Capítulo 15

CAPÍTULO 15

Me acerco hasta quedar a unos cinco metros de donde está él.
-¡Oiga! -  me dirijo al señor - ¿Se puede saber qué está haciendo?
-¿Qué haces aquí? - pregunta con el ceño fruncido y cara de pocos amigos.
-¡Este local es mío! - abro los brazos mientras levanto las cejas. No me puedo creer lo que estoy viendo.
-¡Eres una cazafortunas, eso es lo que eres!
¡¿Pero que cojones me está diciendo este señor?! Y de repente caigo. Ya sé de qué lo conozco, es familia de Teo, tío de Gio creo recordar. Lo vi en el catering y el día de la lectura del testamento. Lo que sigo sin entender es qué hace aquí desmantelando el gimnasio que tanto trabajo le costó construir a Teo.
-¿Cazafortunas? Yo no pedí nada de esto, pero me lo dejó a mí. No a un señor que no se preocupó por él hasta que llego la hora de heredar. ¿Quién es el cazafortunas, yo que soy su hija o usted que intenta robar una cosa que no es suya? - cojo aire y continúo – Esto es allanamiento de morada, es un delito.
-No te lo mereces – parece que no se esperaba mi respuesta.
-Si no sale ahora mismo de aquí llamo a la policía – amenazo.
No mueve ni un pelo, ni se inmuta. Me reta con la mirada y para dar credibilidad a mis palabras saco el teléfono del bolso. Marco el número de la policía y le enseño la pantalla para que vea que no estoy de broma. Pero sigue sin mover un dedo del suelo. En el momento en el que voy a dar a la tecla verde para llamar se da cuenta de que lo voy a hacer.
-Ya me voy – levanta las manos y camina despacio a la puerta.
-¿Usted se cree que yo soy tonta? - me acerco más a él y extiendo una mano – Devuélvame las llaves – resignado busca en su bolsillo y saca un juego de llaves, me lo entrega y sigue su camino - ¡Y no vuelva o tomaré medidas legales!
Por fin sale del gimnasio y la tensión del momento me ha dejado con las piernas temblando. No me gustan los enfrentamientos, me crean una tensión que está llegando a ser insoportable. Intento tranquilizarme respirando profundamente y contando con los dedos. Cuando llego a cien estoy mucho más calmada.
Reviso todo lo que ha movido el individuo. Parece que ha sacado y desmontado un montón de cosas pero no falta nada. ¿Qué voy a hacer con esto? No quiero cerrarlo y que se derrumbe, pero no sé si seré capaz de llevar el gimnasio y el catering a la vez. A Teo le hubiera encantado verme dirigiendo este lugar, y como hija suya, por lo menos debo intentarlo.
Todavía no son las seis de la tarde, aprovecho para hacer unas cuantas llamadas y termino arreglando todo el papeleo para poder reabrir el gimnasio cuanto antes. Llamo a Amanda, la antigua recepcionista, para saber si quiere volver a ocupar su antiguo puesto de trabajo, encantada e ilusionada acepta. También lo hago con Mila, conoce este sitio y le tiene tanto cariño como yo.
-Hola Mila, cuanto tiempo sin hablar contigo – saludo.
-¡Pensé que te había tragado la tierra! - una risotada sonora atraviesa la línea telefónica - ¿Qué es de tu vida?
-Pues no te vas a creer dónde estoy – miro todos los rincones que me rodean.
-¿Dónde? - pregunta curiosa.
-En el gimnasio.
-¡Pero si lo cerraron cuando murió...! - no termina la frase y sospecho que se ha entrado de que Teo era mi padre biológico.
-¿Lo sabes?
-Sí. Me lo contó Neo, pero no sé cómo se enteró él.
-Tranquila, no pasa nada.
-¿Estás bien? - su tono ha pasado de alegre a preocupado.
-Sí. Lo echo de menos, pero era una enfermedad contra la que nada se podía hacer.
-Ya... - no sabe que decir.
-Te llamaba para ofrecerte un trato.
-¿Un trato? - se sorprende.
-El gimnasio es mío, Teo quiso que así fuera y voy a respetar su decisión. No quiero que se eche a perder ni cerrarlo, me da demasiada pena. Me gustaría contar con tu apoyo para sacarlo adelante. No te prometo un gran sueldo, ni unos horarios, pero me encantaría que formases parte del equipo.
-¿De verdad? - casi se atraganta.
-De verdad.
-Yo trabajo por las tardes en la peluquería de lunes a viernes, así que podría ir por las mañanas.
-¿Aceptas?
-¡Pues claro! Le tengo un cariño especial a ese sitio, me encantará formar parte de su nueva apertura.
-Y yo pensando que te tenía que chantajear – me río.
Seguimos hablando y quedamos en empezar el lunes con la reforma y rehabilitación del local. Necesita un cambio de imagen y sobre todo de nombre. Desde ahora se llamará Gimnasio Teo, es lo mínimo que podemos hacer.
Entro en el despacho y veo la caja fuerte, está encima del escritorio. Supongo que el intruso tenía intención de llevársela pero no le ha dado tiempo. Recuerdo que en el testamento Teo mencionaba como última voluntad que le entregase un cofre de madera a Leo, el cual está en el interior de la caja fuerte. La curiosidad me puede e intento abrirlo, pero no puedo sin la contraseña. Pienso y me exprimo los sesos para intentar recordar la combinación, pero nada. De repente veo la luz, recuerdo que la contraseña era la fecha en la que conoció a mi madre biológica, a Luna. Tecleo 1971 en la pantallita y la puerta se abre. En el interior hay un montón de documentos del gimnasio, licencias, un puño americano con el nombre de Teo grabado, contratos... y debajo de todos ellos se encuentra un cofre del tamaño de la palma de mi mano, es marrón oscuro, antiguo. No hay ningún mecanismo que impida que lo abra, hago el amago pero recapacito y lo guardo en mi bolso. ¿Debería entregárselo a Leo personalmente? A pesar de haberlo pedido específicamente Teo, no creo que sea lo correcto. Las cosas están mal, muy mal entre nosotros. El impulso y el despecho me hicieron actuar de la peor manera posible con él. Ya me lo dijo, cuando mi mano tocó su cara se acabó para él. Es un acto del que me arrepiento y me arrepentiré toda la vida, nunca debería haber llegado a las manos, no tiene justificación alguna y me parece normal que no quiera saber nada de mi. ¿Cómo pude hacerlo? No tengo justificación, no puedo culpar a la peor versión de mí, nunca se debe agredir ni física ni psicológicamente  a nadie, no hay excusa. Ahora tengo que atenerme a las consecuencias. Me avergüenzo totalmente de lo que hice y lo único que puedo hacer es pedirle disculpas por ello, aunque no me lo perdone jamás.
El cofre se lo entregaré a Delia para que ella pueda dárselo. Sigo mirando el contenido de la caja fuerte. En un lateral hay un sobre blanco, parece bastante nuevo. Lo abro y en el interior hay unas pocas fotos, bastante nuevas. Las saco y empiezo a verlas una por una, en todas salgo yo. En una de ellas Mila y yo golpeamos el mismo saco, cada una desde un lado y estamos muy concentradas. Paso a la siguiente y me revolotea el interior, Leo y yo nos abrazamos y sonreímos a cámara enfrente del escenario que pusimos en una de las galas benéficas. Lo que daría porque las cosas volvieran a ser como entonces. La siguiente está echa en el patio trasero del gimnasio, estamos todos, trabajadores, usuarios, amigos... un montón de gente vestida con ropa de deporte posando felices. La última me hace llorar. No recuerdo cuándo nos hicieron esta foto. Teo y yo estamos sentados al rededor de la mesa de su despacho, haciendo cálculos y rodeados de papeles. Ninguno de los dos mira a cámara, ajenos a que estábamos siendo retratados. Lo echo tantísimo de menos que duele.
Vuelvo a meter las fotos en el sobre y lo guardo en el bolso, junto al pequeño cofre. Salgo del despacho y miro a mi alrededor. Resulta triste y extraño verlo con tan poca vida, sin nadie corriendo en la bicicleta o en la cinta, sin nadie golpeando un saco o en el ring, sin un alma, vacío. Pero esto va a cambiar, volveremos a levantar el negocio en el que tantísimas ganas puso mi padre. Lo haremos por él.

El día siguiente no tengo ganas de trabajar. La situación con Dante es tremendamente difícil. Pero no tengo otra opción, está en su derecho de seguir enfadado conmigo.
Llego a las oficinas la primera. Preparo café mientras se enciende el ordenador. Kiara aparece con un par de ensaimadas. Me ofrece una y nos ponemos a trabajar.
A media mañana cargamos la furgoneta con las mesas y todos los recipientes que necesitaremos mañana, pero antes de llevarlo comemos todos juntos en la cocina de las oficinas. Uno de los chicos nuevos llamado Pedro ha preparado pasta con tomate para todos. Cada uno coge un plato y un tenedor, se sirve una ración y comemos todos juntos sentados en cualquier hueco que encontramos libre. Algunos en el suelo y otros en las mesas, incómodos, pero juntos. Dante hoy ha vuelto a ignorarme, ayer me gritaba y hoy no me habla. Me rompe el corazón esta situación, pero no puedo hacer nada más por cambiarla.

A las siete de la tarde ya hemos preparado todo en el chalet donde mañana ofreceremos el catering. Ahora toca descansar. Para desconectar voy al cementerio a hablar un rato con mi padre. Tengo que contarle las nuevas noticias.
Dejo el coche en el parking y compro otro ramo de margaritas blancas. Ya me sé el camino y voy decidida hasta su tumba. Cuando llego me sorprende ver otra rosa roja, fresca y tersa. No sé quién se la trae, pero me alegro de que lo haga.
-Hola papá – cambio las margaritas viejas por las nuevas y me siento en la misma posición de siempre, con las piernas cruzadas mirando la cruz de la cabecera – Tengo que contarte muchas cosas. He vuelto a ser la de siempre, la Sam que conociste, solo que mucho más triste. Dante sigue enfadado conmigo, lo comprendo, pero no sé que hacer para remediarlo. ¿Puedes echar de menos a una persona a la que ves todos los días? Porque esa es la sensación que tengo. No me habla y cuando lo hace es para gritarme. Entiendo su enfado, pero necesito volver a tenerle en mi vida como estaba antes – suelto un suspiro – Delia sí que me ha perdonado, siempre lo hace. A pesar de que esta vez pensé que había colmado su paciencia definitivamente, siempre me sorprende. Está hermosa, como nunca, el embarazo la está sentando genial. Me encantaría que pudieras verla – sonrío con tristeza – Hoy he ido al gimnasio. ¡No te imaginas lo que me encontré! Había un hombre, lo había visto un par de veces. Debe ser familia de mamá. ¡Intentaba desmantelar el gimnasio y me llamó cazafortunas! Pero como digna hija tuya... - sonrío de medio lado – le paré los pies. Ya he arreglado todos los papeles y reabriremos el gimnasio entre Amanda, Mila y yo. Hemos pensado en cambiar el nombre y hacerte un homenaje, se llamará Gimnasio Teo. ¿Te hace ilusión? Sé que pediste que Leo siguiera en su puesto de trabajo pero... no creo que acepte – me froto la cara con las manos – La cagué pero a base de bien esta vez, llegué a agredirle físicamente – alzo un poco las manos y las dejo caer sobre mis rodillas -  ¡Lo sé! Yo tampoco entiendo como he sido capaz de llegar a tal punto, pero ya no hay marcha atrás. Le pediré disculpas y le preguntaré si quiere volver a trabajar en el gimnasio, aunque supongo que dirá que no. No quiere volver a verme y, sinceramente, lo comprendo. Quizá sea lo mejor para los dos – paseo los dedos por las letras metálicas – Todavía le quiero, papá, con todo mi corazón. Pero asumo el castigo por mis actos y acepto pasar el resto de mi vida sola. Tal vez adopte un perro, sé que me querrá más que a si mismo y yo cuidaré de él. Centraré mi vida en el gimnasio, el catering, el perrito, mis amigos y mi familia. Al fin y al cabo la familia y los amigos son lo más importante, ¿no? - me giro y poso los pies en el suelo – Hoy también he encontrado las fotos que guardabas en la caja fuerte. Me ha hecho mucha ilusión verlas y saber lo mucho que me querías. Sabes que yo también lo hacía antes de saber que eras mi padre biológico – me levanto y dejo un beso en las letras metálicas – Hasta luego, papá.
Vuelvo a casa tan agotada en todos los sentidos que me quedo dormida en el sofá, no tengo fuerzas ni de ir a la cama.

El bullicio es tremendo. Los comensales ríen a carcajadas y hablan demasiado alto. Hay alguno que incluso se queja de que el gazpacho de sandía está fresco, ¿cómo lo quiere, caliente? Alguna vez hay que toparse con clientes tocapelotas, pero nosotros siempre sonreímos y les damos la razón.
Las horas pasan y la comida poco a poco va desapareciendo. A las once de la noche comenzamos a recoger los restos y los útiles. Terminamos a las doce de la noche. Kiara nos invita a beber una cerveza en el bar que está detrás de su casa para celebrar el buen trabajo de hoy. Es raro, pero no se ha estresado en ningún momento, es más, ha estado muy tranquila incluso cuando venía alguien quejándose. Aceptamos todos la propuesta y vamos hacia allí. A estas alturas de Junio las temperaturas son cálidas y aprovechamos para sentarnos todos juntos en la terracita. La camarera del bar nos trae tres jarras de cerveza y un vaso para cada uno, repartimos la bebida y empezamos a comentar las anécdotas de hoy. Reímos y hablamos todos juntos, pero mi mente no deja de pensar en el hombre que se ha sentado enfrente de mi. Dante evita mirarme a toda costa, lo sé porque cada vez que nuestras miradas se cruzan, se pone serio y la desvía hacia cualquier punto en el que no esté yo. No puedo más con esta situación, tengo que hacer lo que sea para que me perdone.
-Creo que si ve que te esfuerzas en que te perdone, lo hará – me susurra Kiara.
-¿No se agobiará? Igual necesita espacio.
-Llevas mirándolo fijamente desde que hemos llegado. Si no os conociera, pensaría que estás coladita por él – se ríe.
-Es que no sé que hacer para que me perdone.
-Invade su espacio personal. Tienes que obligarlo a acercarse a ti, pégate como una lapa a él – se gira lo justo para mirarme de frente – Tiene debilidad por ti, te quiere y no lo puede remediar, eres como una hermana para él. Esa es la baza que debes aprovechar.
-Lo intentaré.
Claro que lo intentaré, aunque no tengo muy claro que sea la mejor manera de hacerlo. Seguimos bebiendo y diez minutos después veo que se levanta hacia el bar.
-Seguro que va al baño, aprovecha.
-¿Quieres que lo acorrale en el baño de un bar? - pregunto estupefacta, menuda nos ha salido la socia...
-Debes hacerlo.
No lo dudo y me levanto decida siguiendo los pasos de Dante. Veo que entra en el baño de hombres y entro detrás. Cierro la puerta a mis espaldas y echo el tranque.
Dante está justo enfrente, haciendo pis es un retrete de pared. Se gira un poco para ver quién ha entrado y cuando me ve, como es normal, se enfada.
-¡¿Qué haces aquí?! ¿Estás loca? - me recrimina mientras termina de hacer pis.
-Lo siento, pero necesito hablar contigo.
-Sam, ¡estoy en un jodido baño, meando!
-Lo sé.
-¡Sal! - sigue gritando.
Me apoyo contra la puerta y espero a que termine. Después de lavarse las manos y secarse con servilletas de papel me mira fijamente, muy muy cabreado.
Antes de que pueda decir nada o siquiera reaccionar me lanzo a abrazarle. Me aferro a su pecho y cierro los ojos esperando que me separe, pero ese momento no llega. Ni me abraza ni me aparta, creo que está calibrando qué hacer. Por favor que me abrace, por favor, por favor, por favor.
Y... ¡sí! Me abraza con tanta fuerza que creo que me voy a ahogar. Pero me da igual, necesito a mi mejor amigo y aquí lo tengo.
-¿Qué voy a hacer contigo? - pregunta con voz cansada.
-Perdonarme y darme otra oportunidad – respondo sin soltarle.
-Me hiciste daño.
-Lo sé y me arrepentiré toda la vida.
-Tampoco hace falta que te martirices – suspira – Puedo llegar a entender tu comportamiento con Leo, pero te convertiste en alguien que no conocía, sin sentimientos, sin escrúpulos. No te importaba a quién llevarte por delante con tus actos. Y me dolió mucho la forma en que me hablaste.
-Lo siento muchísimo. No volverá a pasar, te lo prometo.
-Te he echado de menos, a esta versión de ti. Pensé que te había perdido.
-Nunca me perderás, eres mi mejor amigo.
-Te quiero, pequeña gran mujer.
-Yo también te quiero, Dan.
Seguimos abrazados unos segundos más antes de salir del baño para reunirnos con nuestros compañeros. No antes de que la camarera nos lance una mirada de reproche, pensará que hemos estado haciendo de todo ahí dentro. Si ella supiera...
Kiara me sonríe cuando nos ve volver juntos y felices. Ha debido hablar con él a solas para saber cómo podía conseguir que me perdonara.
Nos sentamos cada uno en su silla, pero el ambiente es más fluido, menos tenso. Me siento muy feliz de haber recuperado a mi mejor amigo.

La mañana siguiente me despierta el sonido del teléfono. Palpo sin ningún cuidado la mesita hasta que doy con el aparato que no deja de sonar. Todavía sin abrir los ojos descuelgo.
-¿Dígame? - pregunto con voz ronca.
-¡Copito, despierta!
-Ayer me acosté tarde, tengo sueño... - gruño como una niña pequeña.
Estoy en la puerta, ábreme.
-Vaaale.
Me levanto a trompicones y consigo no chocar con nada. Voy hasta la puerta como si estuviera a punto de darme una lipotimia. Abro y me encuentro a Luca, Delia y Nery con una sonrisa tan blanca que me deslumbran.
Entran en tropel a mi casa y los dejo hacer lo que quieran mientras pongo en marcha la cafetera. Un café seguro que me ayuda, lo necesito, o me lo tomo o me duermo en la encimera de la cocina.
-¿Se puede saber a que hora llegaste anoche?
-¿Anoche? - miro el reloj de pared, son las diez de la mañana – He llegado hace dos horas, más o menos.
Saco cuatro tazas del armario, leche del frigorífico, cuatro cucharillas, azúcar y cacao. Lo pongo todo en una bandeja junto a la cafetera recién hecha y lo llevo al salón. Delia no deja de sonreír detrás de mi. La hace mucha gracia no dejarme dormir por algún plan que tenga en mente, ya sea importante o ridículo, a ella le hace gracia verme como alma en pena por el sueño.
-Deja de sonreír y alégrate por que me haya levantado a abriros la puerta – digo casi sin voz.
-¿Anoche saliste de marcha? - pregunta Luca mientras se sienta en la mesa.
-Papá, eso ya no se dice. Ahora se dice “salir de fiesta” o “salir de juerga” - el crío nos deja a los tres con los ojos como platos.
-Y tú... ¿dónde has aprendido eso? - le pregunta su madre mientras yo me río con ganas.
-En el cole, mamá. Hay que estar a la moda.
¡Toma ahí el enano! Nos ha dejado a cuadros a los tres. No entiendo cómo pueden aprender esas cosas siendo tan pequeños, pero resulta gracioso escuchar a un niño de siete años hablar de palabras a la moda. Nadie añade más comentarios a la respuesta de Nery y nos servimos todos el café. Al pequeño le preparo una taza de leche fría con cacao como sé que le encanta.
Me sonríe con un agujero en la dentadura cuando se lo pongo delante. Se le ha caído un diente y resulta de lo más cómico.
-Ayer me lié – termino respondiendo a la pregunta de Luca.
-¿Te... liaste? - me pregunta Delia con la cuchara a media camino entre la taza y su boca, con las cejas levantadas y esa mirada que dice “sexo”.
-No, no me lié en ese sentido.
-¿Seguro? - duda de mi palabra.
-¡Pues claro! - hago una pequeña pausa y continúo – Cuando terminamos de trabajar nos fuimos todos a tomar unas cervezas a un bar y por fin hice las paces con Dan.
Mi amiga se pone su mejor sonrisa sincera en la cara pero no dice nada. Sabe que es muy importante para mi tenerlos en mi vida, a todos, y eso ayuda a mi cordura. Nery se gana una pequeña colleja por parte de su madre cuando empieza a sorber la leche.
-Entonces, ¿todo solucionado? - pregunta Luca.
-Casi todo. Hay una persona a la que me siento obligada a pedir perdón, pero no sé como hacerlo – remuevo el café para que se disuelva el azúcar.
-Leo... - su nombre sale como un susurro de los labios de Delia.
-¿Habéis hablado con él?
-No desde el día siguiente a la pelea – responde Delia – Estaba destrozado y furioso.
-No es para menos... - recalca Luca con ambas cejas levantadas.
-Lo sé. Era la peor versión de mi misma y centré toda mi ira en él. Sé que no me perdonará, pero tiene que saber que lo siento. ¡Joder! Nunca había metido tanto la pata.
-¡No hables así delante del niño! - me recrimina Delia por la palabrota.
-Mamá, he oído cosas peores en el cole.
-¡Pues que ni se te ocurra repetirlas! - después de regañar a su hijo vuelve a centrar su mirada en mi – Te conozco desde hace... ya ni lo recuerdo, y nunca pensé que fueras capaz de llegar a las manos con alguien a quien quieres. No te voy a disculpar porque no hay disculpa posible.
-No sé cómo me pude cegar de esa manera – tengo una idea - ¿Me podríais hacer un favor?
-Depende... - sonríe Luca y Delia le regaña con la mirada - ¿Qué? Era una broma.
-Claro que sí – responde mi amiga todavía mirando con enfado a Luca.
-Bueno, en realidad son dos – me levanto y busco mi bolso, saco el pequeño cofre de madera que guardé y vuelvo a la mesa - ¿Podríais darle esto a Leo?
-¿Qué es? - pregunta Delia cuando ya lo tiene en las manos.
-No lo sé, no lo he abierto. En el testamento Teo me pidió que se lo entregara, pero dudo que quiera verme, por eso me haríais un favor si se lo dais vosotros.
-Claro – Luca mira la caja y después a mi con una pequeña sonrisa.
-¿Y el segundo favor? - pregunta Delia.
-Si escribo una carta, ¿se la podríais entregar? - ambos mueven afirmativamente la cabeza – Gracias.
Voy a mi habitación para tener algo de intimidad mientras pienso qué puedo escribir en esa carta. No quiero poner excusas por lo que hice, ni culpar a mi faceta más agresiva. Tiene que ser una carta de disculpa . No sé siquiera si querrá leerla, pero tengo que intentarlo.
Abro el cajón de la mesita y saco un cuaderno y un bolígrafo. Me acomodo en la cama y empiezo a escribir.

Hola Leo:
Sé que no te esperabas recibir una carta por mi parte, pero aquí estoy, escribiendo unas palabras que quizá no leas.
El motivo de ésta es pedirte disculpas, por lo que hice, por cómo me comporté y por llegar a un extremo impensable para mí. No merezco tu perdón y lo sé, solo quiero que sepas que me arrepiento y me arrepentiré toda la vida de lo que hice. No hay excusa alguna que me esculpe de aquel acto. Lo hice y tengo que acarrear con las consecuencias.
Supongo que nuestras vidas no volverán a cruzarse, por eso me despido con un “sé feliz, para siempre” , te lo mereces.
Un beso, Sam.

Doblo el papel a la mitad y lo meto dentro de un sobre blanco. Paso la lengua por la punta de la solapa y lo cierro.
Vuelvo al salón y le entrego el sobre a Delia. Lo guarda en el bolso y me sonríe. Nery y Luca están sentados en el sofá viendo la tele, una serie de dibujos animados. Me siento en la silla al lado de mi amiga y entrelazamos los dedos. Eso me anima, me recuerda que siempre estará ahí para mi.
-Vístete, tenemos cosas que hacer – comenta Delia.
-¿Qué cosas?
-Vamos a rehabilitar tu nueva casa – responde con una gran sonrisa.
-¿Nosotros? - no me imagino a Delia con ese barrigón haciendo cemento.
-Pues claro. ¡A ver si lo va a poder hacer un chico de veinte años y nosotros no!
-Me refiero a que en tu estado no será muy aconsejable hacer trabajos duros y a pleno Sol.
-No la has visto hacer limpieza en casa, parece una auténtica ninja – responde Luca gracioso.
Dicho esto, me visto con ropa vieja y nos montamos en el coche en dirección a la finca que me dejó Teo. Me hace mucha ilusión que me ayuden a arreglar la casa. Desde el momento que la vi nació un cariño especial hacia ella. Aquí compartieron muchos momentos mis padres biológicos y yo también quiero crear nuevos recuerdos en este precioso lugar.
Llegamos y los tres se sorprenden por la belleza de la finca. Les enseño la casa pero lo que más les llama la atención es el limonero en el que se hicieron esa foto que tanto me gusta Teo y Luna.
Comenzamos con la tarea. Delia corta el césped del jardín con la segadora. Nery arrastra la hierva con el rastro y la acumula toda al lado del pozo. Luca y yo terminamos de dar cemento en las paredes que quedaban.
A las dos hacemos un descanso y comemos unos bocadillos sentados en el suelo a la sombra del limonero. Reímos con las ocurrencias de Nery y las regañinas de Delia. Sobre todo por la puntería que ha adquirido con el embarazo cuando le tira un pequeño palo a Luca y le da justo en la nariz. Las disculpas y los besitos llegan enseguida y Nery y yo nos miramos con cara de asco.
Seguimos trabajamos toda la tarde y se notan mucho los avances. Solo le queda una capa de pintura y decorar el interior.
Por la noche me dejan en mi casa. Mañana es viernes y toca trabajar. Estoy agotada, pero tengo que llamar a mis padres y decirles que estoy en Ciutadella. No quiero hacerles daño, por eso no les contaré toda la verdad. Tres tonos después, mi madre descuelga el teléfono.
-¡Hola hija! ¿Qué tal estás?
-Hola, mamá. Estoy bien, pero tengo que contaros algo...
La convenzo para que ponga el manos libres y así poder hablar con los dos a la vez. Les cuento que no he estado en la India, que terminé la relación con Leo y necesitaba tiempo para pensar. Lo comprenden pero me regañan por no ir a Salamanca para apoyarme. También les cuento que ya sé quienes son mis padres biológicos. Mi madre se echa a llorar, pero la prometo que para mi ellos siempre serán mis padres, me lo han dado todo y más. He tenido la suerte de ser adoptada por una familia increíble. Les pido que intenten hacerme una visita pronto, necesito abrazarlos y tenerlos a mi lado. Además me encantaría pasar unos días con ellos en la finca cuando esté arreglada por completo.
Cuando cuelgo siento un poco más de liberación, contarles la verdad de este último año ha hecho que me quite un gran peso de encima. Tengo en orden casi todos los aspectos de mi vida, casi...
La pena por haber perdido a Leo crece por momentos. Quererle es una cosa que no puedo evitar, incluso cuando cambié mi forma de ser le quería, todo lo malo que he hecho ha sido por el amor que siento hacia él. Incluso lo de su infidelidad se ha convertido en una estupidez en estos momentos. Perderle para siempre es el castigo que tengo que pagar por todo el mal que he hecho.
Doy vueltas en la cama pensando en si algún día le volveré a ver, si algún día nuestros caminos se cruzarán.

Es viernes y se nota por el revuelo que se forma en la cocina de la empresa. Mañana damos el último catering hasta Julio. Dos semanas de descanso es lo que necesitamos todos para cargar las pilas y afrontar el verano que nos queda por delante.
Dante e Izan se van dos días a un balneario. Kiara una semana a ver a su padre. Todos tienen planes menos yo. En realidad sí que los tengo, darle una nueva cara al gimnasio, volver a abrirlo al público y terminar los arreglos en la finca. A parte de empezar a organizar la gala benéfica que se hace todos los años en el patio del gimnasio. Este años será muy distinto sin Teo, pero es un acto de bondad que siempre ha hecho y pidió que no se perdiera la costumbre.
Salimos de trabajar a las siete de la tarde. Dante y yo nos sentamos en una terraza cercana para beber algo fresquito y charlar un rato.
-El domingo nos vamos, volvemos el martes – comenta Dan refiriéndose al balneario.
-Yo el lunes he quedado con Mila para poner a punto el gimnasio. No sé si seré capaz de compaginar todo.
-Claro que serás capaz.
-No lo tengo tan claro. También necesito descansar y, como no lo haga, este verano se me va a hacer demasiado cuesta arriba.
-Podríamos hacer un viaje, a una casa rural, todos juntos.
-¿Todos?
-Sí. Tú, Delia, Luca, Izan y yo. ¿Qué te parece?
-Me parece una idea estupenda – lo digo enserio - ¿Cuándo?
-Podríamos organizarlo para el fin de semana que viene. Izan no trabaja y nosotros seguiremos de vacaciones.
-¡Genial! Yo hablo con Delia para que busque a alguien que se pueda quedar con Nery.
-¡Pues decidido! Nos vamos de casa rural.
Da una fuerte palmada mientras sonreímos de oreja a oreja.
Por la noche vuelvo a casa y llamo a Delia para contarla lo del viaje. La parece una idea genial y a ella también le apetece mucho desconectar y descansar. Mientras hablamos por teléfono buscamos en el ordenador un destino cercano al que ir. Pero de repente tengo una idea, en vez de gastarnos dinero en una casa rural, podríamos pasar el fin de semana en la finca que me dejó Teo. Está de acuerdo. Solo tenemos que llevar la comida.
Colgamos el teléfono, cierro el ordenador y me meto en la cama. Mañana será un día duro y tengo que rendir al máximo.

Colocamos todos los canapés en sus respectivas bandejas. Los postres están guardados en una cámara frigorífica especial que no necesita corriente eléctrica. Y, como no, Kiara se mueve de aquí para allá como loca para organizar todo.
Todos los trabajadores están contando los minutos que faltan para irse de vacaciones. A medida que el Sol va cayendo los ánimos aumentan. Y cuando damos por finalizado el servicio y terminamos de recoger todo, no dudamos en celebrarlo con una cerveza bien fría en el chiringuito al que íbamos cuando trabajábamos en el Hotel Ciuta.
Allí nos encontramos con Lisa y Jago. Dante y yo nos acercamos a ellos enseguida y nos fundimos en un caluroso abrazo. Llevábamos mucho tiempo sin vernos. Les invitamos a sentarse con nosotros y acceden encantados.
Me felicitan por el negocio, han oído estupendas críticas. Se lo agradezco, pero le otorgo todo el mérito a mi socia Kiara, sin ella nada de esto podría haber sido posible.
-Entonces Leo y tú... ¿nada? - me pregunta al oído Lisa.
-Nada, ha sido todo muy complicado – respondo triste.
-Ay, cariño. Pero si erais la pareja perfecta.
-Pues ya ves que no era tan perfecta... - bebo un sorbo de mi jarra fría.
-¿Tu estás bien?
-No lo estoy. Pero las cosas son así, no las puedo cambiar – ojalá pudiera retroceder en el tiempo.
-Mira bombón, - pone su mano sobre la mía – si quieres, puedes. Lo que no se consigue es lo que ni siquiera se intenta.
-Merece ser feliz y no puedo ser tan egoísta como para pretender que sea conmigo. Necesita a otra persona que no sea yo.
-No te subestimes de esa manera.
-No lo hago, pero es cierto. Merece a alguien mucho mejor.
Para intentar zanjar el tema la brindo una pequeña sonrisa. Lo entiende y volvemos a unirnos a la conversación de los demás.
Media hora después me llega un mensaje al móvil. Lo desbloqueo y veo el nombre “Titín” en la pantalla. ¿Qué habrá pasado para que me escriba a estas horas? Leo el mensaje:
Titín: “Copito, ya le he dado el cofre y la carta a Leo. Se ha sorprendido mucho. Espero que haya suerte. TQ
Yo: “Gracias. TQ
En sus manos está mi disculpa y el cofre de Teo. No puedo evitar ponerme nerviosa por la intriga ya que no sé que hará. ¿Romperá la carta o la leerá?

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