Capítulo XXI
Tuvimos que adentrarnos nuevamente en el bosque, esperando a que la policía detuviera su marcha, pero eso no pasó.
Un llamado de unos mocosos los alertó, no supimos nunca porque, quizás por nuestros gritos agregando que los gritos de la idiota que cercenó a Ignon no era muy discretos.
Luego de una revisiones y caminatas de los policías rodeando y adentrándose al bosque, encontraron la maldita cabaña con el cuerpo de la humana partido a la mitad, aunque para mí, esa mujer era cualquier cosa menos una humana.
Y lo peor no fue eso, una búsqueda incansable empezó por cada rincón del bosque, sus pisadas y sus susurros podían oírse a kilómetros de distancia, junto con sus alientos congelados dejando de un humo cristalino.
En menos de una hora, estuvimos acorralados.
—Vete con Ignon —le susurré a Sclauss rodeándole los hombros.
—¿Estas loca? No, no me iré.
—Vete de aquí, yo me los zafaré.
—¿Cómo piensas hacer eso? Ya no eres una demonia, ni siquiera eres humana, eres una maldita desterrada.
Solté una risita algo siniestra por sobre su hombro, podía ser una desterrada, pero nunca dejé de ser una mujer.
—Las mujeres tenemos nuestros trucos.
Me bajé del caballo haciendo sonar las ramas bajo mis pies y le di una palmada al caballo haciéndolo desaparecer de mi vista junto con Sclauss, Ignon parecía flotar en aire.
Él podía ocultarse, pero nosotros no.
No hizo falta esperar demasiado para ser encontrada, fui tomada con brutalidad y entre patadas y manotazos luché por ser soltada, pero terminé igualmente en la estación de policía tras unas enormes rejas plateadas.
Era casi imposible parecer inocente con mi ropa y mis manos llena de sangre ¿No?
Las paredes de la celda eran de un feo color celeste y una silla con un pequeño escritorio era todo lo que tenía en mi vista.
—¡Maldita loca! ¡Cómo pudiste haberle hecho algo así a esa mujer! —Me gritó con furia el policía que me dejó dentro de la celda, era un fortachón calvo con aspecto de gorila.
Yo solo en un acto de rebeldía le lancé un escupo que cayó en su barbilla, se tornó casi rojo de furia y unas venas notorias dieron a luz en su cuello y en su frente.
Se acercó a la reja provocando que yo me alejara algo temerosa.
—Ya sufrirás maldita loca de remate.
Se dio la vuelta y se fue dejando la puerta entreabierta para a los segundos entrar otro policía.
El policía que entró se veía demasiado joven, no parecía tener más de 20 años, sus ojos resplandecían de un lindo color café pardo y su cabello castaño estaba demasiado corto para mi gusto, además de que era muy delgado.
Habían pasado un par de horas cuando decidí empezar mi intento de escapatoria, y eso empezaría, con un sutil coqueteo.
—¡Hey tu guapo! —Clavó su mirada fría sobre mi seriamente, mostrando una nariz respingada y labios pálidos.
—¿Qué quieres?
—Estoy algo aburrida, además tengo frio.
—¿Y qué quieres que haga?
—No lo sé, tráeme algo para poder abrigarme.
—No —Rechazó mi petición fríamente.
Al parecer no sería tan fácil como yo creía.
—Vi unas mantas allá afuera antes de que lanzaran a este asqueroso lugar. Apiádate de mí y tráemelas.
Volvió a mirarme seriamente, sin cambiar esa expresión fría de molestia a la que en mi vida como humana ya me había acostumbrado.
—Además estoy sin ropa interior —Levanté mi falda moviendo mis caderas de un lado otro coquetamente, el joven policía bajó su mirada lentamente tornándose sonrojado.
Se levantó refunfuñando, salió y cuando volvió a entrar, traía consigo una fea manta color café.
Sus ojos se abrieron tornándose extrañamente redondeados al verme toqueteándome entre los barrotes. Me encontró de piernas abiertas en el piso tocándome lentamente y gimiendo entre respiraciones sonoras y coquetas. Mis manos, aunque frías, se sentían bien y a pesar de que tenía un objetivo en mente, no puedo negar que me dejé llevar por unos momentos.
Quería follar con ese idiota que me miraba embobado con expresión de no creer lo que veía, pero debía concentrarme para poder salir de ahí, y poder matar a más como él.
—¡Hey señorita no puede hacer eso aquí! —Tragó saliva sonoramente e incluso un poco de sudor se marcó en su labio superior —Aquí hay cámaras.
—¿Y eso es malo? —Le dije entre gemidos e insinuaciones.
—No, no puede hacer eso.
—¿Por qué no vienes a taparme mejor? Ya que no quieres que me vean las cámaras.
No fue necesario ni siquiera tocarle para notar que su erección estaba elevándose entre sus piernas, incluso se acomodó sus pantalones con una poco sutil metida de su mano en su bolsillo.
—¡Basta! —Me gritó acercándose a las rejas.
Saqué una de mis manos por la reja para tomar su miembro y apretarlo ligeramente.
—Tu boca dice que pare, pero parece que tu miembro no quiere.
Se alejó con rudeza para abrir mi celda y me pare rápidamente esperando su entrada. Parecía estar temblando y sudaba como condenado, pero no hizo falta demasiado para que cediera.
Entró y lo empujé acorralándole en la pared aledaña poniendo una de mis manos en su miembro y otra en su hombro.
Soltó la manta dejándola caer al piso y se mordía el labio como luchando consigo mismo internamente, me empujo ligeramente, pero parecía que perdía su propia lucha con la lujuria.
Puse mi muslo entre sus piernas masajeando lentamente su miembro que parecía no tener más opción que romper sus pantalones, me acerqué a su oído y lamí su oreja muy despacio provocando que soltara un suspiro agitado.
Empecé lentamente a tocar su pecho casi contra su voluntad, aunque no lo pareciera, tomo mi muñeca con fuerza intentando detenerme, y como ustedes ya saben, yo no me detengo con facilidad.
—No no no se puede, yo no... —tartamudeaba con sus labios temblando y su voz agitada.
Al parecer los tipos rudos son fáciles de convencer con un poco de coquetería barata y una entrepierna lubricada, simplemente pienso que ese tipo estuvo tanto tiempo de abstinencia que decir en voz alta la palabra "vagina" haría que se corriera en los pantalones en menos de un segundo.
Me soltó la muñeca y posó su mano con fuerza en mi cintura apretandome contra él, sentía su pantalón mojado en mi muslo y parecía que estaba decidido.
Al tocarlo tanto no pude sentir ninguna arma o algo que me sirviera para salir fácilmente, pero algo en el bolsillo de su pecho me ayudaría, aunque pareciera casi imposible, un maldito lápiz delgado color plateado.
Se lo quité del pecho con cuidado tratando de que no notara mi movimiento, pero al parecer estaba tan hundido en la lujuria que no prestó atención a lo que hice.
Entre besos cálidos y mañoseadas introduje con una fuerza descomunal ese maldito lápiz plateado metálico en su cuello provocando que sus ojos se pusieran rojos y cayera sentado en el piso.
Trate de quitárselo del cuello, pero su carne estaba tan apretada que parecía querer tragarse el maldito lápiz. Su delgadez fue un beneficio para que entrara en su cuello, pero para sacárselo no.
Empezaba a impacientarme de que el maldito lápiz no salía y además trataba de evitar sus manotazos a mi cara pensando que en cualquier momento podía ver alguien las cámaras y notar que intenté asesinarlo.
Luego de unos forcejeos más logre quitarlos dejando hileras de sangre en su feo uniforme y cayendo tiernamente sobre su placa de policía, me miró con ojos cristalizados rebosantes de dolor.
—¿Querías esto? —Levanté mi falda y moví mis caderas burlescamente.
Sus gemidos ahogados junto con lucha contra la muerte fue una delicia que solía extrañar tanto de mi vida como súcubo. Ese maldito acto contribuyó de manera enorme a mi lujuria, a mi sed de sangre masculina y a mi lucha por recuperar mi vida.
—No lo obtendrás —le respondí con rabia enterrando el maldito lápiz ensangrentado en su ojo derecho haciendo que este se hundiera y brotara un extraño liquido viscoso algo transparente para luego salir la hermosa sangre.
Por un momento mientras veía la agonía del policía me pregunté como rayos nadie notó que lo había asesinado, yo misma le vi fallas a mi plan y quedaba lo peor, intentar pasar desapercibida en una jefatura rodeada de policías, casi desnuda y bañada en sangre ajena.
Un sonido familiar me distrajo haciéndome dirigir mi vista a una pequeña ventana redondeada en la parte alta de la pared en la celda, entre los barrotes logré notar esa ave extraña con la que me encontré en la entrada del bosque, parecía seguirme desde que entré a ese maldito lugar.
Hizo un sonido que sonó casi desgarrado y abrió su pico plumoso apuntándome, para luego irse volando.
No le presté mucha atención y salí de la celda espiando lentamente entre la puerta de salida, al parecer no había nadie porque había demasiado silencio en comparación a cuando llegué.
Salí pasando por un alargado pasillo, lugar contrario por donde había entrado, pero quede más asombrada cuando me crucé con una rara escena.
Las pareces color cielo estaban cubiertas por un lindo tono color rojo carmesí y dos cuerpos se encontraban degollados en el piso con la vista a la nada, aún con expresión de terror en sus rostros.
Había alguien peor que yo en ese lugar y siendo sincera, calculaba quien podría ser.
Salí de ese pasillo casi resbalando con la sangre de los idiotas que yacían muertos en el piso. Atravesé un par de puertas blancas para unos metros más allá encontrarme con otra sangrienta escena.
La sala principal estaba repleta de escritorios color café con un montón de papeles y tazas de café humeantes, pero el punto es que estaban todos muertos.
Los cuerpos de 3 policías junto con dos mujeres vestidas sensualmente de camisas blancas ahora manchadas y cortas faldas pegadas a sus muslos, estaban tirados en el piso con sangre alrededor. Creo recordar que uno de esos policías era el gorila al que escupí cuando llegué.
Sentí unos pasos tras de mi cuando observaba la escena y un relinche me dijo quién era.
—¡Demonia! —Me gritó Sclauss que con una ligereza increíble me tomó de un brazo y me puso arriba del caballo y tras su espalda.
—¿Tu hiciste esto?
—¿Quién más lo haría?
—Debo empezar a temer de ti ahora.
Rió con gemidos ahogado y sonando siniestro.
—No te haré nada.
—Nada me asegura eso —Le devolví una sonrisa algo sarcástica —aunque debo admitir que ahora te admiro más.
—¿Me admiras por asesinar? Eres extraña demonia —Comentó incrédulo mirándome sobre su hombro.
—Si, me lo han dicho varias veces —Le susurré —aunque no creo conseguir algo contigo.
Pareció no creer lo que le dije o se sintió incomodo porque desvió su mirada hacia delante y cambió radicalmente de tema.
—Tenemos problemas.
—¿Qué paso ahora? —puse mi frente en su fría espalda provocando que su armadura sonara.
—Ignon.
—¿Qué le paso?
—No quiso despertar y no sé si estará vivo.
Maldije a mis adentro cuando Sclauss tomó marcha y la noche ya había caído nuevamente sobre nuestras cabezas, el relinche furioso del caballo y mis maldiciones me provocaban más angustia al pensar que el plan se podría ir por el caño en cualquier maldito momento.
—¿Dónde está?
—Lo deje con los desterrados.
—Hay que llegar pronto —comenté —Ese idiota es el siguiente Satanás, no puede morir.
El lindo caballito tomo mucha más velocidad y sus patas parecian flotar por el piso, Sclauss estaba concentrado con la vista hacia delante y yo tomando su cintura solo me sumergí en pensamientos.
—Al menos no puede morir por ahora —pensé.
Nuestro camino a la entrada de las cloacas fue largo y agitado por el galope del caballo, pero al llegar a encontrarme con lo que quedaba de Ignon, me lleve una gran sorpresa, de esas que nadie creería reales ni en sus más desquiciados sueños.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top