Capítulo 13: El padre de Helen
Lo que se había convertido en una buena idea, ahora me resultaba la peor idea del mundo.
Estaba parada frente al gran edificio que era propiedad de la empresa de la familia de Helen, y en el último piso se encontraba la oficina de Joe Casteville, el padre de Helen. Selena me había conseguido un conjunto que contaba de: una falda negra hasta las rodillas, una blusa blanca y unas sandalias negras con plateado y un poco de tacón. Carly se encargó de maquillarme y peinarme, el peinado que me hizo fue una trenza a un lado, y del maquillaje eso ya es otro cantar, ya que no me gustaba mucho maquillarme.
–¡Vamos Celine! –me gritó Max desde el todo terreno.
Todos mis amigos habían venido para apoyarme, y parece ser que me esperarían en el coche de Ingrid para no dejarme sola. Los miré por última vez hasta que después de ir al baño por quinta vez, entré al edificio.
Todo era lujoso, no podía decir nada más. Una de las secretarias me atendió y me explicó que cogiera el segundo ascensor y subiera al último piso, donde el señor Casterville me esperaría. Le di las gracias y caminé hacia el ascensor, no sabía porqué pero me sentía observada, y era que algunos empleados me miraban de reojo, cotillas.
Cuando llegué al último piso la secretaria del señor Casterville me indicó que esperase sentada en el sofá de cuero que había, y eso hice. Para pasar el tiempo hablé con mis amigos por el grupo hasta que la secretaria me avisó de que ya podía recibirme el señor Casterville.
Abrí la puerta con las manos sudorosas y entré a la habitación, cerrando la puerta tras de mí. Al girarme vi a un hombre de pelo rubio como el de Helen y ojos verdes, me miraba serio y eso hizo que me pudiera aún más nerviosa.
–Soy Joe Casterville. –se presentó con educación. –¿Y usted es?
–Me llamo Celine Blackvour. –noté como frunció el ceño por un instante pero seguí hablando. –En realidad no vengo por negocios, vengo para hablar sobre Helen.
Mientras me sentaba en la silla que había frente a él noté que seguía mirándome fijamente, era como si se estuviera planteando seguir hablando conmigo o mandarme a la calle, cosa que esperaba que no fuera a suceder.
–Lo de mi hija ya está decidido desde hace años. Se casará con David Faz. –noté como en sus palabras había dolor.
–Pero usted no quiere, ¿verdad? –pregunté, y por su rostro sorprendido vi que acerté.
–Yo quiero que sea feliz, señorita Blackvour. Pero nuestra empresa necesita dinero para no quebrar, y los señores Faz son la mejor solución, así lo decidió mi esposa.
–Pero hay otras maneras de evitar que la empresa vaya a la quiebra. –dije desesperada. –No puede ser solo casando a Helen a la fuerza.
–No hubiéramos llegado a esto sino hubiera sido por culpa de su familia, señorita Blackvour. –dijo Joe con algo de rencor en sus palabras, dejándome sorprendida.
–¿Cómo? –susurré sorprendida.
* * *
Salí de la empresa del señor Casterville con más preguntas que respuestas, entré en el coche de Ingrid y todos mis amigos me miraron expectantes ante lo que fuera a decir, pero de mi boca no salió ninguna palabra, salvo decirle a Ingrid que regresase a casa.
Por el camino ninguno de mis amigos dijo ninguna palabra, conociéndolos, estaba segura de que me irían a preguntar cuando estuviéramos en casa de Ingrid.
Y acerté.
–¿Qué ha ocurrido con el señor Casterville, Celine? –preguntó Selena.
–Al parecer mis padres y ellos eran socios, pero un día notaron que faltaba dinero en sus cuentas y resulta que mi familia estaba cogiendo dinero de la empresa para su propio beneficio. –empecé a explicar. –Entonces decidieron romper relaciones e ir cada uno por su lado; la empresa Casterville siguió con su programa, y mis padres construyeron la empresa que tenemos con el dinero que robaron. Es por eso que nuestras familias tienen un poco de rencor.
–Esa si que no me lo esperaba. –dijo Ingrid bastante sorprendida. –¿Y ahora qué harás? ¿Qué hay de Helen?
–La idea de casarla es idea de su madre, el señor Casterville no tiene intención de casarla, pero es la única opción que tiene para evitar que su empresa caiga en la ruina.
–Debe haber otro modo. No tiene porqué casarse, además, todavía son muy jóvenes. –comentó Tere algo pensativa.
–Tiene que haber algo que podamos hacer. –continuó diciendo Carly, preocupada por su mejor amiga.
Me senté en el sofá para pensar en algo que pudiéramos hacer, si tan solo pudiera tener suficiente dinero para financiar a los padres de Helen.
Espera un momento.
¡Lo tengo!
–Sé lo que hay que hacer. –sonreí mientras me levantaba del sofá emocionada. –Contactaré a mis padres para hablar sobre lo que ocurrió con los Casterville y lo solucionaré.
–Pero...No creo que tus padres quieran hablar sobre eso, Celine. –comentó Selena.
–Es por eso que los obligaremos. –sonreí con malicia mirando a Ingrid, quien entendió a lo que me refería.
–Por fin podré usar mi sótano. –sonrió Ingrid.
–Me dan miedo. –comentó Max a sus amigos, quienes le dieron la razón.
* * *
Después de varias llamadas por mi parte y por Ingrid, mis padres decidieron volver de su viaje para venir. Ingrid iría a por ellos al aeropuerto mientras que Selena y los demás prepararían el sótano para su llegada, yo decidí ir con Ingrid pero de incógnito, por lo que me senté en los asientos más lejos de ella pero cerca para poder escuchar.
–¿Ustedes son los Blackvour? –preguntó Ingrid de brazos cruzados.
Pude notar como mis padres se sintieron intimidados al igual que mi hermano, los tres retrocedieron un paso y no pude evitar sonreír, era la primera vez que los veia así.
–Sí. ¿Y usted es?
–Soy Ingrid Ortz, soy la tutora de vuestra hija. –se presentó. –Bien, seguidme, tenemos mucho de lo que hablar.
–No nos iremos con una desconocida, hemos venido aquí por Celine. –replicó mi madre algo molesta.
–Vuestra hija está esperando en mi casa para hablar con ustedes, por su seguridad es mejor que me sigan.
Vi como mis padres junto con mi hermano decidieron seguir a Ingrid sin replicar nada. Me monté en el coche que tenía Max y fuimos antes a casa de Ingrid que ellos, justo cuando entramos a los segundos escuché como Ingrid metía la llave y abría la puerta.
Mi idea era taparles la cabeza a cada uno y bajarlos al sótano, para luego atarlos a una silla y hacer que hablaran. Pero Selena no nos dejó, para nuestra mala suerte. Así que nos conformamos con encerrarlos en casa de Ingrid mientras se sentaban en el sofá, al entrar ni me miraron a la cara. Simplemente se sentaron en el sofá y se cruzaron de brazos.
–¿Y bien? –preguntó mi madre, sin mirarme, y solo miró a Ingrid.
–Será mejor que mire a Celine, o yo misma le giraré la cara de un tortazo. –dijo Ingrid de mala manera.
–¿Qué necesitas, hija? –preguntó mi padre, viéndome con comprensión.
–Necesito que me digáis qué pasó con los Casterville. –dije y vi como mis padres se tensaron.
Ninguno de ellos habló, simplemente se quedaron en silencio y mirando a otro lado. No fue hasta que Ingrid tosió que mi familia me miró algo incómoda, y mis amigos estuvieron en silencio, observando todo.
–Joe y yo hicimos una empresa juntos, al principio nos costó y estuvimos a punto de cerrar cuando otro empresario nos financió y conseguimos salir adelante, pudiendo así expandir nuestra empresa y las mercancías que vendíamos. –comenzó a explicar mi padre. –Un día, se me ocurrió la idea de dividir la empresa para vender otro tipo de mercancía pero Joe se negó, queriendo seguir tal y como estábamos. Así que decidí sustraer una gran cantidad de dinero, y abrir mi propia empresa, la cual conocemos hoy en día.
–Desde ese día, los Casterville nos odiaron. –continuó mi madre algo desganada. –Al extraer tanto dinero la empresa casi fue a la banca rota, pero por suerte pudieron seguir adelante. Desde ese día cortamos lazos con esa familia.
–Pues será mejor que os habléis para lo que tengo pensado. –dije y me miraron sin entender. –Tengo novia, y es Helen Casterville, la hija de Joe.
–¿¡Qué!? ¡No nos puedes hacer eso, Celine! –exclamó mi madre alterada. –Te casarás por tu bien, nos lo debes por haber nacido. Todo fue por culpa de tu padre...
–¿A qué te refieres? –pregunté confundida, y vi como mi padre comenzó a ponerse pálido.
–Cariño, no hace falta que lo cuentes ahora. No es el momento. –dijo nervioso.
–¡Claro que no! Durante dieciocho años no ha sido un buen momento, es hora de que lo sepa. –contestó mi madre furiosa. –Celine, no eres nuestra hija biológica.
Todo el mundo en la sala quedó en un silencio sepulcral, miré a mis padres fijamente y a mi hermano, quien parecía ser el más sorprendido al igual que los demás. Intenté decir algo pero no salían palabras de mi boca y mi mente se había quedado en blanco.
–¿Qué? –logré susurrar.
–Tú no eres mi hija. –respondió mi madre. –Tu padre tuvo una aventura con una mujer a las semanas de casarnos.
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