2. El callejón Diagon

Terminamos de desayunar y nos preparamos para salir. Mí mamá se puso su mejor ropa de cuando aún era parte del mundo mágico, subimos a la camioneta y salimos camino a Londres.

El pueblo donde vivíamos, Prime Minister, quedaba a diez kilómetros de la ciudad de Londres y nos llevaría un tiempo llegar.

- ¡Casi lo olvido! - dijo mi mamá - te conseguí entradas para que vayas a ver a Luke Rogers.

- ¡Increíble! ¡Podré conocer a Luke! Uno de cinco.

Resultaba que yo era muy fan de la banda de pop mágico «Calderos y varitas» . ¿Cómo la conocí? Bueno, en realidad me la mostró mi mejor amiga Rebecca Hamilton.

Ella era muy fan de esa banda, formada por Luke Rogers, Tobías Johnson, Robert Hall, Marcus Hope y Lee Circus.

Aunque yo al principio me negaba a aceptar que era fan, logré reconocerlo dos años después del último álbum como banda que lanzaron antes de separarse y que nadie supiera el porqué.

Luke haría su primera gira mundial somos solista y cantaría las canciones de su álbum.

- Te conseguimos una entrada - me explicó mi mamá - . Tendrás que ir con alguien.

- Puedo con eso. Tal vez valla con Becca.

- Bien, pero antes deberán hablarlo ¿No crees?

- Tal vez la vea en Hogwarts - dije - . Además el recital será en abril. Todavía tengo tiempo.

Finalmente llegamos a Charing Cross Road y mi papá estacionó el auto.
- Bajen ustedes, chicas. Yo iré con Troy a caminar un poco.

- De acuerdo - dijo mi mamá y se dirigió a mi hermana - . Ally ¿Puedes ver El Caldero Chorreante?

- ¡Yo si puedo! - dije feliz.
- ¡Guau! ¡Yo también! - dijo mi hermano.

- ¡Y yo! - dijo mi hermana.

- Bien, entonces nosotras iremos al Callejón Diagon y ustedes pueden buscarnos un lugar para almorzar - dijo mi mamá.

- La verdad no sé qué es lo que ven tanto - dijo mi papá - ¡Yo no veo nada!

- Es que tiene encantamientos anti-muggle - expliqué.

- ¿Qué dices? - preguntó mi papá confundido.

- Son encantamientos que usan los magos para evitar que la gente no mágica vea sus lugares comunes. Es que eso podría desatar una guerra entre el mundo mágico y el mundo de los muggle - expliqué - . Hay una ley que prohíbe a los magos demostrar sus habilidades mágicas frente a los muggle. Porque podría resultar muy peligroso ¿Alguna duda más? ¡Porque me tengo que ir!

- Nada más. Muchas gracias, corazón - dijo mi papá - . Nos vemos en King of the Burgers.

- ¡Hecho! - dijo mi mamá.

- ¡Allí nos vemos! - dije bajando de la camioneta y cerrando la puerta.

Luego me dirigí con mi mamá y mi hermana al Caldero Choreante.
Entramos.

Al final se encontraba Tom, el viejo tabernero.

- ¡Buenos días, Tom! - saludó mi mamá.

- ¡Buenos días, Adeline! ¿Qué les sirvo? ¿O te diriges al Callejón Diagon? - dijo Tom.

- Hoy sólo iremos a comprar las cosas para que mí hija mayor, Melanie, comience Hogwarts.

- ¿Otra bruja de la familia Jones? ¡Felicitaciones! Pasen, ya sabes cómo llegar, Adeline.

- Desde luego - dijo mi mamá.
Entonces nos dirigimos a través del patio del bar hasta llegar a una pared de ladrillos que solamente había visto en películas.

- ¿De verdad un ladrillo es el que abre la puerta al mundo mágico?

- Así es - dijo mi mamá y tocó con su varita un ladrillo que abrió la puerta al Callejón Diagon.

Pasamos y comenzamos a caminar.
Había tiendas por todas partes y yo hubiera deseado tener más pares de ojos para poder mirar cada una de ellas.

Pero nos dirigimos a un lugar todavía más mágico e increíble: Gringots, ¡el banco de los magos!

- ¡No puede ser! - dije emocionada - ¡Iremos a Gringots!

- Exacto. Tenemos nuestra propia bóveda aquí - me explicó mi mamá - . Ally, cariño. No toques nada ¿Si?

- Si, mami - dijo mi hermana.

Entonces entramos y nos dirigimos a uno de los mostradores del banco atendido por duendes.

- Buenos días, Señora - saludó uno de ellos - ¿En qué la ayudo?

- Buendía, Gibert - saludó mi mamá - . Vengo a sacar dinero de mi bóveda. Soy Adeline Silverstein.

- Bien, Adeline. ¿Cuánto dinero va a sacar?

- Serán cien Galeons de oro, cincuenta Sickles y diez Knuts.

- Muy bien. ¿Será cambio de moneda muggle a moneda mágica?

- Si, por favor. Aquí tengo las Libras Esterlinas.

Le dió el dinero muggle y el duende nos guió hasta nuestra bóveda bajo tierra, para la cual tuvimos que tomarnos un trencito en el que entraban tres personas por vagón.

- Mejor yo voy con Adeline y tú ve con el duende - me dijo mi mamá.

- De acuerdo - accedí subiendo al tren.
Hicimos un trecho hasta que llegamos a la bóveda y entramos. Tomamos el dinero y salimos de regreso a la superficie. Una vez allí, salimos del banco y me dirigí con mi mamá y mi hermana a comprar la varita.

Entramos a la tienda Ollivander's y nos atendió el mismo Ollivander del parque Harry Potter en Universal Studios en Estados Unidos al que había ido hacia un par de años pero esta vez, se trataba del Real ¡No de un actor!

- ¡Por las barbas de Merlín! - dije sorprendida y emocionada - ¡Esto es genial!

- Buenos días, señorita - me saludó Ollivander - ¿Puedo ayudarla?

- ¿Me habla a mí? - le pregunté tontamente.

- Por supuesto, querida. ¿Cómo te llamas?

- Me...Melanie Jones - logré decir.

- ¡Melanie! Entonces tú debes ser Adeline - dijo el vendedor a mi mamá.

- Por supuesto - dijo mi mamá.

- ¡Cuánto has crecido! Y ellas deben ser tus hijas.

- Así es. La mayor, Melanie, irá a Hogwarts. A Troy lo hemos anotado en el primer grado de un colegio muggle y a la menor, Ally, en el preescolar del mismo colegio muggle.

- ¡Maravilloso! Espero poder venderles sus varitas. Ahroa nos encargaremos de Melanie ¿Bien? Sígueme, linda.

Entonces me guió hasta un mostrador.

- ¿Eres zurda o diestra? - me preguntó.

- Diestra - dije.

- ¡Igual que Adeline! - dijo y tomó un centímetro para medir mi brazo.

- Todavía recuerdo cuando le vendí su primera varita a tu madre. Era de madera de caoba de quince centímetros de largo y con pelo de unicornio. Parece que la tuya tendrá que ser de veinticinco centímetros de largo. Cómo debes saber, la varita elije al mago. Así que no te asustes si las cosas no salen bien a la primera.

- Bien - asentí.

Tomó una caja y luego de sacar la varita de dentro de ella, dijo:

- Madera de roble. Quiero que hagas un encantamiento de riego a las flores de ahí arriba ¿Las ves? - asentí - ¡Bien! Házlo, por favor.

- Bien ¿Qué tengo que decir?

- Di «¡Aguamenti!».

- Muy bien - apunté con la varita y dije el encantamiento pero nada pasó.

- No te preocupes. Jamás es a la primera. Prueba con esta otra de madera de bambú, traída de china. Pero esta vez, haz que el cajón de la pared se cierre solo.

- Intentaré.

Así estuve un buen rato, probando hacer magia con distintas varitas mágicas hasta que encontré la varita adecuada.

- Esta será - dijo Ollivander sin perder la paciencia - . Se trata de una varita de madera de caoba con pelo de unicornio.

- ¿Cuánto saldrá el chiste? - preguntó mi mamá.

- No te preocupes, Adeline. Serán solo veinticinco sickles de oro.

- Muy bien.

Mi mamá pagó y salimos del negocio de varitas.

- Vamos a comprarte el uniforme que esa tienda se llenará rápido en poco tiempo - me dijo mi mamá al salir de la tienda.

Luego fuimos a comprarme una mascota. Me elegí una lechuza porque  me pareció que era la mejor opción y la más práctica.

- Tal como Harry Potter - dije a mi mamá cuando salíamos de la tienda.

- Así es. A propósito, ¿quieres ir a almorzar primero y después vamos a comprar morse los libros o quieres que hagamos las cosas al revés?

- Tal vez será mejor que vallamos a comprar los libros y el caldero y luego vamos a comer.

- Bien. Así lo haremos.

Luego de comprar el caldero, nos dirigimos a Floorish y Blots por los libros del colegio.

- Ma, ¿Puedo pedirte que me compres un par de libros del mundo mágico para leer por mí cuenta? - le pregunté a mi mamá.

- Sólo uno ¿Cuál quieres?

- Quiero «los cuentos de Beadlee el Bardo» ¿Puedes?
- ¿Estás segura? ¿No quieres mejor uno más para tu edad? Puedo conseguirte «historia de Hogwarts».

- No. Quiero los cuentos de Beadlee el Bardo.

- Tal vez lo lleve para tu hermana. ¿Quieres, Ally? - preguntó mi mamá a mi hermanita.

- ¡Si, mami! - dijo la niña.

- Muy bien. Lo llevamos. ¿Quieres uno, Lannie?

- ¿De verdad me dejas llevar otro? - pregunté.

- Seguro, hija. Creo que tenemos suficientes Galeons.

- ¡Genial! Llevemos «la guía del jugador de Quidditch».

- ¿Te gusta el Quidditch? ¡No lo sabía! ¿Por qué no me lo haz dicho?

- Porque jamás he visto un partido real. Si a papá le gusta el fútbol - dije.
- Bien. Llevaré el libro. Si querés una escoba puedes usar mí vieja Estrellita Fugaz 1987.

- Tal vez - dije no muy convencida.
Luego pagamos y regresamos al Caldero Chorreante.

Salimos a Charing Cross Road, y nos dirigimos al lugar donde se encontraban mi papá y mi hermano.
En el camino, les escribí a mis amigas para contarles todo lo que me había comprado en el Callejón Diagon.

- ¡Es increíble! - escribía Emma Withe que estaba muy interesada por asuntos del mundo de los magos.

- ¡Genial! ¡Quiero ir a Hogwarts! - escribía Lana Johnson. 

- ¡Increíble! Pero te vamos a extrañar mucho en nuestro mundo - escribía Rebecca Hamilton.

- ¡Gracias a todas! Pero quiero pedirles algo. ¿Pueden por favor no mencionarlo en la escuela? Si alguien les pregunta, digan que me cambié de escuela porque me llevaba muy mal con mis compañeros pero no digan queme fui a Hogwarts. ¿De acuerdo?

- De acuerdo - escribieron Emma y Lana.

- No te preocupes. No diremos nada - escribió Rebecca.

- Melanie - me llamó mi papá - ¿Ya te decidiste, corazón?

- ¿Qué dices? ¡Ah, si! - dije volviendo a la realidad - Quiero una hamburguesa con doble cheddar y tocino. Sin cebolla.

- Muy bien - dijo el empleado - ¿Con papas fritas?

- Si, por favor. Y que sean medianas.

- Bien ¿Qué tomas?
- Coca-Cola.

- Sin azúcar - completó mi mamá - . Y que sean tres y dos aguas minerales sin gas.

- Mamá, no es necesario que todos sea tan saludable - bromee.

- ¡Sino no podríamos vernos bien en las fotos! - bromeó mi mamá.

Después pagamos y nos dieron un vibrador que sonaría cuando nuestra comida estuviera lista.

- Una foto para mi Instagram - dije tomando mi celular y abriendo la cámara.

- ¿Por qué con tu iPhone? - me preguntó mi hermano.

- Porque saca las mejores fotos - dije.

- Los iPhone son una basura. ¡Los Moto son mejores!

- Todos nuestros celulares son buenos - lo atajó mi mamá.

- Pero los iPhone son caros y, si se rompen, sale el doble repararlos - dijo mi papá.

Almorzamos y después de tirar la basura que quedó, regresamos a la camioneta y a mi casa.

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