Capítulo 17

Hola hola!!!
Ya hemos pasado el ecuador de la novela y empieza la acción.
Espero que os guste y me dejéis comentarios y votos, lo agradezco de corazón.
Ahora, a seguir con Sam.
----------------------------------

No comprendo muy bien qué está pasando. Pensé que había tenido suficiente con todo lo que me dijo durante la comida, pero parece ser que todavía se guardaba algunas cosas dentro y necesita sacarlas. Si no ¿de qué quiere hablar conmigo?
Me mira, le miro. No hablamos, está esperando una respuesta por mi parte. Parece calmado, demasiado tranquilo como para provocar una tempestad en unos segundos.
Debería ser fuerte y decirle que no, que con lo de antes he tenido suficiente, que no voy a aguantar más reproches o acusaciones por su parte. Sus ojos, sus malditos ojos me confunden y consiguen que asienta sutilmente con la cabeza.
-Siento mucho lo que te he dicho antes – comienza dejándome muda – No debería haberme puesto así y tampoco debería haber nombrado a Marco. Por supuesto que no tuviste la culpa de su muerte – hace una pausa y se frota la nuca – He explotado y he dicho cosas que en realidad...
-No sigas – lo interrumpo – Has dicho lo que sentías y eso está bien. Necesitabas desahogarte y lo has hecho. No te preocupes por mí, estoy bien – doy un paso hacia la puerta – Era lo único que nos quedaba hacer para cerrar esta relación para siempre.
-¿Para siempre? - pregunta frunciendo el ceño mientras yo me acerco más a la puerta.
-Sí, para siempre - ¿por qué le extraña tanto? Era exactamente lo que él quería desde hace tiempo, ahora que hemos cerrado todos los capítulos que teníamos abiertos podemos seguir nuestras vidas por separado. Con el mismo gesto mira al suelo, no entiendo su reacción, debería alegrarse. Bueno, quizá no tanto, pero sí debería estar aliviado – Eso es lo que querías, ¿no?
-Sí... Claro – puedo notar la duda en su voz.
-¿Necesitas decirme algo más? Estoy dispuesta a ser tu diana si así puedes quedarte tranquilo y vivir en paz – intento razonar con él.
-No tengo nada más que decir.
-Entonces... ¿ya está? - pregunto desde la puerta.
Avanza hasta el fregadero y apoya ambas manos en el borde, dándome la espalda. Su forma de actuar me confunde. Pensaba que al poner punto y final a nuestra historia se sentiría tranquilo, pero parece de todo menos eso. Se gira un poco y parece que va a hablar, pero cierra la boca y vuelve a la misma postura en la que estaba. Mis pies cobran vida propia y me acerco hasta quedar a un metro.
-¿Estás bien? - me atrevo a preguntar.
-Sí... No... No lo sé – duda.
-¿Puedo hacer algo para ayudarte? - ofrezco a pesar de que no debería, nuestra relación debería ser inexistente si quiero que mi cordura siga presente.
-Puedes.
Se gira rápidamente, coloca una mano en mi nuca, la otra en la parte baja de mi espalda y me atrae con fuerza hasta que nuestros labios colisionan. ¡Dios! Me está besando, después de tanto tiempo vuelve esta conexión que consigue erizar el vello de todo mi cuerpo y flaquear mis rodillas. Si no fuera por la fuerza con la que me sujeta, juraría que esto es un sueño.
Los sentimientos y las ganas emergen dando lugar a un beso rudo, lujurioso. Su lengua y la mía bailando el más erótico de los bailes, acopladas perfectamente. Nuestras manos juegan a tocar, palpar y sentir. ¡Estoy en el cielo, en el puto cielo! No quiero que acabe nunca este momento, quiero que sea el beso eterno porque en cuanto nos separemos todo cambiará y la realidad nos aplastará.
Sus movimientos bruscos me indican que su necesidad se asemeja a lo mía. No podemos estar juntos, lo nuestro se ha terminado, pero en este instante nos necesitamos tanto que olvidamos absolutamente todo y nos dejamos llevar.
Mi pecho sube y baja por la falta de oxígeno, sería capaz de sufrir un paro respiratorio con tal de no romper el contacto. Pensé que no volvería a catar estos labios que son tan familiares para mí, pero la suerte se ha puesto de mi lado por una vez.
Lo más extraño es que ha sido él quién ha dado el primer paso. Cuando creí que me odiaba más que a nadie, me sorprende besándome.
Da un paso atrás justo un segundo antes de que entre Luca en la cocina. Viene con en resto de los platos sucios. Leo y yo disimulamos como podemos y recuerdo a qué había venido a la cocina. Abro la nevera y cojo un paquete de cervezas. Antes de salir de la cocina me atrevo a mirarle. Su expresión denota duda, o quizá arrepentimiento. Seguro que se arrepiente de haberme besado. Agacho la mirada y salgo al jardín con la sensación de haber metido la pata hasta el fondo.
En la mesa todos continúan con la conversación, como si hace cinco minutos mi vida no hubiera dado un vuelco. Otra vez tengo que lidiar con este sentimiento tan fuerte, amar a una persona con la que es imposible tener una relación va a acabar conmigo.
¿Por qué me ha besado? Supuestamente debería haber sido el fin de nuestra relación. Ahora vuelven las dudas, los temas pendientes y ese peso que cargo sobre mis hombros.
Me siento con los demás intentando concentrarme en el tema de conversación, cosa que se me hace tremendamente difícil.
Leo y Luca salen de la casa. Luca le está contando algo a Leo, pero éste parece prestarle poca atención. Nuestras miradas vuelven a conectar y, no sé si por vergüenza o porque me intimidan esos ojos, agacho la mirada y la centro en la cerveza que tengo entre las manos.
A partir de ahora... ¿qué? ¿Ha sido un punto de inflexión, un inciso en esta montaña rusa o un momento en el que hemos bajado la guardia? ¿Volverá a pasar? Realmente no tengo muy claro que es lo mejor. Me lo comería a besos, devoraría todos y cada uno de los poros de su piel, pero no es lo correcto. No somos buenos el uno para el otro y esto no debería volver a ocurrir.
La noche continúa y consigo seguir la conversación. Leo y yo no cruzamos palabra, pero intervenimos de vez en cuando. A la una de la mañana me siento agotada, más psíquica que físicamente. Me despido de todos con una hasta mañana y voy hacia mi habitación. Después de lavarme los dientes y ponerme el pijama, me meto en la cama.
Las carcajadas del exterior se cuelan entre las cuatro paredes de mi cuarto. Debería haber sido un fin de semana tranquilo, de relax, para disfrutar de la compañía de mis amigos. En cambio se ha convertido en un quebradero de cabeza.
Toco con suavidad mi labio superior, cierro los ojos e intento revivir el beso. Cuanto he echado de menos sentir su boca y tenerlo cerca. Al ver la dirección que están tomando mis pensamientos retiro rápidamente el dedo de mis labios y abro los ojos. No puede ser, no debe ser, tengo que concienciarme de que no volverá a pasar. Al final me tumbo de lado, mirando hacia la ventana, intentando dormirme y dejar de pensar en el día de hoy.

Algo me despierta cuando todavía es de noche. La cama cede y noto como alguien sube a ella y se tumba justo detrás de mi. Abro los ojos pero veo muy poco en la penumbra. Poco a poco me giro y me encuentro con Leo, está tumbado a mi lado, apoyado en un codo. Acerca la otra mano hacia mí y posa un dedo en mis labios, pidiéndome que guarde silencio. Abre las sábanas y se mete dentro de la cama. Yo no muevo ni un músculo, no sé qué va a hacer. Se coloca frente a mi y directamente se lanza a besarme.
Olvido todo lo que me había prometido a mí misma y me dejo llevar, otra vez. Nos besamos con pasión hasta que, un minuto más tarde, me abre las piernas con una rodilla y se acomoda entre ellas. Lo tengo encima, espléndido, radiante y excitado. No me amedrento ante la sensación de no estar haciendo lo correcto, las ganas pueden con todo sentimiento de culpa.
Levanta la pelvis y me baja las braguitas mientras yo me quedo quieta, no sé como reaccionar. ¿Vamos a tener sexo? No es que no quiera, pero sé que después me arrepentiré. Lo que también me duele es que él se arrepentirá más que yo. Por eso no me muevo, pero tampoco le detengo. Saber que puedo conectar con él de la manera más carnal que existe siendo lo peor que podemos hacer en este momento hace que se me inunden los ojos. El dolor que siento por dentro crece a medida que me doy cuenta de que si seguimos adelante solo será sexo, nada más que eso, sexo. Sin sentimientos, sin ataduras, sin relación, tan solo dos personas practicando sexo. Yo no quiero eso entre nosotros, quiero recordar todas y cada una de las veces que hemos hecho el amor, y si follamos, este momento nublará al resto.
Se baja el calzoncillo y se coloca en posición. Sigo sin moverme, centro todas mis fuerzas en evitar derramar las lágrimas que se acumulan en mis ojos. Fracaso deliberadamente y empiezan a brotar bañando los laterales de mi rostro. Cierro los ojos pero me tiembla la barbilla y vuelvo a abrirlos.
Justo antes de penetrarme me mira y se da cuenta. No puedo disimular el miedo que tengo a equivocarme y hacer algo que, cuando acabe, me provocará mucho más sufrimiento.
Se aparta lentamente mientras se sube la ropa interior. Su gesto también ha cambiado, parece comprender lo que me ocurre. Sabe que le quiero, que lo haré siempre, y no había pensado en el daño que me podría causar.
Cierra los ojos con fuerza durante un par de segundos. Yo sigo en la misma posición, como inerte. Las lágrimas siguen brotando sin poder hacer nada al respecto.
-Perdóname – susurra.
Sin decir nada más, se levanta de la cama y se va.
Mi pecho se contrae, tanto, que duele. Me tumbo en posición fetal e intento contener los sollozos. No quiero que nadie me oiga llorar, no sabría cómo explicar lo que ha pasado. Podría haber estado con la persona que más quiero en el mundo, pero no sería suficiente. No soportaría verlo marchar después de haber tenido sexo, sin un beso, sin un abrazo. No aguantaría la sensación de volverlo a perder.
No consigo dormir en toda la noche.

Por la mañana me levanto la primera. Preparo café y tostadas. No sé a que hora se acostaron los demás, pero dudo mucho que se levanten temprano. Coloco unas tazas y todo lo necesario para el desayuno en la mesa del jardín. Desayuno con un café en las manos y las piernas flexionadas encima de la silla. Pierdo la noción del tiempo mirando el limonero.
Vuelvo a la realidad cuando Leo sale de la casa. Viene hacia mí y no se me cae la taza de las manos de milagro. Se sienta en la silla que está junto a la mía. Me mira detenidamente y empieza a hablar.
-¿Has dormido?
-No mucho – respondo a la pregunta que menos me esperaba.
-Yo tampoco – hace una pausa y continúa – Siento mucho lo que ocurrió anoche. No fui consciente de las consecuencias que podría ocasionar. Me dejé llevar por un impulso y no me di cuenta hasta que te vi llorar – hace un gesto cansado y apoya los codos en las rodillas – No quería que te sintieras obligada a hacer algo que no querías hacer. No volverá a ocurrir.
Tardo un poco pero reacciono.
-Creo que no has entendido nada – cruzo las piernas encima de la silla y dejo la taza en la mesa – No me estabas obligando a nada que no quisiera hacer. Todo lo contrario – intento buscar las palabras que le hagan entender – Quería hacerlo, pero no quería enfrentarme a la soledad que vendría después. No quiero follar contigo ni quiero que el recuerdo de un encuentro que sería solo sexo empañe todos los recuerdos que tenemos haciendo el amor. No me bastarían cinco minutos si no te puedo tener toda una vida.
Veo como por fin lo entiende. Apoya la espalda en el respaldo y lo piensa.
-No podemos estar juntos – sentencia mirándome fijamente.
-Lo sé.
No sé si me duele más su conclusión o mi respuesta, solo sé que duele decir las palabras en alto. Es como dar por finalizado todo, como cuando terminas un libro que te enamora o una serie que te encanta, se termina y te quedas vacío por dentro. Así me siento ahora mismo.
Delia y Luca se unen a la mesa y damos por finalizada la conversación y, por mucho que me duela, nuestra relación.
Los tres se sirven el desayuno mientras yo llevo la taza a la cocina. Aprovecho la soledad de la estancia para relajarme. Apoyo la espalda contra la pared y respiro profundamente mientras cierro los ojos. Se ha terminado, para siempre. Hemos llegado a la misma conclusión y estamos de acuerdo. No me alegro por ello, todo lo contrario. Me ilusioné después del beso que nos dimos aquí, en esta misma cocina, pero no podía ser. Tenemos demasiados altibajos a nuestras espaldas como para retomar una relación, incluso una amistad. Lo mejor es cortar todo lazo que nos une y seguir cada uno con su vida.
Dante entra en la cocina y me pongo en marcha. Dejo la taza en el fregadero y me sirvo un poco de agua fría.
-Buenos días – saluda.
-Buenos días – respondo después de tragar.
-¿Estás bien? Tienes los ojos hinchados y rojos – se acerca y me inspecciona de cerca.
-Estoy bien, será por la alergia – intento disimular.
-No, no, ésto no es por la alergia. ¿Qué te ha dicho? - pregunta con tono enfadado.
-Nada.
-Dime qué te ha hecho.
No puedo evitarlo y rompo a llorar. Sus brazos me rodean con fuerza mientras me intenta consolar. Me derrumbo ante mi mejor amigo cuando no puedo más. Cierra la puerta con el pie sin separarse de mi. Sus caricias en mi pelo parecen surgir efecto y me voy calmando. Poco a poco vuelvo a respirar con normalidad y me separa para volver a mirarme.
-Cuéntamelo – pide.
-Simplemente se acabó. Hablamos y llegamos a la misma conclusión. No podemos estar juntos y eso me rompe por dentro, Dan.
-Mi pequeña gran mujer, - sostiene mi rostro entre sus manos – eres fuerte y podrás con ello. El tiempo curará la herida y podrás retomar tu vida.
-Le quiero, y eso no va a cambiar. Sé que parece de locos, pero me veo incapaz de rehacer mi vida con alguien que no sea él – sigo sorbiendo por la nariz.
-Ayer estabas convencida de que era lo mejor, lo habías asumido. ¿Qué ha cambiado?
-Me ha besado, – Dan pone cara de sorpresa – dos veces.
-¡¿Cuándo?! - eleva un poco la voz.
-Ayer por la tarde y anoche – me tapo la cara con las manos y él pone las suyas en jarras.
-No entiendo nada – agita la cabeza – Me estás diciendo que ayer te besó.
-Sí.
-Dos veces...
-Sí.
-¿Y hoy estás llorando porque se ha acabado para siempre?
-Sí...
-¡¿Cómo se va a acabar para siempre?! Si os habéis besado es porque todavía existe alguna posibilidad de que volváis a estar juntos.
-No, Dan. Intentó... ya sabes – no sé cómo decírselo – tener relaciones.
-¡Mejor! - dice alegre.
-Pero sería solo sexo – su gesto cambia en cuanto lo comprende.
-Y después no habría nada.
-Exacto – afirmo con dolor.
-Lo siento mucho. Siento haberte metido en este lío. No debimos tenderos una emboscada para que aclaraseis las cosas entre vosotros.
-Puede que haya sido lo mejor, así por lo menos sé que no hay retorno. Él seguirá con su vida, será feliz y, yo... seguiré viviendo – le ofrezco una pequeña sonrisa, él me responde con una muy tierna – Ahora desayuna que hay café hecho.
Sale de la cocina no muy convencido. Lo apremio empujándolo un poco. No quiero admitirlo, pero necesito un poco de soledad.
Mientras friego la taza miro por la ventana. Están todos sentados al rededor de la mesa del jardín, sonriendo y charlando, incluso Leo sonríe. Se ve que para él poner el punto y final no significa lo mismo que para mí. Puede parecer extraño, pero me reconforta saber que, por lo menos, uno de los dos conseguirá ser feliz. Me alegro de que sea él.
Termino de fregar y vuelvo a mi habitación. Necesito hacer ejercicio para despejarme. Me pongo la ropa de deporte, me hago una coleta alta, cojo el reproductor de música y salgo por la puerta despidiéndome de todos con la mano.
Comienzo corriendo despacio por el camino de tierra, y a medida que voy entrando en calor voy aumentando la intensidad. Me concentro en levantar los talones y en la música que sale por los auriculares. Elton John canta Sorry seems to be the hardest word mientras toca el piano. Como dice la canción, ¿qué digo cuando todo ha terminado? Nada, absolutamente nada.
El sol empieza a calentar demasiado y miro el reloj. Las doce del mediodía. Llevo corriendo demasiado tiempo. Las tripas me dan la razón y suplican que ingiera algo cuanto antes.
Entro en el jardín y están todos en la piscina divirtiéndose. Me siento como un monigote ahora mismo. Nunca me ha gustado ser el centro de atención, ni tener a todo el mundo encima, pero ahora mismo me siento aislada, como si sobrase en este grupo.
Nadie se ha dado cuenta de que he vuelto y aprovecho para subir a darme una ducha.
Una vez me he quitado todo el sudor de encima vuelvo a mi cuarto. Me siento encima de la cama, con las piernas cruzadas, mirando el cuadro de mis padres. Ellos tampoco tuvieron la oportunidad de ser felices durante mucho tiempo. Debería ser consciente de que mi vida se va a parecer mucho a la de Teo. Seré una soltera enfrascada en su trabajo, intentando ayudar a los más necesitados con diversas galas y donaciones. Así será mi vida.
-¡Toc, toc! - Delia entra en mi habitación y se sienta a mi lado – Me ha contado Dante lo que ha ocurrido. Lo siento mucho, Copito – me mira con esa carita que guarda solo para momentos importantes.
-Tranquila, se me pasará – sonrío para dar veracidad a mis palabras.
-Sé que será difícil, te costará y lo pasarás mal. Pero recuerda que sigues teniendo gente que te quiere y no se separará de tu lado. No sé dónde están, pero los hay – bromea mirando hacia todos lados y consiguiendo una sonrisa sincera por mi parte.
-Gracias por estar aquí – apoyo mi frente en su hombro y ella me acaricia el pelo.
-Siempre, ya lo sabes.
Se levanta demasiado rápido para su estado actual y camina hacia la puerta. La abre pero se detiene y me mira con dulzura.
-Te quiere, más que nunca, pero cree que ya habéis sufrido demasiado.
Dicho ésto sale de la habitación. Vuelvo a quedarme sola con mis pensamientos, los cuales van todos en la misma dirección, Leo. A cada segundo que pasa veo más difícil seguir con mi vida. Los comentarios de mis amigos tampoco ayudan, pero necesito pasar lo peor para después resurgir de mis cenizas. ¿Me quiere? Puede que sí, pero no tanto como lo hacía antes. Es imposible después de todo por lo que le he hecho pasar.
Termino de prepararme y bajo a comer. Dante e Izan están en la barbacoa preparando las brasas. Delia y Luca se besuquean dentro de la piscina. Al que no veo es a Leo, quizá haya salido a dar una vuelta. Miro hacia el camino de entrada y no veo su coche. Se ha ido.
Camino hacia la barbacoa ignorando el hecho de que no lo volveré a ver. Tengo que seguir adelante.
-¿Os ayudo en algo? - ofrezco.
-No hace falta, solo queda meter las chuletas cuando las brasas estén listas – responde Izan con una sonrisa.
-Si quieres puedes preparar una mayonesa de ajo para acompañar – añade Dante – Te queda brutal.
-Claro – sonrío.
Voy a la cocina y saco todo lo necesario. Hacer cosas me distrae y eso está bien, así que intentaré no parar hasta que me haya acostumbrado a la idea de no volver a saber de él. Empezaré por borrar su nombre de mi memoria.
Vierto la salsa en dos cuencos y pongo la mesa. Coloco todo a la perfección. Distracción es lo único que necesito y eso hago.
Delia y Luca salen del agua cuando vienen Izan y Dante con las bandejas de la comida. Abrimos una lata de cerveza para Izan y para mi, ya que somos los únicos que no vamos a conducir, y empezamos a comer. Nadie dice nada respecto a lo que ha pasado y me alegra. Saben que es momento de silencio en ese sentido y respetan mi tiempo de reflexión.
De postre sacamos una tarta completamente blanca y unos regalitos para la futura mamá. Delia, ilusionada, los abre uno por uno. El que más gracia le hace es un babero que le ha comprado Izan en el que pone “Mi mamá está loca y yo soy clavada”. La verdad es que está para encerrar, ha asentado la cabeza, pero sigue siendo una persona increíblemente especial. Yo la he regalado un cojín de lactancia, para que no tenga problemas de espalda, en uno de los extremos mandé bordar el nombre de la pequeña, Samanta. Me ilusiona ser tan importante para esta familia como para ponerle a su hija mi nombre, es todo un honor.
Terminamos el postre y recogemos la mesa. Después cada uno vuelve a hacer su maleta, se acabó el fin de semana de “relax”. Cierro todas las puertas y nos montamos en los coches. Tenemos que repetir, a pesar de todo, me ha venido bien pasar tiempo con los míos fuera de la rutina.

Cuando por fin llego a mi casa dejo la nevera en la cocina, la maleta en el suelo de mi habitación y me dejo caer encima de la cama. Mañana inauguramos el gimnasio y tengo que coger fuerzas.

El despertador suena a las siete de la mañana y yo... me quiero morir. ¿Quién en su sano juicio se levanta a las siete de la mañana en vacaciones? La misma que abre el gimnasio de su padre biológico, osea yo.
Me desperezo como puedo y enciendo la cafetera. Mientras calienta me doy una ducha rápida. El espejo me muestra el reflejo de una mujer con unas ojeras pronunciadas, el pelo enredado y con más curvas que nunca. Me aplico corrector debajo de los ojos y lo dejo actuar mientras me hago un moño alto con el pelo, bonito pero informal. Termino de extender el corrector y aplico una fina capa de maquillaje, nunca me ha gustado pero en momentos difíciles, medidas desesperadas. Un poco de rímel y pintalabios completan la transformación.
Vuelvo a la cocina y caigo en que me he maquillado antes de desayunar, después tendré que lavarme los dientes y se me quitará el pintalabios. Será repetir el proceso pero tengo la cabeza en todas partes menos dónde debo ahora mismo.
El café me sienta de maravilla y consigue espabilarme en cuestión de minutos. Me vuelvo a maquillar, me visto con un vestido azul cielo hasta las rodillas con un cinturón negro y ya estoy lista para salir.
Monto en el coche y conecto el USB. Chandelier de Sia suena por los altavoces. Tarareo la canción mientras conduzco hasta el gimnasio.
Son las ocho de la mañana y llego la primera. Me cargo con el bolso y algunos papeles que necesitaba y voy a abrir la verja. Cuando me acerco a la puerta veo a Mila llegar. Está guapísima vestida con un top rojo y una falda de tubo negra. Se acerca corriendo hacia mi.
-Espera que te ayudo – dice mientras se acerca.
La ofrezco los papeles que tengo en el brazo izquierdo y los coge para que pueda abrir la verja. Entramos, encendemos todas las luces y el gimnasio se ilumina por completo. Está prácticamente todo listo para la inauguración. Tan solo queda colocar unos platos en las mesas con bebidas y algo de picoteo.
Mila abre la puerta trasera, la que comunica con la terraza. El Sol ilumina un poco más la estancia. Abriremos las puertas al público a las diez, tenemos casi dos horas para terminar los preparativos.
Me siento en el sillón del despacho de Teo, bueno, ahora mi despacho, y contesto un montón de correos que tenía pendientes. Hago unas llamadas de última hora para cerciorarme de que todo estará a punto. Neo traerá las bebidas dentro de media hora, Dante se ocupará de los canapés, los traerá y colocará en las mesas. De la decoración se encarga Amanda, nos ha ayudado mucho en la rehabilitación del local.
Mila y yo nos tomamos un café tranquilas en el despacho mientras esperamos a que lleguen los chicos con las cosas. Hablamos sobre todo de lo nerviosas que estamos por el desconocimiento de cómo funcionará el gimnasio ahora que no está Teo. Poco a poco contrataremos a más personal para volver a ofrecer las clases y cursos que se ofrecían antes. El puesto de profesor de surf está libre y, a pesar de que Teo pidió en su testamento que Leo conservara su puesto de trabajo, creo que va a seguir siendo así.
Por fin vemos entrar por la puerta a Dante y Amanda. Nos dividimos, Amanda y Mila cuelgan banderitas por el local y diversos adornos de papel mientras Dante y yo vamos colocando todos los aperitivos en sus respectivas bandejas y mesas.
Diez minutos después llega Neo con las bebidas y los vasos de plástico. Lo repartimos por las mesas a partes iguales y por fin hemos terminado.
-Creo que ya está – concluye Mila con una sonrisa de oreja a oreja.
-Como alguien diga que es cutre, nos encontraremos en el ring – bromea Neo.
-No es cutre, es una inauguración informal. Como en las fiestas de los pueblos – afirmo.
-Solo falta una cosa – comenta Dante mirando hacia el despacho.
Entra y yo lo sigo. Saca un USB de su bolsillo y lo conecta en la cadena de música. Un leve sonido prácticamente inaudible sale por los altavoces de todo el gimnasio. Gira la ruleta del volumen y ahora se puede escuchar perfectamente a American Authors cantar Best day of my life. Esta canción me hace sonreír al instante.
Dante me agarra por la cintura con una mano y con la otra coge una de las mías, como si fuésemos a bailar un vals, pero nos movemos con alegría, girando en todas direcciones y riendo como locos. Amanda y Mila nos imitan y empiezan a bailar. Neo nos observa con una sonrisa enorme y negando con la cabeza, tiene asumido que estamos todos locos.
Giro para un lado, giro para el otro lado, me sujeta fuerte y me inclina hacia atrás. Río como una chiquilla, una chiquilla sin preocupaciones, una chiquilla feliz. Sé que Dante está intentando animarme y, poco a poco, lo va consiguiendo.
Termina la canción y seguimos sonriendo hasta que Amanda mira el reloj y nos informa de que son las diez. ¡¿YA?! Otra vez nos invade el nerviosismo, a Mila se le ve el pánico en la cara. Neo le da un beso en los labios para tranquilizarla.
Doy una palmada y nos ponemos en marcha. Dante vuelve a entrar en el despacho y baja el volumen de la música. Amanda se sitúa en la recepción, su lugar de trabajo y dónde se siente más cómoda. Neo va hasta la puerta y espera a que Mila y yo le hagamos una señal para abrir las puertas. Nosotras nos situamos en el centro del gimnasio para ir saludando a todo aquel que entre.
Mila y yo nos miramos, chocamos los puños y le hace un gesto con la cabeza para que abra por fin esas puertas al público.
No teníamos ni idea de cuanta gente podría venir, pero nunca nos hubiéramos imaginado la cantidad de personas que está entrando. Ponemos nuestra mejor sonrisa y vamos saludando a todo el mundo. Muchos son conocidos, habituales de este gimnasio y vecinos, pero me sorprende ver a parte de la familia de Teo.
Gio está entre ellos, se acerca con una amplia sonrisa y yo se la devuelvo.
-Hola prima – saluda con un pequeño abrazo al cual respondo encantada.
-¡Hola! - la voz me sale aguda, estoy demasiado nerviosa.
-Está todo genial. Y el nombre, perfecto – me guiña un ojo.
-Era lo mínimo que podíamos hacer. Este era su negocio, era su vida – me entristezco al recordar a Teo, sigue resultando raro no verle entre estas paredes.
-Le habría encantado – me anima poniendo una mano en mi hombro.
-Le horrorizaría poner su nombre al gimnasio, pero... no me puede regañar – sonrío imaginando la cara que hubiera puesto Teo al ver su nombre en la fachada.
-¿Cómo estás? Hace mucho que no sé de ti.
-Bien, no sé, resulta extraño estar aquí sin él.
-Terminarás acostumbrándote.
-He ido a visitarle bastante últimamente.
-¿Quién eres, la de la rosa o la de las margaritas? - pregunta para mi sorpresa.
-La de las margaritas. ¿Cómo sabes eso?
-Porque también lo he visitado alguna vez. Ya te dije que le tenía mucho cariño a mi tío, a pesar de vernos muy poco siempre existió ese sentimiento.
-Me alegro de que su recuerdo perdure para alguien más – digo de corazón – Gracias.
-No tienes por qué darlas – sonríe.
-Entonces... ¿no eres tú el de la rosa?
-No, por eso te lo he preguntado.
-Pues parece que alguien más lo visita, y bastante a menudo diría yo. Todos los días que iba me encontraba una rosa roja fresca. ¿Ninguno de tus familiares es quién le lleva las rosas? - pregunto curiosa.
-No – niega con la cabeza – Creo que ninguno de ellos ha vuelto al cementerio – parece entristecerle pronunciar esas palabras en alto.
-Tranquilo, no les culpes – le ofrezco una sonrisa para demostrarle que no me importa, y es verdad, prefiero que no vayan a visitar su tumba si no es lo que realmente quieren.
-Han venido mis padres y algunos de mis tíos y primos. ¿Te gustaría conocerlos? - pregunta entusiasmado.
-¡Por supuesto! - respondo con una sonrisa.
Vamos hacia el cúmulo de gente y empiezan las presentaciones. A algunos los recuerdo del entierro y del día en el que se abrió el testamento. Empiezo a escuchar muchos nombres pero a los dos segundos se me olvidan. No veo por ninguna parte al tío de Gio que me encontré robando aquí mismo hace unos días, parece que se tomó al pie de la letra mi amenaza.
Charlamos en grupo y me preguntan un montón de cosas. Yo respondo a todas, les hablo sobre mis padres, Carter y Casey, sobre mi hermano Amico, mi cuñada Ania y mi sobrina Maia. Me preguntan sobre mi infancia y mi adolescencia, respondo omitiendo los detalles escabrosos, el alcohol las drogas y el sexo no tienen cabida en esta conversación.
Cuando me preguntan por cómo terminé aquí, en Ciutadella, les cuento la historia de Marco, que fue asesinado y, por casualidades de la vida, me encontré en la misma ciudad en la que nací.
“El mundo es un pañuelo”, comenta uno, “Me alegro de conocerte por fin”, afirma otra. Y así pasa el tiempo, conversando y sonriendo a todo aquel que se me acerca.
Observo como Dante, de vez en cuando, rellena las bandejas con bocaditos para que no estén nunca vacías. La profesionalidad le sale sola, no puede evitarlo.

Van pasando las horas y el establecimiento sigue a rebosar. Me acerco a la recepción para hablar con Amanda.
-¿Cómo va eso? - pregunto.
-¡Genial! Tenemos casi treinta nuevas inscripciones – responde con una sonrisa de oreja a oreja.
-¡Eso es estupendo! - doy una palmada por la alegría.
-Además ha venido un hombre para informarse sobre el trabajo de monitor de surf.
Mi sonrisa casi se deteriora, pero consigo mantenerla en alza. Ese puesto debería ser para Leo, pero las cosas no siempre son como deberían.
-¿Qué le has dicho? - pregunto.
-Que se pasase mañana para hablar contigo, que hoy estabas un poco liada – dice con ironía y media sonrisa.
-Perfecto. Ahora mismo tengo la cabeza a mil por hora con toda esta gente, no sabría ni qué decirle.
-Si hay buenas nuevas, te informo – me guiña un ojo.
-Ok – le devuelvo el guiño.
Me acerco otra vez a la multitud. Dante está junto a la salida de la terraza, me saluda con la mano y voy hacia allí. Pero me detengo cuando escucho el sonido de mi teléfono móvil. En la pantalla aparece un número desconocido, así que corto la llamada y sigo caminando en dirección a mi amigo. Pero vuelven a insistir y me pregunto si será algo importante. Le hago un gesto a Dante indicándole que voy a responder y enseguida vuelvo.
Camino hacia donde creo que tendré algo de intimidad. El despacho está vacío, cierro la puerta cuando entro y descuelgo.
-¿Quién es? - pregunto.
-Hola morena, ¿me echabas de menos?
Esa voz, esa terrible voz me corta la respiración. Noa...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top