutos o así terminaría pero del cansancio y el estrés comencé a marearme hasta que comencé a ver todo turbio. Continué quitando malas hiervas hasta que mi cuerpo no aguantó y colapsó, me tumbé en el césped mientras comenzaba a perder la conciencia.

Después de aquello no recordaba nada.

HELEN

Me despedí de mis amigas para ir a mi habitación privada a petición de mis padres, abrí la ventana para notar el fresco de la noche cuando observé que había alguien tumbado en el césped cerca de la piscina. Observé durante unos minutos más hasta que me di cuenta de que aquella persona estaría seguramente desmayada, me puse mi chaqueta favorita de color gris con unas finas líneas rojas en las mangas y bajé las escaleras.

Saludé a algunos compañeros y me dirigí a donde estaba aquella persona, conforme me iba acercando pude ir reconociendo quien era.

–¿Celine? –susurré sorprendida al verla sudando y sin conocimiento.

Observé sus manos, estaban rojizas y con algunos cortes, a su lado había una bolsa llena de malas hiervas, que seguramente ha tardado horas en recoger. Vi que solo le quedaba la zona cercana a la piscina y suspiré, había escuchado que la directora la había castigado por hacer la tonta con la subdirectora, la verdad es que se lo tenía merecido por ser una cabeza hueca y lanzarse sin pensar pero estaba viendo que realmente se estaba esforzando por algo.

Me acerqué a la zona donde seguían habiendo hierbajos y comencé a quitarlos, realmente no sabía porqué hacía esto, simplemente con ver a Celine en ese estado ha hecho que me sienta diferente. Me quejé cuando me pinché con un matojo y gruñí.

–Me debes una, Celine. –susurré para mí misma.

Cuando terminé estaba agotada, no sabía como Celine podía haber esto por todo el campus, la verdad es que era algo admirable. Me acerqué a Celine y la observé con detenimiento, su pelo negro como la noche caía hasta sus hombros, su tez era algo pálida y sus labios eran rosados. Lo que más me gustaba eran sus ojos azules como el mar.

Me quité la chaqueta y se la coloqué encima para que no se enfriara, me acerqué a su rostro y antes de que pudiera hacer nada escuché la voz de la subdirectora llamando a Celine. Me separé con las mejillas sonrojadas y corrí en la dirección opuesta para evitar que me viera.

CELINE

Comencé a abrir los ojos cuando sentí que alguien me movía con suavidad, y esa era Ingrid, quien al verme despierta suspiró de alivio. Me incorporé lentamente y noté que tenía una chaqueta gris, no sabía de quien era pero sonreí al ver a Ingrid.

–¿Estás bien? He venido para avisarte de que ya está la cena pero te he encontrado desmayada.

–Creo que sí. Gracias por la chaqueta. –agradecí pero me confundí al ver como Ingrid me miraba igual de confundida que yo.

–No es mía, Celine. –dijo con una pequeña sonrisa. –Cuando he llegado ya la tenías.

–Entonces, ¿de quién es? –pregunté al aire e Ingrid se encogió de hombros.

Ingrid me llevó a la enfermería para que la enfermera me revisara, según su análisis me había desmayado a causa del cansancio y el estrés que tenía, solo necesitaba cenar y descansar para poder recuperarme bien. Antes de irme a mi habitación, Ingrid me comentó que mis amigas me habían subido en una bandeja mi cena ya que no había ido a la hora. Nada más entrar vi en mi mesita de noche una bandeja de plata con un plato con un filete, un poco de verduras y unas patatas fritas, a un lado una manzana y un vaso con agua.

No estaban mis amigas así que supuse que seguirían en la cafetería hablando con los demás, siempre se quedaban un rato hablando mientras se tomaban el postre. Cené en silencio mientras observaba aquella misteriosa chaqueta, por un momento pensé que era de Ingrid pero al saber que no, me dio curiosidad quien me la había dejado.

–¿Quién ha podido ser? –me pregunté mientras miraba fijamente la chaqueta, noté que era de chica por el estilo y el leve olor a perfume que aún mantenía. Era un olor dulce y fresco, el cual me había gustado.

Guardé la chaqueta en mi armario debajo de otra que tenía de cuero negro para evitar que mis amigas la encontraran, debía saber de quien era y devolvérsela a parte de agradecerle el gesto que había tenido. Iba a bajar a la cafetería para devolver la bandeja cuando unos fuertes golpes comenzaron a sonar en la puerta de la habitación, mis amigas no eran ya que ambas tenían llave de la habitación.

–¡Ya voy! –grité yendo a abrir pero los golpes no cedían. –Al final vas a romper la puerta y seguro que me echarán la culpa a mí.

Abrí la puerta e Ingrid entró con una gran sonrisa y sin decirme nada. Me quedé unos segundos pensando qué había ocurrido cuando cerré la puerta y me dirigí a mi invitada.

–Tengo una gran noticia. –sonrió emocionada, se sentó a los pies de mi cama mientras que yo me ponía enfrente de ella. –Mi hermana ha permitido que te unas al club con tus amigos.

–¿En serio? –sonreí ilusionada. –¿Cómo la has convencido?

–Ha visto tu gran trabajo quitando los hierbajos e incluso te has desmayado y ha accedido. Solo debes firmar el documento que te den tus amigos y entregárselo cuanto antes.

Sonreí emocionada hasta que recordé que antes de desmayarme seguían habiendo algunas malas hiervas, supongo que la persona que me dio la chaqueta también terminó de limpiar por mi. Le debo mucho a esa persona misteriosa, ojalá la encontrara pronto para agradecerle.

–También la he amenazado con su marido por si se oponía. –Ingrid siguió hablando y salí de mis pensamientos.

–¿Qué le dijiste? –Ingrid sonrió tanto que parecía el gato de Alicia en el país de las maravillas, viniendo de ella me esperaba cualquier cosa.

–Le he dicho que ojalá su marido le dé tan fuerte en la cama que le rompiera la columna. Luego ha apretado los puños y ha suspirado lentamente, y luego me ha dicho que te dijera que sí podías unirte al club.

Estuvimos hablando un rato hasta que mis amigas entraron en la habitación, ambas se sorprendieron de ver a la subdirectora sentada en mi cama hablando como si fuera una alumna más pero cogieron confianza y se unieron a la conversación.

Ingrid se marchó para irse a dormir y yo le comenté a mis amigas que bajaría a la cafetería para dejar la bandeja y de paso beber un poco de agua. Una de las cocineras cogió la bandeja y me sirvió otro vaso de agua, de regalo me dio una botella de un litro, cosa que agradecí.

Mientras regresaba a mi habitación comencé a pensar en la persona misteriosa, la verdad es que tenía curiosidad por saber quien era. Comencé a subir las escaleras hasta el primer piso donde se encontraban los dormitorios y me encontré con Helen, quien miraba su mano con una pequeña mueca.

–Vaya, mira quien ha aparecido. La chica que no ha acudido a la cena. –dijo Helen con una sonrisa, esta vez sin malicia.

–Para tu información me había desmayado. –iba a seguir diciéndole cosas hasta que me di cuenta de que tenía un pequeño corte en uno de sus dedos. –¿Qué te ha pasado?

–Me he cortado. No es nada, pronto sanará.

–Deberías curarlo antes de que se infecte. Ven.

Cogí su mano sana y la guié hasta un pequeño armario donde habían algunos medicamentos por si nos hacíamos cosas leves que no requerían de la enfermería. Cogí un poco de cristalmina y usé el spray en su dedo, luego cogí una pequeña tirita y la envolví alrededor de su herida.

Cuando alcé la mirada observé que Helen tenía su mirada perdida en mí, carraspeé y pareció salir de su trance. Miró su herida y movió un poco su dedo.

–¿Mejor?

–Sí, gracias. –susurró. –Hasta mañana.

Helen se marchó sin decir nada más, observé como caminaba hasta su habitación al final del pasillo y entró. Guardé lo que había utilizado en el pequeño armario y me marché a mi habitación, donde mis amigas estaban durmiendo plácidamente. Sonreí y me marché al baño para ponerme el pijama, no me fiaba de ellas y que en realidad estuvieran despiertas. Al terminar de asearme, caminé a la cama y me tumbé, apagué la luz de la mesita de noche y suspiré mientras caía en un profundo sueño.

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